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divendres, 26 de febrer del 2010

Examen de Cinefilia (parte XXVIII)



Siendo como es hoy el último día hábil de este agitado mes de febrero, pletórico de lluvias, tormentas y carnavales, ha llegado también el momento de comprobar que los amabilímos lectores de este bloc de notas son cinéfilos de primera categoría.

Nunca lo dudaría, pero me quedo en el interrogante de saber si, además de su cinefilia avanzada, también disponen de otra virtud, necesaria para poder averiguar la cuestión que hoy será el mcguffin de este entretenimiento que un día inicié por no saber de qué escribir y ha acabado por "obligarme" a pensar como puedo atormentar, digo, motivar, las neuronas de todos.

Hoy, aprovechando que es viernes, propongo un interrogante facilito aunque quizá más laborioso: se trata de averiguar el título de una película.



Para ello, aprovechando de nuevo los gadgets multimedia, se ofrecen cuatro pistas: cuatro melodías que, bien escuchadas y conocidas, darán con la solución.

Y de paso, proporcionará unos minutos musicales que espero agraden:

El reproductor, una vez iniciado (hay que darle unos segundos para que se cargue), hará sonar -enteras- cuatro melodías; pulsando las flechas de la derecha, se puede avanzar o retroceder.

Reconocidas que sean, seguro que un vistazo a los datos que ofrece la red aportará datos suficientes para desvelar la incógnita.

¿Vamos a ello?




Hoy, evidentemente, sí se puede consultar a IMDb y a la Wikipedia

Suerte....


Supercinexin ha sabido reconocer, en su primera incursión en esta serie de entretenimientos-acertijos-exámenes de cinefilia, las melodías que permitían averiguar el interrogante propuesto: ¡Enhorabuena!

En los comentarios hallará quien llegue ahora, la solución.



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dimecres, 24 de febrer del 2010

ESD 20 Hell in The Pacific



El británico John Boorman es un director que concita adhesiones y críticas a un tiempo, pero no puede negarse que conoce el oficio.

Hace ya bastante tiempo, en 1968, se atrevió a rodar una película con dos únicos personajes: dos soldados, uno japonés y otro estadounidense, manteniendo los diálogos en sus propias lenguas, dando como resultado una extraña película, comentada aquí hace un par de años.

Evidentemente, gran parte de la película podría ofrecerse en esta mini sección tan difícil de contentar; me ha parecido que la escena que sigue es ilustrativa del modo en que Boorman resuelve la narración:






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dilluns, 22 de febrer del 2010

Madres




Madre, dice la voz popular, no hay más que una.

Madre, dice John Sayles con su voz queda y grave, hay más de una.

Madre es la joven habitante de un pueblo que lucha para salir de la pobreza y que un buen día, embarazada, se deja seducir por las razones esgrimidas por unas caritativas monjas que la convencen para que renuncie al fruto de sus entrañas y entregue su hijita en adopción a una "madre del Norte".

Madre es la joven casada que, estéril, busca realizar su vida adoptando como madre una criatura ajena a su sangre, fijando su felicidad en la compañía de ese diminuto ser al que desea de todo corazón entregarse mientras se desarrolla y crece.

Madres ambas que John Sayles filma en su acostumbrado tono semi documental y que podemos ver en la siguiente arrebatadora escena:



Madre es también la jovencita enamorada de un galán de playa que, perteneciente a la clase alta de su sociedad, será impulsada por su propia madre a dar en adopción el fruto de una aventura sexual impru
dente, quitándose de en medio un problema inadecuado y evitando caer en el pecado del aborto: irá de vacaciones unos meses con su tía de Miami y volverá madre y virgen.

Madre es la dueña del hotel que alberga durante innecesarios meses a las aspirantes a madre mientras su hijo se proclama revolucionario entre siesta y siesta cuando deglute burritos y cervezas con sus amigotes vagos como él mismo: su madre y su tío, Abogado procurador de adopciones, ya cuidan el negocio montado para sacar unos dólares en un comercio poco ético que se vale de la necesidad de dos madres: la biológica y la que pretende adoptar: la primera pobre de necesidad y la segunda con el bolsillo suficiente para abonar los excesivos gastos.

