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diumenge, 3 de febrer del 2008

Recreando a Mozart


Háganse un favor: pulsen la flechita para ponerse en situación.

Obertura


Si lo que oyen no les interesa, pueden prescindir del texto que sigue: no pierdan el tiempo.

Wolfgang Amadeus Mozart fue, sigue siendo, un genio musical por excelencia: aún apreciado en su tiempo, acabó en la más rotunda de las miserias. Sólo con una milésima parte de los beneficios que produce su música ahora, ya hubiera sido el más rico de su época.

Su última ópera, La Flauta Mágica, ha alcanzado categoría de mítica tanto por la superlativa composición musical como por lo alambicado de su libreto, obra de Emanuel Schikaneder, interpretado en clave simbolista que le ha proporcionado un sinfín de lecturas paralelas, lo que, por una parte, ha causado el interés de las llamadas "élites culturales" y por otra, ha causado perplejidad en el espectador "normal".

El millonario británico Peter Moore, amante de la ópera como espectáculo total, decidió un buen día que ya era hora de hacer algo para popularizar la Flauta Mágica; a tal fin, y a través de su fundación, puso sus dineros al servicio de la idea, en un mecenazgo que el tiempo le agradecerá, y confió el proyecto a las manos de Kenneth Branagh, quien se confabuló con su amigo Stephen Fry para acomodar el libreto original a sus particulares ideas sobra la magna obra de Mozart, recreando tanto la situación como el texto, tarea ardua, ya que, evidentemente, la música es intocable.

Así nació una película que, probablemente, alcanzará su reconocimiento dentro de unos años: La Flauta Mágica (The Magic Flute, 2006)

En base a la excelsa partitura mozartiana, Branagh y Fry construyeron una historia, relatada en inglés (el libreto original, claro, es en alemán ¡oh sacrilegio para puristas!) que, forzosamente, pierde carácter comercial al ser distribuida, lógicamente, en versión original subtitulada.

Esta circunstancia no deja de tener su importancia, ya que si por un lado la recreación del nuevo libreto se hace en inglés, con el objetivo declarado de popularizar la ópera en el ambiente anglo-sajón, se reduce sensiblemente su campo de acción, ya que, sobre la dificultad del idioma, se añade la autoexclusión de quienes no gusten del formato musical de la ópera en sí misma, sean o no angloparlantes; con lo cual, la primigenia intención de popularizar la ópera, motivo del mecenazgo de Mr. Moore, se presenta difícil; aunque seguramente, nadie pensó que el camino iba a ser llano.

Este nuevo libreto, que guarda en su base la idea que el amor logrará vencer las adversidades y conseguirá el bienestar de todos, debió representar un quebradero de cabeza múltiple tanto para Fry, que se trabajó el texto, como para Branagh, que quería una interpretación nueva, menos críptica, de la esencia musical. Construir un diálogo que case con la fraseología musical ya establecida no es cuestión baladí; el nuevo libretista Fry lo consigue, aunando la belleza de un texto propio del Siglo XVIII con la partitura y contando una historia algo diferente, de acuerdo con la visión de Branagh, muy en la línea de su afamada recreación del Hamlet, una década antes.

Branagh hace una adaptación libérrima del libreto original, trasladando la acción a una época cercana pero ya vieja: la guerra de trincheras, que llegó a su extrema crueldad en la pasada Primera Guerra Mundial, a primeros del pasado Siglo XX.


Con un diseño de producción obra de Tim Harvey, habitual colaborador de Branagh, y un diseño de vestuario de Christopher Oram, la acción se desarrolla pues en un tiempo más cercano pero sin identificación que limite su carácter de fábula intemporal. Tan sólo una particular querencia del director por esa época del pasado Siglo XX parece sustentar la adopción de tal época, ya que, del desarrollo de la acción, ningún dato identificador la sujeta a época alguna, manteniéndose en un estado puramente alegórico, pleno de fantasía.

El tratamiento otorgado por Kenneth en esa recreación del universo mozartiano, a ojos de este comentarista, es magnífico y nada casual; en la idea sostenida que todo lo que vemos en pantalla ha sido muy meticulosamente estudiado y preparado y nada pertenece al azar o a la mera improvisación, ya desde la primera secuencia, de seis minutos y medio, con la base de la obertura de La Flauta Mágica, Branagh nos manifiesta su amor por la ópera: la introducción, con un travelling lateral inmenso, infinito, con unos movimientos de cámara increíbles, probablemente con multitud de trucos digitales, es asombrosa.

