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dilluns, 11 d’abril del 2016

Maigret tiende un lazo




Iniciar un comentario en la certeza que cualquier interesado que haya llegado hasta aquí ha leído por lo menos una de las novelas del belga Georges Simenon no es arriesgar mucho porque es sabido que se cuentan por centenares de millones los libros publicados de su autoría, muchos de ellos protagonizados por el inefable Jules Maigret, Comisario Jefe de la Policia Judicial de París, personaje que ocupa un lugar destacado en la novela policial, no en vano sus aventuras se desarrollaron durante más de cuarenta años del siglo pasado, viéndose trasladadas a la pantalla en muchas ocasiones.

Tampoco arriesgaría mucho si apostara por la identificación icónica del Comisario Maigret con la jeta del actor francés Jean Gabin, cuyo rostro, curtido en mil batallas, adorna muchas ediciones de las novelas, promoviendo una identificación que no se corresponde al número de ocasiones en que el intérprete fumó esas pipas mientras meditaba un misterio a resolver, ya que Gabin únicamente representó a Maigret en tres ocasiones.

La primera de ellas fue en la película dirigida en 1958 por Jean Delannoy, Maigret tend un piège (traducida simplemente como El comisario Maigret [el traductor/traidor no sabía francés]) basada en una novela publicada en 1955, Maigret tiende un lazo.

En ella, Simenon, fiel a su estilo, crea en poco más de cien páginas una historia ambientada en un París agosteño, caluroso, llenas sus calles de vecinos que en sus noches procuran tomar el fresco antes de retirarse. En el barrio de Montmartre, desde el dos de febrero, ya han ocurrido cuatro asesinatos en los que las víctimas, mujeres de apariencia común, morenas, son apuñaladas y sus vestidos rasgados. Maigret se enfrenta a un asesino en serie que los periódicos ya emparentan con el famoso Jack el Destripador mientras imputan cierta ineficacia al Comisario Maigret. La resolución del caso, como siempre, la hará Maigret gracias a su conocimiento de la condición humana. Los casos de Maigret interesan al lector más por el desarrollo de los personajes que por el misterio del culpable o sus métodos: Simenon se ocupa poco de la acción y mucho más de componer las distintas individualidades que viven en sus obras gracias a sus costumbres y hechos cotidianos. Todos sabemos que Maigret fuma en pipa, poseyendo una buena colección tanto en casa como en su mesa de trabajo, se detiene a tomar una o dos cervezas y nunca desdeña una copichuela de licor de ciruelas o un buen calvados, como cualquier buen francés de la clase media.

Jean Gabin ya había actuado en varias películas derivadas de novelas de Simenon -llegaron a diez los títulos- pero no fue hasta la cuarta, en 1958, cuando contando a la sazón el actor 54 años de edad y establecida una amistad o cercanía con el propio Simenon, se le encargó representar al célebre Comisario en esa película dirigida por Delannoy apoyada en un guión escrito por el mismo director con la colaboración de Rodolphe Arlaud y Michel Audiard quien a su vez se ocupó de los diálogos.

El guión se ajusta bastante a la novela -que acabo de releer- añadiendo ciertos detalles que sin duda tienen su razón de ser en el lucimiento del protagonista, un Jean Gabin impregnado de las características del personaje hasta hacerlo suyo con una autenticidad digna de elogio, provista de una naturalidad pasmosa y una dicción perfecta: Gabin ya era una verdadera estrella cuando acometió esa primera representación del famoso Comisario y, además, disponía de sobrada experiencia en el género de cine negro policial en una época en la que la abundancia pergeñó el apócope "polar" como seña identitaria del cine galo de mediados del siglo pasado, en franca competencia con los partidarios de celebrar en primer lugar la "nouvelle vague". (Batallitas)

La película, rodada en blanco y negro, deambula por las callejuelas de Montmartre y otros barrios del París de mediados del siglo pasado sin que, vista ahora, haya perdido interés en su desarrollo en el que permanece la importancia de la psicología del asesino y su entorno, en parte gracias a las buenas interpretaciones de una muy joven Annie Girardot, Lucienne Bogaert y Jean Desailly, sobresaliente como Marcel Maurin (Moncin en la novela).

En la policía judicial el lector avisado hallará una muy buena representación de nombres archiconocidos: Janvier, Lucas, Lapointe, Torrence, e incluso el Juez Coméliau corresponden sin esfuerzo con lo imaginado por el conocedor del mundo cotidiano de Maigret: en esta ocasión aparece como Inspector Torrence el actor Lino Ventura, todavía con apenas cuatro líneas de diálogo pero recordando un punto cómicamente sus buenos tiempos de campeón de lucha greco-romana, como quien dice aguardando la buena oportunidad que ese mismo año supuso para él participar en Ascensor para el cadalso, de la que ya estuvimos hablando aquí hace cinco años ya.

