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diumenge, 9 de desembre del 2007

1908




Este caballero enjuto, vestido de negro, con una negra capa semejante a un murciélago, tocado con un negro sombrero, cuya fotografía encabeza estas líneas, no es Batman : Es el Professor Fate, arquetipo de malvado metepatas que personifica el más genuino, brillante, pérfido y desafortunado antihéroe que jamás se ha podido vislumbrar en película filmada con todos los honores del Technicolor y en pantalla ancha.

En el año 1908, unos aventureros afrontaron la posibilidad de ganar una insólita carrera: Desde Nueva York hasta París (Francia, no Texas, no nos confundamos), pensando, inicialmente, aprovechar los hielos invernales del estrecho de Bering para pasar del continente americano al asiático. Tal hazaña pretende ser rememorada en el año que viene, 2008, con motivo del centenario, existiendo ya los preparativos .

En 1965, como quien dice a medio camino, la Warner Bros, aceptó producir en parte una película que iba a homenajear la efeméride: sobre una historia escrita por el guionista y director Blake Edwards, guionizada por Arthur A. Ross , el propio Edwards tuvo que aflojar algo de su parte para poder llevar a cabo un proyecto que, con el tiempo, se ha convertido en el mejor exponente sonoro de lo que se conoce como "Slapstick" , comedia repleta de gags físicos y, aprovechando el sonoro, en este caso, asimismo con multitud de frases con doble sentido.

La película en cuestión, se denomina, en honor a la base verídica, como The Great Race , afortunadamente traducido su título al castellano como La Carrera del Siglo.

Blake Edwards, hombre de cine y evidentemente cinéfago de pro, toma las riendas de una producción compleja, llena de personajes y de paisajes, barroca, alocada, y decide, con muy buen criterio, construir un homenaje a los orígenes del cine, adaptándolo a la época.

Tiene la suerte, o el privilegio, de contar con excelentes compañeros de viaje, ya que aparte de la excelente factura técnica y artística, nos encontraremos con un Jack Lemmon y un Peter Falk que, con el permiso de Blake, mostrarán todo el histrionismo de que son capaces, consiguiendo con su actuación forjar unos malvados cómicos que nos harán rememorar, en clave diabólico-humorística, la pareja a la que se dedica la obra.





La intención de Blake ya se comprende cuando comprobamos como empieza la película, mostrando el cartel que antecede durante casi cuatro minutos, con una magnífica banda sonora en la que destacan las piezas originales de su amigo Henry Mancini, para introducir unos espléndidos títulos de crédito, a modo de diapositivas, cuya autoría se debe a Ken Mundie y este comentarista no ha sido capaz de hallar en parte alguna; en ellos, vemos que la película se dedica a Mr. Laurel & Mr. Hardy , lo cual es una declaración de principios diáfana.

Concatenado con los títulos de crédito, vemos al Gran Leslie (Tony Curtis), vestido de blanco impoluto toda la película, con una sonrisa "brillante" y encantadora, ser objeto de besos y abrazos por parte de las féminas al iniciar un arriesgado número de escapismo, al estilo del Gran Houdini, con la ayuda de su amigo Hezekiah (Keenan Wynn), apareciendo, camuflados, el Professor Fate (Jack Lemmon) con su ayudante Max (Peter Falk), quienes intentan sabotear el espectáculo de Leslie.

Fate es el enemigo acérrimo de Leslie, su némesis, su adverso: siempre de negro, malhumorado, huraño, vive en un caserón de aspecto tenebroso, y aplica su ingenio en diferentes aventuras con las que alcanzar la fama, tratando de emular a Leslie en sus aventuras aéreas, al tiempo que trata de sabotear infructuosamente a su rival, cuando no obteniendo resultados inesperados en sus experimentos de alta velocidad.

A propuesta de Leslie, se convoca una carrera para demostrar que la industria americana del automóvil nada tiene que envidiar al resto del mundo, y, a tal fin, intentarán partir de Nueva York y llegar a Paris.

Aparece en escena entonces la mujer, una pizpireta y sufragista Maggie DuBois (Natalie Wood) que consigue primero participar en la carrera y luego intervenir en la misma en distintas formas, concitándose una suave guerra de sexos entre Maggie y Leslie, otorgando una referencia romántico-vindicatoria que, lejos de molestar al ritmo de la película, dará lugar a diferentes gags y ayudará a embrollar aún más la historia.