Madre tuvieron los pillastres que, abandonados por todos, callejean huérfanos de cariño, educación y futuro: sus noches al raso con el hambre disimulado husmeando más que esnifando aerosoles de pinturas y esprays de productos tóxicos se alternan con los cobijos hurtados en cajas de cartón a un borracho pedigüeño que es la sombra de su futuro que al amanecer les espanta y pone en fuga alborotada para seguir la jornada mendicando una moneda abalanzándose sobre los vehículos con cristales sucios del polvo del camino. Son chiquillos sin madre: ni biológica ni adoptante: nadie les quiere.

Madre esforzada y laboriosa, trabajadora y ahorradora, tuvo el que alcanzó a completar unos estudios medios que le sirvieron para independizarse y trabajar por cuenta propia y ahora, con la crisis del país, se ha
visto reducido a la nada: cifra su esperanza como muchos en un boleto de la lotería que nunca toca a nadie y acaba por ofrecerse, espontáneo guía, a esas futuras madres del norte que pasan el tiempo en las ruinas del castillo local: sueña con largarse a Filadelfia, cuna de la democracia y libertad, dice, pero aunque las fotos del fotomatón han salido bien, sus ahorros no alcanzan a comprar un pasaporte falso que le permita ser adoptado, a su edad, por el país del norte: su viaje al paraíso soñado se rompe entre sus manos como el boleto no premiado de la loto nacional televisada.

John Sayles, de nuevo e
n su triple condición de guionista, director y montador, coloca bajo el microscopio de su ojo clínico el problema de todas esas madres: su película Casa de los Babys, rodada en 2003, marca un nuevo hito en la carrera de ese cineasta independiente que entiende el cine como un medio de expresión aséptico al formular una serie de preguntas pero sin responder ni una sola: nos deja a nosotros, espectadores, la carga de hallarla. Ello podría ser entendido como falta de valor en el cineasta pero también como cumplimiento de una función mucho más humilde y poderosa: propone, muestra, exhibe una problemática y alardeando de la humildad del sabio, procura que entre todos quienes le atienden hallen la solución: quizás en sí mismos, quizás en sus aledaños.

Es un grito, un clamor en el desierto de ideas que impera en la cinematografía actual: el poder del cine como medio de expresión multitudinario halla en la voz de John Sayles, vertida en un guión excelente, el eco suficiente para despertar conciencias. Un cine social no exento de interés, porque los modos de Sayles apartándose con su cámara lo justo y necesario, nos convierte en mirones de una realidad que no suele plantearse en la sala oscura del cine. Se vale de un lenguaje cinematográfico sin alharacas ni aventuras creativas, a medio camino del documental, pero contando con un elenco de actrices que, sin ser grandes figuras, aportan su buen oficio y confieren credibilidad a los distintos personajes:

Madres de toda clase, con personalidades ambiguas y distintas, complejas; reales; esas madres del norte que viven meses y meses en ese hotelucho que da título a la película son aspirantes a un premio y no dudan en disfrazar sus defectos quizás por temor a perder su oportunidad, quizás por no desmoronarse antes de conseguir cumplido su deseo; son personas normales, con virtudes y defectos: ni heroínas ni criminales: sólo mujeres con un deseo: ser madres: del hijo de otra que no ha podido ser madre: por diferentes circunstancias ajenas a su voluntad.

John Sayles no toma partido: muestra más que dos culturas distintas dos mundos diferentes: ricas y pobres, madres al fin y al cabo, llenan la pantalla y formulan una dicotomía salvaje de este mundo injusto para unas y otras: querer no siempre es poder y el fiel de la balanza se inclina con unas monedas pesadas que para unas subsanan una deficiencia y para otras puede significar un futuro mejor para su sangre, no exento de sufrimiento propio y angustia vital. Sayles plantea y muestra el problema pero nos deja a nosotros, espectadores, en la situación de meditar y razonar: nos incomoda, porque tampoco hallaremos solución al dilema planteado: nos hace pensar y ya es mucho.

