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divendres, 28 de novembre del 2008

Examen de Cinefilia (Parte XI)





Como que los tiempos avanzan que es una barbaridad, hoy la cuestión a someter (si pensábais que me olvidaba este mes de la cita, vais apañados) nuevamente será descubrir la identidad de una persona cuya colaboración más que estimable podría decirse que es única y apabullante, por cifrarse en más de doscientas las películas en que su contribución ha ayudado -y mucho- a emocionarnos.


¿Lo de los tiempos modernos es para despistar?



No: porque hoy a modo de pistas, no ofreceré enlaces a películas, ni videos, ni nada tan facilito de trampear.

No es que no me fíe: es que, dada la fama de la persona (y ya estoy dando demasiados datos), se me ha ocurrido que hoy, en vez de agudizar vuestro ojo clínico, podríamos agudizar ese oído cinéfilo.

Porque las pistas, queridos y queridas examinandos y examinandas... son pedazos de bandas sonoras.

¿Preparados? ¿Oídos limpios?

¿Volumen a tope, para no perderse detalle?

Vamos allá:

PISTA Nº 1 (Sobresaliente y Matrícula de Honor, caso de acertar nombre y también el título de la película)






PISTA Nº 2 (Notable para Sobresaliente o Notable a secas, según se sepa nombre y título de la película también, o no.)






PISTA Nº 3 (Aprobado para Notable o Aprobado a secas, según se sepa nombre y título de la película también, o no.)








PISTA Nº 4 (De Consolación, o sea, suspenso)







Las respuestas, otro día, caso de no haber acertantes, que espero los haya....



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dimecres, 26 de novembre del 2008

ESD 5 The Third Man




Carol Reed tuvo que pechar con las malas lenguas que aseguraron -y aseguran, aún- que el imponente genio de Orson Welles planeó sobre una película inolvidable, en la que la bella y enigmática Alida Valli da el colofón a una historia ya mítica, en una secuencia sin palabras que sin duda ha inspirado a muchos cineastas.

Un plano fijo demoledor que pertenece por derecho propio a la memoria cinéfila eterna, como el sonido inconfundible de la cítara de Anton Karas:







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dilluns, 24 de novembre del 2008

MM 17 Lawrence of Arabia




En una época en que en muchas (demasiadas) películas la banda sonora no se incardina con la base cinematogáfica, llegando incluso a molestar, podemos dar un vistazo a los clásicos para comprender que la conjunción entre un buen compositor y un buen director pueden ofrecer momentos de gran aliento épico, sirviendo la música como perfecto complemento a una escenas maravillosamente rodadas y fotografiadas, siempre sin la más mínima intención de impresionar por su bella estética, mas pensando en la magnitud de la historia que se nos cuenta que en la fría belleza de la forma, logrando que el espectador se identifique con la grandeza de los personajes y su acción:

El eminente compositor Maurice Jarré se alía con David Lean para ofrecernos la voluptuosa grandeza del desierto:





Excepcionalmente, y a petición (más que probable, segura) del amigo 39escalones y para todos aquellos que aún no la han disfrutado al completo, véase la magnífica continuación, que a punto ha estado de aparecer en la sección ESD:





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divendres, 21 de novembre del 2008

Dos jirafas premonitorias


Por el motivo que sea, Roger Deakins no estuvo allí.

Y aparecieron, de repente, dos jirafas: dos enormes y movedizas jirafas que se cernían, visiblemente amenazadoras, sobre la reluciente calva de John Malcovich .

Claro que no eran jirafas de verdad: eran lo que se conoce como tal nombre, utensilios que se usan para ubicar fuera de cámara los micrófonos que recogen los diálogos de los actores.

Porque Malkovich estaba -es un suponer- actuando: representaba a un alcholizado analista de la CIA, un tal Osbourne Cox que empieza el dia recibiendo la ingrata sorpresa de que van a retirarlo de sus ocupaciones y lo van a trasladar a un departamento con inferior valor estratégico. Cox se queja amargamente y renuncia en el acto, despidiéndose el mismo.

