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dilluns, 29 d’octubre del 2012

Pasión por el Jazz






No hace mucho comentábamos una película de Eastwood en la que homenajeaba la figura de un grande del Jazz, Bird, y todos estaremos de acuerdo en que hace unos cuantos años hubo una cierta ráfaga artística y comercial en la que diversos directores de cine ofrecieron sus versiones del mundo del jazz y casi todos los que compartimos afición por ambas artes nos entusiasmamos porque ¡al fin! había películas dedicadas al jazz, más allá del uso de la música como fondo y acompañamiento, con excepciones que también hemos visto, caso de Miles Davis en su estancia parisina allá por 1957...

Justo dos años antes, en 1955, se estrenaba una película que inexplicablemente nunca ha visitado salas de cine comercial en España y que algún que otro despistado habrá visto en algún canal temático -o sea, de pago- y reuniendo en su persona ambas aficiones, habrá quedado gratamente sorprendido, extrañamente pasmado e incrédulo porque habrá descubierto que, ciertamente, la grandísima Ella Fitgerald aparece cantando dos canciones e incluso tiene un par de frases.



Jack Webb fue toda una personalidad en la televisión de mediados del siglo pasado: guionista, productor, director y actor en series de éxito, su innegable afición por la música de jazz -más de seis mil vinilos ya es una cantidad a considerar como inabarcable- sin duda fue la causa de su interés en llevar a la pantalla grande el guión escrito por Richard L. Breen y naturalmente ocuparse de producir, dirigir y protagonizar la que se titularía Pete Kelly's Blues, que sin ser una gran película consigue atrapar e interesar por una serie de razones muy plausibles:

La música, ante todo: Webb inicia su cuento en los aires sureños de principios del siglo pasado y pronto nos traslada a los felices veinte donde el sonido dixie y el blues ya empiezan a encontrarse, mezclarse y agitarse y todo huele a wisky barato y a jazz con aires de pólvora.

La ambientación: gracias a los buenos oficios de Hal Rosson, Webb cuenta con una fotografía colorida de enorme formato que llena de fantasía la pantalla: colores densos y tupidos, oscuros en ocasiones, añejos y contrastados y la cámara aprovecha al máximo el formato ofreciendo ángulos modernos y provocadores en los que la profundidad de campo es infinita y la distorsión escasa dinamizando el aspecto visual para hacerlo acorde a la excelente música que forma parte de la trama.

La magnífica cohesión entre música y guión: es evidente que cuando Richard L. Breen escribía el guión tuvo que tener muy cerca de sus orejas a Webb porque las diversas (decir muchas, en este caso, sería ofensivo) composiciones que podemos disfrutar están perfectamente incardinadas con la trama literaria que sustenta un relato en la que el mundo de la música se verá alterado por la indeseada intromisión de un hampón ávido de porcentajes en los escasos beneficios de una banda de músicos que habitan el mismo tugurio noche tras noche.

El estupendo grupo de intérpretes: Webb se rodea de amigos fieles como Martin Milner y valores sólidos bajo contrato con la Metro como Janet Leigh -que incluso se atreve a cantar- y una pizpireta Jane Mansfield en el grupo de las féminas en el que brillan cantando la citada Ella Fitzgerald y también Peggy Lee, provista de más líneas de guión, al extremo que incluso recibió una nominación a los Oscar como actriz secundaria; en el apartado masculino podemos ver al duro Lee Marvin recibir tortazos y tocar el clarinete, mientras Edmond O'Brien hace de mafioso de tres al cuarto y Andy Devine se luce sin hacernos siquiera sonreír, lo que ya es noticia. Seguramente estaríamos todos de acuerdo en que el más soso, de entre todos los actores, es precisamente el protagonista, Jack Webb.

Y esa es una desventaja invencible.

Porque Webb demuestra su pasión por el jazz con su forma de filmar y en los medidos noventa y cinco minutos del metraje se nota esa fuerza en la mirada, en la colocación de la cámara, el color, el enfoque, el ritmo visual lento pero recio, firme. Pero la forma de interpretar de Webb, que podía ser efectiva en episodios de televisión en carácteres policiales o militares, una técnica basada en la economía de gestos inspirada quizás en un tipo como Bogart o Mitchum, se halla falta de un elemento crucial cuya ausencia perjudica gravemente el resultado final: Webb carece de magnetismo cinematográfico: no es nada fotogénico y siendo él mismo su director no puede, por más que lo intente, subsanar esa falta que provoca una correlativa falta de empatía con el personaje que representa.