Y lo hace a su modo y manera, respetando absolutamente todo lo que rueda, al extremo de construir su película con un bilingüismo natural, sin doblar al inglés a todos los personajes que nativamente hablan español, como casi siempre hace, alejándose de condicionantes mercantilistas: obligado pues verla en versión original subtitulada, imperdible muestra de un cine que escapa de la normalidad y configura la obra de un verdadero autor que se vale del cine para inquietarnos, emocionarnos y hacernos pensar y debatir.


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divendres, 19 de febrer del 2010

Cena para una nonagenaria




Gracias a un mensaje de un amigo en una lista de correo, he tomado conocimiento de una pieza que, al parecer, forma parte de la historia de la televisión europea.

He traducido libremente el título como Cena para una nonagenaria aunque ahí va el original en alemán Der 90. Geburtstag oder Dinner for One que supongo será más descriptivo para quien lo entienda.

El sketch según parece (traduzco directamente de IMDB, cuya consulta recomiendo) proviene de las tablas escénicas británicas, donde, el protagonista, Freddie Frinton era sobradamente conocido a mediados del siglo pasado y lo representó con mucho éxito durante bastante tiempo, al extremo de llamar la atención de unos productores de la televisión germana.

Freddie Frinton fue un actor británico experto en las tablas escénicas vodevilescas y especializado, por así decirlo, en personajes con un cierto punto de embriaguez, y se mantuvo en sus trece negándose a representar la pieza corta en alemán, con lo cual se rodó en Hamburgo en julio de 1963, con público, pero pronunciándose los diálogos en inglés.

Pertenece a la televisión de la que entonces era la Alemania Occidental y se estrenó el día 31 de diciembre de 1963, es decir, con todos los honores de la usual programación festiva del cambio de año. Y desde entonces, se ha programado en multitud de ocasiones, siempre en inglés, al punto de haber obtenido inscripción como récord Guinness ya que al parecer es el programa televisivo emitido en más ocasiones.

La televisión alemana lo remasterizó y coloreó hace unos años y los fans, al verlo, montaron una escandalera reclamando la versión original que, dicen, es un clásico en las fiestas de fin de año en varios países europeos.

Curiosamente, no consta, según dicen, ninguna emisión en la Gran Bretaña, de donde partió en un viaje que, de momento, tiene una parada en este bloc de notas.

Véanlo, si les place: un sketch que ya forma parte de la antología de la televisión por derecho propio:




Dedicado a Benito, con gratitud por el descubrimiento.



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dimecres, 17 de febrer del 2010

MM 34 PICNIC






Esta breve escena de Picnic, dirigida hace más de cincuenta años por Joshua Logan levantó no pocas pasiones en el público de la época, según me contaron mis mayores, suscitando suspiros generalizados en el patio de butacas: ellas, con los ojos en chiribitas por el guapo Holden y ellos con los ojos como platos con la Novak.

Aprovechen y véanla una y otra vez, porque los señores de youtube la han borrado ya tres veces desde que la archivé preparando esta entrada, creo que merecida, para un momento musical inolvidable para cualquier amante del cine.





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dilluns, 15 de febrer del 2010

Voz de cazalla




Estoy escribiendo en la tarde del domingo 14 de febrero de 2010, poco antes que empiece el festival destinado a señalar quienes han sido los ganadores de los distintos premios Goya que otorga anualmente la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España que ha convocado a sus miembras y miembros a una gala en la que se repartirán parabienes y lisonjas que supondrán alimento espiritual y empujón económico para algunos y decepción para muchos otros.