Tengo la sensación que los hermanos Coen, Ethan y Joel, han cometido un error de bulto; mejor dicho, han cometido varios errores, cuya suma da como resultado su última película estrenada entre nosotros, titulada Quemar Después de Leer (Burn After Reading, 2008 )

Aparte del error de no contar con el buen oficio de Deakins, que tan buenos resultados les ha dado, han cometido el error de creer que su capacidad de cineastas les permite afrontar un rodaje complicado como lo fue el de su última película, No Country for Old Men (cuya reseña mía se puede leer aquí ), con la preparación del guión de su próxima aventura.

Esa presunción, que muy rigurosamente podríamos de calificar como prepotente, la han mantenido los hermanos Coen incluso en las notas de prensa repartidos como aperitivo del inminente estreno, según se puede leer en esta reseña de USA TODAY :

{..the pseudo-thriller is described this way in the press notes by Ethan Coen: "Like Advise and Consent, this is about the personal meeting the political, with melodrama. Burn After Reading is also our version of a Tony Scott/Jason Bourne kind of movie — without the explosions."}

Si no lo entiendo mal, vienen a referirse como referentes a todo un clásico como Tempestad en Washington (Advise & Consent, también comentada aquí ), fruto del enorme talento de Otto Preminger, y un refrito de las aventuras de Bourne que cada vez van a peor, en mi opinión.

Lástima que esa soberbia publicista no tenga parangón con el debido cuidado que se espera de los hermanos Coen a la hora de pergeñar un guión propio, actividad abandonada desde hace siete años. De hecho, da la sensación que a los hermanísimos del cine se les da mal el género de la comedia: desde El Gran Lebovski, no dan pie con bola cuando se trata de divertir al espectador haciéndole reir.

El guión de Quemar Después de Leer no parece siquiera que haya sido confeccionado por los Coen: los diálogos son paupérrimos y carentes de gracia y las situaciones son vulgares en su mayoría, cuando no con una falta de lógica que toma la apariencia del mismo descuido que permite iniciar la película con esas dos jirafas sónicas que resultan ciertamente premonitorias: el conjunto carece del nivel esperado. Esa película, firmada por los hermanos X, hubiera sido pasto de incendiarias críticas cuando no olvidada, indiferente, en un rincón.

A estas alturas del comentario, quien haya leído hasta aquí tendrá la seguridad que la película no me ha gustado....

Pausa publicitaria:



Si aún no ha ido al cine a verla, y ésa es su intención, a pesar de mi consejo de ahorrarse el trámite y el gasto, hará bien en dejar de leer, pues a partir de ahora relataré algunos aspectos de la trama.

Todo el jaleo empieza porque en una taquilla del gimnasio donde trabajan Linda y Chadd aparece un disco compacto que contiene las memorias del alcoholizado Cox, copiadas por su esposa Katie, quien trama divorciarse de él.

¿Cómo ha llegado el cd al gimnasio? El torpe guión nos lo hurta hasta que, en el último tercio, adivinamos que lo olvidó allí la secretaria del Abogado con el que Katie está consultando para divorciarse, cuya secretaria tiene a sus pies una bolsa de deporte con el anagrama del gimnasio.

Se entiende que Katie ha llevado el cd al Abogado, el cual lo ha entregado a la secretaria, junto con el expediente. ¿Me puede aclarar alguien porqué la secretaria se lleva el expediente o el cd y lo mete dentro de su bolsa del gimnasio? Increíble.

Esa circunstancia detonante de la acción está muy descuidada; la posibilidad cómica de las casualidades es abandonada constantemente por los Coen en un guión que resulta deslavazado, pueril.

Me viene a la memoria una escena casual con fuerza cómica, esperpéntica, en la línea que los Coen parecen haber querido para su último trabajo, sin conseguirlo.

Tan sólo la escena de la muerte de Chadd (se lo avisé, no lean...) sugiere ese punto de humor macabro que uno esperaba hallar y que no aparece salvo esa excepción.

Los líos amorosos de los personajes Linda, Katie y Harry (¿lo de apellidarlo Pfarrer, es una referencia a Palmer? ¿a Harry Palmer? vaya chiste tonto...), un triángulo fruto del apetito sexual de Harry, lo complican todo, pero los diálogos son tan vulgares y faltos de chispa que resultan insulsos.