Desde un inicio Branagh nos indica la fábula inverosímil que vamos a disfrutar, con una expresión cinematográfica ajustada al inexistente ritmo cinematográfico de la ópera: los múltiples efectos especiales que serán usados en toda la filmación están al servicio de ese carácter fantástico de la historia, que presenta la confrontación entre las fuerzas de la noche y las del día, una batalla que deberá terminar en la explosión amorosa de dos de los protagonistas.

Con gran acierto, los intérpretes principales son cantantes de ópera, que, con la atenta dirección de Kenneth, logran transmitir sus pasiones, sus miedos, sus voluntades, al tiempo que nos deleitan con sus voces.

Al haber arrancado la historia en un momento bélico dado, en el que el héroe Tamino es salvado de una segura muerte por Las Tres Damas y transportado por éstas a otra guerra, otra batalla, otro mundo, el simbolismo reina en el escenario y el comportamiento de los personajes se libera del tratamiento lógico, permitiendo al director entroncar con el libreto original, repleto de personajes extraños: de ese modo, el uso de efectos especiales en la fabulosa aria


de la Reina de la Noche, reafirma el poderío del personaje.

No es pues, esta revisión de La Flauta Mágica una película que se dedique sólo a filmar la ópera; desde el punto de vista cinematográfico, ciertamente, la sujeción férrea a la partitura es un lastre; pero la inventiva y el ingenio aplicados generosamente por Kennneth Branagh, en una demostración profunda de conocimiento de las más modernas técnicas digitales, sometidas inteligentemente al fin buscado, consiguen una recreación muy fiel al espíritu de la obra de Mozart, rebajando el lenguaje críptico del libreto original y haciéndonos más cercana la maravillosa partitura musical, muy bien interpretada.

La técnica cinematográfica empleada por Branagh, barroca, exhuberante, por momentos onírica, siempre impresionante (admirable, por ejemplo, cómo los labiales coinciden incluso en escenas "a cámara lenta" {en realidad, a cámara rápida}, y el uso de primerísimos primeros planos en el aria de La Reina de la Noche, que parece proferir maquinaria de guerra), se aleja de forma continuada del estaticismo que es inherente a la ópera más añeja, sin caer en lo más fácil que sería un remedo de video clip clásico-musical, dando muestra de un saber hacer sólo al alcance de algunos elegidos.

En definitiva, esta recreación mozartiana, en opinión de este comentarista, permanecerá incólume al paso del tiempo, que la pondrá en su lugar, como claro exponente del amor por la ópera como género único, sin la limitación de un clasicismo mal entendido, siempre respetando la obra original, excelsa, magnífica, del gran Mozart.



8 comentaris :

  1. Me alegra que te haya gustado tanto, Josep, aunque a mi no me parece el mejor trabajo de Kenny; desde luego el travelling inicial es majestuoso y además respira un antibelicismo de lo mas sano

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  2. Me la apunto. Además es que Branagh es un tipo que me cae muy bien y no suele decepcionarme.

    Un saludo y gracias por recordar su existencia y comentarla.

    Nos leemos.

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  3. No digo, Alicia, que sea la mejor película de Branagh (no sabía yo de tu intimidad con Kenny), pero, desde luego, habiendo disfrutado también con otras óperas filmadas, (v.g. La Traviata, Carmen), creo que esta recreación es una arriesgada muestra muy amable.

    Saludos.

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  4. Seguro, Hatt, que no te dejará indiferente; la música es magnífica y el resultado, innovador y sorprendente, sin perder de vista que se trata, claro, de una ópera, con sus limitaciones fílmicas.

    Un saludo.

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  5. No sabía de la intimidad de Alicia con Kenny, dice... ay, si yo te contara o contase... Branagh a Alicia es como las galletas al monstruo de las ídem...

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  6. Me da, Marcbranches, la sensación, que mademoiselle "la directrice", como te vayas de la lengua, te obligará de nuevo a publicar dos de cada uno.

    Tampoco estaría tan mal, ahora que lo pienso: así ella tendría más tiempo para dedicarse a comer Kennys, digo, galletitas. Aunque equipararla al monstruo, ya te hace merecedor de mantener el ritmo de vuestro blog en la próxima S.S.

    No dices si has visto o no La Flauta... ni tampoco qué te pareció, caso de ser que sí...

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  7. Precisamente por eso me callo, porque si no, estaría escribiendo un post cada vez que sonaran las campanadas de la iglesia... No he visto la película (sí, ya me he confesado), así que no puedo dar una opinión. Un día de estos voy y me pongo, va.

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  8. Marcbranches, te veo mal, muy mal: como "la directrice" se entere que aún no la has visto.... bufff...

    Tienes suerte que ya ha pasado por aquí y no creo que vuelva, que si no... .-)

    Un abrazo.

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