En mi relación con ese relato concreto de Maigret fruto de la pluma de Simenon hay también una versión televisiva protagonizada por Michael Gambon para la británica Granada TV que en los años 1991 y 1992 ofreció dos temporadas a razón de seis episodios cada una. Eran episodios cortos, apenas una hora, con lo cual los guionistas tenían que hacer maravillas para encajar todas las tramas y lo peor de todo es que esa experiencia hubo que soportarla doblada con resultado francamente desastroso. Se puede ver el episodio gracias a youtube en versión original sin subtítulos y gana mucho, desde luego, porque tanto Gambon como Maigret como Geoffrey Hutchings como Lucas y Jack Galloway como Janvier realizan, todos ellos, un buen trabajo y los medios aportados por Granada TV son los usuales de la época para este tipo de producto, funcionales sin alharacas.

Llega la pascua de este año 2016 y hete aquí que la compañía británica ITV anuncia a bombo y platillo el estreno de una nueva traslación del ya famoso relato a la televisión, en un telefilme que dispondrá de casi hora y media para desarrollarse con todos los medios posibles, incluído un rodaje realizado en Budapest al considerar el diseñador de la producción Dominic Hayman -quizás bien aconsejado por la directora artística Biljana Jovanovic- que la capital húngara permanece con ciertos ambientes urbanos parecidos al Paris de mediados del siglo pasado.

Ciertamente, ya era hora de que ése buen relato, Maigret tend un piège, tuviera una buena revisión.

Naturalmente, los británicos están en su derecho de traducir correctamente el título a Maigret sets a trap, pero lo que de inmediato levantó las cejas de todos los aficionados fue la elección del actor que iba a representar al Maigret de este siglo XXI.

Rowan Atkinson acababa de cumplir los 60 años cuando se le ofreció la oportunidad de cambiar su registro interpretativo de la noche al día, un giro de 180º, una pirueta de trapecio con salto mortal triple sin red.

Cuando lo supe, de inmediato sentí que debía ver ése Maigret.

A Rowan le descubrí en la tele con aquella serie de la BBC Black Adder que en Cataluña se llamó L'escurçó negre y supongo que en el resto de España se llamaría La víbora negra y luego me cansé pronto de verlo con el ubicuo Mr. Bean que estuvo apareciendo por todos lados de forma incesante exhibiendo una capacidad increíble de gesticular y sobreactuar.

Así que, francamente, en el deseo de ver "su Maigret" había un prejuicio que creía muy sólido.

Para mi sorpresa, Rowan Atkinson ha demostrado que, siendo a la postre un actor británico con una larga trayectoria, que la hubiese dedicado sustancialmente a hacer payasadas no significa que no sea capaz de contener su histrionismo y dedicarse a profundizar en un personaje que siempre ha destacado por una contención en los gestos, una parquedad y una meditación acompañadas si acaso por unas volutas de humo nacidas en la incesante pipa, compañera muda, silenciosa y fiel de los pensamientos que el experimentado Comisario Maigret trabaja rumiándolos con calma y determinación, impertérrito a las contrariedades.

Atkinson está magnífico actuando casi que únicamente con la mirada y el gesto apenas anunciado, en una trama muy parecida a la novela original en la que los diálogos son sobrios y la psicología de los personajes se debe reforzar mediante los gestos y las actitudes; el andar pausado, vaciar la pipa, rellenarla con pausa y prenderla sin mirar donde sea que esté, porque en realidad su mente está más allá, pendiente de deducciones y de los movimientos ajenos, todo ello con una elegancia contenida, situándose a años luz de cualquier definición que hasta la fecha pudiera ser oportuna para recrear una imagen del célebre comediante que, ahora ya, permanecerá sin duda como el Maigret de esta década y quien sabe si más aún.

El director Ashley Pearce se apoya en un guión escrito por Stewart Harcourt con apenas algunos cambios respecto a la novela manteniendo la acostumbrada economía expresiva propia de los relatos de Simenon, imbuídos muy bien uno y otro del espíritu de las novelas de Maigret; para quien no las hubiera leído, la trama le sorprenderá por lo alejada que está de lo habitual en las pantallas actuales y para los conocedores no habrá sentimientos encontrados porque no les defraudará ni el guión ni la forma precisa, firme y elegante con que Pearce mueve la cámara tanto en los bellos exteriores elegidos como en los ambientes cerrados, en ocasiones tan mínimos como el interior de un viejo Citroën.

