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dilluns, 30 de juliol del 2012

El Guardia



Lo que primero llama la atención por inédito es el rótulo identificativo del coche patrulla que llega de inmediato al lugar donde unos jóvenes acaban de perder la vida en un triste accidente de tráfico a causa de la ingesta de alcohol y estupefacientes varios a lo largo de una noche de juerga:

GARDA

Lo segundo en captar el interés del espectador es que el guardia que baja del coche examina los cadáveres y hallando en el bolsillo de un joven un sobre de plástico con diferentes pastillas, dice: a tu madre no le haría feliz saber eso; tira las pastillas al borde del camino, pero se lleva a la lengua una de éxtasis mientras afirma rotundamente mirando el amanecer:

What a beautiful fucking day

El cinéfilo veterano se refocila con ese arranque de la ópera prima de John Michael McDonagh: así lo atestiguaron los murmullos de aprobación de la cuarentena que casi abarrotaba la sala nº13 el pasado día 21 de julio, justo el día después del estreno en España de la película THE GUARD (2011) cuyo título ha sido traicionado en castellano viejo como El Irlandés en una reiterada costumbre de modificar a peor. Pero de eso hablaremos pronto.

Para los despistados como yo mismo, ese McDonagh es, efectivamente, hermano del otro McDonagh, el Martin, de cuya ópera prima ya nos ocupamos aquí hace tiempo y visto el resultado uno se imagina el orgullo de su familia porque hasta el momento el listón ha quedado muy alto.

Cuando consultamos su ficha observamos de inmediato que John Michael sabe perfectamente lo que es tener éxito con un guión y comprendemos que le azuzara el gusanillo de responsabilizarse de llevar por sí mismo a la pantalla una trama de su propia cosecha, una historia original que pertenece al cada vez más escaso y raro género de comedia inteligente, aquella que ataca directamente y sin tapujos el bagaje cultural del espectador que se siente aguijoneado y se alivia con una risa que brota en carcajada rápida y corta ya que pronto comprendemos que demasiado ruido nos hará perdernos la siguiente ráfaga de metralleta vitriólica.

Cachaza.

Esta palabra en desuso que algunos habrán escuchado quizás pronunciada por Vinicius de Moraes en su pronunciación brasilera se ajusta en sus definiciones como adjetivo perfecto para clasificar a ese guardia protagonista que acciona con lentitud y habla con suavidad cargado de intención, causando el mismo efecto que la melaza de aguardiente, demoledora bastante después de los tragos.

Porque uno se ríe, pasada una semana, al recordar las invectivas y chascarrillos cargados de intención y mala leche que va soltando ese Gerry Boyle, sargento de la guardia urbana (ahora todos han subido semánticamente de grado y son policías locales) del Condado de Galway en la costa oeste de Irlanda, justo el extremo opuesto de Dublín, con un litoral que según el agente destacado del FBI Wendell Everett espera recibir un cargamento de droga por valor de quinientos millones de dólares. Que, según precisa a los agentes irlandeses y con mucha seriedad el jefe del distrito de la policía irlandesa, es medio billón de dólares.

Más que intriga policial se trata del juego del ratón y el gato afortunadamente provisto de una pléyade de personajes secundarios que enriquecen la trama, ramificaciones de índole personal bien sujetas por la férrea estructura del guión que se nutre de la diversidad de caracteres sin que nada obstaculice el seguimiento del cuento que McDonagh nos presenta, además, con muy buenos modos cinematográficos. Es evidente que el director tiene las cosas muy claras y meditadas pues no hay pérdidas de ritmo ni desequilibrios y sí una búsqueda de la naturalidad en el encuadre y la eficacia y economía en la narrativa visual. Todo al servicio de la trama que se compone de personajes y sus actos, de sus interrelaciones, sus decisiones y las consecuencias de las mismas.

McDonagh no tan sólo se muestra muy eficaz en la dirección cinematográfica: también destaca su buen hacer en la dirección de actores porque sabe apaciguar los ánimos de Brendan Gleeson dominando cualquier atisbo de histrionismo y consiguiendo la oportuna réplica de Don Cheadle sin olvidar un cuadro de secundarios excelentes que en sus breves intervenciones dejan la huella de su personaje perfectamente delimitada. Como determinada queda, gracias a la lengua, la situación de foráneo del estadounidense que ha caído en un país históricamente complejo que persiste en mantener su idiosincrasia, causando perplejidad en el extraño (y risas en la sala).

