Carregant el Bloc...

diumenge, 30 de novembre del 2014

Ñoña




Más allá del habitual pánico ante la hoja en blanco que se incrementa con la ausencia o pérdida de costumbre de enfrentarse al vacío, admito que casi un cuarto de hora me ha llevado decidir el título de este comentario: lo que siga, me ha llevado semanas, así que pueden imaginarse fácilmente la mezcolanza de ideas y la indecisión que tal abundancia de sentimientos produce.

Porque llevamos una temporada huérfana de buenos platos que llevarnos a la vista y al oído como pórticos del camino a la neurona cinéfila y la cinefagia de algunos elementos como el que suscribe no se está saciando precisamente con los arreglos del año que vamos finiquitando poco a poco con tanta o más tristeza que el anterior, aclamado como aciago.

Uno, que inició este bloc de notas con el relato de los pareceres provocados por el díptico pacifista de Clint Eastwood, por un momento, antes del verano, pensó que el viejo Clint iba a proporcionar algo de alegría al panorama.

Pensamientos optimistas que empezaron a decaer cuando la poderosa maquinaria mercadotécnica inició su campaña y llegaron sin necesidad de buscarlas noticias animando al personal e informando -con no mucha imparcialidad- de la trama, su base y su origen.

Me estoy refiriendo, por supuesto, a la última película de Clint Eastwood, titulada Jersey Boys que se apoya en la música y libreto de una comedia musical de igual título, según dicen triunfadora en Broadway (cuatro premios Tony) aunque no tanto en el Soho londinés, lo que no deja de ser un indicador bastante interesante porque no olvidemos que el precio del espectáculo en vivo es por supuesto muy superior al enlatado, que permite adoptar más riesgos.

Sabiendo que la trama gira alrededor del nacimiento y desarrollo de un grupo musical estadounidense denominado The Four Seasons que sonó principalmente en la década de los sesenta del pasado siglo la chamusquina, el olor a quemado, acudió a mi nariz cinéfila que, además, tiende a desconfiar de los llamados "biopics" tanto como del tomate encerado brillante por fuera y seco por dentro.

Ese grupo, The Four Seasons, liderado por el falsete de Frank Valli, nunca me gustó: ése es un mal principio y a fuer de sincero debo dejarlo claro porque es posible que exista algún prejuicio que perjudique la visión del trabajo de Eastwood. Por decirlo de alguna forma explicable, considero que la forma de cantar y actuar en el escenario de esos chicos era ya, en su época, desfasada. Y no tengo dificultad alguna para demostrarlo, pues gracias a internet no es necesario ser un viejo rockero para darse cuenta que el falsete y los pasitos acompasados de Valli y compañía, a primeros de los sesenta, eran un paso atrás en la libertad escénica que a mediados de los cincuenta había representado Elvis ("The Pelvis") Presley a quien puedo citar como exponente del "rock blanco" más fácilmente admitido por el sistema, porque si me valgo de Jerry Lee Lewis seguro que alguno me tilda de abusón: pero es lo que hay. De Chuck ni hablar, claro. Ni de nadie del Soul.

Claro que, como en todo, los gustos son variados y el rock no lo es todo: por estos lares triunfaba en la misma época el Dúo Dinámico (acabo de enterarme que pretendían llamarse "The Dinamic Boys" : mira tú qué cosas) que, sin ser tampoco de mi gusto, creo que cantaban -y siguen- mejor: quizás algún día alguien (¿Seguro, Segura?)les hará un musical y un biopic al uso.

No obstante y al margen de los gustos la cuestión sigue siendo si relatar los avatares de un grupo que triunfó específicamente en un sector de la sociedad estadounidense puede ser de interés para una amplia mayoría de espectadores y desde luego en el ámbito de la cinematografía la respuesta, como siempre, será: depende.

No podemos atenernos únicamente a los gustos musicales ya que, por ejemplo, el jazz sin duda ayuda a degustar la película Bird del propio Eastwood, como ya vimos hace tiempo, pero no consigue salvar de la mediocridad la intentona de Round Midnight perpetrada por Bernard Tavernier con la inestimable ayuda del gran Dexter Gordon.

El guión cuenta y mucho, como todos sabemos. Y los modos.

Y ahí, entrando al fin en materia, el amigo Clint Eastwood de nuevo falla estrepitosamente:

Parece ser que nos hallamos ante una película de encargo: el propio Eastwood -a posteriori, hay que advertirlo- asegura que fué solicitado para llevar a la pantalla el exitazo de Broadway, como si en la historia de Hollywood sean multitud quienes se hayan negado en redondo a tal bicoca: el viejo director tuvo muchas oportunidades para asistir a las representaciones teatrales y hacerse cabal idea de la empresa antes de aceptarla y disponer todo a su gusto, con lo cual no hay porqué aplicar excusa alguna.

