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divendres, 15 de juliol del 2016

Unas miradas asesinas




Una cosa no se le puede negar a Guy Hibbert : el tipo tiene mucha confianza en sí mismo y en las posibilidades de aquello que emprende.

De otro modo no puede explicarse que como productor ejecutivo de una película basada en un guión cuya única autoría le pertenece por completo, presentada en el Festival de Toronto a primeros de septiembre del año pasado, haya aguardado para estrenarse hasta casi finalizado el primer trimestre de 2016. ¿Estará pensando el taimado Guy en competir por premios y galardones del presente ejercicio? Optimista, sin duda.

Aunque actualidad no le falta, al guión pergeñado por Guy Hibbert con el título de Eye in the sky que da pie a la película del mismo título que por estos lares conocemos como Espías desde el cielo no se le puede señalar como ejemplo de verismo, sinceridad y honradez y desde luego cae en formas manipuladoras tan evidentes que llegan a producir vergüenza ajena aunque probablemente ése sea un concepto en desuso en una sociedad occidental que ha hecho del trágala, del mirar hacia otro lado, una forma de vivir.

La trama se nos presenta en pantalla con las formas del director Gavin Hood (hablamos de una película suya aquí) que da la sensación de cumplir el encargo con la profesionalidad que se le supone, capaz de filmar con cierto ritmo tanto las escenas interiores con una mínima tensión dialéctica, así como las exteriores provistas de un poco de acción y un cierto suspense encaminado a manipular al espectador al tiempo que disfraza, oculta y tergiversa realidades patentes.

Helen Mirren, sin despeinarse ni un momento en uno de esos papeles alimenticios inanes, estereotipados y absolutamente previsibles a los que se rebajan algunos intérpretes vendiendo su alma artística al diablo económico, "hace de" una coronel del ejército británico que dirige una unidad secreta que lleva ¡seis años! persiguiendo a una ciudadana londinense que pasó de súbdita de su graciosa majestad a fanática terrorista unida a una facción islamista somalí que está oculta en las cercanías de Nairobi y ¡por fin! la han encontrado reuniéndose con tres hombres más, todos ellos ¡ay! componentes de una cédula terrorista que, nos ha indicado un sobretítulo al inicio, ha matado a mucha gente en actos terroristas en lugares públicos.

La Coronel Powell está conectada con su inmediato superior, el Teniente General Frank Benson (que tiene las facciones de Alan Rickman en su último trabajo, merecidamente dedicado al fallecido actor) que a su vez se halla presidiendo un órgano colegiado con cuatro componentes más sin que ello signifique que las decisiones a tomar surjan de una votación aunque se tengan en cuenta las opiniones propias y las recabadas de gente importante que está en otros asuntos ocupada.

Además, Powell tiene línea directa con un centro sito en los Estados Unidos de América, una instalación militar sita en el desierto de Nevada, desde donde un piloto navegante asistido de una pilota artillera manejan un avión militar sin tripulantes pero provisto de sendos misiles Hellfire y cámaras capaces de ver y filmar lo que se mueva en tierra sin dificultad. Ambos pilotos, ella y él, lo son por circunstancias de la vida, pobres, para poder pagar sus estudios universitarios, dicen, en unas lamentables frases del guión que buscan empatía barata.

Gracias a las cámaras del dron la Coronel Powell tiene la enorme satisfacción de haber hallado a su fugitiva y mueven los contactos en Kenia para capturarlos a todos, en una acción tripartita, pues los acompañantes de la británica son estadounidenses que también se han alistado con los somalíes islámicos y figuran, asegura una experta del Pentágono llamada a consulta, en la lista del Presidente de los USA de traidores a considerar enemigos.

O sea: que los malos, malísimos, son occidentales que se han pasado a las facciones más fanáticas del terrorismo islámico: son traidores, de la peor calaña: mala gente, vaya. Y gracias a los adelantos de este siglo, por medio de un escarabajo volador mecánico bautizado como Ringo (no es un chiste mío) que naturalmente lleva una cámara y un micro, todos, desde la Coronel Powell, el Teniente General Benson, los políticos y los pilotos norteamericanos con su jefe, el Teniente Coronel Ed Walsh (que es el propio Gavid Hood reservándose un sobresueldo) comprueban que la cédula está preparando un atentado por medio del auto sacrificio, pues están vistiendo con bombas a unos pobres desgraciados con poco cerebro.

