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dimecres, 5 d’agost del 2009

G.A. (2)





Poco podía pensar el oficial británico Ernest Hartley, destinado en Darjeeling, India, que su hermosa niñita, nacida en aquel lejano destino en 1913, alcanzaría fama y renombre por sus sobresalientes cualidades como actriz.

Con apenas tres añitos, Vivian Mary Hartley debutó en el grupo de teatro aficionado que su madre, Gertrude Robinson, había organizado, cabe suponer que para distraer momentos de abulia en el exótico país en que las obligaciones castrenses de su marido le habían llevado a vivir.

Gertrude se cuidó mucho que la pequeña creciera con la compañía de clásicos ingleses como Lewis Carroll y Rudyard Kipling, y tan pronto como la niña alcanzó edad suficiente la enviaron a un internado, el Convento del Sagrado Corazón, donde, casualidades de la vida, su mejor amiga fue la que luego conoceríamos com Maureen O'Sullivan, cuyas películas de Tarzán la protagonista de hoy devoraría, ilusionada también por ser actriz.

Quiso la fortuna de todos nosotros, cinéfilos, que sus padres le permitieran entrar en la Real Academia de Arte Dramático en Londres, y de ahí, sin duda, le vinieron a la que luego conoceríamos todos como Vivien Leigh los buenos oficios teatrales que rindieron a sus pies a Laurence Olivier, con quien estuvo casada veinte años.

Todavía habrá en Londres alguna persona que podría contar sus impresiones después de haber visto a Vivien Leigh en el escenario, pues trabajó muchísimo en el teatro, justo allí donde no hay trampa ni cartón, ni repetición que valga, donde una actriz debe comerse la platea entera de primero y el anfiteatro de postre.

Quienes como este comentarista no tuvieron ni siquiera la posibilidad de disfrutar el arte de Vivien en directo, bien podemos agradecer la perdurabilidad del celuloide que nos permite, hoy, disfrutar de actuaciones magistrales como la que sigue:

Vivien Leigh, acompañada de Karl Malden:

(A street car named Desire, 1951)





Pensar que falleció a los 53 años ¡de tuberculosis! dejándonos huérfanos de su arte en plena madurez, es constatar, una vez más, que la parca tiene mucho de cinéfila (y de avara).




8 comentaris :

  1. Grande, grandísima, compa Josep. Lo de no haber podido disfrutarla en las tablas teatrales me temo que es algo en lo que habría que incluir a un catálogo tan amplio, que daría susto; al fin y al cabo, algunos ya nos hemos de resignar por otros motivos, no sólo los temporales, también están ahí el espacio y el idioma como dos barreras importantísimas, pero la verdad es que sí que hace ilusión, al menos, pensarlo.

    Un fuerte abrazo y buena semana.

    P.S. por cierto, veo que ni tomas vacaciones (blogueriles, al menos...) ni adoptas unas horas muy prudenciales para actualizar; en fin...

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  2. Yo creo que la parca se la llevó por algo más que la tuberculosis. Padecía trastorno bipolar y pasaba por enormes depresiones en especial tras un aborto. Lawrence Olivier cuenta en su autobiografía el infierno que ambos pasaron desde que le diagnosticaron la enfermedad.
    Naturalmente su vida teatral y cinematográfica fue diferente. Debió de ser una experiencia única ver alguna de sus actuaciones en los escenarios de Londres. Un acontecimiento como ese no puede olvidarse en la vida. Aparte de la inolvidable Blanche de "Un tranvía llamado deseo" me gusta muchísimo "El puente de Waterloo". Sabes que aquí en España se nos ocultó la verdadera profesión de prostituta y la disfrazaron de bailarina.
    Estoy de acuerdo con Manolo. Eres un esclavo de tu trabajo. Vamos a tener que tomar medidas al respecto. Eso no puede ser.
    Un abrazote.

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  3. Supongo, Manuel, que a dia de hoy somo más los que no pudimos que los que pudieron verla en directo, está claro; pero como dices, sólo pensar en poder ver un trabajo así, ya hace ilusión, aunque cada vez sean más escasas las oportunidades, pues el teatro por nuestros lares no está para muchos cohetes.

    Aunque tengo dos buenas perspectivas que veremos si se realizan...

    Lo de las vacaciones... estuve tentado de no escribir nada hasta el viernes, pero me dije: seguro que me llamarán vago... :-)

    Si es que me gusta... :-)

    Un abrazo.

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  4. Según he leído, Antoni, falleció de una tuberculosis que llevaba años padeciendo; lo de la depresión la remató, desde luego. Parece ser que el problema de la tuberculosis se acrecenta al no ser muy efectiva la vacuna en adultos.... en fin..

    El caso de Vivien es curioso, porque todos la recuerdan con Gone with.... pero su trabajo deslumbra donde aparece: también en Lady Hamilton está perfecta.

    La de El Puente de Waterloo es para mí de recuerdo entrañable, pues me convirtió al género del melodrama -bien hecho, eso sí- y desde entonces mi perspectiva cinéfila fue un poco más adulta... (dentro de lo que cabe)

    :-)

    Si me vas a tomar medidas, la tela que sea de Gales, que hace tiempo no uso...

    ;-)

    Un abrazo.

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  5. Una de las mas bellas actrices que ha habido de todos los tiempos, que nos dejó dos interpretaciones históricas (curiosamente de mujeres sureñas, y aún diría más, Blanche siempre me ha parecido una Scarlett desengañada de todo). Fue muy triste lo de su enfermedad, además por lo visto entonces se sabía poco de su tratamiento y el que le dieron no era ni de lejos el más apropiado. Con Laurence Olivier fueron la realeza de la actuación británica, que no es poco.

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  6. Bella hasta tal punto, Alicia, que ella misma pensaba que su belleza impedía su fulgor como actriz; equivocadamente, está claro, pero ése es uno de los inconvenientes de muchos artistas, que no acaban por asimilar su propia grandeza.

    Verla en las tablas con Laurence tuvo que ser realmente inolvidable.

    Por suerte, nos quedan sus películas.

    Saludos.

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  7. Ella siempre dijo que lo suyo era el teatro, no le terminaba de gustar el cine, pero como dices, menos mal que hizo cine porque si no nos hubieramos perdido su trabajo.

    Una abraçada

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  8. Curiosamente, Alma, la forma de interpretar en el cine no deja entrever lo que sería en escena; tal fue su adecuación al medio, lo que da pie a pensar, una vez más, en lo buena que fue.

    Una abraçada.

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