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dijous, 30 de setembre del 2010

Examen de Cinefilia (parte XXXVI)




¿Cómo? ¿Que hoy es día 30 y es final del mes de septiembre?

Y yo con estos pelos, y sin haber siquiera pensado ningún tema con el que martirizar entretener una vez más a los amables colaboradores y visitantes del bloc de notas con un simple ejercicio que estimule su cinefilia.

Veamos: ¿qué podría aprovechar para construir un interrogante?




Sí, claro, podría repetir el tipo de pistas visuales que ya en un par de ocasiones han tenido particular éxito: me maldijeron y casi amenazaron: debió de gustar.

Pues, ¡hala! ¡vamos allá!

Se trata de averiguar el título de una película, cuyo comentario aparecerá pronto en este sitio.

¡No! ¿Como va a ser eso una pista?

La pista son las fotos que pueden verse a continuación, en este pase de Diapositivas








Me parece que hoy ha sido demasiado fácil....

Las respuestas pueden enviarse usando el siguiente formulario:







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dilluns, 27 de setembre del 2010

ESD 25 2001 SPACE ODYSSEY



La megalomanía de Stanley Kubrick tiene su máxima expresión en su película más popular, aquella cuyo título daría cualquier persona como obra de Kubrick y no deja de ser curioso que el tiempo ha colocado en su sitio la fantasía con que el director neoyorquino adornó su excesiva grandilocuencia, su eterna búsqueda de notoriedad y clasicismo entendido en el sentido de convertirse en un clásico, en un referente urbi et orbe, porque hace tiempo que pasó el año 2001 y todavía nada de nada...

Como es lógico, la aspiración de Kubrick como director era deshacerse de elementos que entorpecieran su grandeza como estilista cinematográfico y para su obra más popular se afanó en construir muchas de las escenas sin diálogos, con lo que en un apuro este cinéfago criticón que se juega el tipo a conciencia acude a Kubrick para salir del paso con dos escenas sin diálogos con las que cumplir holgadamente la mini-sección.

El hecho de insertar dos escenas en una misma entradilla, con el gasto que eso supone (perder la ventaja de tener otra ya preparada) viene a cuento porque así como una la entiendo como bien estructurada y aprovechable desde la óptica del espectador que recibe una información visual interesante, la otra, en mi opinión, es una pérdida de tiempo de metraje lamentable y podría ser objeto de unos buenos cortes de moviola.

Esta es la primera, la más aprovechable, la que finaliza con una elipsis muy bien ideada y realizada (no digo que Kubrick no supiera hacer cine: digo que a partir de esta película su declive fue imparable, por su endiosamiento) que lleva al espectador a otro tiempo:

Escena provechosa

Y esta es la que sigue de inmediato, una pérdida de tiempo que me pareció desechable cuando vi la película de reestreno en el cine, a primeros de los setenta; estuve a punto de no entrar a ver la segunda parte, después del intermedio.

Escena desechable

Un día de estos agarro las tijeras y mejoro sensiblemente esa película inacabable, pesada y aburrida: uno tarda menos en leerse la novela que Bradbury hizo después de escribir el guión.

Y es más divertida, además.



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divendres, 24 de setembre del 2010

Cuarenta años ya....





Atención, aviso:






Puede que ni tus ojos ni tus oídos estén preparados para lo que vas a ver y oir en esta entradilla.

Si eres una de esas personas jóvenes con pocos años de juventud, puede que tengas que consultarlo con tu papi o con tu mami antes de seguir.

El contenido de esta entrada está claramente desaconsejado a aquellas personas cuyas mentes, ordenadas y reguladas desde las más altas esferas culturales, temen enfrentarse a las fuerzas de la naturaleza desatada.

Y además, puede provocar adicción.

El dueño de este bloc no se hace responsable de lloriqueos nostálgicos, ataques de nervios, pasmos juveniles, mandíbulas batientes ni ojos como platos; tampoco incredulidades varias y alucinaciones sensoriales.

¡Quedáis avisados!

Este aviso no se autodestruirá en cinco segundos porque no sé como hacerlo, que si no....


¿Estás a punto?

Pues haz click aquí, si te atreves...



¿Quieres saber más? ¿Seguro que puedes?