Si la pretensión de meter a la CIA en medio del lío era satirizar a la famosa agencia de inteligencia, a fé que no lo consiguen: está claro que la CIA obra muy cuerdamente al dejar de confiar en el atribulado Cox que mantiene una relación demasiado estrecha con sus botellas de wisky. Además, en un momento clave, el jefe de la CIA, al conocer que el nivel de Cox era el 3, se queda tan tranquilo, dando a entender que la información que Cox manejaba no representa nada serio e importante, siendo lógico, por tanto, que no alcance a comprender qué interés puedan tener "los rusos" por el cd, ni tampoco porqué andan todos tan alocadamente de un lado para otro.

El mcgufin, amigos, no funciona. Esos descerebrados empleados del gimnasio piensan que tienen oro, cuando es cobre. La abulia del Jefe de la CIA, interesado únicamente en que su alcoholizado y descontrolado ex-empleado no se vea en líos para no perjudicar la imagen de la compañía, resta un punto importante de interés en la trama. En muchas otras películas hemos visto como alguien ajeno a tejemanejes políticos posee información importante sin saberlo y es perseguido de forma implacable por esbirros en ocasiones esperpénticos, lo cual causa un interés por averiguar que va a pasar, mientras nos reímos de los sucesos.

Aquí, lo que pasa apenas alcanza a desatar una sonrisa y una carcajada nacida del deseo previo a la exhibición.

Incluso en su lamentable remake de un clásico (The Ladykillers) los Coen supieron causar momentáneas carcajadas con bromas macabras con un humor irreverente para el original, pero dotado de una gracia inexistente en esta película.

Cuando leo que los hermanos Coen escribieron varios de los personajes pensando en los actores que iban a incorporarlos, no alcanzo a comprender como su amistad no se ha roto: los personajes carecen de impronta, de personalidad, reducidos a meras caricaturas de trazo grueso. Malkovich está llamado, desde luego a más grandes empresas y resulta un chiste fácil, por su calvicie, decir que ni siquiera se ha despeinado. Pero Clooney, que parece querer dárselas de gran comediante, casi sucesor de Cary Grant, queda en un remedo, tonto, tonto. El que sale bien parado es Pitt, muy natural: se nota que no se esfuerza en actuar.

Para hacer reir, para hacer una comedia, el secreto es conocido. No hace falta que lo diga: vayan a su estantería y cojan, por ejemplo, esto y se darán cuenta, hermanos Coen, que hacer reír es algo muy serio , como ya dijo Wilder hace años.

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dijous, 20 de novembre del 2008

Aviso para la bloguería




Google ha dado un puntazo:

Se ha aliado con la famosa revista gráfica LIFE para ofrecer millones de fotografías provinientes de un archivo que contiene obras muy interesantes, algunas descartadas para su publicación en la época en que fueron tomadas y por tanto, inéditas.

Entrar por aquí :

O buscar imágenes en Google, añadiendo, por ejemplo:

Marilyn Monroe source:life


Fred Astaire source:life


Charles Chaplin source:life



Me ha parecido que os interesaría.




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dimecres, 19 de novembre del 2008

Secundarios de Lujo (6)






Hermano mayor de la anterior protagonista de esta sección, Lionel Barrymore pertenece a la misma familia de grandes intérpretes del siglo pasado, tanto como a la historia del cine estadounidense, no en vano su primera aparición data de 1908, hace ahora cien años.

Nacido en 1878 y fallecido en 1954, su extensa filmografía como actor alcanza la asombrosa cuantía de doscientas quince apariciones acreditadas en la pantalla,

Empezó naturalmente en el teatro, donde se forjó un nombre interpretando personajes dramáticos de los mejores autores de principios del siglo pasado.

Su dominio de la locución le condujo a colaborar en programas radiofónicos de gran éxito, pero donde más reconocmiento obtuvo fue en el cine, interviniendo ya en la época de los pioneros, en el cine mudo, llamado por los grandes directores como D.W. Griffith para representar personajes con gran carga dramática y fuerte carácter.