Y ése desapego consecuente perjudica el conjunto porque los giros de la trama carecen de interés al no aportar nada nuevo: incluso en la época de su estreno el público había ya visto mucho cine de gángsters y algunas buenas muestras de cine negro cuyos guiones superan en intensidad al que escribió Breen o por lo menos al que se pudo filmar.

Porque uno, que no está muy bien informado en este caso al no haber encontrado datos suficientes, tiene una teoría, casi tan rara como la película: en el estupendo prólogo, Webb filma sin palabras el entierro de un negro: mantiene la cámara fija en un retrato costumbrista de aires documentales mientras el viento agita los sauces y los deudos del fallecido se balancean cantando una triste melodía gospel a dos voces que va incrementando el ritmo hasta reconvertirse en dixie, momento en que cae al suelo abandonada la trompeta del fallecido: en una elipsis temporal de años el instrumento es ganado en una partida de dados a bordo de un tren por un soldado que regresa de la primera gran guerra (lo sabemos por las polainas) y éste blanco será el que tras nueva elipsis temporal aparezca en un tugurio liderando con su trompeta la banda de Pete Kelly, siete músicos, todos blancos.

No hay negros. En los albores del jazz, no hay negros. Diríase que Webb metió con calzador a Ella Fitzgerald y le hizo cantar dos canciones intensas, una de ellas la que da título a la película, porque en ella no hay negros. Únicamente en el tugurio de Maggie (Ella Fitzgerald) hay músicos negros -todos, de hecho- y precisamente es ahí donde se encuentran, en un escondite abuhardillado, los músicos líderes de bandas o grupos, todos blancos, para deliberar si se enfrentan o no a la mafia.

Uno tiene la sensación que Webb, trompetista aficionado incapaz de tocar en público -doblado oportunamente por Dick Cathcart - hubiera preferido ser más realista y haber filmado más musicos negros que además eran mejores, pero en 1955 la cuestión racial ya empezaba a ser problemática y los estudios de hollywood no estaban mucho por la labor de la integración racial, así que lo mismo que apenas hay películas con bailarines de claqué o tap dance negros, tampoco las hay de músicos negros. En cualquier caso, la pasión de Webb por el jazz, por la música que nació con los afroamericanos, es real y patente.

Esta es una película que podríamos calificar como imperdible para el aficionado al jazz y también para el cinéfilo que degusta piezas raras y poco conocidas con algunos elementos interesantes pero es obligado reconocer que en el conjunto global tiene puntos débiles que la desequilibran. Dicho de otro modo: más para cinéfagos que para cinéfilos.













18 comentaris :

  1. Pieza curiosa, vaya que sí, compa Josep, ésta que reseñas hoy (y de la que no tenía ni repajolera idea de su existencia; si no la tenías tú, aficionado potente al género musical en cuestión, ya me dirás...). Lo de la concurrencia de prota y director en la misma persona, ¿no pudiera ser tema presupustario -puestos a buscar explicaciones-? O cuestión de ego, que pudiera ser también. En fin, especulaciones de lunes...

    Un fuerte abrazo y buena semana.

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    1. Son buenas tus especulaciones, Manuel: yo diría que, sobre todo, es cuestión de ganas de dominar todo, de que nadie modifique lo que uno pretende; y como tenía la costumbre de la tele, le dejaron. Un error que se nota un poco....

      La semana, ha sido caótica...

      Un abrazo.

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  2. Totalmente desconocida para mí, amigo Josep. Muy interesante, en todo caso, lo que cuentas, y como soy cinéfilo aficionado a las rarezas -de todo tipo, aunque con preferencia por las malas, muy malas, como esa cosa de Jackie Chan en Barcelona de la que vi ayer diez o quince minutos, con una jovencísima Lola Forner y Pepe Sancho, recién salido, o casi, de "Curro Jiménez", como malo maloso- voy a hacer lo posible por verla, a pesar de Webb.
    Un abrazo

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    1. Casi te diría, Alfredo, que con ella no correrás ningún riesgo apreciable; por lo menos no tanto como afrontar esas cosas que relatas y que, amigo mío, me suenan a empresas imposibles: luego miraré en imdb, porque jamás hubiera imaginado reparto semejante: ya me refocilo pensando en una tienda... ;-)

      Un abrazo.

