Remanentes
La última película de Alexander Payne, basada en un guión de David Hemingson, puede parecer a simple vista un producto navideño simplemente porque la trama se desarrolla durante las navidades de 1970 y el año nuevo 1971, pero lo cierto es que una vez más las apariencias engañan y lejos de ser The Holdovers (Los que se quedan) un producto típico y tópico el espectador atento descubrirá que hay detalles que transportan las realidades de los personajes mucho más allá del presente un tanto deprimente que se nos muestra en pantalla.
La trama nos relata cómo llegan a quedar durante las vacaciones navideñas un profesor de historia antigua, un estudiante problemático y la cocinera al cargo de un colegio privado de Massachusetts, los tres en compañía y soledad por distintos motivos que se irán desgranando de forma lenta pero firme mientras Payne sigue el férreo guión que alterna momentos con una dosificación ejemplar conformando un melodrama en el que serán constantes los apuntes a las diferencias entre clases sociales.
La idiosincrasia de los alumnos de ése internado la deja muy clara Payne en los primeros minutos de la película (dotada de un generoso metraje de dos horas y cuarto que no resulta excesivo) por su comportamiento inter pares y con el profesorado y los empleados del centro educativo y rápidamente se incide en la cualidad de abandono de los cinco alumnos que no tienen dónde ir en las vacaciones navideñas, siendo los casos más sangrantes el de uno que ha sido obligado a quedarse castigado por no querer cortarse el pelo (las melenas en 1970 y más en el estado de Massachusets, cuna del pijerío estadounidense, eran signo de rebeldía) y otro, Angus, porque su madre se va de viaje con su segundo marido.
A pocos días de iniciarse esas vacaciones carcelarias para los alumnos, el padre del "melenas" aparece con su helicóptero privado y se lleva a todo el grupo a esquiar, excepto a Angus (Dominic Sessa) , porque su madre no responde a las llamadas telefónicas que intenta Paul (Paul Giamatti), el profesor que ha quedado al cargo de toda la escuela junto con Mary (Da'Vine Joy Randolph), la jefa de cocina.
A Paul le encomiendan la tarea porque un colega ha mentido acerca de la salud de su madre, aunque Paul tampoco tenía planes de alejarse del colegio que es su lugar de trabajo y domicilio de casi toda su vida; Mary no está de humor porque su hijo veinteañero ha fallecido en Vietnam, a donde fue obligado a ir porque pese a haber obtenido excelentes notas en el mismo colegio, al no disponer de dinero para pagarse la universidad, no tuvo excusa para evadirse de una guerra a la que pocos fueron de buen grado; Angus se queda solo en compañía de dos adultos extraños porque, pese a ser hijo único, su madre prefiere tener contento a su nuevo marido.
Esta sinopsis se queda corta voluntariamente porque al espectador que pueda tener interés en ver esta película no hay que contarle nada más pero tampoco nada menos, pues de la misma forma que los carteles son abominables, está claro que se han gastado poco dinero en la promoción de la película y se mantiene la idea ya apuntada de tratarse de una típica y tópica comedia melodramática para esta época del año y no hay que perderse la oportunidad de verla, por varios motivos, a saber:
A) El guión de Hemingson, sin ofrecer grandes diálogos, construye muy bien todos los personajes y muy especialmente el terceto protagonista con un trabajo detallado en la historia íntima de Paul y Angus, cada uno con un bagaje que provocará una cercanía muy interesante en el espectador al que va proporcionando datos sin repeticiones ni énfasis innecesarios mientras se mantiene una cierta crítica contra las diferencias entre clases sociales.
B) El trabajo que realiza Payne como director es notable: mueve la cámara con mucha elegancia y la emplaza tan cerca o tan lejos como la situación requiere sin alardes pero con firmeza en un relato visual que nos mete de lleno en una época y ambiente de hace medio siglo sin recrearse y obteniendo una normalidad, una veracidad huérfana de aspiraciones documentalistas, mientras cuida el detalle visual que refuerza y enfatiza un momento y mantiene un ritmo tranquilo pero constante con algún momento breve de humor que aligera la creciente tensión dramática.
C) Las magníficas interpretaciones de los tres citados que aprovechan todas las oportunidades que les ofrece Payne para sacar de sus entrañas unos sentimientos complejos y además lo hacen al ritmo ordenado por el guión y lo hacen tan bien que no sería extraño saber que Payne hubiese decidido ejecutar el rodaje en el tiempo cronológico prescrito por el guión, porque la evolución de los tres personajes es admirable.
D) La labor que, aparte de la caligrafía visual y las interpretaciones, realiza Payne sirviéndose de unos colaboradores muy eficaces en la fotografía y el montaje y sobre todo, la elección de una banda sonora perfecta que se adecúa a diferentes pasajes como si fuera una voz en off.
En definitiva imperdible: una película que da mucho más de lo que uno pueda pensar a priori; recomendadísimo, naturalmente, procurar verla en v.o.s.e. porque las actuaciones lo merecen.
p.s.: sigo sin poder comentar en mi propio blog, pero leo todos los comentarios.
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