Su condición de gran actor del teatro le permitió asistir impávido a la transición del cine silente al sonoro, obteniendo en 1931 el Oscar al mejor actor por su trabajo en A Free Soul http://www.imdb.com/title/tt0021885/

Le vemos en compañía de su hermano John (The Great Perfil) Barrymore, en la aclamadísima Grand Hotel (1932):



Interpretando a un marino en la versión fílmica del relato de Kipling, Captains Courageous (1937), en compañía de Spencer Tracy (que consiguió el Oscar) y John Carradine (otro candidato a esta sección):




Quiso la mala fortuna que en 1938, a los sesenta años de edad y como resultado de una fractura de cadera a la que se unió su débil osamenta, quedara en silla de ruedas, imposibilitado de andar.

Aquí le vemos presentando una emisión televisiva, en 1938:



Su gran reputación como actor, unida a su envidiable empeño, consiguieron que, pese a su forzosa inmovilidad, todavía interpretara, en su silla de ruedas, treinta y ocho películas, en las que su maestría resplandece como uno de los más grandes actores secundarios del cine:

Una de sus primeras películas en las que sus caracteres se adaptaron a su realidad física, On Borrowed Time (1939):



Ha quedado como uno de los malvados navideños perennes, gracias a su memorable interpretación del banquero Potter en It's a Wonderful Life (1946):




También fue el dueño de un paradisíaco hotel que deviene en claustrofóbico por la visita de unos gángsters, en Key Largo (1948):




Como hemos podido ver en este memorándum, el gran Lionel Barrymore se codeó con la flor y nata de los artistas del cine de oro de Hollywood y nunca cedió un ápice de su gran categoría, porque para él, no existían papeles pequeños.



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dimarts, 18 de novembre del 2008

Feliz cumpleaños, Mickey Mouse





Hoy, 18 de noviembre de 2008, hace ochenta años que "nació" Mickey Mouse, probablemente el ratoncito más conocido y más dibujado de toda la historia cinematográfica

Steamboat Willie





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dilluns, 17 de novembre del 2008

Asesinos acomodados


Desde hace casi tres años, diciembre de 2005, he ido siguiendo en la prensa los avatares, circunstancias y avances que se han producido respecto a un luctuoso hecho ocurrido en Barcelona, hasta que hace unos días ha salido la segunda resolución (primera para los mayores de edad) judicial que concierne a los autores de una muerte horrenda, cuya resolución me ha suscitado, cinéfilo al fin y al cabo, la memoria de dos películas: la primera, la famosísima Rope del maestro Hitchcock.

La otra, una película de la que se oye hablar poco -en comparación- y que yo recordaba haber grabado de la televisión hace tiempo, cuando todavía ofrecía películas interesantes, con la extraña sensación que no la había visto, a pesar de disponer de ella.

Nada más fácil que
ir al archivo y recuperar la vieja cinta VHS y darle un vistazo:

Me refiero a una película ya a
ñeja, de 1959. Dirigida por el ecléctico y siempre eficaz Richard Fleischer y basada en una novela de Meyer Levin guionizada por Richard Murphy : se conoció en España bajo el adecuado título de Impulso Criminal (Compulsion, 1959 ) y nos da cuenta de la historia de dos jóvenes, pipiolos de la clase alta de Chicago, que en 1924 decidieron demostrar al mundo y a sí mismos que ellos, aventajados estudiantes, estaban por encima del bien y del mal.

Basada la historia en hechos
reales, los mismos que conmovieron al país en la época y suscitaron también el experimento de Hitchcock (las más largas secuencias jamás rodadas), Fleischer la adopta a sus fines particulares y le da un tratamiento verista, cercano al documental, usando un espléndido blanco y negro basado en la fotografía de William C. Mellor que, con su contraste, refuerza la abstracción de la mera actividad criminal y nos introduce en un pormenorizado estudio de la psicología de unos individuos que, creyéndose intérpretes idóneos de las teorías del Superhombre de Nietzsche , se confabulan para llevar a cabo el secuestro y ulterior asesinato de un niño.

Alejado de lo que hoy sería motivo principal de la película, Fleischer nos ahorra los detalles más escabrosos; no veremos la acción mortífera; ni siquiera se nos permite ver al pobre niño asesinado; pero la descripción de los asesinos es detallada y minuciosa,
abarcando sus entornos familiares y su relación con sus compañeros de estudios.