Adelante, pues [ver/ocultar]



Pues sí: eso que se ha podido disfrutar de nuevo o descubrir, es Voodoo Child, obra del maestro de guitarristas eléctricos Jimi Hendrix que tuvo la poca consideración de fallecer hace cuarenta años, el 18 de septiembre de 1970, dejándonos huérfanos de su genio musical.

Para los que pudimos escuchar sus discos a su edición y quedar absortos viendo retazos de sus actuaciones en directo en alguno de los festivales que ya son famosos vídeos, nunca ha habido duda alguna acerca de quien ha sido el mejor guitarrista eléctrico de todos los tiempos.

La forma de usar su Stratocaster sorprendió a propios y extraños y artistas que ya entonces eran muy reconocidos como Eric Clapton y Jimmy Page tomaban debida nota de lo que Jimi era capaz de hacer, porque fue un revolucionario investigador de los límites de su instrumento que exprimió como nadie más lo ha vuelto a hacer:


Wild thing


Para los neófitos, interesa resaltar que todo ese sonido sale de la guitarra de Hendrix, pues se acompaña únicamente de batería y bajo: no hay ningún guitarrista rítmico que le acompañe en sus diabluras musicales:

All Along The Watchtower


Foxy Lady


Fire


Spanish Castle Magic


Clasificar a Jimi Hendrix como músico me resulta imposible, porque como se habrá escuchado y visto, las formas musicales no se atienen a cánones preestablecidos: fue un innovador y un genio de la improvisación y cada concierto se sabía como iba a empezar pero nunca cómo acabaría, en alguna ocasión con la presencia de las fuerzas policiales para poner tranquilidad.

Pero siempre tuvo alma de blues y seguramente, de no haber sido por su tempranísima muerte, nos hubiera deparado grandísimos momentos a los melómanos, ya que por su peculiar forma de entender la música hubiera ido avanzando hasta quien sabe donde.


The Wind Cries Mary


Catfish Blues


Espero que os hayan gustado estas muestras de su innegable talento que quedó truncado hace cuarenta años ya....





El tiempo pasa, no hay duda......



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dilluns, 20 de setembre del 2010

No hay jazz, no hay feeling




Buscar y hallar un título no es en ocasiones un trabajo que resulte fácil, ni siquiera para algo tan intrascendente como la sencilla crónica de los sentimientos que uno tiene después de haber visto una película.

Claro que uno puede optar por algo tan simple, efectivo y práctico como es usar el título de la película en cuestión, con lo cual el asunto está arreglado y todos saben de antemano a qué atenerse. Pero nadie ha podido afirmar nunca sin temor a equivocarse que lo más fácil sea lo más divertido y viceversa, que lo más complicado vaya a ser aburrido.

Como sea, seguro que quien se encargó de titular la última película estrenada por Woody Allen y sus huestes lo tuvo difícil desde el primer momento, porque si en inglés se titula You Will Meet a Tall Dark Stranger, su traducción al castellano es horrible: Conocerás al hombre de tus sueños es una muestra más de la preocupante ineptitud de quie
nes se cuidan de ese detalle, aunque en cierta manera representa una advertencia para el espectador, no sobre lo que va a ver sino relativo a la bondad intrínseca del producto.

Porque si m
e atengo a mis pobres conocimientos del inglés, yo diría que una traducción literal vendría a significar más o menos: Encontrarás a un desconocido alto y moreno, lo cual encierra una indicación que será defraudada ya que parece señalar a una protagonista propensa a un romance.

Pero no: Woody Allen, de nuevo rodando en ambientes británicos, empieza por dejar a un lado su buena costumbre de recuperar en la banda sonora grandes temas del mejor jazz clásico y esa decisión parece que no le sienta bien al cineasta neoyorquino porque actuando como siempre en su doble condición de guionista y director, formula una historia de amores y desamores que se le escapa de las manos desde los primeros minutos.

Por el título, uno espera que haya una protagonista que centre la mirada y se convierta en eje alrededor del cual Allen pueda girar como una peonza destilando sus acostumbrados diálogos ingeniosos y ácidos
restallando cual látigos sobre unos ciudadanos que puedan ser representantes de una minoría intelectualmente selecta, esos habitantes del barrio neoyorquino inventado por Allen tantas veces. En esta ocasión el grupo se constituye por los miembros de una familia, padres e hija con su esposo, que acabarán todos divorciados: dos son pues las mujeres protagonistas, madre e hija, y ninguna de las dos acabará con un morenazo que las conquiste, así que, de lo dicho, nada de nada.