Atkinson ha tenido la suerte de pillar el regalo cuando su edad física coincide con la imagen literaria y además las productoras Ealing Studios y Maigret Productions han tirado la casa por la ventana porque superan en mucho los habituales productos para la ITV y se acercan a los fastos de atrezzo, vestuarios y localizaciones propios de la más potente BBC, con una exhibición sorprendente de calidades que ayudan no poco al éxito del conjunto.

De igual manera, los componentes de la familia Moncin, representados por Rebecca Night, Fiona Shaw y David Dawson, configuran un terceto en discordia que luchan desaforadamente para robar toda escena en la que se les permite aparecer, brillando especialmente David Dawson con un amplio registro controlado al milímetro y todos ellos, sobra decirlo, demostrando un dominio cabal de sus voces. Otro tanto ocurre con los conocidos componentes de la policía judicial a las órdenes del Comisario Maigret, aunque a ellos quizás les falte un poco de adaptación a los modos más meridionales -sin serlo del todo- que estamos acostumbrados a leer en tantas ocasiones. Tiempo tendrán de habituarse, supongo, porque está anunciada para fin de año otra novela de Maigret trasladada a la pantalla.

Por mí, como si quieren ir rodando todas, una tras otra.

Vista que ha sido la primera, están claras dos cosas: que Rowan Atkinson es un actor con un registro mucho más amplio de lo sabido hasta ahora y que la diferencia entre televisión y cine en tocando a productos semejantes, es inexistente, salvo por la distribución.

Imperdible y de visión obligada en v.o.








14 comentaris :

  1. No he tenido el gusto de leer la novela (por cierto me gusta esa portada de la novela tan de la época)ni he visto la pelicula de Jean Gabin, ese rostro inconfundible, duro como una piedra, del que recuerdo, y me tengo que remontar, a El clan de los sicilianos.
    Estoy segura que alguna de Maigret habré leido porque siempre habia en casa novelas de Simenon.
    Pero más me sorprende saber que el gesticulante Rowan Atkinson se ha metido en la piel del comisario Maigret. Ya le vi en una peliculita haciendo de vicario "Secretos de familia" con Maggie Smith y Kristin Scott Thomas y ahí ya se contenia un poco, pero de ésta TVmovie no tenía ni idea. Veo que está en youtube sin subtitulos, pequeño inconveniente para los que no dominamos la lengua de Shakespeare. Se puede intentar, no obstante..o esperar.

    Gracias por traerla aquí. El tema policiaco y detectivesco siempre me entretiene.. como bien sabes.;)

    Besos.Milady

    P.d. Hoy no te puedo poner ninguna "pega" jaja..no hay spoilers (que yo sepa)XDDDD

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    1. La novela es muy interesante, Milady. Como todas las de Simenon, en ella es más importante el desarrollo que la intriga, el tesón del Comisario y su forma especial de entender al criminal para derribarlo, que el propio misterio en sí mismo.
      La tengo desde el 84 en la magnífica colección de Grandes maestros del crimen y misterio (Orbis) pero sin duda la encuentras en cualquier parte. Se lee en un suspiro.
      El trabajo de Atkinson es absolutamente distinto de todo lo que le he visto con anterioridad: he leído críticas "especializadas en tv" que lo ponen a caldo, pero me temo que quien las ha escrito ni ha leído nunca nada de Maigret, ni ha visto tampoco ninguna película de Gabin, ni tampoco ha visto en condiciones este episodio, absolutamente recomendable.
      Besos.

      p.d.: mejor no digo nada... ;-)

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  2. Yo no solo no he tenido el gusto de leer la novela. Es que no he leído nada de Simenon. Eso sí, a un amigo le regalé durante algunos años varias de sus novelas porque no sabía qué narices regalarle (este amigo devora libros; lee de todo). Bueno, de Simeno sí leí que aparte de todo lo que escribía, le gustaba mucho irse de juergas (por decirlo de manera suave).
    Como abril, tampoco he visto la peli de Gabin. Y al igual que ella, me gusta la portada de la novela, pero más que nada por lo añeja (creo que como a ella).
    A mí lo de Atkinson también me ha sorprendido. No dudo de que pueda hacerlo estupendamente... como parece que así te ha parecido; aunque haya críticas "especializadas en tv" que no comparten tu opinión.
    Te diría que si puedo la veo, pero ya tengo pendiente todavía la serie que recomendabáis abril y tú, y últimamente ando liadillo, así que...
    PD: En la foto, desde luego Atkinson sí da el pego.