Judd Steiner ( Dean Stockwell, un actor prolífico donde los haya, con un misterioso e inexplicable declive artístico) es un joven apasionado por la ornitología que ejercita su brillante dialéctica con su profesor de Filosofía del Derecho; es de familia adinerada pero huérfano de madre desde los ocho años y no siente aprecio alguno ni por su padre ni por su hermano mayor, que le recrimina duramente su devoción por su único amigo, otro inteligente vástago de familia acomodada, Arthur Straus (Bradford Dillman ) con el que le une una muy peculiar relación de dependencia: nada más empezar la historia, en su preámbulo, veremos que Judd está dispuesto a atacar las órdenes de Arthur, siempre que sean conforme a lo que tienen pactado.

Esa relación de dependencia entre ambos jóvenes apunta claramente a una homosexualidad latente, oculta y torturada, no confesa, apenas apuntada (recordemos que estamos en 1959 y había censura) pero confirmada por el hecho que a ambos no se les conoce otro amigo y tampoco ninguna relación verídica, no inventada, con ninguna chica. Son dos jóvenes de muy buena familia, con un futuro halagüeño, dotados de mentes brillantes, que, por su condición de hijos faltos de afecto, se pervierten en la creencia de su superioridad que lleva a
parejada el rechazo y desprecio a sus semejantes, vistos como pobres imbéciles sobre los que ejercer su maléfica influencia, conejillos de indias dispuestos para satisfacer sus experimentos desprovistos de sentimientos, buscando alcanzar el poder del Superhombre, más allá de toda norma.

En ningún momento Fleischer retrata a esa imberbe pareja de forma que permita la simpatía del espectador; muy al contrario, imprime a la narración un punto de vista objetivo, como si de un documental se tratara, dejando que nosotros, espectadores atónitos por la maldad que albergan esos privilegiados jóvenes, vayamos conociendo sus motivaciones, horrorizados por las conclusiones que alcanzan, tanto como por la miserable condición de sus convicciones a partir del momento en que son sujetos de sospecha por un error trivial, culpándose el uno al otro sin miramientos, mostrando su egoísta debilidad.

Fleischer no toma partido ni a favor ni en contra de los acomodados asesinos; esas ricas familias huecas de sentimientos son apuntadas como uno más de los elementos que contribuyen al desequilibrio ético de los jóvenes, sin llegar a la categoría de atenuantes, ni siquiera eximentes, de su pavorosa decisión de experimentar su dominio sobre la vida ajena. Esa decisión es suya, propia, y deberá someterse a la Justicia.

Con una duración aúrea de poco más de hora y media, Fleischer, durante la primera hora, nos ha contado el cómo y quizás el porqué de un horrible hecho: el asesinat
o cometido con alevosía sobre una víctima indefensa.

Entra entonces en juego la decisión de la familia de contratar al mejor Abogado para intentar salvar a sus vástagos: el penalista Jonathan Wilk (Orson Welles , nuevamente arruinado y con buena relación con Fleischer, ya que al año anterior colaboró como narrador de la excelente The Vikings), Letrado conocido por dedicarse de forma única y exclusiva a procedimientos que llevan aparejada la posibilidad de una condena a muerte, tomará la dirección de la defensa de ambos asesinos y la historia sufrirá una alteración importante.

Wilk es contrario a la pena de muerte: su aceptación del caso, clarísima la culpabilidad de los jóvenes asesinos, se produce más por su interés de evitarles la pena de muerte que por su fe en la inocencia o condición de excusable de su atroz acto. Valiéndose de su experiencia y conocimiento de la Ley, Wilk disertará sobre la conveniencia de la aplicación de la pena capital en un monólogo de casi diez minutos que lleva a cabo de forma impecable, en un alegato inesperado en una película de la época, máxime atendidos los sesenta minutos que preceden.

Un grito de protesta contra la aplicación de la pena de muerte que alcanza categoría de heroicidad pues se produce en la vista judicial de un clarísimo caso que repugna al ciudadano, conocedor de la culpabilidad de los asesinos, desprovistos de cualquier atisbo de ética, imbuídos de una frialdad sobrecogedora por el desprecio con que observan a sus convecinos.

Un giro en la acción sorprendente que demuestra la energía social del guión tan bien presentado por Fleischer con un arrojo infrecuente en aquella época; una vuelta de tuerca más en el estudio del entorno y consecuencias de un luctuoso suceso que, cincuenta años más tarde, observamos atónitos, incapaces de comprender cómo una persona puede hallar diversión en privar de vida a un semejante.

