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dilluns, 31 de març del 2008

Caparazón abierto



Siete años y varias películas después de haberse encontrado, Kathleen Turner y William Hurt coincidieron de nuevo con quien les lanzó al estrellato y la fama, el guionista y después ya director Lawrence Kasdan.

En esa segunda ocasión, la trama pertenece a un género totalmente distinto; fruto de la adaptación que el propio Kasdan, junto con Frank Galati hizo de una novela de Anne Tyler que se adentraba en los sentimientos humanos más arraigados de forma pausada pero firme, una historia que, llevada al cine, tomó en España el título de El Turista Accidental (The Accidental Tourist, 1988 ).


La historia debió de gustar mucho a Kasdan, ya que se metió incluso en las tareas de productor de rodaje, lo cual, sabiendo su primaria condición de guionista, nos indica claramente su querencia por la trama a presentar.

Macon Leary (William Hurt) es un escritor que se dedica, única y exclusivamente, a confeccionar guías de viaje para aquellos atribulados hombres de negocios que forzosamente deben viajar: al inicio, la voz en off de Malcom ya nos adentra en su especial psicología, pues se afana en observar todo aq
uello que debe facilitar al viajante profesional, el llamado "turista accidental", a sentirse como en casa, en cualquier rincón del mundo al que vaya destinado por su tarea. Entre sus consejos, añade, aparte de una lista de utensilios imprescindibles para un equipaje liviano, la adquisición de un libro distraído, no demasiado voluminoso para ahorrar peso, pero suficiente para evitar conversaciones no deseadas con compañeros de viaje inoportunos.

Ese detalle, revelador de la psicología del escritor a sueldo, que intenta crear a su alrededor un caparazón protector de su intimidad, será inútil al propio autor cuando, en un vuelo, su compañero de asiento le descubre intentando evadirse, con una charla en la que aquel, viajante profesional, se declarará seguidor acérrimo de sus consejos, aún haciendo chanza y burla del libro que Malcom lee aparentemente pues de poco le ha servido frente a su incansable charlatanería.

El cuidado por esos detalles que en la trama se irán desgranando nos descubre a un Kasdan atento, muy atento, al devenir de la historia.

Malcom, taciturno, encerrado en sí mismo, regresa al hogar y se encuentra con su esposa, Sarah (Kathleen Turner), quien, cenando, le comunica su decisión de abandonarle, no habiendo superado ambos de forma satisfactoria la súbita muerte de su hijo, asesinado en un fatal atraco.

Malcom, sumido en una actitud depresiva, incapaz siquiera de expresar el dolor e impotencia que le abruman, queda, solitario, en la casona que fue hogar familiar, hasta que un accidente con su perro acaba por obligarle a trasladarse a su residencia paterna, una antigua mansión donde todavía residen su hermana y dos hermanos, su única familia, ahora.

El hogar de los Leary es un mundo aparte, irreal, donde la hermana, una cuarentona Rose (Amy Wright) lleva de forma peculiar y con un orden obsesivo la casa, cuidando a sus excéntricos hermanos Porter (David Odgen Stiers) y Charles (Ed Begley Jr.), que parecen competir, todos ellos, por sus extravagantes costumbres y sus fobias ancestrales; pasan la velada jugando a cartas con naipes infantiles, y jamás descuelgan el teléfono, por mucho que suene: si es un vecino, ya sabe que no contestan, y se acercará a la casa.

Ese mundo encerrado en sí mismo, ese caparazón protector de los males de la vida exterior, se verá confrontado por la actitud claramente abierta, atrevida, forzosamente optimista, que Malcom observará en Muriel (Geena Davis, aprovechando muy profesionalmente el caramelito para obtener el Oscar, merecidamente), a la que conoce al dejar a su perro en una residencia canina al partir para un viaje, y a la que acude luego, desasosegado, con el fin de obtener instrucción para el can (en realidad, para él mismo) al objeto de mejorar la convivencia con su familia, ya que, habiendo sido el perrito el mejor amigo de su fallecido hijo, no quiere deshacerse de él, pese a los requerimientos de sus hermanos.