La relación entre ese guardia urbano veterano y el agente especial (¿no de la teoría del comportamiento?¿drogas?¡buh!) del FBI, llegado como quien dice de las alturas, se desarrolla en poco más de la hora y media mágica y termina dejando un interrogante que por miles se trasladará a internet, porque consigue enganchar la atención del espectador con la fuerza del mejor de los imanes: divierte y lo hace desde dentro: su virtud extrema es que reclama atención y produce satisfacción en risas y sonrisas cómplices logrando la empatía, quizás porque esos tipos que vemos en pantalla se nos muestran poliédricos, ambiguos, lejos de los héroes y villanos de una sola pieza: estos tienen matices, claroscuros, y ya desde el primer minuto estamos avisados: no extraña pues, que uno de los truhanes se lamente de la poca fiabilidad que algunos policías tienen ni que el sargento de la guardia urbana se gaste, en su día libre, unos cuartos con un par de tusonas llegadas de una alcahuetería de la capital disfrazadas de policía: la vida es un juego donde nada es lo que parece y, como asegura el pasmado agente del FBI a su colega forzado: no sé si es usted tonto o listo...

A destacar la excelente banda sonora de Calexico elegida sin duda por McDonagh con toda la intención del mundo, con unos aires distintivos que a priori parecerían poco apropiados pero se revelan eficaces y nada molestos lo cual de por sí ya es una gran virtud. Y a loar la decisión de McDonagh de no dejarse llevar por la belleza de los paisajes irlandeses cuando lo más fácil hubiera sido buscar el "¡ohhh que bonito!" de postal vista mil veces, centrándose, pura y simplemente, sin distracciones ni efectos inanes, en ofrecer una trama que se basa en algo tan infrecuente como es la vida misma.

Absolutamente imperdible para el cinéfilo deseoso que le hagan cosquillas en sus neuronas: hay que ir a verla en el cine, aunque sea doblada, para demostrar que todavía hay quien paga por disfrutar una buena película aunque "sólo" haya costado seis millones de euros producirla y no haya en ella ningún efecto espacial ni deslumbrante.


Tráiler



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divendres, 27 de juliol del 2012

Examen de Cinefilia (parte LVIII)










No he podido resistirme.

Pensaba tomarme unas buenas (¿y merecidas?) vacaciones, pero entre unas cosas y otras, siento la necesidad de romper la tregua que me concedí. Puede que sean las brujas del último viernes de mes que reclaman, hambrientas de neuronas cinéfilas, un acertijo.

La verdad, pura y simple, es que después de ver una película siento irrefrenables ansias de comentarla y, ya que estamos y he visto alguna indirecta, aprovechemos para seguir con la malévola rutina ni que sea para satisfacer los siempre negados apetitos masocinéfilos de algunas/os contertulias/os, y procuremos así ejercicio estival a esas pequeñas células grises que tanto placer nos dan.

Se trata, pues, de averiguar el título de una película, cuyo comentario, si nada falla, aparecerá el lunes próximo.



¿El título de una película? ¿Vieja?¿Antigua?¿Moderna?¿Actual?

¡No se precipiten!

Hoy, por las fechas en que nos movemos, la cosa será sencillita.

Vamos a usar de nuevo los gadgets multimedia, y, como pista única, veamos un brevísimo Carrusel de Diapositivas

Naturalmente, son imágenes de la película.

Y también, como ya deben suponer, se ha intentado ocultar datos que puedan facilitar la identificación: pero fíjense bien, porque hay muchas pistas en las imágenes: más de las que a simple vista imaginarían.

Como siempre, podemos añadir datos para quienes se sientan perdidos con las "pistas oficiales" y precisen propinas informativas. Ahí van:


1.- La película la vi en el cine, de estreno, hace poco.



2.- Me pareció tan interesante que "me obliga" a avisar de su existencia.



3.- La sala de cine donde la ví, tiene únicamente cuatro filas.




Como siempre, comunicaciones serias en la creencia que han averiguado el acertijo dirigirlas en privado a mi correo y para maldiciones y otros en el cajetín abajo dispuesto.

La solución, el lunes.


Milady Abril debe haber ido al cine el mismo día que yo porque sino no me explico la celeridad y certeza de su respuesta, impecable, lo que da cuenta de su buen gusto y ojo fino para recordar lo que ha visto en pantalla. Espero que no haya resultado demasiado fácil, pero en cualquier caso, ¡Enhorabuena!




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dissabte, 7 de juliol del 2012

Sesenta meses ya



O dicho de otro modo, que hoy este bloc de notas cumple cinco años.