Esa incomprensión de la terrible actividad de esos jóvenes ociosos y acomodados, acostumbrados a que nada material les falte, pervive en el espectador actual - quiero creer - a pesar que es habitual contemplar en la pantalla una violencia desaforada y desatinada donde el desprecio por la integridad física es norma; la confusión entre un producto de entretenimiento y una forma de entender la vida puede llegar a ser atroz, como inhumanos los resultados de trivializar la violencia hasta conferir a la misma una cotidianeidad muy peligrosa tan alejada de una mínima ética y de un fundamental respeto hacia los demás como poseedores del mismo derecho a la vida y a la integridad física.

Richard Fleischer, ese buen cineasta, con obras muy dignas en diversos géneros, supo llevar a buen término una historia trágica, basada en hechos reales, de una forma realista y veraz. Seguramente hay que agradecer a Richard D. Zanuck que realizara tan bien su trabajo como productor, porque, empezando por la colaboración del compositor Lionel Newman y siguiendo con la acertadísima elección de los intérpretes principales, el conjunto, sin alcanzar cotas de obra maestra, sí deviene en un muy interesante ejercicio cinematográfico alrededor del asesinato y de su más conveniente castigo.

Si además del genial Orson Welles, en un papel secundario (por su duración, que no por su intensidad) que se come la pantalla en un monólogo inesperado, hubieran participado otros buenos secundarios, con ese mismo excelente guión, digo, el resultado hubiera sido mucho más que imperdible; en cualquier caso, obra indispensable para la estantería del cinéfilo. Sin duda. Justo al lado de La Soga.






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divendres, 14 de novembre del 2008

Estrellas alineadas






Existe la frase hecha que habla de las maravillas que pueden ocurrir cuando se dé la extraordinaria circunstancia que tres planetas se alineen en el espacio.

En mi superlativa ignorancia astronómica, siquiera puedo asegurar que tal hecho pueda producirse en un millón de años, o, por el contrario, sea práctica cotidiana en ese espacio exterior que nos rodea.

Lo que sí puedo jurar es que hay personas que un buen día, casi que por sorpresa, han visto como se alineaban frente a ellas nada más y nada menos que tres estrellas.

Tres magníficas, rutilantes estrellas del piano, para las que el género blues, rock, es sólo una forma de entender la vida..

Esas personas seguro que no olvidarán jamás una velada como esta:




Yo también estoy en pie...

Porque creo que Ray Charles, Fats Domino y Jerry Lee Lewis se lo merecen...

¿Y ustedes?





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dimecres, 12 de novembre del 2008

MM 16 Adam's Rib




A veces tener como vecino a un compositor no es ninguna ventaja, por lo menos, para una pareja que se pelea a diario...

Cole Porter recibió la apresurada solicitud de su buen amigo George Cukor para componer una cancioncilla para una vitriólica comedia que estaba rodando (estando la banda sonora a cargo de Miklós Rózsa), y una buena mañana, mientras esperaba el autobús (según la crítica de la época), se le ocurrió cambiar la letra de una canción que compuso nueve años antes, en 1940, llamada So Long, Samoa, aprovechando la música.

La tonada es pegadiza, aunque la letra sea simple; en la película se puede oír la versión grabada por Frank Sinatra, que se perdió irremisiblemente.

He buscado hasta cansarme el original en inglés así como la letra, sin éxito.

Véase la versión doblada:

Mi Bella Amanda (Farewell Amanda) :




Mala suerte para Miklós Rózsa, que Porter aceptara el encargo...




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dilluns, 10 de novembre del 2008

Espabila


Pertenezco a una generación que creció en una España en la que sólo había una cadena de televisión, y todavía recuerdo cuando de repente los adultos intentaban entender aquello del UHF, el segundo canal de lo mismo, que sólo se sintonizaba en algunas partes. Por recordar, incluso recuerdo que, en casa, no había tele, hasta que apareció una, con cuernos anténicos y en asombroso blanco y negro, un aparato inverosímil de la casa Marconi que compraron mis padres a Miguel, el vecino, que al salir del trabajo en la fábrica se dedicaba a vender y reparar electrodomésticos, radios, y un buen día, televisores.