Muriel se muestra como una mujer fuerte que, impresionada amorosamente por Malcom, le persigue, le acucia, le conquista, hasta que, después de haberle presentado a su hijo, acaban por convivir como pareja.

Kasdan nos ha presentado de forma suave, ligera, pausada, los mundos totalmente distintos de ambos: la comodidad del hogar familiar de los Leary enfrentada a la sencillez del piso de Muriel; la frialdad educada de los Leary con los sentimientos, risas y llantos, de la casa de Muriel y su hijo, por el que pronto Malcom sentirá aprecio.

Es una historia de amores; de amores cruzados, de amores imposibles, como el flechazo que siente el editor de Malcom, un tal Julian (Bill Pullman, que nunca jamás ha estado tan bien), correspondido por Rose, cuyo amor, colateral en la historia, deberá afrentar la oposición de todos, incluído Malcom, que, en una escena surrealista, pretende dejar en ridículo a su hermana con el guiso del famoso pavo del Día de Acción de Gracias, asegurando Malcom, en connivencia con sus hermanos, que es tóxico, lo cual es pura y malévola invención.

Pero Julian y Rose acaban casándose, y en la boda, a la que asiste Malcom en compañía de Muriel, resulta que la dama de honor de la novia es Sarah, quien regresa a ese mundo acorazado de Malcom, pretendiendo una segunda oportunidad.

Malcom es un hombre que se debate frente a un millón de sentimientos, cuyo peso paraliza su alma; Kasdan, con la colaboración del camarógrafo John Bailey y la muy estimable partitura musical del experto John Williams, nominado también al Oscar por su trabajo en esta película, nos presenta, delicadamente, casi de puntillas, una situación en la que el protagonista (absolutamente perfecto William Hurt) se debate ante los diversos caminos que la vida le ofrece, unas alternativas que se van sucediendo, unas espectativas vitales totalmente diferentes, unos mundos rotundamente opuestos, debiendo elegir entre la comodidad de la cotidianeidad y la vitalidad afrontadora de los riesgos que el devenir de los días conlleva: una decisión que deberá tomar, con la experiencia propia y ajena, contemplando cómo es su vida y cómo le gustaría que fuera, una desazón que acabará finalizando en un viaje de obligado cumplimiento, a la eterna ciudad de las luces, París, ese paradigma de libertad soñada en el amor por los estadounidenses de toda clase, para Malcom un destino horrible, forzado, donde acabará literalmente aprisionado entre Sarah y Muriel, un caparazón que acabará rompiendo, dejando tras de sí todo su equipaje, salvo lo más preciado para él: la foto de su hijo, que siempre lleva consigo.

Una película sentimental, romántica, bien explicada por Kasdan con el concurso de un gran elenco de actores, todos muy eficaces y alguno sobresaliente, convirtiendo ese libro ajeno, ese guión propio, en una muestra de cine bien hecho, que, en sus dos horas de metraje, sabe captar la atención del espectador, manteniendo hasta el último suspiro el interés por saber hacia qué lado del caparazón roto, mejor abierto, Malcom tomará camino para enfrentar con nuevas energías su vida.




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diumenge, 30 de març del 2008

Novato contrata Novata




Lawrence Kasdan no era, propiamente, ningún novato en el mundo del cine a primeros de la década de los ochenta del siglo pasado; había escrito guiones tan fantásticos como El Imperio Contraataca y En Busca del Arca Perdida, y mientras Lucas y Spielberg construían visualmente sus historias, aprovechó para estrenarse como director, satisfaciendo el natural deseo de todo guionista de representar su propia obra dominando todos los detalles.

A tal efecto, contrató a una actriz emergente, famosa en una serie de televisión, una tal Kathleen Turner, para ofrecerle su primer papel cinematográfico, un personaje de los que dejan huella, que convirtió a la entonces escultural Kathleen en el icono sexual de esa época, al interpretar una mujer fatal, verdadera cazadora de hombres bobos, asumiendo el personaje de Matty Walker.