Y naturalmente, la Coronel Powell, cuya ojeriza estaba declarada, de inmediato solicita permiso para lanzar un misil y acabar de golpe con los cuatro terroristas. Y entonces empiezan los problemas, porque justo al lado del lugar la pilota artillera avisa que se halla una niña vendiendo pan. Y se rompe el porcentaje de daños colaterales.

Las trampas del guión son tan clamorosas, tan evidentes, chirrían tanto, que apestan. Lejos de las películas bélicas clásicas en las que el valor, la camaradería, la solidaridad en el empeño se pueden considerar elementos positivos, nos hallamos ante una exaltación de la más vil cobardía, del asesinato como medio para conseguir un fin. Ya lamenté el año pasado con El francotirador el uso de la pantalla grande como medio para justificar el asesinato selectivo y ahora no puedo menos que exasperarme por la inaudita frialdad con que Gavin Hood se apresta a llevar a imágenes un guión dirigido a otorgar razones a quienes pretenden ejercer la guerra desde cómodos salones con aire acondicionado matando sin riesgo alguno a gentes que están en cualquier parte del mundo. Bueno, no: en cualquier parte, de momento, no: suelen estar, que se sepa, en áreas ricas en alguna materia prima que algunas industrias aprovechan para deleite y beneficio de sus dueños, que suelen salir indemnes de todos estos berenjenales.

Gavin Hood nos presenta una película que por momentos se arrastra y llegada la mitad de su excesivo metraje (hora y tres cuartos) uno ya ha visto por dónde van a ir los trucos y los tejemanejes y se sabe cómo va a acabar la cosa. Uno no pierde la esperanza que haya un giro crítico con la realidad, pero no hay caso; es peor, todavía: abundan los detalles destinados a simpatizar con algunos personajes, tratando de mostrar su lado más amable. En vano: tan asesino es la que aprieta el botón del joystick como quien da la orden ejecutiva, como quien la autoriza, por mucho que sea un abuelete en casa, tanto como quien, interrumpiendo una actividad cualquiera, sea deportiva sea escatológica, ordena que se siga adelante.

Debería buscar en mis propias experiencias -y no en la película que escribe Hibbert y filma Hood- para asegurar que la cobardía inherente a todo asesinato (asesinar, en definición simple, es matar a alguien sin tomar riesgo alguno el que mata) como el que veremos suceder es clamorosa al objeto de avergonzar a quien lo practica. Me viene a la memoria un clásico como La Ilíada en el que el valor de los contendientes en la lucha cuerpo a cuerpo con la dureza y crueldad inherente no cede ante la nobleza y el respeto al valor mostrado por el enemigo: gana el más rápido, el más fuerte, el más astuto; pero siempre gana con riesgo de su vida: sólo el enamoradizo y cobarde Paris mata de lejos.

Hay gran cobardía en matar a distancia como quien juega con una vídeo consola y en esa cobardía y esos medios electrónicos al alcance de unos pocos está o debería estar la vergüenza de quien actúa sin que valga ninguna justificación: es un abuso.

La película no se ocupa de exhibir esa cobardía asesina en forma relevante; con un final amargo, previsible en todo momento, parece querer denunciar esas prácticas modernas de imponer la fuerza pero lo hace con tanta tibieza que igual serviría como "aviso para navegantes" dirigido a quien sabe qué espectadores. El montaje en paralelo que presenta el cierre para los diferentes personajes podría haber otorgado un sentido final más crítico, más hiriente, mostrando la desigualdad existente entre quien aprieta el botón y quien recibe el impacto: no hay tal y todo el discurso queda en chichinabo.