Tal día como hoy, siete de julio, sábado también, inicié esta aventura que me ha permitido satisfacer las ganas de intercambiar opiniones sobre algo tan intrascendente y tan importante como es el cine, ese arte total, compendio de muchas otras, droga intelectual que produce marca indeleble en el viciado cinéfilo incapaz de resistirse a un buen debate que gire alrededor de cualquier pieza.

Esa cinefilia impenitente es la que me proporcionó durante años miradas extrañas y dejé de sentirme raro hace justo cinco años cuando para sacar el vientre de penas y satisfacer las ganas de parlotear de cine, empecé a escribir blanco sobre negro lo que se me ocurría después de ver alguna película, nueva o vieja, da igual.

La gran sorpresa fue y sigue siendo que no estoy solo y que ahí fuera, detrás del monitor, hay personas tan o más cinéfilas que yo mismo y me han permitido, durante esos cinco años, compartir experiencias y sensaciones, por lo que debo mostrar mi gratitud por su presencia y colaboración dejando expresión de su conocimiento, con lo que este bloc de notas adquiere virtudes inicialmente no disponibles, impensadas.

En todo este tiempo, han quedado como huella 671 entradillas, de las cuales más de 300 son comentarios de películas, porque denominarlas críticas me parece excesivo y en ocasiones han sido advertencias opinables como siempre, y he tenido siempre la suerte que en todo este tiempo jamás ha habido una palabra altisonante, lo que debo a la calidad de quienes dejan huella.

Son muchas semanas de comparecencia y ha llegado el momento de hacer un alto, un descanso para tomar distancia, recargar pilas y replantear la agenda, porque esto, que debería ser un placer, se está casi convirtiendo en una obligación.

Dejo lo que hubiera podido ser un acertijo visual: el vídeo de un momento musical que protagoniza un tipo que hoy también cumple años, aunque bastantes más:





Hasta luego.






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divendres, 6 de juliol del 2012

MM 67 And Then There Were None




En algunas películas la introducción de fragmentos musicales puede obedecer a la figura esplendorosa de algún intérprete que pretende trascender del vinilo a la pantalla grande, pero también puede ser una clave básica en el desarrollo de una trama: la aparente gracia de la música, que no tiene porqué contener sonidos amenazantes, ofrece datos interesantes que se irán desarrollando posteriormente y la escena musical encajará donde corresponde.

En la escena que podemos ver a continuación, Mischa Auer, conocido secundario, canta aporreando el piano la canción provista de esta famosa letra


Ten little Indian boys went out to dine;
One choked his little self and then there were nine.

Nine little Indian boys sat up very late;
One overslept himself and then there were eight.

Eight little Indian boys travelling in Devon;
One said he'd stay there and then there were seven.

Seven little Indian boys chopping up sticks;
One chopped himself in half and then there were six.

Six little Indian boys playing with a hive;
A bumblebee stung one and then there were five.

Five little Indian boys going in for law;
One got in Chancery and then there were four.

Four little Indian boys going out to sea;
A red herring swallowed one and then there were three.

Three little Indian boys walking in the zoo;
A big bear hugged one and then there were two.

Two Little Indian boys sitting in the sun;
One got frizzled up and then there was one.

One little Indian boy left all alone;
He went out and hanged himself and then there were none.[4]

que inspiró, como dijimos hace unos meses, a Agatha Christie a escribir su famosa novela que al final se tituló como las últimas palabras de la canción.










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dilluns, 2 de juliol del 2012

Niebla mágica y romántica



En la década de los cuarenta, Alan Jay Lerner y Frederick Loewe triunfaron clamorosamente en los escenarios neoyorquinos con una comedia musical que trasladaba la acción a otra época gracias a la fantasía temporal: una transgresión mágica llevaba a dos neoyorquinos de cacería por las altas tierras de Escocia a los lindes de un pueblo que tan sólo podía verse una vez cada siglo, apareciendo de repente de entre una mágica niebla.

Las coreografías de Agnes de Mille, inspiradas en el folclore escocés, no fueron ajenas al enorme éxito de la comedia en los escenarios y naturalmente, la idea de trasladar semejante pieza al cine no tardó en producirse y tras varios sucesos acabó en manos de la MGM que pagó gusto y ganas y el gran Arthur Freed se encargó de la producción de la película que iba a titularse como la comedia musical: Brigadoon (1954).





La dirección se encomendó a Vincente Minnelli y como protagonistas se eligieron a Gene Kelly y Van Johnson para representar a los cazadores neoyorquinos y a Cyd Charisse para interpretar a la escocesa que enamorará a través del tiempo.