Kasdan hace una revisión del mito de la mujer fatal, tan atractivo en muchísimas películas del género de cine negro, con su relato original titulado Body Heat que llevó a la pantalla él mismo, estrenada en España con el título de Fuego en el Cuerpo (Body Heat, 1981), contando con la estimulante presencia de otro joven actor, William Hurt, dando oportuna réplica como hombre maniatado por una pasión enfermiza, absorbente.

La historia nos cuenta cómo un hombre, Abogado en la muy calurosa Florida, soltero, ligón, se encuentra, casualmente, con una bella mujer en una noche asfixiante, mientras ambos han asistido a un concierto al aire libre .

Ned, que así se llama el hombre, queda subyugado por la belleza de Matty quien se le resiste, asegurando que es una mujer casada y no una buscona cualquiera, dejándole plantado; él persevera en su búsqueda, afanosamente, hasta que de nuevo consigue hallarla, y acompañarla a su casa, donde tendrán su primer encuentro sexual, pleno de pasión, una pasión cegadora para Ned, que acabará por ser coautor, con Matty, del asesinato del esposo de ésta.

Esta trama guarda un parecido con la famosa Double Indemnity que ya ha sido comentada debidamente aquí por el amigo Anro; no se trata, no obstante, ni de un plagio ni de un mal llamado "remake", ya que la idea de la confrontación entre la mujer fuerte y el hombre débil, sujeto a su pasión, la vemos en muchas otras películas; Kasdan hace una actualización de la presentación, en una forma que quizás hoy el cine tan mojigato no se atrevería a formular, más que nada por cuestiones meramente sujetas a la rentabilidad económica; la historia de Kasdan rezuma sexualidad y erotismo, con escenas de alto voltaje, que sorprendieron incluso en la Europa de principios de aquella década.

Según se cuenta, la pareja de actores, Hurt y Turner, para "quitar hierro" en el momento de rodar las escenas amorosas, procedieron a saludar a todos los miembros del rodaje, presentándose personalmente a cada uno de ellos y estrechándoles las manos: los actores iban totalmente desnudos.





El guión, muy bien escrito y construído por Kasdan, contiene, como no, una serie de pequeñas trampas o artilugios mecánicos en su escritura que saldrán a relucir con fuerza en su desenlace, pero esos detalles, que se irán suministrando a lo largo de la película, no suponen engaño al espectador, que quedará prendido de la forma en que Kasdan cuenta su propia historia, con una fuerza visual muy apropiada, apoyada en la buena factura de la fotografía de Richard Kline y contando con el soporte de una buena composición musical de John Barry, que nos traslada al ambiente caluroso donde la pasión se desata y el cerebro del hombre, pese a los buenos consejos de sus amigos, cede y se somete al dominio de una mujer fatal más fría, bella y peligrosa de cuantas en la gran pantalla han paseado su peligroso porte.

Una mujer espléndida, que de forma muy inteligente creará una tela de araña, una red de sentimientos, pasiones, detalles apenas sugeridos, que atrapará la voluntad del hombre, preso en ella, conduciéndole a un comportamiento ajeno a toda lógica, hasta asumir como una fatalidad del destino las consecuencias de sus errores, en un estudio psicológico de la pasión contra la razón que permanecerá en nuestras retinas y nuestras mentes cuando la película acabe.

Las interpretaciones de Turner y de Hurt son brillantes, alcanzando una química totalmente inesperada entre dos novatos, pues Hurt apenas había intervenido en dos películas de cine cuando se enfrentó por primera vez a una Kathleen que permanece en la retina de cuantos la vieron iniciarse en una carrera que ahora, a punto de cumplir los 54, como ha ocurrido en otros casos, ha debido cobijarse en las apariciones estelares de la tele, mientras que Hurt se nutre de aportaciones bien pagadas como secundario de lujo.