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  3. Es común entre la crítica, aludir a una normalización de la cosa jazzísticocinematográfico amparándose en lo hecho por Clint Eastwood, Robert Altman y Tavernier, donde debe leerse, respectivamente, Bird, Kansas City y Alrededor de la medianoche. Esto puede ser así, pero puede también no serlo si se contempla el panorama desde el otro lado del camino. La mejor película de/con/sobre jazz de Clint Eastwood es Thelonious Monk. Satraight no Chaser (funciones de productor ejecutivo). Bird no tiene swing. Tampoco lo tiene Kansas City. Sí lo tiene Mo' Better Blues, de Spike Lee. Lady Sings the Blues (Diana Ross como Billie Holiday): una forma de sabotaje. Un invierno en Lisboa: con Dizzy Gillespie como estrella invitada es un horror. Cotton Club, de Coppola, carece por completo de swing. Mucho mejor cualquiera de los soundies grabados por Duke Ellington en el verdadero Cotton Club (recogidos en At the Jazz Band Ball. Early hot Jazz, song and dance. Yazoo. DVD).El mejor cine-jazz: Ascensor para el cadalso (Louis Malle, con música de Miles Davis). El swing no se organiza: simplemente surge. El mejor cine sobre jazz es el que no se ve con los ojos. Los relatos de la crónica cinematográfica acostumbran a olvidar obras de mérito que, por venir filmadas en otro medio y no ajustarse a los cánones, han sido dadas de lado por el establishment crítico. Craso error del que son sacados por la sección estajanovista tan proclive al dislate, pero muy acertada al ubicar algunas cosas en su sitio y a la grandísima Billie Holiday en el resplandor del jazzismo cinematográfico con los diez minutos mal contados de puro éxtasis de Fine and Mellow (The Sound of Jazz, Jack Smight, 1957, producción de Nat Hentoff y Whitney Balliet).

    Y todo este rollo para decirte que no he visto la película que tan bien reseñas,amigo Josep y mira que a mí el jazz me trae loco por eso el cine no le ha hecho la suficiente justicia desde mi más modesta opinión.El tema da para mucho.Lo que decías el otro día;quedamos ante unos cafés y seguimos departiendo un tema tan fascinate.

    Un fuerte abrazo

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    1. Muy de acuerdo, amigo Paco, en lo que dices: el jazz es un sentimiento bastante alejado de la mecánica y surge cuando se da entre otras cosas el swing, que no todos tienen. Esta película la tienes que ver, porque creo que el ambiente que presenta te atraerá y desde luego que ver en un mismo producto a Ella y a Peggy ya es un atractivo por sí mismo.

      Y si no te gusta nada, el café lo pago yo: pero tiene que ser en algún sitio donde la música, de haberla, sea de jazz...

      Un abrazo.

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  4. He tenido que volver para explicar un poco Fine and Mellow: Ben Webster-ojos cerrados, tono meloso-y Lestes Young, ralentizando el tiempo hasta lo imposible. La cámara nos mantiene el plano en la expresión de la cantante mientras habla quien fuera su alter ego y cómplice para lo bueno y para lo malo. El espectador percibe entre una y otro una cierta forma de comunicación singular que escapa a la convención y define a quienes compartieron una existencia desgraciada fuera de la norma. Es drama a tiempo presente. Uno tras otro, desfilan los demás improvisadores, Vick Dickenson y Gerry Mulligan, Coleman Hawkins y Roy Little Jazz Eldridge. Billie, apenas un espectro, mece la cabeza, entorna los ojos o los mantiene abiertos mirando un más allá y a sí misma, a Lester Young. Su voz ya no es su voz, sino un eco que trasciende a la contingencia de una melodía y nos expone a verdades profundas y trascendentes. Fine and Mellow no es jazz filmado sino jazz por sí mismo. No es vida representada, sino vida por sí misma.Los diez minutos mal contados de Fine and Mellow deberían figurar en los anales del cine musical.

    Y,por supuesto,la maravilla del documental sobre Chet,Let's get lost,de Bruce Weber.
    Y ahora me voy con la música a otra parte.