Esa sería nada más una anécdota sin importancia lo mismo que la ausencia de jazz en la banda sonora si no fuera porque el cruce de historias que se nos presenta por Allen carece de fuerza y en ningún momento llegan a despertar interés -ni siquiera empatía- los amores y desamores de todos los personajes, desprovistos de frases ocurrentes que además puedan darnos pistas acerca de su psicología.

No es desde luego esta película una obra con aliento
personal y da la sensación de ser un encargo alimenticio despachado con escasa profesionalidad para cumplir esa auto exigencia alocada de rodar una película cada año que parece estar sometiendo a Woody Allen a una presión que no aporta beneficio alguno al conjunto de su carrera.

No me resulta difícil olvidarme del resto de la filmografía de Woody Allen para detenerme en esta última obra, que, incluso contemplada con ojos nuevos, limpia la memoria, tampoco consigue captar la atención pues lo que nos cuenta no tiene nada de original y además la forma de contarlo no tiene tampoco nada de excepcional: más bien diría que el tratamiento cinematográfico es adocenado; parece destinado directamente a la televisión, o al vídeo, justamente al vhs, porque uno tiene la sensación que está viendo algo trasnochado, que es un concepto muy distinto de clásico; parece una película vieja, fuera de circuito, de esas que todavía pueden verse en autocares, aviones y trenes que antes fueron modernos y ahora son obsoletos.

El estilo de rodaje, que nunca ha sido el fuerte de Woody Allen - a que vamos a engañarnos, a estas alturas- es convencional en grado sumo, pero no es lo peor: en esta ocasión, los intérpretes, quizás sorprendidos porque sus caracteres están escritos con muy malos modos, parecen una troupe de aficionados, salvándose apenas por los pelos Gemma Jones. Anthony Hopkins sigue "haciendo de Anthony Hopkins" repitiendo una vez más su repertorio de tics; Naomi Watts parece perdida del todo y Josh Brolin se pasa el tiempo bebiendo cerveza y mirando al suelo; los secundarios Antonio Banderas y Freida Pinto ni siquiera tienen la oportunidad de lucirse, y Lucy Punch desaprovecha un papel que en otras manos hubiera sido un bombón.

Ya he dicho en alguna otra ocasión que nunca me ha parecido Woody Allen un buen director de intérpretes, que se salva porque todos quieren actuar con él o para él y consideran un honor aparecer en alguna de sus películas; pero en esta ocasión, dado que la calidad de las frases es inexistente, los actores no tienen por donde agarrar sus personajes.

Hay un detalle que me parece esclarecedor, por tópico: cumpliendo con lo políticamente correcto, nadie fuma; bien: pero en casi todas las escenas, todos están libando alcohol, bien sea cerveza, pegada a las manos de Roy (Brolin), bien sea un vaso de whiskey: llegan a casa y beben, copa tras copa. ¿Se acuerdan de la serie Dallas? Pues eso.

No creo que sea un detalle expreso de Allen; de serlo, sería más preocupante que un simple error de atención a la reiteración, porque significaría que hay por ahí detalles de lo que pudo ser y no fue: cuando Charmaine le dice a Alfie que está preñada, añade sincera:¿es lo que querías, no? y ahí puede haber una línea que Allen ha desperdiciado, como lo ha hecho con todo: una confusión fruto del mal vicio de querer abarcar más de lo que uno puede, olvidando la conseja que nos advierte:

"Quien mucho abarca, poco aprieta"

Realizar lo que denominamos "película coral" requiere siempre un guión muy bien trabajado y un grupo de intérpretes bien conjuntados, amén de un director que cuide y engrase los engranajes de una maquinaria que debe moverse como si bailara al son de una buena melodía y en este caso la música está falta de ritmo y desde luego la sordina cansina de la voz en off que pretende explicarnos y acompañarnos resulta un remedio que contribuye a la sensación de aburrimiento que provoca esta comedia dramática que a priori uno pensaba que hablaría de amores y desamores y se queda a medias de conseguirlo, como si le faltaran líneas.

Ni siquiera entre el marasmo de cintas destinadas al público infantil, esta consigue ser más que simple peñasco semi hundido en un mar de alarmante mediocridad a estas alturas del año.

