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divendres, 31 de març del 2017

Ben y los malditos 130 minutos








O más.

Me ha parecido una desafortunada coincidencia para Ben Affleck el conjunto de tres películas que se estrenaron con fecha de 2016 y que he ido viendo a lo largo de la temporada, alguna con más retraso que otra.

Desafortunada, digo, porque es un terceto irregular que seguramente no dejará marca alguna más allá de los comentarios coetáneos:

Su incursión como Batman en la plúmbea Batman v Superman: El amanecer de la justicia que, además, promete ser la primera incursión, dejó al respetable plácidamente dormido ante las nada respetables ínfulas de Zack Snyder, probablemente uno de los directores más sobrevalorados de este siglo que padecemos -cinematográficamente hablando- y mira que tiene competencia por ocupar tan privilegiado lugar.

La cinta de los dos súper héroes con más pedigrí, con un metraje que alcanza las dos horas y media, o sea, 150 minutos de la vida de cada espectador, acaba por ser un marasmo de ideas pseudo filosóficas mal presentadas con unas pretensiones tan hinchadas que acaban por dar pena. Quizás la pléyade de guionistas que se ocupan de una historia tan endeble hubiese salido victoriosa con un metraje más ajustado, digamos de 90 minutitos y ya vale: total, para lo que van a contar, hasta sobran un par. Affleck y Cavill hacen lo que pueden, pero el conjunto es plúmbeo. El montaje, inexistente.

Después, el amigo Ben se pone a las órdenes de Gavin O'Connor (que amenaza con una nueva revisión del moscardón verde [supuestamente por el fracaso del inmediato anterior]) en una cinta con un guión original de Bill Dubuque, El contable que goza de una premisa a priori interesante que se va destruyendo a sí misma conforme van transcurriendo los minutos y la trama se va complicando hasta caer en el ridículo más absoluto con un encuentro de hondas raigambres familiares: el reencuentro de dos hermanos. Una historia que se la de las manos a Gavin cuando decide someterse a la norma no escrita que una película debe durar más de dos horas: en su caso, ocho minutos de regalo, cuando en verdad, le sobrarían bien contados casi veinte minutos. Una vez más, el guión parece someterse a la supuesta rentabilidad comercial del metraje, llegando al absurdo de repetir por tres veces la misma secuencia, obviando algo tan elemental en cine como es la elipsis. Las virtudes clásicas de la economía cinematográfica desechadas, olvidadas. Affleck realiza un buen trabajo como actor, acompañado de Anna Kendrick y J.K. Simmons como excelentes secundarios, y pare usted de contar: sobran dedos y muchos minutos de metraje, una vez más.

Uno esperaría que cuando al fin y al cabo Ben Affleck toma las riendas y se erige en productor y director, amén de guionista que se apoya en una historia del afamado Dennis Lehane, ofreciendo de nuevo su semblante como intérprete principal en la película Vivir de noche esos "problemillas" experimentados en las precedentes estarían solventados y hallaríamos una agilidad más propia de su ópera prima que de la acomodada oscarizada, pero hete aquí que Affleck cae en varios pecadillos cinematográficos que le dejan un poco fuera de combate:

Seguramente, haberse autoelegido como protagonista no fue una buena decisión y ahora se ha dado cuenta, pues renuncia a dirigir y protagonizar la secuela-precuela-o-lo-que-sea de Batman, quizás aprendiendo de errores cometidos: bien por él, aunque sea tarde para el espectador: le falta un director que le corrija en la personificación de ése gángster que pretende ser complejo y no acaba siendo ni siquiera complicado.

El guión, con ser propio, excusa menos la acumulación de lugares comunes y de situaciones que en nada favorecen el desarrollo de la trama, que huele a pretenciosa desde los primeros diez minutos y se va cargando de ínfulas conforma el metraje se desarrolla, muy lentamente, eso sí, como para cargar las tintas y el peso en los sufridos espectadores, que no ven el momento en que haya transcurrido ya la hora y media, que es cuando parece animarse la cuestión, cerca de los malditos ciento treinta minutos de la vida de cada espectador que está a estas alturas casi frotándose los ojos y tapándose la boca ante inminentes bostezos pues nada nuevo se le ha ofrecido.

Tengo para mí que las distribuidoras de cine, espléndidas ellas para con sus clientes los espectadores, fuerzan la maquinaria rechinante hasta conseguir que todas las películas superen las dos horas de duración, no vaya a ser que alguien, después de haber pagado una pasta, declare haberse aburrido durante hora y media: no alcanzo a comprender qué ventajas se obtienen pagando lo mismo por aburrirse durante dos horas, pero me barrunto que buena parte de las películas, con un montaje más ajustado y una duración de hora y media, ganarían en calidad.

Claro que igual son imaginaciones mías.


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dimecres, 22 de març del 2017

Beethoven & Dudamel





De casualidad en el último otoño, primeros de octubre de 2016, me enteré que Gustavo Dudamel y la Orquesta Sinfónica Simon Bolivar de Venezuela iban a ofrecer la integral de las sinfonías de Ludwig van Beethoven en una gira europea que se iniciaba en el Palau de la Música Catalana a mediados de este mes de marzo y de chiripa pude comprar entradas para asistir a la primera tarde, jornada del domingo 12, para escuchar la interpretación de la Sinfonía 3ª "Heroica" y también la Sinfonía 4ª.