    Abrazos

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    1. Siempre es un placer, querido Machuca, leer blanco sobre negro los sentimientos que despierta una buena pieza como ésa.

      La fantástica grabación de Fine and Mellow la vimos aquí cuando en febrero de 2008 hice una pequeña reivindicación de Billie Holiday que puedes ver en el enlace que dejo.

      Un abrazo.

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  5. Oye tú, Josep, vaya revelación más buena que nos has ofrecido a los amantes del jazz y del musical en general. Tenía noticia de Jack Webb, cierto es, a quien por cierto confundo a veces con Oscar Levant; será por un innegable parecido físico. Pero no conocía esta peli, con un reparto tan atractivo y un desarrollo que, según cuentas, promete mucho. No sólo tomo nota del film sino que corro a por él.

    Salucines

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    1. Buen ojo, Fernando, el tuyo: sabía que Webb me recordaba a alguien, pero no acababa de recordar a quien.

      Me alegro de haberte sido útil y espero que la disfrutes con el volumen a todo trapo...

      Un abrazo.

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  6. Pues aunque cierta afición existe por el jazz, tengo que confesar que esta película no solo no la he visto, sino que desconocía su existencia.Pero lo que nos presentas tiene multiples atractivos.
    Habrá quien se contente con ver a Ella marcandose como solo ella sabía dos temas. Pero intuyo por lo que explicas que esto va más allá. Lo que más me seduce del proyecto es que no estamos hablando de una reconstrucción posterior de aquellos tiempos, sino que su año de producción puede marcar ciertas diferencias sobre todo en la verosimilitus. No hay que buscarla ni reconstruir nada, está ahí en esa época.
    Muy interesante todo lo tocante a la historia y asus partícipes.No es de extrañar que un proyecto así no se extrenase por estos lares. En esos tiempos por aquí andabamos con últimos cuplés, si no recuerdo mal.Saludos.

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    1. No vas mal encaminado en absoluto, Víctor, aduciendo gustos musicales como razón última de la falta de presencia en nuestras pantallas: además, por aquellos años, igual se hubiese considerado inapropiada la conducta enamoradiza y entregada de la damisela que interpreta Janet Leigh, probablemente espanto del censor.

      Un abrazo.

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  7. Estupendo descubrimiento Josep, sabes que yo también me derrito con cualquier cosa que toque el Jazz, pero no tenía ni la más mínima idea de esta película. Si que me sonaba el nombre de Jack Webber, pero tampoco lo ubicaba dentro del mundo jazzistico, y si en el de la tv USa de los 50. Intentaré hacerme con ella por cualquier medio. Gracias por descubrirnosla.

    Saludos
    Roy

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    1. No te será nada difícil hallarla, Roy, además en muy buen estado y con un sonido estupendo. Me alegra mucho compartir su conocimiento, porque para los amantes del jazz es una pieza interesante.

      Un abrazo.

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  8. Por lo que leo por aquí, efectivamente es una rareza ya que nadie parece haberla visto..
    Ya sabes lo que opino sobre el tema, el jazz( esa música de negros que los blancos adoramos..) y la peli a la que llegué siguiendo el rasto de la Fitzgerald.
    En su momento a principio de éste año, cuando todo el lio de Megaupload un amigo bloguero se adelantó y me dejó los enlaces..¡fue una suerte !
    La historia a mi enteder se fundamenta en esa pasión a la que haces referencia en tu texto y es en esos momentos donde la historia se crece..Jack Webb parece que se ha tragado el palo de una escoba pero las chicas están estupendas y el resto, por qué no decirlo.
    Esa tompreta que cae al principio del film nos avisa de lo que vamos a ver..

    Besos y..¡ feliz noche de todos los santos!
    ( noche de Tenorio más que de Halloween )

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    1. Es esta una pieza poco conocida, Milady, a la que había que echar un ojo y dos oídos... :-)

      Ya sabes que de Halloween no soy muy partidario y en cierto modo me apena que se perdiera la tradición del Tenorio: claro que a ver quien es el guapo ahora capaz de recitarlo sin dar risa....

      Besos.

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    2. Disculpa que por la rapidez me " coma letras" Al releerlo me doy cuenta y ya no hay forma de corregirlo. Espero que sepas disculparme..! Me fastidia un montón.besos

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    3. No te preocupes por eso, Milady: nos pasa a todos continuamente.

      Besos.

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