Tráiler


(Y mira que para animarme he decidido acompañar mis ideas con el excelente piano de Nat King Cole. Ni así se levanta el ánimo al recordar esta película.)





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divendres, 17 de setembre del 2010

Agatha la olvidada





Supongo que no digo nada nuevo si me refiero a que esta semana se ha recordado la efeméride del nacimiento de la escritora Agatha Christie, celebérrima autora de novelas de misterio, crímenes e intrigas policíacas.

La fama de la escritora hace que huelgue cualquier comentario sobre su ingente obra, al parecer leída por casi todos los habitantes del planeta en un momento u otro, y su repercusión en el cine no se hizo esperar y, como todos sabemos, hay algunas buenas películas que se basan en novelas de Agatha Christie:

Una de las mejores, la basada en la novela traducida al castellano como Diez negritos dirigida por Rene Clair en 1945 con un reparto magnífico.

Luego, en 1957, el maestro Billy Wilder llevó a la pantalla la novela Testigo de Cargo también con un reparto de campanillas y levantó el listón de las adaptaciones, entre las que podemos encontrar desde productos casi de serie B hasta superproducciones de relumbrón en las que se llamaba a rebato a elencos de grandes estrellas y solventes secundarios, como por ejemplo Asesinato en el Orient Express, Muerte en el Nilo, o El Espejo Roto.

Resulta cuando menos sorprendente comprobar que hace más de veinte años que no se rueda una sola película basada en ninguna de las novelas de Agatha Christie, a pesar que, según dicen, se siguen leyendo como siempre: es decir, que tienen un público.

Los británicos siguen con sus series televisivas de alto copete, es decir, con unas producciones estupendas que rememoran las épocas noveladas y los ambientes propios de los relatos de misterio, contando como es natural con repartos eficacísimos, pero la gran pantalla está huérfana de buenas películas de intriga, de argumentos bien construidos.

Y no será porque haya guionistas de relumbrón capaces de entusiasmarnos, pues los argumentos que vemos, cuando los hay, rozan en la mayoría de los casos un infantilismo impensable en el cine adulto de hace unos lustros.

En fin: no son más que ideas que a uno le surgen al leer una noticia rememorando un personaje literario de probada eficacia a la hora de entretener las neuronas del respetable público y claro, cinéfago al fin y al cabo, la reflexión acaba con uno preguntándose porqué esos tiburoncillos maestros en la charlatanería que un buen día decidieron dedicarse a esto del cine, demuestran no haberse leído jamás una buena novela de Agatha Christie, pues no se les ha ocurrido en veinte años producir un triste largometraje.

Igual es que no saben leer....

¿Qué les parece?




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dilluns, 13 de setembre del 2010

TC (11) Ocean's Eleven




Estaba cantado que para la entrada número once de esta mini sección dedicada a los títulos de crédito de las películas, correspondía acudir, como no, a los que nos ilustran acerca de los componentes y colaboradores varios (toda una legión, hay que ver) en la dichosa película de 1960 que nos narra las aventuras de una cuadrilla de once tipos a cual más peculiar.

Como ya todos sabrán, el autor es el amigo Saul Bass, pero la reiteración en su aparición no debería extrañar a nadie, a estas alturas.

Veamos, pues, sin más dilación, esos títulos de crédito de Ocean's Eleven (1960)


Y para quienes se hayan quedado con las ganas de ver los caretos de los niños guapos de principios de este siglo que vivimos -y padecemos- o estaban esperando hallar los títulos del refrito que además originó hasta dos secuelas -de momento, no pierdan la esperanza de más- vamos a ser malos y hagamos la comparación con los títulos del refrito del año 2001






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divendres, 10 de setembre del 2010

MM 40 Mary Poppins



La factoría Disney sigue siendo para algunos, en la memoria, esa factoría de sueños que llenaron de ilusión y diversión momentos de la infancia.

Uno se da cuenta inmediatamente del tiempo que ha pasado desde que iba al cine acompañado por sus progenitores cuando, para pasmo de algunos, es capaz de decir, sin equivocarse en una letra, igual que hacía hace la tira de años maravillando a tíos, tías, abuelos y abuelas, la siguiente palabra: Supercalifragilisticoespialidoso


Y, para callar esas bocas que reclamarán la versión original (porque el doblaje de las canciones no es que tenga muchos más adeptos que el del todo), ahí va la versión auténtica.