Aquel aparato significó una revolución en las costumbres y la puntualidad de las cenas se adaptó a una programación de reloj -y no como ahora- y, algunos días, me permitían ver alguna serie televisiva apta para menores, siempre antes de las diez de la noche, hora máxima de irse a la cama. Esas series forman parte de mi historia personal, como a la de miles de personas.

Por eso, cuando uno, pasados más de cuarenta años, lee en internet (¿cómo se contarán esas batallitas dentro de otros 40 años?) que se prepara una versión cinematográfica de una de esas series, no puede menos que estremecerse, ante la duda:

¿Estará el resultado a la altura del recuerdo de infancia?


Porque hay antecedentes lamentables, desde luego...

Ya que en "mi cine" por motivos que no he averiguado decidieron no ofrecer la exhibición, no me ha quedado más remedio que acudir al dvd (con la ventaja, eso sí, de la v.o.s.e.) para resolver el interrogante que permanecía desde que supe que las gentes de Hollywood habían decidido que ya era hora de llevar a la pantalla grande las aventuras y desventuras del más famoso superagente especial, no otro que Maxwell Smart, quien junto con la Agente 99 y el Jefe de Control se constituyeron por derecho en cita obligada, un día a la semana, durante largas temporadas televisivas en blanco y negro, solazando a grandes y chicos, deviniendo en mítica en el recuerdo de una época seguramente más ingenua que la actual.

Parece ser que el cada vez más famoso actor estadounidense Steve Carrell que por
su edad no pudo ver los episodios originales más que en revisiones, se empeñó en interpretar para la pantalla grande al superagente y al final la industria decidió que Peter Segal era el indicado para producir y dirigir Superagente 86 (Get Smart , 2008), (la película, como pomposamente se añade al título español, fruto el añadido, como siempre de las preclaras mentes del cine del país).

Contra alguna opinión leída deprisa, he de decir que me ha gustado bastante esa traslación de la -para mí- mítica serie al cine.

La elección de los intérpretes que acompañan a Carrell resulta un acierto: Anne Hathaway ha crecido y su tránsito de adolescente encantadora a mujer bella, sexy, fuerte y decidida es muy apropiado y convincente como la no menos famosa Agente 99, ambos al servicio, como no, de Control, dirigido por Alan Arkin que parece haber nacido para ser el Jefe que aprecia a Smart a pesar de su condición de metepatas, descubriendo en el superagente una virtud que otros no tienen: la corazonada, la intuición y la virtud enorme de no desfallecer ante las múltiples pifias que siembran sus actos.

La actividad de Peter Segal se reduce a no molestar demasiado buscando una originalidad indeseada, manteniendo firme el pulso narrativo de un guión que basado en las historias y caracteres sobradamente conocidos por muchos, no es una mera repetición de situaciones conocidas ni una especie de simple homenaje, bien llamado copia, plagio o "remake", siendo más apropiado decir que manteniendo el espíritu burlón, nos cuenta una historieta bien tramada, simple, donde la forma en que el protagonista pasa de ser un mero analista de información a un héroe de acción comporta una serie de gags dialogados y físicos que arrancan una carcajada.

El humor planea sobre la historia: un humor blanco que no pretende cuestionar nada ni zaherir a nadie en particular, otorgando una pátina de amabilidad a la película, que se convierte en un entretenimiento muy digno, provisto de la suficiente inteligencia para evitar el zafio humor presente en muchas comedias imbéciles de la década; la mayoría de las bromas recaen, como siempre, sobre el sufrido protagonista que, impertérrito, las va dejando atrás demostrando un tesón y una voluntad invencibles dando muestra de un optimismo que traspasa la pantalla y nos reconforta consiguiendo de nuevo reconciliarnos con ese superagente que de fantástico no tiene nada y que podría muy bien ser uno mismo, o ese primo, ese hermano, ese amigo, que parece incapaz de grandes hazañas, pero que es capaz de conseguir lo que se propone haciendo frente a la adversidad, traducida en la historia en los usuales momentos cómicos.