En esta ocasión, dos son las películas que acaparan mayor número de nominaciones: una es Ágora, que ya comenté aquí, con trece nominaciones, y la otra es Celda 211, que cuenta con dieciseis nominaciones. O sea, que entre ambas se reparten el pastel y la sorpresa saltaría si quedaran huérfanas de premios o saldaran la velada con tan sólo tres o cuatro por cabeza.

Dejando de lado cuestiones debatidas en otros foros como que se nomine a Soledad Villamil como mejor actriz revelación, cuando lleva casi veinte años trabajando, quiero detenerme a comentar esa película de Daniel Monzón que habiéndose iniciado en el mundo del cine como crítico un buen día pasó al otro lado y emprendió la aventura de someter sus ideas y su obra a la opinión pública.


Monzón adapta una exitosa novela de Francisco Pérez Gandul contando con la colaboración de Jorge Guerricaechevarría para escribir un guión basado en una historia de ambiente carcelario poco frecuente en la cinematografía española.

La película, titulada Celda 211, ha obtenido un gran éxito a nivel nacional, recaudando en taquilla cifras inesperadas: todo el mundo comenta que es una película española que no parece española; y lo dice, quien así se expresa, a modo de elogio, como si en la cinematografía española no hubiera -que las hay, y aquí ha quedado ya patente- grandes películas.

Me parece, honradamente, que no hay para tanto: aun a riesgo de parecer anti patriota, creo que Celda 211 es un producto aceptable pero tampoco hay para tanto: una película que se sigue con cierto interés, dotada de una buena ambientación; filmada con bastante acierto por Monzón, pero sin grandes alardes ni hallazgos, con una caligrafía cinematográfica aceptable que resulta una extraña mezcla de documental y drama carcelario, quedando por debajo de las posibilidades de una historia que se
guramente alberga en su seno más fuerza de la que se desprende de la pantalla.

Monzón carece del nervio necesario para apasionar, inquietar, al espectador; en su guión hay más de un fallo que atenta contra toda lógica y produce extrañeza incluso viendo la película, más aun cuando uno, recordándola con calma, se detiene en una serie de detalles que, fríamente, parecen inverosímiles, pequeñas trampas, trompicones, en el desarrollo y avance de la trama: la presentación del inicio no está bien resuelta, quedando confusa e increíble, pero el toque surrealista aparece en la escena clave en la que la esposa de Juan, embarazada de muchos meses, se arriesga en medio de un tumulto: me resulta increíble que una mujer embarazada arriesgue su físico y el de la criatura que alberga en su seno contraviniendo el espíritu de conservación que todos llevamos inmerso en los genes, en un acto que, además, nada tiene de heroico, detonante de la parte final que, así, queda coja de antemano.

Dos son los personajes que concitan el máximo interés en la historia, servido uno de ellos por Luis Tosar como Malamadre y el otro por el casi desconocido Alberto Ammann como Juan.

Tosar ha sido nominado como mejor actor por su actuación, muy celebrada por casi todo el mundo, y me siento como un bicho raro porque su trabajo no me parece notable en absoluto: basa su composición en una apariencia musculosa y amenazante y se esfuerza durante todo el metraje en hablar con lo que vulgarmente conocemos como “voz de cazalla”, forzando sus cuerdas vocales pero olvidando que, además, conviene declamar, es decir, musicalizar las frases, los diálogos de su personaje. Seguramente dentro de unas horas, ayer para quien esto lea, Tosar habrá conseguido el Goya al mejor actor español de la temporada de 2009. Ello tan sólo significa, para mí, que los demás lo habrán hecho incluso peor.

El tono general del elenco está por debajo del propio Tosar demostrando una vez más que los intérpretes españoles de la actualidad se hallan muy por debajo de sus predecesores del pasado siglo, ofreciendo un panorama nada halagüeño: en algunas ocasiones, escuchando los doblajes de películas extranjeras, se oyen interpretaciones vocales superiores; es sorprendente y lamentable a un tiempo.