El guión, más perpetrado que pergeñado por los mismos autores del libreto del musical escénico, adolece en primer término de su origen teatral: es pobre de diálogos, carente de ideas e interés y rezuma por todos los lados la apariencia de mero itinerario para presentar uno tras otro números musicales que ya resultan por sí mismos rancios. Que haya para el teatro quien le parezca estupendo asistir a un revival de lo que escuchaban con fruición sus conservadores padres no significa que el conjunto vaya a funcionar en una pantalla de cine a menos que se trate de lo mismo.

La inclusión de un tipo mafioso (recogiendo castañas para el invierno que se avecina frío [hoy, cuando escribo esto, ha nevado en el Sur de California] el bueno de Christopher Walken) no aporta nada de interés melodramático y no hay elementos suficientes para que ninguno de los cuatro tipos que deciden ponerse a lanzar gorgoritos en público merezca siquiera un poquito de simpatía, con lo cual de empatía ni hablamos, oiga. Si la música es la que es y los tipos son intrascendentes, no queda nada.

Ciertamente Eastwood, perro viejo, repite la jugada que ya mostró en El Intercambio cuidando al máximo la ambientación, vestuario, decorado y sonido, aspectos formales que otorgan credibilidad al entorno pero no sirven para reforzar la historia.

Resulta lamentable recordar que se trata del mismo director y actor que hemos visto y disfrutado en películas con guiones férreos como Mystic River y Million Dollar Baby: para quien desee debatir, tengo una pregunta:¿cómo se llaman las tres hijas de Frankie Valli?. Porque vemos tres, pero únicamente se menta a una, Francine, que acaba muriendo, sin que se nos relate ni media circunstancia de tan doloroso trance.

Dicen que la brevedad es una virtud, pero ver a Frankie llegar a casa, discutir con su esposa y al día siguiente sin más, abandonar la familia, resulta excesivo. Sobre todo tratándose del presentado casi que como protagonista: de los otros sabemos mucho menos. ¿Cómo vamos a sentir interés por cuatro tipos de los que no nos informan de nada?

El conjunto, filmado correctamente sin que aparentemente el director tenga nada más a decir aparte de lo que ofrece el guión literario, o sea, que el guión cinematográfico, de haberlo, es meramente funcional, deja en el espectador una sensación de futilidad, de tiempo perdido una vez más dedicado a atender una pieza que no merece recuerdo; posiblemente interesante para los degustadores de las formas musicales de The Four Seasons y del falsete impostado de Frankie Valli: haberlos haylos, no hay duda, no en vano grupos posteriores como Beach Boys y los Bee Gees se ganaron muy bien la vida con semejantes modos: igual para el año que viene -o el otro, no hay prisa- Eastwood nos hace un biopic de los hermanos Gibb.

Eastwood en algunas de sus películas anteriores demuestra ciertas sensibilidades que quizás en realidad le sean lejanas, fruto no tanto de la casualidad como de la confección de guiones escritos por autores con algo que decir: en esta mala pieza y sin necesidad de escarbar mucho se observa un desprecio dirigido a dos grandes colectivos de la sociedad: las mujeres son tratadas con malos modos como meros objetos de placer, haciéndolas callar y apartarse al instante como si fuesen esclavas dando la sensación que en el mundo musical de los sesenta las féminas estuviesen instaladas únicamente como prostitutas y para rematar la excelsa visión de la época, no aparece ni un solo negro en los ambientes musicales (no empiezo a poner nombres porque la lista sería interminable) ni siquiera como músicos acompañantes: Eastwood no puede estar más lejos de la realidad y lo peor es que él, lo sabe.

En definitiva, una película que aparte de insertarse en el grupo de productos fruto de la mercadotecnia yanqui que nos trata a todos como meros consumidores de sus más rancios productos, alcanza la especial categoría de ñoña porque encima de que no cuenta nada interesante ofrece una visión de la vida machista, racista y anticuada... ¿o no tanto? (A ver si va a resultar que, otra vez según alguno, no me he percatado de la fina ironía del gran Eastwood que así pone de relevancia los defectos que observa en su propia sociedad. Para mí, mejor que ya lo deje estar.)


Postdata:

De hecho, se trata de lo que ahora ha venido en llamarse como "precuela" jajaja....
Tengo desde el 4 de septiembre pasado un borrador que al final decidí no publicar y dice así:

Can't Take My Eyes Off You


Viendo el título, seguro que habrás recordado algo en concreto.

A mí la idea de este recopilatorio me la ha dado la mercadotecnia en torno a la última de Eastwood, que habrá que ver en qué queda: es difícil sacar oro de la tierra....

Pero yo te pregunto: ¿esa canción, quien te la ha cantado mejor?

¿Cuántas versiones conoces?

¿Te atreverías a escuchar alguna de las que te propongo?

Vigila, porque algunas parecen ideadas para.....


Las Seventies

Heath Ledger

Frankie Valli and The 4 Seasons

Andy Williams & Denise Van Outen

Boys Town Gang

Misia

Gloria Gaynor

Jersey Boys Soundtrack






Leer más...
Print Friendly and PDF
Aunque el artículo sea antiguo, puedes dejar tu opinión: se reciben y se leen todas.