Max, siguiendo instrucciones de su jefe y mentor Professor Fate, acabará por conseguir que sólo los dos vehículos de ambos antagonistas puedan seguir con la carrera, produciéndose toda clase de encontronazos y situaciones cómicas, en la línea del slapstick, gracias a los artilugios con que va dotado el coche del Professor Fate (por cierto, motorizado realmente por Wolkswagen), precursor avant-la-lettre de los gadgets de Bond, James.

Blake rinde homenaje al western en la llegada y estancia de los aventureros al poblacho de Boracho (se dejaron una "erre", pero la intención es clara), donde asistiremos a una larga pelea que da cuenta con el saloon y sus ocupantes, hasta que llegan a la fría Alaska, acabando por aposentarse los cinco intrépidos protagonistas en un aislado iceberg que les trasladará de América a Asia, en una secuencia repleta de gags visuales y de diálogos, y, entonces, Blake nos ofrece dos minutos de


Pues sí: alcanzada justamente la hora y media, de nuevo, al estilo antiguo, un cartel nos ha indicado que disponemos de tiempo para estirar las piernas, prender un pitillo o atender a necesidades primarias.

Ya camino de Paris, en el centro de Europa, Blake nos ofrece una parodia de la celebérrima película El Prisionero de Zenda, fragmento hilarante gracias a la precisa dirección de Blake, que construye la mayor pelea de pasteles jamás vista, con la complejidad añadida de comprobar cómo el Gran Leslie, de impoluto blanco, transcurre entre todos los contendientes sin recibir mancha alguna (lo que significó que Tony Curtis tuvo que revestirse en muchas ocasiones y que, según las malas lenguas, Blake aprovechó para vengarse del divismo de Wood al ocuparse él mismo de lanzar los pasteles que sobre ella impactarían)

Blake Edwards da un recital de cómo hay que llevar a cabo una comedia disparatada con un buen ritmo, consiguiendo que nos divirtamos y nos carcajeemos durante más de dos horas y media, sin olvidar la presentación de unos personajes que provocarían la creación de una serie de dibujos animados también de gran éxito; personajes típicos y tópicos, como el bueno siempre de blanco, como los malos siempre de negro y recibiendo mil y un trompazos, como la mujer vindicativa, valiente, persistente, pero que no sabe cantar (hay una escena, francamente sarcástica, al modo "karaoke", en la que Blake machaca a Wood -doblada en su canción, igual que en West Side Story, lo que produjo fricciones en el rodaje- que seguramente dió pie a que nunca más trabajaran juntos); hay persecuciones, hay peleas de esgrima, hay disputas de amoríos, hay trampas, hay.... hay de todo.

Blake demuestra su buen oficio, indiscutible en la comedia y aquilatado en un par de dramas de alcance, y nosotros disfrutamos de ello, en una película imposible de realizar hoy, pues el cúmulo de localizaciones exteriores y de masas movidas, realizadas al modo actual, con profusión de ordenadores, perderían esa autenticidad que todavía mantienen las originales películas del género slapstick y The Great Race en especial, en nuestro recuerdo de cinéfilos sonrientes y divertidos.



3 comentaris :

  1. Excelente, como siempre, tu reseña, compa Josep: detallada y cariñosa. Pero, eso sí, no te asustes antes de tiempo, que ésta tampoco la he visto... Lo único que puedo alegar en mi descargo (además de la genérica imposibilidad de verlas todas, cómo no...) es que a mí el cine de Edwards no me tira mucho así, a priori (y sin mucho motivo justificado, simple cuestión de esas filias y fobias irracionales que, como tales, tanto nos cuesta explicar -es imposible, supongo....-).

    Un abrazo y buena semana prenavideña.

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  2. Pues tú te lo pierdes, amigo Manuel, si tus fobias te impiden disfrutar películas como Desayuno con Diamantes, Dias de Vino y Rosas, o la inefable Pantera.

    Yo creo que es que lo has catado poco.. :-)

    Un abrazo.

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  3. Me has sacado una sonrisa con esta gran comedia de Edwards que pocos recuerdan. Lo que más me gusta de este director es el tono que tiene para llevar las sitauciones graciosas, siempre sutil como si fuera con clase. Muy buena reseña-Saludos!

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