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    1. Parece ser, David, que la misma vida de Simenon daría para una más que interesante película: el mismo presumía, en epístola enviada a Fellini (creo) de haber amado más de diez mil mujeres....
      Como novelista a unos (muchos) agrada y a otros no tanto: a mí siempre me gustó: le descubrí en la adolescencia, en libracos de bolsillo que no resistieron el paso del tiempo, de aquellos que uno compraba en los kioscos, justo como el de la carátula y aún más como los que llevaban en una esquina el rostro dibujado de Gabin.
      A ése amigo, podrías pedirle que te prestara algún ejemplar y seguro que lamentarás no haberlo leído antes...
      El episodio de Rowan, tú que puedes verlo en inglés sin mucha ayuda, lo podrás ver muy fácilmente en hora y media y comprobarás que, efectivamente, realiza un gran trabajo.
      Un abrazo.

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  3. Hay una anécdota divertida: Hitchcock quería dirigir un episodio televisivo de Maigret con Charles Laughton de protagonista, telefoneó a su casa y la criada le dijo: "El señor Simenos está escribiendo una novela" y Hitchcok respondió: "No importa, esperaré a que termine".
    He leído a Simenon e ilustré una portada: "Maigret y el bretón" para una edición inglesa. Jean Gabin está tan ligado al personaje como Basil Rathbone a Sherlock aunque también vi en TV un Maigret con Lino Ventura de protagonista y no estaba nada mal. A Rowan sí que no me lo imaginaba en la piel de ese personaje.
    Saludos!
    Borgo.

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    1. Ya sabrás, Borgo, que Laughton interpretó a Maigret en el cine, en la versión de la buenísima novela El hombre de la Torre Eiffel, de 1949, que no he visto y ando buscando, claro.
      Esta versión de Rowan merece un vistazo, sin duda: no te dejes tentar por los prejuicios que yo tenía, totalmente inadecuados.
      Un abrazo.

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  4. me gusta como cuentas lo que ves o lees

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    1. Gracias, Mucha; intento compartir sentimientos, ya ves.
      Besos.

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  5. Por dejar constancia aquí: he hecho los deberes. Vista y valorada.
    Rowan sorprende por su seriedad y contención. El caso resulta muy conocido, la temática del asesino en serie. Un clásico.
    Supongo que habrá continuación. Parece una serie de las muchas que la tv británica nos regala.

    Besos. Milady

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    1. Estupendo, Milady: me alegra que el consejo te haya servido.
      Ni que sea por comprobar el trabajo del actor, ya vale la pena, pero, sí, el conjunto no desmerece al buen nivel al que nos acostumbran.
      Besos.

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  6. Hace tiempo que tengo pendiente dejarte un comentario en este post, mi querido Josep. Va pasando el tiempo y uno no encuentra el momento porque lo que quería dejarte aquí es para mí muy importante. Lo primero de todo es que tengo al grandísimo Georges Simenon como a uno de mis novelistas favoritos de toda la vida. Podría contarte infinidad de anécdotas respecto al escritor belga y sus infinitas novelas que nunca llegan a encontrarse del todo. Yo tengo (de las no Maigret) unas ciento diez novelas, y todas las del comisario Maigret. Llevo detrás de ellas desde siempre y mi biblioteca se va haciendo, poco a poco, más grande. TusQuets ha ido publicando muchas de sus obras, pero las ha dejado de publicar. Ahora toma el relevo Acantilado, pero son muy pocas. Yo pude conseguir, aproximadamente, unas ochenta novelas de la ya clásica Luis de Caralt con las maravillosas portadas del maestro Fariñas. Hace unos años estuve en la desaparecida librería Canuda. Allí, por sorpresa, me encontré con unas cincuenta novelas de esta editorial al precio de tres euros por libro. Me puse muy nervioso porque no llevaba el dinero suficiente, además del volumen y peso para transportarlo hasta Mataró en un autobús repleto de gente. Hablé con uno de los propietarios y le conté mi caso. Al final acordamos lo siguiente: me llevaría en tres veces y en días consecutivos todas las novelas de Simenon. Y así fue. Realicé tres viajes con una mochila a mis espaldas. Al poco tiempo, la librería cerró sus puertas. Todos aquellos libros que albergaba la mítica librería fueron a parar a un gran almacén a la espera que sus propietarios encontraran un local para volver a abrir la Canuda. La tragedia no tardó en asomar sus terribles fauces. El almacén se prendió fuego perdiendo gran parte del contenido de sus libros. ¿Por qué te cuento todo esto? Porque siempre le digo a la gente que viene a casa y ve casi toda la colección de novelas de Simenon, les digo que yo las salvé de un incendio. Creo que a Simenon le hubiera gustado esta anécdota. El gran Simenon. “El hombre desnudo, despojado de todo cuanto lo disimula ante el mundo, ese es el héroe de Simenon”, dijo Pierre Assouline su mejor biógrafo. Ese héroe, según Félicien Marceau, es “el hombre de las cavernas más algunas neurosis”. En definitiva, el hombre en lucha con su destino. Maestro en describir ese combate, Simenon demostró una capacidad desbordante (según Banville, una compulsión) para mostrar el mundo tal como realmente es, en todo su raquitismo, emoción y bestialidad. Sus lectores conocen, o deberían conocer, bien ese “momento decisivo” en que pilla desprevenida a la realidad y la capta en su más genuina esencia. Simenon, el gran moderno, fue experto en acercarse al alma del hombre solo, el clásico hombre solo y despojado, a solas con su verdad más seria.