Minnelli se tomó con buen humor las dificultades de rodar en exteriores naturales: Arthur Freed y Gene Kelly estuvieron unos días en parajes escoceses para buscar lugares de rodaje y regresaron a California ahítos de lluvia, jurando que cerca de Monterrey había unas colinas que darían el pego: Minnelli aseguró que los paisajes reproducidos en estudio eran suficientes y aunque el elenco ansiaba viajar, se procedió a iniciar el rodaje planificándolo enteramente en estudio, con la excusa de no depender de la meteorología y usando las nueves lentes anamórficas del cinemascope.

Vista la película, uno piensa que en realidad Minnelli prefirió rodar en estudio porque de ese modo podía usar la cámara a su antojo gracias a las grúas mecánicas que le permiten moverse con libertad aérea ahorrándose mesas de montaje porque, evidentemente, el maestro tenía perfectamente planificados los movimientos y los encuadres con los que iba a inmortalizar los bailes coreografiados por Gene Kelly.

Precisamente la presencia de Kelly y Charisse como estrellas tienen una doble vertiente que quizás perjudica el conjunto: la brillantez en la ejecución de los bailes de la pareja emociona por la expresividad que saben extraer de los movimientos corporales con una plástica a un tiempo clásica y moderna: los solos de Kelly mantienen la acostumbrada vis atlética, pero por otro lado se echa en falta la casi que obligada reinterpretación de un pueblo escocés que sigue viviendo en el siglo XVIII y los bailes de conjunto popular se ven traducidos con poca imaginación y una fuerza expresiva reducida, como guardando fuerzas para el momento de la dos estrellas.

Tampoco el guión es ninguna maravilla quedando bastante deslavazado sin tener en cuenta que en pantalla el efecto espectacular no es el mismo que en las tablas ya que la ausencia del directo produce un irremediable efecto de lejanía que hay que tratar con cuidado.

Hay ciertas carencias lógicas en el guión incluso partiendo de la premisa mágica que sustenta el romántico encuentro de ambos protagonistas por encima del tiempo, con unos detalles apresurados que restan credibilidad a la trama, en el fondo una buena idea que se podría desarrollar con bastante profundidad y que Minnelli, con buen criterio, visto el guión que le presentan -no olvidemos que estamos a principios de los cincuenta, en la MGM y con Freed dando órdenes- procede a otorgar carta de cuento de hadas a la trama mediante un tratamiento eminentemente plástico que prima la apariencia -es decir, el continente- muy por encima de la trama -el contenido- que permanece como mera excusa para la exhibición artística, netamente visual, dirigida a los sentidos más que al intelecto.

Minnelli parece ocuparse de la película como de un encargo pero aprovechando la ocasión para dejar huella clara de sus innegables aptitudes para filmar las escenas de baile de la mejor forma posible: la facilidad de trabajar en estudio le permite orquestar una serie de elementos que hacen que esta película resulte interesante para unos ojos novicios como los mios, que la descubrieron hace muy poco, observando varios conceptos de relevante interés: en primer lugar, la obligada existencia de un guión técnico muy elaborado en el que los movimientos de la cámara han sido estudiados al mínimo detalle ofreciendo una continuidad rítmica apropiadísima a los números musicales; en segundo lugar, el uso perfecto de unos magníficos decorados creados por F. Keogh Gleason y Edwin B. Willis que por momentos logran la ilusión de la naturaleza gracias a unos sets enormes que permiten grandes profundidades de campo; y en tercer lugar y contando evidentemente con la estupenda colaboración de Irene Sharaff usando el colorido de los vestuarios para expresar estados de ánimo y remarcar notablemente los personajes; me llamó la atención el atrevimiento de la Sharaff al diseñar el colorido del vestuario de Kelly hasta que en uno de los bailes con Charisse comprendí el motivo y la intención que podían tener piezas de un color tan peculiar para una camiseta interior y unos calcetines...

Van Johnson soporta el papelón que le cae en gracia con bastante fortuna y el resto del reparto resulta justito, justito, reforzando la sensación de descuido de todo lo que no sea la pareja protagonista, permaneciendo la sensación de una película que no debe hacer mucha justicia a la comedia musical de su origen -visto el éxito- pero perfectamente recomendable para el cinéfilo amante del cine musical que sea consciente de lo que va a encontrar, porque así como en cualquier otro género, tampoco en el musical todo son obras maestras.


Vídeo





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