Vale la pena revisar la película, ni siquiera para comprobar que el cine negro siempre tendrá un hueco importante en nuestra agenda de cinéfilos empedernidos, máxime cuando no se reduce a la presentación de escenas de acción pura y simple y trasciende a los sentimientos humanos.



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divendres, 28 de març del 2008

Examen de Cinefilia (Parte V)



No hace falta ya, a estas alturas, reiterar que el cine es un compendio de profesionales que concurren con su arte bajo la dirección de uno que suele llevarse los honores o los palos, según quien mire el resultado.

De esos profesionales, muchos son grandes desconocidos para el público habitual de las salas de los cines; otros, especímenes raros, que se suelen autodenominar cinéfilos o cinéfagos, según la pasión o intensidad meramente subjetivas o sufridas por quienes les acompañan a la sala oscura, presumen en ocasiones de conocer nombres que escapan, normalmente, al común de los mortales.

Esta sección, aparte de someter imprudentemente a sus lectores a un "tercer grado", pretende, de pasada, dar a conocer nombres que merecen mayor popularidad -a ojos de este comentarista- que la que habitualmente tienen, salvo círculos reducidos.

Vale, vale, dejémonos de rollo y vayamos a lo que hay: un nuevo examen de cinefilia, para averiguar, como es natural, la identidad de una persona sin cuya contribución muchas películas no serían todo lo "redondas" que han llegado a ser.

¿Preparados? Tomen lápiz y papel, y vamos allá:

Selección para aquellos que pretenden un sobresaliente:


L.A. CONFIDENTIAL



The Mummy




Magic



U.S. Marshals


Muchas pistas hoy, ¿verdad? ¿variadas, también? je, je... si es que es fácil....


¿Qué me dice? ¿Ni idea? ¿Cómo que ni idea?


Veamos la selección para un notable, justito, justito:

Star Trek : Nemesis



A patch of blue



Mulan


Supongo que a estas alturas, la cosa está ya mucho más clara, casi que evidente, ¿no? ¿NOOOO?



Si es que siempre hay gente despistada y que no atiende lo que le cuentan....

Selección para un aprobado vergonzoso:


Magic



Basic Instinct



La Balada de Cable Hogue



¡YA ESTÁ! ¡DEJEN SUS COSAS EN EL PUPITRE! ¡Y CÁLLENSE!

Si es que algunos protestan de puro vicio... mira que hoy era fácil...

Para quienes todavía no han dado con la identidad oculta, decirles que se lo hagan mirar, que los altavoces de sus ordenadores no deben funcionar; que la persona fue nominada nada menos que a once premios oscar por su trabajo, y que lo consiguió sólo por la que sigue, que ya no cuenta, pues han suspendido ¡ignominiosamente! el examen para el carné de cinéfilo de pro:

Un minuto de gracia, para no pasar vergüenza.......

esperen............


un poco más de meditación..............



resignación.................


Obtuvo el Oscar por:



Espero que haya sido entretenido, por lo menos...


p.d.: En apenas unas horas, la Bella Dama de la Cinefilia, Alicia, ha desentrañado el acertijo propuesto, por lo que, al tiempo que le doy mi más calurosa enhorabuena, y le agradezco su interés en compartir este entretenimiento, aviso a los futuros lectores que, en los comentarios, se hallará la respuesta al examen presente.







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dissabte, 22 de març del 2008

The Killers (Epílogo)




Ya habrá leído quien siga este bloc la introducción que se hizo al famoso relato de Hemingway, siendo de suponer que también se habrá leído el texto traducido al castellano.