Puede que me caigan palos por doquier y me tilden, como he dicho, de anti patriota; nada más lejos de mi intención; muy al contrario, me parece poco amante del cine español quien se contenta con premios inmerecidos rebajando las expectativas a que todo cinéfilo tiene derecho; está claro que si rebajamos el nivel y nos auto premiamos para satisfacer nuestro ego nunca alcanzaremos la gloria de la perpetuidad en la memoria colectiva: una película, una actuación, para ser buena, debe serlo en todas partes: el cine no es un arte local: es un medio de expresión que debe emocionar a cualquiera con independencia de su nacionalidad, género, edad y cultura, entendida ésta como el bagaje formado a base de estar muchas horas frente a la pantalla viendo cine: del bueno: del que traspasa fronteras físicas y temporales.

Celda 211 puede haber sido la mejor película española de 2009; pero sin duda, nunca formará parte de esa lista que todo cinéfilo lleva en su mente cuando, jugando, te preguntan qué diez películas (españolas) te llevarías a una isla desierta.



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divendres, 12 de febrer del 2010

El Barbero de Sevilla (animado)



Acabaremos la semana que empezamos con una llamada a la popularización de la ópera realizada en la ciudad de València, con un producto perteneciente a la televisión británica -que sigue dando lecciones- con el clarísimo fin de concitar entre los más pequeños la afición al bello arte más completo: teatro y música de altísima calidad se unen para extasiarnos en la ópera.

En esta ocasión, la BBC, dentro de su programación Operavox, presentó un cortometraje realizado por la moscovita Nataliya Dabizha que se basó en la eterna ópera El Barbero de Sevilla, estrenada el 20 de febrero de 1816.

La versión de Dabizha, modificada en gran parte, se basa libérimamente en el original: corta trozos de la música y traduce el libreto al inglés, con el evidente fin de obtener la adhesión anímica del espectador más joven e incluso del neófito en las lides operísticas.

Creo que es una muy buena idea que nuestra flamante TVE sin anuncios debería copiar directamente, contando, claro está, con un departamento de animación tan bueno como el que puede verse en estas tres partes que quedan a disposición del amable lector:

Parte 1


Parte 2


Parte 3


Para el melómano que sienta, visto el cortometraje, necesidad de conocer la versión original, puedo aconsejarle sin temor a equivocarme la que para mí sigue siendo la mejor interpretación de la ópera rossiniana, de la mano de Claudio Abbado, a quien podemos ver dirigiendo el preludio, para abrir boca...




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dimecres, 10 de febrer del 2010

El discutible encanto de la cocina francesa




Nuestro país vecino, Francia, se ha destacado en opinión de quien firma por un manejo inigualable de la mercadotecnia: vende como nadie sus productos: sus vinos, sus quesos y su cocina; y su torre Eiffel, claro.

Tengo para mí que algo tendrá que ver en la producción y exasperante publicidad que ha rodeado una peliculita que gira constantemente alrededor del mito de la famosa "cuisinne" como si en España no tuviéramos -que los tenemos- los mejores cocineros del mundo que, claro, aprovechan los mejores vinos y quesos del orbe entero. Cuestión de gustos, como siempre.

Pero la ñoña Nora Ephron, que se atrevió nada más y nada menos que a plagiar clásicos del cine inmarcesible para cimentar una fama desmedida a todas luces, se apuntó al carro acelerado por periodistas imberbes y ahítos de perritos calientes que descubrieron gracias a una bloguera copiona de ideas que, al parecer, en Francia la cocina era excelente.