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dilluns, 6 de setembre del 2010

Pel davant i pel darrera



Corría el año 1985 cuando un sábado -quizás un viernes- por la noche pasé una agradable velada en el Teatro Condal de la ciudad de Barcelona, partiéndome el pecho de la risa provocada por una comedia británica escrita por un entonces para mí desconocido Michael Frayn. La idea no fue totalmente mía: si mal no recuerdo, mi amiga Pepi expresó su interés en verla y, aquí te pillo aquí te mato, rápidamente me ofrecí a comprar d
os entradas para ir a ver Pel davant i pel darrera, que así se presentó en Catalunya la que seguramente es la obra más vista de Frayn, con la particularidad, observada posteriormente por el propio autor como un añadido muy favorecedor, de ser la única versión bilingüe.

Lo del bilingüismo es una característica muy curiosa, porque yo, que lo soy de nacimiento como quien dice, nunca le di importancia hasta que pasados los veinte años viajé fuera de Catalunya y percibí que, para algunas personas, los bilingües somos una especie de bicho raro y se muestran incapaces de comprender cómo funciona la cosa, cuando es muy simple: pensamos, leemos, escuchamos, hablamos, y algunos incluso escribimos con igual facilidad en castellano y en catalán. Porque desde pequeños, hemos recibido información en ambos idiomas y la hemos devuelto en el idioma con que se nos ha entregado; lo cual, para un foràneo, puede ser un verdadero galimatías, porque en una reunión o encu
entro, el discurso se sigue en ambos idiomas y a toda velocidad, pues algunos bilingües no hablan catalán y se expresan sólo en castellano, pero todos sabemos que el catalán lo entienden perfectamente, aunque luego nos dirijamos a ellos en castellano: esto es lo normal.

Y esta normalidad se aprovechó muy bien por Paco Mir, miembro del Tricicle, cuando afrontó la traducción de la comedia de Michael Frayn y decidió aprovechar el bilingüismo para reforzar los tiempos marcados por el autor, y el éxito de la repres
entación a la que yo asistí se ha repetido en varias ocasiones y están a punto, dentro de unos días, de estrenarla de nuevo , porque hay gente que no ha tenido la ocasión de verla todavía.

Y un buen día de 1995, pasados diez años, de pronto veo en televisión una escena que me resulta conocida: veo a Supermán a trompicones con los pantalones caídos en los tobillos, una esplendorosa rubia corriendo en paños meno
res y un director de teatro a punto de sufrir un infarto por todo lo que está viendo y entre carcajadas me doy cuenta que alguien tuvo la feliz idea de aprovechar la estupenda comedia de Frayn, Noises off para rodar una película:


Ese alguien fue Peter Bogdanovich que requirió la colaboración de Marty Kaplan para que escribiera el guión sobre la excelente base teatral.

La trama, esquematizada, no puede ser más simple: una compañía teatral se halla ensayando una nueva comedia de tono vodevilesco y mientras ensayan y posteriormente en el primer mes de gira de rodaje antes de llegar a Broadway, las rencillas y problemas entre ellos sazonarán las representaciones.

La brillantez reside en la forma más que en los diálogos que se hallan al servicio de unos hechos a cual más alocado, situaciones impensables que se producirán a un ritmo vertiginoso aprovechando además la construcción del propio escenario de la obra que representan como marco idóneo para efectuar entradas y salidas de escena, puertas que se abren y cierran, no siempre como deberían, a una velocidad endiablada.

Bogdanovich juega con dos bazas a su favor:

La obra original, cuyo resultado es efectivo e indiscutible: alberga una comicidad irresistible que se pone de manifiesto en una puesta en escena nada sencilla que obtiene el aplauso del público allá donde va, y han sido muchos sitios.

El elenco a su servicio : a los tres ya indicados se añaden un grupo de intérpretes que demuestran poseer el arte necesario para representar vivamente a esos personajes que viven y actúan desaforadamente en una mezcla espontánea de ficción y realidad que parece quebrarse de un momento a otro.

Es una representación, más que de teatro en el teatro, de vida dedicada al teatro: los problemas interfieren, entorpecen y casi solapan la ficción, en un juego hilarante muy bien servido: la gracia de los intérpretes en el dominio del tempo de la comedia (todos, sin excepción, están magníficos) se ve reforzada por Bogdanovich que sabe mantener el plano cuando corresponde para que podamos observar las acciones físicas de esos actores que se pelean tras el escenario y se amenazan de muerte entre escena romántica representada frente a un público que no es consciente de lo que está pasando entre bambalinas.