La magnitud de las intromisiones tecnológicas llega al paroxismo de la muerte y el uso no se asienta desde luego en ningún aserto que revista lógica absoluta, como no la hay en ninguna acción terrorista que por definición propia es la que se basa en infundir el terror para conseguir un fin específico: siempre que hay dos bandos o más, no obstante, habría que estudiar qué ha hecho cada cual para entender si lo que otros hacen es una agresión o una mala defensa: la muerte de nadie nunca puede ser una solución para nada. No hay excusa para ningún asesinato, como no la hay para la pena de muerte. La violencia engendra violencia.

Desde el momento en que Gavin Hood y Guy Hibbert parecen querer alejarse del mero producto de acción simple y trepidante dejando paso a razonamientos que acaban por resultar tramposos, la escasa firmeza del relato diluye cualquier atisbo de crítica a tales manejos gubernamentales cada vez más usuales, permaneciendo la sensación en el espectador que el único objetivo de esta película es conseguir que el respetable pase a considerar como admisible el uso cotidiano del asesinato a distancia para mayor seguridad, encubriendo unos intereses que permanecen ajenos a cualquier mirada crítica.

Una pieza absolutamente prescindible, claro ejemplo de cine cómodo para el sistema político imperante.

[Nota añadida]
Mientras estaba redactando este comentario un asesino solitario, al volante de un vehículo pesado, arrollaba, mataba y hería a una multitud que estaba disfrutando de unos fuegos artificiales en Niza: según las noticias de esta mañana, aparte del dolor infligido a muchas familias, lo único que ha conseguido el desalmado ha sido la promesa de que los ataques aéreos en otra parte del mundo seguirán incrementándose. Seguro que ninguna de las víctimas sacaba provecho de las injerencias industriales allende los mares. Esos están a buen recaudo. La triste y trágica actualidad no cambia la opinión.






10 comentaris :

  1. Pues qué decir. No he visto la peli, pero suscribo mucho de lo que apuntas.
    "una sociedad occidental que ha hecho del trágala, del mirar hacia otro lado, una forma de vivir."
    Así es. Y me incluyo. Mientras solo sea por la televisión o en países muy alejados de nosotros, "no es nuestro problema; que aquí tenemos otros". Y no nos damos cuenta de que poco a poco ese problema se va extendiendo y nos afectará tanto como los de aquí.
    la muerte de nadie nunca puede ser una solución para nada. No hay excusa para ningún asesinato, como no la hay para la pena de muerte. La violencia engendra violencia. Pero si expones así algo tan de sentido común, te van a tildar de "buenrollista", de que a ver cómo detienes el terrorismo, etc... La cuestión es complicada, pero no querer ver que el daño-inacción-complicidad (escoged el término que prefiráis) que Occidente ha tenido con los países árabes ha provocado los lamentables, injustificable y horrorosos atentados que están ocurriendo ahora por aquí (y Paris y Niza están muy cerca de aquí) es tener una venda en los ojos.
    En fin... Ves lo de Niza, y al día siguiente más muertos por lo del intento de golpe de estado en Turquía. Y eso sin contar a los que se mueren cruzando el mar (también somos cómplices/culpables) de esas muertes (y si no nosotros, nuestros representantes), los que mueren de hambres o guerras internas en un mundo que todavía anda cuestionándose si el hambre se arregla con transgénicos o un reparto más justo de los alimentos. En fin...
    Me ha gustado la entrada.
    Un abrazo.

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    1. No hace falta que te diga, David, que el sentido común es el menos común de los sentidos aplicados..

      Resulta difícil argumentar cuando en la misma semana los iraquíes han sufrido un atentado con más de 200 asesinados y no es el primero del mes...

      Ya sabemos que la televisión se esfuerza en amarillear y nos ofrece imágenes de familias asesinadas, con sus nombres, la casualidad que provoca su paradero para hallar la muerte súbita y si nos detenemos un instante, deberíamos apreciar que ése tratamiento se nos hurta cuando las víctimas están en otro paralelo más hacia el sur.

      Pero sentir rabie e impotencia por esas muertes occidentales no excusa de ninguna forma que desde un lugar secreto alguien decida a miles de kilómetros quien muere y quien vive. No hay excusa y la presentación del hecho debería ser especificando con realidad lo execrable de la situación.