Ese relato corto, magnífico, que originó dos largometrajes, el primero rodado en 1946, dirigido por Robert Siodmak, y el segundo, dirigido por Don Siegel en el año 1964, ambos desarrollando una historia a partir del final del relato, ha sido llevado al cine también en cortometrajes realizados por diferentes escuelas cinematográficas, alentadas, evidentemente, por la traslación primera de la historia, la de Robert Siodmak, que iniciaba su largometraje siguiendo las pautas del relato de Hemnigway, de la forma que, si youtube lo permite, se podrá ver en dos partes:

El relato The Killers según Robert Siodmak, en 1946:

Parte 1


Parte 2


Pocos años después, en 1958, la Escuela de Cinematografía de Moscú, realizó una práctica en la que intervienen tres directores, titulada Ubiitsy, que, en versión original, y, siempre que youtube se comporte, se puede ver, también en dos partes:

Ubiitsy (The Killers parte 1)


Ubiitsy (The killers parte 2)




En el presente siglo, es decir, en fechas recientes, se han realizado también, dos ejercicios en escuelas de cinematografía, españolas ambas, que, pese a ser ejercicios escolares, se permiten realizar cambios en la historia y guión, con el resultado que se puede comprobar:

Ejercicio del cuarto curso de comunicación audiovisual de Málaga 2006
Los Asesinos Director: Eduardo Moyano



Ejercicio de la Escuela de Cinematografía de la Universidad de León 2007
Director: Alejandro López




Este comentarista se queda, desde luego, con la versión del relato escenificada por Robert Siodmak; pero la que se realizó posteriormente por la escuela de Moscú, es muy notable, tratándose de aprendices, uno de los cuales, Andrei Tarkovsky, alcanzó fama y notoriedad como cineasta europeo; la planificación es muy interesante y eficaz, innovando con fuerza por medio de primeros planos intensos y actores fuera de foco, sirviendo perfectamente la historia pergeñada por Hemingway, a la que se supone se ciñe fielmente, y digo se supone pues uno carece del más mínimo conocimiento del ruso.

Las versiones de las escuelas cinematográficas españolas son adaptaciones libres, casi libérrimas, ya que la primera acaba de forma totalmente distinta, hurtando el sobresaliente final pleno de incógnitas que ofrece el relato, y la segunda pretende ser una especie de homenaje al cine de Quentin Tarantino, lo que, en opinión de este comentarista, demuestra un escaso conocimiento de la historia de la cinematografía mundial, resultando un remedo de simples aficionados totalmente indigno para una escuela de cinematografía, con unos planos repetitivos y unas actuaciones lamentables, lo que da pocas esperanzas al futuro del cine español; ni siquiera la producción del corto ha sido laboriosa, dando un resultado un tanto descuidado y pobre.

Sin llegar al nivel de la versión rusa, veamos ahora otra versión de un estudiante de Massachusetts, Austin Dill, que, en el año 2007, realiza una nueva versión del famoso relato:

The Killers. Director: Austin Dill


Viendo lo que hace el estudiante estadounidense y comparándolo con lo que han hecho los estudiantes españoles, a este comentarista le entran ganas de llorar...




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dijous, 20 de març del 2008

Lo que tú quieras oir



Sofía (Fátima Baeza) es una maestra amada por sus alumnos que llega a casa, cargada con la cesta de la compra, al tiempo que habla por el telefonillo con su amiga Ana, cuando...

Seamos prácticos: normalmente,este comentarista ofrece datos y elementos de opinión con el fin de incitar -o no, según el caso- la visión de alguna obra cinematográfica. Pero hoy, habiendo descubierto (tarde, muy tarde, lo sé) una película corta, que además se puede ver sin problema, quizás que primero que nada veamos la obra, titulada Lo que tú quieras oir :



Su director, el joven Guillermo Zapata, que se gana el sustento trabajando para una serie de televisión, decidió promover su obra a través de internet, aprovechando la difusión de youtube, alcanzando superar, a fecha de hoy, un total de 64.549.400 visitas.

La historia, como se habrá visto, relata en el corto espacio temporal propio del medio, apenas ocho minutos de acción, la forma en que la protagonista primero sufre el abandono de su compañero, sumida en una actitud depresiva, que luego transformará en frenética actividad, remontando un mensaje y otorgándole con la alteración un significado totalmente distinto.

Pero, para este comentarista, lo más importante no es la transformación del mensaje a lo que quiere oir Sofía; no es, tampoco, la manifestación de un deseo de oir palabras del amado con un sentido buscado; es la respuesta, apenas musitada, que concluye, magníficamente: un NO rotundo que abre las puertas a un futuro esperanzador.