La bloguera en cuestión, una tal Julie Powell, se dedicó, para salir de las penas que le daba su laburo como telefonista oyente -que no escuchante- de las víctimas del 11-S, a pergeñar -es un decir- un blog en e
l que narraba las vivencias de una aficionada a la cocina siguiendo las instrucciones de una americana desplazada en la Francia de hace medio siglo, que, a su vez, aburrida, se dedicó a recolectar recetas y presentarlas al pueblo estadounidense, tan carente de cultura culinaria, obteniendo remarcable éxito hasta convertirse en una celebridad televisiva, una especie de Arguiñano femenino que respondía al nombre de Julia Child

El éxito de Julie fue tal que incluso se publicó un libro con su hazaña de recrear todo un clásico estadounidense de la cocina francesa y de ahí a que la señora Ephron decidiera que justamente ella era la
indicada para escribir un guión cinematográfico, solo hay un paso: la ignorancia es muy atrevida. Una ignorancia que no es total y absoluta, ya que el invento, titulado como no puede ser de otra forma Julie & Julia, consiguió recabar el auxilio y participación de ilustres nombres en lo que hace a intérpretes.

Nada más y nada menos que Meryl Streep y Amy Adams que acababan, como quien dice, de triunfar con La Duda, acompañadas por el siempre eficacísimo Stanley Tucci (al que habremos que dedicar una mención aparte algún día) como sufrido y enamorado esposo.

La película, orquestada por Nora Ephron mediante un montaje en paralelo que representa dos épocas muy distintas, no pasa de ser una comedia endeble en el planteamiento y brillante en su ejecución por los intérpretes que consiguen ejecutar su trabajo sin despeinarse lo más mínimo -sobre todo Tucci- ya que no hay en todo el guión ni una sola escena -ni diálogo, por supuesto- que pueda revestir dificultad alguna para los nombrados, que por momentos parecen un tanto perdidos entre el marasmo publicitario de la gran cocina francesa y las inocuas sensaciones agónicas de la bloguera que debe enfrentarse a problemas tan arduos como puede ser cocinar un par de carroñeras langostas que a buen seguro tienen mucho a envidiar a las que se pueden degustar en Menorca, en su famosísima caldereta.

En mi condición de bloguero, apenas empezada la película, pensé que iba a poder identificarme con una de las protagonistas: pero no.

Y como amante de la buena cocina, el personaje de Julia Child está poco menos que caricaturizado: Meryl Streep parece que ha tomado un vaso de vino de más en todo momento y pese a que su caracterización es notable, al punto de aparecer más alta que Tucci (lo cual es pura ficción), lo cierto es que la nominación que ha recibido Meryl como mejor actriz para la próxima ceremonia de los Oscar más parece un desagravio por la estupidez de ignorar su excelente trabajo del año anterior que otra cosa, ya que evidentemente la comedia no es su plato fuerte y siguiendo el símil culinario podríamos decir que este soufflé le ha salido alicaído.

Vista en versión original, no pensé detenerme un momento en contar mis sensaciones, pero la reciente nominación me ha impulsado a dejar plantado, blanco sobre negro, el aviso para incautos que quizá todavía no se hayan decidido: esta película es una nueva muestra de la escasa entidad cinematográfica de su directora que se pierde almibarando historietas sin profundidad cuando evidentemente en la realidad podría hallarse una carga dramática muchísimo más interesante, no en vano la verdadera Julia Child poco menos que abominó de la idea de la bloguera Julie Powell que consiguió una fama que aventuro efímera en base a un libro escrito hace tanto tiempo por una divulgadora culinaria de cierto renombre entre los estadounidenses, siempre faltos de buenos cocineros como José Ramón Andrés

Y además, ni siquiera los seguidores acérrimos del blog y subsiguiente película tendrán idea de cómo cocinar una buena paella.

Vídeo



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dilluns, 8 de febrer del 2010

València canta, Antwerp baila







El Mercado Central de València, verdadera joya de la arquitectura civil de pasado siglo que aúna belleza y funcionalidad, fue el escenario elegido hace unos meses para promocionar la temporada de ópera que con esmero preparaba el Palau de la Música : una buena idea, sin duda, la de acercar al público el espectáculo total; una sorpresa que me hubiera encantado disfrutar; un emocionante regalo que convierte en especial un día cualquiera como el de hoy.