      Puede que haya quien vea la película y la entienda como cine denuncia, pero para mí, ante la gravedad de los hechos reales que sabemos existen (en más de una ocasión se han mostrado ufanos de su infalible puntería, para más inri) y la conciencia del entorno económico-político, la tibieza en la crítica es imperdonable.

      Ya suponía que estaríamos de acuerdo en el fondo, David: ahora me falta que veas la película para constatar que no he exagerado mi disgusto.

      Un abrazo.

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  2. Y donde digo alimentos, di riqueza y bienestar. No querer ver que la situación de unos siempre se "apoya" en la de otros...Lo dejo, que me pongo a soltar exabruptos y no es plan.

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    1. Te entiendo, David, porque tuve que borrar bastante, en esta ocasión...

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  3. ¡Ay ay..mis queridos amigos! Arriesgándome a pasar por frívola e insensible me habéis dado el día... en realidad, no puedo estar más de acuerdo. El tema es serio, el mundo se ha vuelto más loco de lo habitual o no, es tal que así desde..el principio..pero ahora lo sabemos al minuto, al segundo, agrandado, jaleado y expuesto con todo lujo de macabros detalles,según interese (s), muertos de primera y de segunda..ay ay..y yo preparando la maleta..no sé si me dan ganas de quedarme en casa, cual cobarde mujercilla, sintiéndome impotente... me hago un ovillo...

    Besos. Milady :(

    P.d. No he visto la pelicula. Me fio de tí.

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    1. No deshagas la maleta, Milady: no debes cambiar tu vida por esos hechos, porque tú estas muy lejos de quienes sí deben afrontar responsabilidades por ellos. Pero eso ya lo sabías.
      Lo que sí sabes ahora es que esta película, si llegas a verla, te dejará una cierta ira contenida.
      Que tengas buenas vacaciones.
      Besos.

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  4. el gran problema de estas películas, que puede convertirse en su condena o en gran virtud, es que iguasl uno la va a ver un par de horas oun día despùés de la nota añadida...y eso transforma completamente la mirada y la perspectiva...uno ya no ve simplemente un film bélico, es imposible si unas horas antes ha visto el telediario.
    Mostrar la presunta dialéctica de apretar o no el botón y sus implicaciones es un asunto nada facil y que puede llevar a simplificaciones de guión.
    A mi la película me parece que va por ese lado que tu apuntas en la que más que una crítica velada lo que hay es una advertencia...cuidado que tenemos unos juguetes tremendos...
    Supongo que tb te habrá indignado el hecho de que todos los protaganistas, o casi todos, sean mostrados tb como cuasi víctimas de un engranaje militar que les supera...
    Pero oiga una cosa....Helen esta bien hasta recitando coordenadas militares y calculando efectos colaterales...aunque en estos momentos películas como esta se ven superadas por una realidad tremenda.
    Hay cuestiones morales que en fin...que vengo yo a decir que la película tiene ritmo y dosifica bastante bien el suspense...no sirve de nada si has visto las noticias de estos dias. Un abrazo

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    1. Para el caso, Víctor, creo que lo que se nos presenta más que una acción bélica es una ejecución en la que no hay defensa posible por parte del ejecutado.
      Me ha indignado, como adviertes, que el guión trata de presentar la bonhomía de ése grupo dispuesto a matar en la distancia. No hay excusa admisible, tal como lo veo.
      Creo que la Mirren está preparándose una muy suculenta jubilación, porque lleva una racha que ya, ya. Respeto el derecho que tiene a sacar el mejor sueldo posible, pero que no vengan luego con la independencia del artista: se venden al mejor postor y punto. Y para esos papeles no hay que trabajar mucho, desde luego. Allá ellos.
      La película técnicamente es pasable, pero desde luego el final lo tienes pintado desde el primer momento: es como lo del que mira la foto de la novia: todo un clásico de los clichés.
      Un abrazo.

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  5. La verdad es que esta cinta me gustó bastante! Tiene buenas actuaciones y mantiene el suspenso en todo momento!

    Saludos, Jorge!

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  6. La verdad es que esta cinta me gustó bastante! Tiene buenas actuaciones y mantiene el suspenso en todo momento!

    Saludos, Jorge!

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