Nosotros, como espectadores, alcanzamos de inmediato el grado de cómplices quietos, callados y sonrientes, porque sentimos que sabemos más que el público, ese público que está al otro lado, ignorante de lo que está pasando: sabemos que hay gente al otro lado, porque nos identificamos con los personajes y estamos casi que a punto de pedir silencio, no vaya a ser que nos oigan del otro lado. El otro lado: como si hubiera alguien detrás de la pantalla, situación que imaginamos gracias a la pericia de Bogdanovich y sus secuaces, contumaces comediantes.

Evidentemente, el origen teatral de la película ni es objeto de discusión ni mucho menos preocupación de Bogdanovich: al contrario: se ocupa de reforzar el aspecto teatral, ya que las pocas escenas que ocurren fuera del teatro o son oscuras o suceden en un triste callejón cabe la puerta de acceso de tramoyas, y el resto ocurre bien en el escenario bien tras él, así que pretender disimular que se trata de teatro sería una ingenua pérdida de tiempo y restaría fuerza a la comedia ya que ésta reside, principalmente, en conseguir que el espectador, crea que está asistiendo a una representación por los dos lados del escenario, Por delante y por detrás (Pel davant i pel darrera) que es como deberían haber titulado la película en castellano.

Esa y no otra es la clave de la obra y la película: el amor por el teatro y el gozo de vivirlo por delante y por detrás del escenario y todo ello, además, afortunadamente revestido de buen humor. ¿Qué más se puede pedir?

Imprescindible para el cinéfilo amante de las buenas actuaciones, de las puertas que se abren y cierran y del buen teatro.



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divendres, 3 de setembre del 2010

DefendOr




Ni una palabra.

Hasta hace muy poco, no había leído ni una palabra de una película que, para variar, no se ha estrenado en España y que seguramente jamás verá una pantalla española.

Pero es que, además, tampoco hay ni una sola referencia en la revista británica de cine Digital Spy dedicada específicamente al mundo del espectáculo, cuyos artículos conservo desde junio de hace dos años: nada de nada, como si no existiera, en una publicación en la que abundan noticias insustanciales sobre inanes estrenos multimediáticos como las dos últimas de Cruise y Jolie.

Tampoco es que las referencias leídas por casualidad fueran especialmente entusiastas y animaran a una visión apresurada e imprescindible, pero ya sabemos todos de que pie cojeamos y la cinefagia, más que la cinefilia, produce una comezón interna que sólo se apaga saliendo de dudas.

Como añadidura, se trata de una ópera prima: el joven Peter Stebbings, después d
e haberse dedicado a trabajar como actor, un buen día escribió un guión para una antigua compañera de academia y un año después escribió otro y decidió que él mismo lo iba a dirigir. Su primera aventura en solitario.

Defendor (2009) es de esas películas que se van agigantando conforme pasan los días y uno va rememorando tranquilamente instantes, escenas, aun sin la continuidad con que su autor las presenta.

Arthur Poppington (Woody Harrelson) es un lobo solitario dotado de una mente débil y un corazón enorme y ha resuelto dedicar su existencia a cuidar de sus conciudadanos, a luchar constantemente contra los malvados: y para ello ha creado un alter ego, un personaje heroico que llama Defendor: y se ha hecho un traje con un jersey negro y una cinta adhesiva con la que se ata los puños y los tobillos y se planta una enorme letra D en el pecho: se enmascara los ojos con betún y se provee de canicas y un bote de avispas cabreadas y un garrote añejo como armamento suficiente y sale a las anochecidas callejuelas de su barrio donde liberará a una jovencísima prostituta, Kat (Kat Dennings), que está practicando una forzada felación al corrupto detective Chuck (Elias Koteas), creándose de inmediato una relación triangular que se desarrollará tomando derroteros impensables al inicio.

Stebbings demuestra tener ideas y la gracia suficiente para escribirlas y adornarlas con detalles enriquecedores, pues el guión, sin haber podido leerlo, se intuye generoso en apuntes de toda clase y reflexiones sobre algo tan extraño de ver en el cine actual como es el interior de una persona.