La actuación de todos los intérpretes es notable, huyendo del histrionismo fácil en una historia cómica, usando una seriedad que da fuerza de verismo en lo que acontece, incluso generando una fuerte corriente de simpatía a la pareja protagonista que demuestra lo que convenimos en llamar "una química especial" entre ellos, incluso los secundarios -atención a algún cameo arborícola- están bien, cuando algunos gozan de fama más por sus hazañas circenses de lucha que interpretativas, lo que cabe apuntar a la dirección de intérpretes de Segal, un acierto.

En definitiva: si el amable lector siente temor a quedar defraudado por esa traslación de la serie al cine, olvide su miedo y disfrute de una película que busca claramente entretener y conseguir unas sonrisas y alguna carcajada espontánea, y lo consigue.







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divendres, 7 de novembre del 2008

ESD 4 The Searchers




Dicen que lo bueno, si breve, dos veces bueno.

La siguiente escena, brevísima, me ha creado no pocas dudas:

No sabía si presentarla como homenaje a un grandísimo secundario.

También como muestra magnífica de una banda sonora ejemplar, plena de sentido y sentimiento.

Al final, por su brillantísima puesta en escena, he decidido ofrecerla como muestra de contar una historia pasada que adivinamos gracias a todo lo expresado, en apenas unos segundos.

Y sin necesitar palabra alguna.





Y luego John Ford aseguraba a voces que era fácil hacer cine...




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dimecres, 5 de novembre del 2008

Secundarios de Lujo (5)





Nacida en Filadelfia en el seno de una familia dedicada al teatro, en el año 1879, Ethel Barrymore , hija de actores, hermana de actores, y con unos cuantos descendientes también actores, formó parte, por derecho propio, de una estirpe de intérpretes estadounidenses caracterizados por la solidez de su formación y su enorme potencial artístico.

Su trabajo en la escena le consiguió no pocos éxitos, y en el Séptimo Arte su intervención brilló ya en su madurez, mediado el siglo pasado, al personificar una serie de caracteres secundarios con una fuerza inusitada en la pantalla, no en vano Ethel fue considerada como una de las mejores actrices de su generación en el teatro, aportando al cine de su época una veracidad y naturalidad basadas en una modernísima economía de gestos y un saber estar que le permitió afrontar sin miedo escenas con los grandes actores del "star system".

Rompiendo con la no escrita ley que asegura que una actriz está acabada al cumplir los cuarenta, Ethel demostró, en plena madurez, que para las grandes intérpretes el calendario es sólo un puñado de hojas sin importancia.

Ganó su Oscar acompañando al gran Cary Grant en uno de sus escasos papeles dramáticos en:

None but the Lonely Heart (1944)




En The Spiral Staircase (1945), representaba a una dama inválida que intenta proteger a la protagonista del peligro en una película de suspense melodramático.

Supo representar la dignidad de la esposa de un Juez terrible, libidinoso y vengativo incorporado por Charles Laughton en The Paradine Case (1947)




Una verdadera dama de la escena y de la pantalla grande, capaz de interpretar cualquier personaje con naturalidad, fuerza y convicción.




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dilluns, 3 de novembre del 2008

CINE Y PUBLICIDAD




La publicidad y el cine son medios de comunicación osmóticos y antagonistas dependiendo del uso que se haga de la primera.

En Cannes se celebra cada año un Festival de Publicidad que recoge los anuncios comerciales realizados en el último año, una verdadera muestra internacional cuyo valor, si cabe, supera al conocidísimo Festival de Cine.

Este año 2008 se han otorgado premios de Oro a distintos anuncios filmados y algunos de ellos están íntimamente relacionados con el arte de relatar en imágenes una historia, sea cine, sea televisión, que cada año que pasa ofrece productos de interés para el cinéfilo.

Vean:

Festival de Cine Independiente Buenos Aires Suez (Tom Selleck)




Festival de Cine Independiente Buenos Aires Suez (Bon Jovi)




Como decía, la televisión también aparece anunciándose; cada vez suenan más las voces que indican que ahí reside buena parte del talento de los guionistas, rara avis en la gran pantalla:


HBO-TV (Dinner)



HBO-TV (Couple)



Mi preferido es el que sigue, y supongo que muchos de mis amables lectores coincidirán en la apreciación:

No interrumpa....





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