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dimarts, 24 d’octubre del 2017

Blade Runner 2049




Miauuuu, Marramiauuuuuuuu, Miauuuuuu, Marramaoooooooo

La onomatopeya me viene al pelo para arrancar estas líneas, por dos razones, a saber:

De todos es sabido que según la sabiduría popular, gato escaldado huye del agua fría, pero también se nos advierte que la curiosidad mató al gato y que el hombre es el único animal que tropieza tres veces en la misma piedra. Yo añadiría que en una piedra puede que tres sean las ocasiones en que uno caiga, pero lo que es en el cine, a uno le han atrapado ya incontables veces, incontables por pura vergüenza, porque es que no aprendemos, y lo digo en plural para despistar un poco, aunque posiblemente más de un cinéfilo se adhiera calladamente.

Porque mira que he proclamado reiteradamente que debo desconfiar cuando se produce un estreno múltiple en miles de salas al extremo que incluso al estupendo cine de mi pueblo le dejan participar de la efeméride cuando en otras películas recibe injusto trato. Así que cuando supe que la última película de Denis Villeneuve iba a estrenarse también en "mi cine" el mismo día que en todo el estado, ya debí olerme la tostada, pero cuando prologaron la exhibición un fin de semana más ya no pude resistirme.

Craso error, porque esta secuela de una película que ví en el mismo cine en el lejano 1982, una pieza para algunos clásica y para mí muy sobrevalorada, ¡ay!, no merece en absoluto todo el ruido de mercachifles que se ha montado para conseguir que incluso desconfiados como yo mismo caigamos en la trampa, porque eso es, ni más ni menos, que Blade Runner 2049, esa película que Denis ha dirigido con un presupuesto que quintuplica el modelo a seguir y es una lástima que tan sólo en el apartado presupuestario, pasados ya treinta y cinco años, nada más haya aumentado.

En esta película se hace evidente lo insostenible de algunas manifestaciones vertidas por supuestos críticos cinematográficos que con suma facilidad adjudican grandezas cinematográficas a meros artesanos que un buen día han tenido la fortuna de encargarse de filmar un guión interesante y han sabido aprovechar la oportunidad y no estropearla viendo cómo su prestigio alcanza cotas inmerecidas, porque casi nadie se acuerda del guionista salvo cuando éste dispone de un agente artístico que se gana el sueldo (como el de Joe Eszterhas, un hacha): no es el caso de Hampton Fancher que algún día leyó la novela de Philip K. Dick y decidió sacar provecho del tiempo empleado, creando una historia tan complicada que para el primer director, Ridley Scott, significó la oportunidad de muñirla por lo menos en cuatro versiones y, desde luego, exprimirla hasta la última gota (aquí cabe un interrogante, faltaría más) con la presente secuela, fruto del mismo guionista Fancher con la ayuda de un par de colegas, si acaso, para hacerla más ininteligible, más ilógica, más irreal.

Porque es lo que en catalán llamamos "un orgue de gats" (literalmente un órgano de gatos, significativamente una olla de grillos), una especie de amasijo de ideas que alguien lanzó en una de esas reuniones de cerebros en las que se trata de ir soltando ocurrencias para ver si algo se aprovecha y alguien es capaz de hilvanar el conjunto: una trama que nos devuelve a la misma situación con otros protagonistas, en definitiva el problema sustentado en torno a la existencia de unos replicantes, robots humanizados con características inmejorables y carencias ignotas. Pero así como en la primera película había una imitación de cine negro mezclada con pseudo filosofías existenciales manteniendo una cierta lógica (que desbarró el propio Scott a posteriori) en esta secuela los personajes, sus actos y motivaciones son un galimatías desprovisto de la mínima empatía necesaria para que el respetable sienta el impulso de querer esforzarse para entender un poco la trama, porque tan pronto te informan que el protagonista es un replicante como te dan a entender que quizás no, mareando la perdiz al punto que ya tanto te da una cosa como la otra y para rematar se sacan de la manga un viaje a Las Vegas donde, mira tú, hay un sólo habitante, con nada de agua pero millones de litros de güisqui, que chiste, es que me parto de la risa, tío, que bueno... y encima con hologramas de Elvis Presley en un escenario, total, tio, qué película más mala, por favor....

¿Es que nadie se acuerda de cuando la guapa y atlética Pris agarra con su mano desnuda un huevo que está en proceso de ebullición? Si eso era un replicante de 2019, imagínate lo que sería un replicante de 2049:¿o es que la tecnología no avanzó nada en treinta años? Lo malo de la ciencia ficción es que, además de ficción, debe tener ciencia y la ciencia tiene unos requisitos que ni el amigo Fancher ni por descontado el pobre Villeneuve parecen disponer a su alcance y dejémoslo ahí, por no descubrir aspectos de la trama, aunque bien se lo merecerían, tan inane es.

Si digo que en el apartado de la interpretación lo más notable es la intervención de la guapa Ana de Armas no hace falta insistir, pues pocas palabras bastan: dudo mucho que haya causado la honda impresión que causó en su día el personaje de Rachael (la pobre Sean Young jamás se repuso a ella) y desde luego el impávido Ryan Gosling (y mira que lo tenía fácil) tampoco cubre el mínimo fijado por el también impávido -pero menos, más mirón- Harrison Ford, por no hablar, claro, del cupo de reparto de secundarios, donde la primera le da sopas con honda a esta secuela que, avisada, hubiese podido ser más cuidadosa en ése aspecto. Y en otros, también.

En lo que descuella la película es en el apartado sonoro, muy bien resuelto, con una calidad que sitúa sin estridencias al público en la escena, a pesar de la paupérrima banda sonora compuesta por Hans Zimmer y Benjamin Wallfisch, que por momentos "homenajea" la que en su día compuso Vangelis, una pesadez lánguida que obtuvo reconocimiento a posteriori gracias, principalmente, al Lp (un momento, que lo miro) que editó la Warner con la adaptación musical producida por Jack Elliot, ocho temas en total, de los que alguno fue reconducido a sintonía de programa de radio y televisión que llegó a calar, de ahí la fama.

En el apartado visual ha resultado decepcionante: mucho croma barato, ninguna novedad; los que vimos la primera, por lo menos, pudimos en los primeros minutos extasiarnos con unas imágenes extraordinarias, faraónicas, (y ya habíamos visto incluso Odisea...) antes de empezar a sentirnos abrumados por un barroquismo excesivo a todas luces: han pasado treinta y cinco años, amigos, y el cine de este siglo no avanza ni siquiera en el apartado técnico y yo entonces tenía un ordenador con 16 megas de memoria ¡un lujo! y ahora mi telefonino lleva 32 gigas de almacén, pero las películas siguen con una estética y unos trucos casi iguales. Menos lobos, caperucita. Claro que hay espectadores sin antecedentes capaces de asombrarse, pero eso no es mérito de la película, imagino.

En definitiva, una muesca más en el pistolón de los mercachifles que de nuevo han logrado que pasemos por caja para endilgarnos el multiestreno de una pieza que no pasará a la historia y que en su próximo pase televisivo ya no dispondrá de las pocas lisonjas de esta temporada porque el boca oído habrá servido de aviso para navegantes.


Tráiler oficial:




p.d.: ¿Porqué Gaff, de repente, deja de lado su característica forma de hablar multilingüe? ¿Porqué Wallace (mira que mal escrito está el personaje) se queda toda la película con el adminículo que le instala su asistenta/secretaria/pellejuda tras la oreja izquierda, cuando al parecer hay todo un juego, a todo color, para elegir en cada ocasión? Vale, dejémoslo....



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