Por una vez, diría que estoy de acuerdo con esta institución censora del cine en los U.S.A., la MPAA, que ha calificado la película de Stebbings con la letra "R", alejándola del público familiar y joven, propicio a tragarse palomitas y cualquier producto indigesto que les echen en pantalla.

Porque Defendor, pese a su apariencia, no es una película de acción: desde luego, no es la cansina y reiterada búsqueda de taquilla en base a un tebeo visto mil veces: es lo más lejano a un cine comercial masificado y si me apuran, incluso al adulterado "cine indie", pero definitivamente, caso de ser necesario clasificarla, entra de lleno, en mi opinión, en el cine independiente, de autor.

Otra cuestión es si la calidad alcanzada desde un punto de vista meramente cinematográfico basta para otorgarle pátina inmediata de imperdible pero sin duda alguna es un alivio comprobar que se siguen filmando historias interesantes dirigidas a excitar las neuronas y no el bajo vientre.

Stebbings, que tiene una larga trayectoria como actor televisivo (cincuenta títulos en veinte años dan experiencia) sabía perfectamente cuando escribió Defendor que jamás recibiría el apoyo de los charlatanes usuales y supongo que lo agradeció, porque los expertos en mercadotecnia seguro que hubieran promocionado la película resaltando aspectos circunstanciales y el espectador se hubiera defraudado. Caso de darse cuenta, claro.

Al decidir dirigirla no es que asumiera un doble riesgo: es que sólo mediante una dirección ajustada la historia toma sentido: hay varios detalles que ayudan no poco a configurar el personaje del héroe, ese chalado y bien intencionado Defendor que vive en un mundo propio y se desenvuelve en el actual con una perspectiva y actitudes lejanas: Arthur es certeramente definido con una frase por la psiquiatra que le examina a requerimiento judicial:

"Eres un buen hombre, con un gran corazón, y por eso todos te quieren"

Un hombre con unos rasgos psicológicos muy complejos, "perfectamente normal, como cualquiera", con la particularidad que cuando se convierte -no se disfraza- en Defendor -no en defender (que sería defensor en castellano) sino en DefendOr, marcando esa letra "O" con sonoridad inexistente, inventada- es mil veces más poderoso, y listo, y ágil, y ...

Un héroe que no pretende dañar a nadie: sólo detener a los malos y salvar a sus víctimas; un aventurero que usa armas inofensivas y graba sus acciones con una cámara que usa ¡cintas vhs! como si fuera una burla a tantas películas repletas de gadgets avanzadísimos y faltas de la inteligencia suficiente para emocionarnos.

Stebbings va mostrando con paciencia los rasgos que conforman la personalidad de Arthur, dosificando saltos al pasado más remoto, retazos de una infancia peculiar, acciones de la semana pasada relatadas por el propio protagonista y hechos que concluyen en un presente que nos devuelve a la realidad después de habernos ilusionado con una fantasía repleta de optimismo pueril.

Cuenta para ello con el encomiable trabajo de Woody Harrelson que durante los cien minutos de metraje absorbe toda la atención consiguiendo que ese personaje se haga realidad y despierte en el espectador la empatía del buen amigo, ése que nunca abandonaríamos en la soledad de la noche oscura.

Harrelson consigue una interpretación modélica, contenida y ajustada a las extravagancias del personaje y dominando la tentación de caer en un histrionismo barato: no puedo menos que acordarme del Oscar que le regalaron a Dustin Hoffman por su apayasada interpretación en Rain Man cada vez que admiro el equilibrio y la contención de Harrelson como Defendor, siguiendo perfectamente las instrucciones de Stebbings que sabe mantenerse constantemente en el filo de una navaja muy afilada compuesta de aceradas sensaciones de comedia de acción dotada de rasgos de humor que el novel director y guionista sabe soslayar con eficacia gracias al personaje de la joven grofa Kat, contrapunto realista del héroe en todo momento.

En definitiva, una película que no pasará por las salas de estreno españolas y que quizás ni siquiera llegue algún día a los televisores, salvo que, aprovechando que ya ha salido a la venta en dvd en países culturamente más avanzados, el cinéfago ávido de sensaciones agradables se procure por sí mismo la satisfacción de comprobar que, en el siglo que vivimos, hay gente capaz de filmar una película interesante aunque no lo suficiente como para desasnar a los distribuidores patrios.

Vean, si les place, el Tráiler




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