Le tenía muchas ganas a esa formación, jóvenes director y orquesta, desde que les descubrí en youtube hace ya bastante tiempo y desde luego la idea de ofrecer las nueve sinfonías de Beethoven en un todo continuo me pareció excelente y excitante, con el único defecto que no iba a poder asistir a todos los conciertos. Supongo que habrá alguien que sí lo hizo asistiendo al Palau en las cinco jornadas, pues el domingo 12 interpretaron las Sinfonías 1ª y 2ª, con el regalo de las oberturas Egmont y Coriolano en una jornada matinal, por la tarde las citadas, el lunes 13 la Sinfonía 5ª y la 6ª "Pastoral", el martes día 14 las sinfonías 7ª y 8ª y el miércoles cerraba el experimento con la Sinfonía 9ª, acompañados los músicos por el Orfeó Català y el Cor de Cambra del Palau de la Música.

Cualquier aficionado a la música clásica será capaz de comprender que, después de asistir al segundo concierto, me entraron unas ganas tremendas de lamentarme por no haber procurado obtener entradas para todo el ciclo y hete aquí que, llegado a casa abro mi correo y me encuentro publicidad invitándome a ver, en streaming, el concierto a que acababa de asistir.

Tiempo me faltó para entrar en es.medici.tv y comprobar que, gracias a que me había suscrito hace un tiempo, simplemente ingresando una dirección electrónica y una contraseña, podía ver en diferido -y durante cien días- y gratis el concierto que acababa de ver y ¡olé! también el que habían ofrecido a mediodía.

Y por menos de diez euros, podía suscribirme por un mes y asistir virtualmente en directo a los cuatro conciertos restantes. Ni lo pensé. Bueno, sí: pensé que, ante una actitud empresarial semejante, lo menos que podía hacer era darme de alta por un mes.

Aparte del inmenso placer experimentado con ése ciclo sinfónico -que me había procurado yo mismo hace años adquiriendo todas las sinfonías interpretadas por Karajan y la O.F. de Berlin, vinilos que todavía escucho- que cualquier melómano tiene a su alcance por tiempo determinado gratis, sólo con proceder a la inscripción en es.medici.tv, hay alguna consideración que me ha estado hirviendo y mareando y que tengo que sacar y llevar al papel:

Es de agradecer a los actuales gestores del Palau de la Música su buen tino en ofrecer la sala para iniciar este ciclo sinfónico que probablemente acabará siendo reconocido como excelente e histórico, pues tamaña empresa no se acomete ni siquiera cada lustro, que yo sepa. No sería mala idea que la temporada que viene se hiciese lo propio con otro compositor...

El Palau, de rebote, obtiene un prestigio multitudinario, porque al acordar la retransmisión en vivo -y luego en diferido, y gratis por cien días,no lo olvide nadie- con la empresa medici.tv, entra merecidamente en el circuito de música clásica de primera categoría, en un sitio dedicado a la cultura musical con una visión que aúna de forma excelente el negocio y la cultura: muchos deberían tomar nota de la forma de proceder de medici.tv.

Las retransmisiones, producidas por Camera Lucida, con un buen trabajo de Corentin Léconte como realizador, siempre atento a los músicos intervinientes en cada momento, emplazando las cámaras y moviéndolas con agilidad, son un modelo a seguir, con un sonido espectacular, y eso que no puedo verlo ni oirlo en HD a causa de la escasa velocidad de mi conexión a internet.

Chapeau para France Televisions -televisión pública gala- que aprovechando el evidente desinterés de la televisión pública catalana y española aparece como promotora de la retransmisión: aseguraría que apareció el martes, pero no puedo probarlo, porque ya su rótulo está en todos los vídeos.

Y malditos sean por vagos, inanes, ignorantes, todos aquellos que en este país viven supuestamente dedicados a la cultura (y cobran por ello), porque no hay atisbo de interés ni en TV3 ni en TVE, sendas televisiones públicas pagadas con nuestros impuestos, de tomar en consideración un acontecimiento semejante.

Y vagos, ignorantes e inanes todos aquellos politicuchos que se llenan las bocas de la palabra cultura cuando hay elecciones pero que ahora, que se sepa, no han siquiera interrogado ni al Conseller de Cultura de la Generalitat de Catalunya ni al Ministro de Cultura de España para que nos digan porqué han dejado pasar, como si nada, la oportunidad de apoyar una manifestación cultural que estará durante años siendo vista por miles de melómanos de todo el mundo, porque ése ciclo de Beethoven lo va a ofrecer Dudamel con la Simón Bolivar por tres países de Europa y cabe suponer que luego en América, pero desde luego, la grabación ya está hecha y no va a ser fácil que se repita.

Mucho hablar y poco hacer, como siempre. Y no digo que hubiese sido diferente el tratamiento de tratarse de un partido de fútbol, porque, evidentemente, quien esto lee ya lo sabe sobradamente.

Ya me gustaría ver a quien le corresponde (lo aclaro, por si las dudas: a toda la oposición) requerir a quien manda por una mayor contribución a la cultura. Mucho me temo que ése negociado está vacante, pues no interesa que la ciudadanía sea culta: mejor tonta y maleable, claro está.

Ya lo sabíamos porque pasa con el cine, pero ante oportunidades como la presente, comprobar cómo se desecha tan impropiamente, produce un sentimiento de inenarrable incomprensión, de frustración, máxime cuando el vecino, viéndolas venir, ocupa el lugar que no debería pertenecerle.

Si es que además de ser vagos e inútiles son tontos.

Inexcusable.

Consuélate mientras puedas: Ciclo de Sinfonías de Beethoven











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