Meses antes, la televisión belga andaba buscando a la protagonista de un show y tuvo la feliz idea de sorprender a los viajeros de cercanías que transitaban embebidos en sus asuntos por la estación de Antwerp, con una música muy cinéfila


Es evidente que la música, además de amansar las fieras, arranca una sonrisa a cualquiera...




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divendres, 5 de febrer del 2010

Otra mirada a Hollywood



Ya se sabe que sobre gustos no hay -o no debiera- haber disputas pues cada quien tiene el suyo, tan respetable como el de los demás.

Cuando uno tiene la conciencia que alguna de esas películas que le encantan no tiene correspondencia en la mayoría de sus semejantes, tiende a mantener la boca cerrada alejando disputas bizantinas ya que, por mucho que tengan razón los adversarios, uno siempre se queda impávido en sus trece.

Pero éste es un bloc de notas personal y quien lo está manteniendo no cuenta entre sus escasas virtudes la prudencia, así que vamos a ello:

Billy Crystal fue un descubrimiento para el suscrito en la legendaria serie televisiva Enredo (Soap) en la que se ponían en la picota los seriales televisivos dedicados a las amas de casa.

Tal parece que Crystal aprendió de Susan Harris a burlarse una y otra vez de la industria que le daba el pan y la sal y transcurridos más veinte años, después de haberse entrenado a fondo mediante los sarcásticos guiones que escribió y pronunció en sucesivas ceremonias de la entrega de los premios Oscar, decidió aplicar su humor un punto irreveren
te a mostrar su particular visión del mundillo cinematográfico.

Halló en el guionista Peter Tolan su alma gemela y ambos escribieron y produjeron una película que se conoció en España como La Pareja del Año (America's Sweethearts, 2001).

Tuvieron el fallo de confiar la dirección de "su película" al endeble
Joe Roth que realiza un trabajo bastante impersonal desaprovechando los mimbres que tenía a su disposición: un guión repleto de guiños cinéfilos y un buen plantel de comediantes que hacen lo que pueden basándose en las ideas y diálogos pergeñados por ambos guionistas-productores citados.

Reconozco que le falta a la dirección de la película un poco de mordacidad visual que acompañe debidamente los mil y un chistes que conforman una historia dedicada enteramente a dejar a la altura del betún a todo aquel que aparece en los títulos de crédito de una película con letras bien grandes: la avaricia desatada de un productor desesperado por obtener un éxito (Stanley Tucci) sin escrúpulo alguno, recae sobre un mentiroso profesional experto en mercadotecnia (Billy Crystal) que deberá conseguir por todos los medios que la pareja más famosa de intérpretes, Eddie (John Cusack) y Gwen (Catherine Zeta-Jones) resuelvan sus diferencias, se reconcilien -por lo menos ante los fotógrafos- y se avengan a asistir a la première de una película de la que nadie ha visto tres fotogramas seguidos.

Es sorprendente la capacidad fagocitadora y el aguante que tiene la industria del cine en Hollywood: se me hace increíble trasladar un guión semejante a la industria patria, tan poco dada a soportar críticas y mucho menos burlas: el guión no tiene compasión por nadie y bajo las risas por las descabelladas situaciones, uno se ve abocado a de pensar que probablemente el bufón de la corte Crystal se venga de malos tragos sacando los trapos sucios de más de uno al aire, como quien no hace nada malo, buscando la sonrisa cómplice del espectador.

La exageración -o no- de las situaciones provoca la carcajada espontánea y permanece la duda relativa a si lo que vemos en pantalla es totalmente inventado, es surrealista, o pertenece a una bien dotada libreta de notas repleta de chismes y anécdotas que no conviene trasciendan al público en general.

Material semejante caído en manos de alguien como Wilder hubiera resultado en pieza inolvidable.