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    1. Recuerdo, amigo Francisco, la desaparición de la Canuda, lugar donde uno podía buscar -y hallar- lo que raramente vivía en otro sitio, y recuerdo también con pesar leer la noticia del incendio, una pérdida irreparable. En la Canuda, que descubrí hace años, siempre me trataron con mucha atención y sabiduría. Ya no hay libreros como aquellos, tampoco.

      Puedes sentirte muy orgulloso de tu afán lector que te condujo a efectuar esos tres viajes y, ciertamente, a Simenon le hubiera encantado conocer tan novelesca realidad.

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  7. Ay, el gran Maigret: “Comprender y no juzgar”. A mí las novelas que más me gustas de este peculiar e inigualable comisario son: “Las memorias de Maigret”; magistral en todos los sentidos, además de que asistimos al único caso escrito por él. En la novela Maigret escribe que un tal Georges Sim (el seudónimo que utilizaba Simenon de joven) se presenta en su comisaría porque quiere escribir una novela sobre el mismísimo Maigret y quiere conocerlo de cerca, además del ambiente. Novela dentro de otra novela. Esta historia influiría en muchas otras novelas escritas a través del mundo. Luego está “El caso Saint-Fiacre”, donde Maigret vuelve al pueblo de su infancia. Allí debe resolver un caso y cuando no lo hace recorre las calles de su niñez. Todo se ha ido. Ya nada queda del pasado. Bello recordatorio proustiano entrelazado con un caso sobre una familia asquerosamente burguesa. Genial. Una obra maestra. También es maravillosa “Felicia está ahí”. El interés de esta obra reside en el análisis psicológico de uno de los personajes, mientras que la intriga queda en un segundo plano. Felicia, la sirvienta, es una persona ajena al crimen, pero las investigaciones de Maigret se centran en tratar de comprender a este personaje. La muchacha suscita la simpatía del comisario, que ha descubierto en ella "ese sencillo palpitar humano escondido bajo las apariencias de los fantoches más extravagantes". Felicia "crea verdades para sí" y confunde la realidad con los sueños originados por sus lecturas, pero muestra una sensibilidad poco común. La novela revela la forma de proceder de Maigret, que consiste en identificarse con los personajes investigados. Este mimetismo es también patente en Maigret en el Picratt's, Maigret y el hombre del banco y Maigret y la muchacha asesinada.

    En fin, paro ya porque esto se puede alargar más de lo necesario. No he visto esta serie y he indagado sobre ella. Solo tiene dos temporadas y lo más sorprendente es que aquí Maigret ¡es el mismísimo Rowan Atkinson! La verdad es que no me sorprende conociendo a otros actores que se metieron dentro de la piel del comisario, como Charles Laughton. En fin, amigo mío, tenía pendiente este comentario. En fin, hay tema para rato, como siempre.

    Un fuerte abrazo.

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    1. Lo de ver la serie supongo que te resultará más fácil que completar la colección de novelas de Simenon, querido Paco. He leído algunas de las novelas de Simenon y en todas me ha parecido que el autor se preocupa más del retrato humano de todos cuantos aparecen en la trama que en el desarrollo de la intriga sin que ello vaya en detrimento de su carácter policial.

      Todavía recuerdo cuando todavía no había explotado el ¡boom! de la novela negra y la policial se leía pero no se comentaba, porque casi que te miraban por encima del hombro y enseguida te sacaban a colación a Rainer María Rilke o a Herman Hesse que están muy bien, ciertamente, pero no gozan de la "facilidad" literaria de Simenon, corto, conciso y preciso.

      Es lo que tiene fumar en pipa, supongo. Anda que no fumé pocas leyendo los andares de Maigret....

      Un abrazo.

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