Situaciones absolutamente ridículas en la vida de cualquier espectador parecen tomar carta de veracidad en pantalla, como esta absurda escena en la que los protagonistas deben decidir quien deberá llegar antes o después

Hay además una historia paralela de romanticismo e infidelidad en la que tiene buena parte la hermana de la estrella Gwen, una tal Kiki (Julia Roberts) que seguramente corresponde a más de uno de esos personajes que conforman el séquito de toda gran estrella; un enredo amoroso que aparentemente complicará la tarea del encargado que todo vaya como la seda, pero los giros serán continuos y aunque se llegue a un final más o menos acomodaticio, permanece en la retina un cuadro de personajes variopinto a cual más ajeno a la vida cotidiana de cualquier espectador.

Aunque me lluevan palos, me atreveré a recomendarla a quien no la haya visto ni que sea para disfrutarla uno de esos días grises, porque sus chanzas seguro que levantarán el ánimo: lo que en teatro se denomina "un entremés", pasatiempo puro y simple pero con un puntito de sorna.

A mi, me entretiene, de vez en cuando...



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dimecres, 3 de febrer del 2010

TC (5) Soylent Green






Con este montaje excelente de Charles Braverman sobre fondo musical de Fred Myrrow se inicia la película rodada en 1973 por el cineasta todoterreno Richard Fleischer titulada Soylent Green, que ya tuvo su momento en este bloc de notas.

Una perfecta muestra de las formas cinematográficas de los años setenta del siglo pasado, claramente influenciadas por la televisión que en aquellos años dominaban una serie de cineastas que luego fueron emergiendo poco a poco en la gran pantalla y que Fleischer supo adecuar rápidamente.


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dilluns, 1 de febrer del 2010

G.A. (7)





Cuando era poco más que un adolescente tuve la fortuna de poder leer diversas novelas de los clásicos galos: todavía recuerdo la impresión que me causó El Jorobado de Nôtre Dame de Victor Hugo, con la espléndida belleza y sensualidad de la zíngara Esmeralda y el complejo personaje de Cuasimodo, el protagonista que da título con su deformidad a tan entrañable historia.

Mi padre siempre me hablaba de la película que hizo en los años veinte Lon Chaney, llamado El Hombre de las Mil Caras por sus múltiples caracterizaciones y maquillajes, pero cuando pude ver en la televisión la película que en 1939 realizó William Dieterle (sí: antes, en la tele, ofrecían cine del bueno) quedé absolutamente maravillado por el trabajo de Charles Laughton, grandísimo actor británico que no dudó en afrontar un duro rodaje sometiéndose a una caracterización que dificultaba su trabajo.

No podía faltar en esta mini sección el gran Charles Laughton y me ha parecido que su interpretación de Cuasimodo en The Hunchback of Notre Dame (1939), probablemente poco conocida para el cinéfilo joven, resultaría interesante.

Reseñar las grandes cualidades como actor de Laughton no representa ninguna novedad y poco puedo aportar que todos no sepan ya.

Pero quizás sí puedo descubrir un dato que hasta hace bien poco ignoraba y que me complace compartir, por si acaso el amable lector se halle en la misma situación:

En 1948, Charles Laughton participó en una película sumamente curiosa: nueve episodios, dirigidos por distintos directores conforman un relato de la decisión de un periodista, Oliver, que, impulsado por su esposa Martha, busca una serie de historias con un denominador común: la influencia de un chiquillo en las vidas de los entrevistados.

La película se tituló On Our merry way (Una Encuesta llamada Milagro) 1948 y la parte interpretada por Laughton -que ya era una estrella- desapareció en la mesa de montaje: eliminada totalmente.

Parece que, años más tarde, se recuperó esa escena y que aparece en el dvd publicado en España: no puedo decir más, ya que no he visto esa película. Puede que la especialista Gloria, si lo desea, amplíe la información.

Pero para el que quiera, aquí está la participación de Laughton que en su momento no apareció en la gran pantalla, dividida en tres partes:

Parte 1

Parte 2

Parte 3


Hay cosas que uno nunca llegará a entender.....



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