Puede que mi aportación al conocimiento de esa iniciativa de Guillermo Zapata sea ya a estas alturas ridícula, pues según he leído en la web de la película y también en su blog, mi ignorancia hasta hace unas horas respecto a ése corto me deja como ignorante; pero, entendiendo que la decisión del director novel es importante, no puedo menos que reconocerla públicamente, deseando que la aplicación de la figura Creative Common se extendiera a muchos cortos más, y pudiéramos, en definitiva, todos, disfrutar de esas piezas que, como es el caso, destilan buen sentido fílmico al desarrollar una idea en pocos minutos.




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dilluns, 17 de març del 2008

Censura social




En la televisión de finales de los noventa del siglo pasado, era frecuente toparse con el anuncio del coche Toyota Corolla, que en esa época batía récords de ventas en todo el mundo.

El anuncio obtuvo varios galardones en certámenes publicitarios, por su fino humor y elaboración.

¿A que no ha parecido a nadie que sea merecedor de alabanzas?

Claro que no; cuando me puse a buscarlo y lo hallé, me di cuenta que estaba censurado.

¿Por quien? ¿Por la casa Jeep? ¿Por la casa Seat?

No. Se censuró por protestas de un colectivo social feminista, que aseguraba que el anuncio era discriminatorio para las mujeres.

¿Cómo era ese anuncio tan discriminatorio, pues?

Aquí está.


Que cada quien saque su propia conclusión.
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dissabte, 15 de març del 2008

El Bardo y Ken (2006)





Esta foto que aparece al lado es del facsímil de la primera edición en folio, datada en 1623, de una comedia pastoril que se supone fue escrita en 1599 por William Shakespeare, "El Bardo", cuyo título original es As You Like It, traducido al castellano habitualmente en la forma "Como Gusteis", aunque este comentarista no puede menos que mostrarse de acuerdo con Don Luis Astrana Marin, estudioso y traductor de la obra shakesperiana para la Editorial Aguilar (mi edición es la de 1991, Obras Completas, tomos I y II), prefiriendo A Vuestro Gusto como título.

La pieza, corta, apenas 50 páginas, a este comentarista no le ha parecido de fácil digestión: a la imbricada trama, que en poco espacio ofrece múltiples argumentos, se añadirá la riqueza del lenguaje del Bardo, repleta de simbolismos y de giros que fuerzan al lector y por ende, al espectador de teatro, a estar pendiente del rico verbo con un conocimiento previo básico de la mitología y de las ideas virgilianas que eran corrientes en la época en que la obra fue escrita.

Como este comentarista carece de fundamento y conocimientos necesarios para desmenuzar obra semejante -y tampoco el espacio lo permite- con la venia del amable lector trataré de aquilatar, somera y sencillamente, los aspectos más importantes que constituyen el eje de la acción:

Por una parte, se presenta el conflicto de poder entre los hermanos de noble casta, promovido por la costumbre de designar heredero al mayor en detrimento de los menores, uso consuetudinario que incluso en nuestro país aún no se ha erraicado totalmente, lo que, como es lógico, originaba celos, recelos y envidias que se resolvían de forma harto violenta; en la obra, Federico violentamente usurpa el lugar como Duque a su hermano mayor; también Oliverio conspirará para alejar de sí a su hermano pequeño, Orlando, que se queja de no recibir la educación que su clase noble requiere.

La hija de Federico, Celia, se ha criado como hermana menor de su prima Rosalinda, hija del derrocado Duque, que permanecerá en la corte para hacerle compañía, pues se aman profundamente, como hermanas.

Ambas observan una lucha a manos libres entre Orlando y el luchador favorito de Federico, Carlos, que a su vez ha sido incitado por Oliverio para que destroce a Orlando, pero éste logra vencerlo, aunque queda prendado de Rosalinda y ésta enamorada de él; al saber Federico que Orlando es el hijo menor de Sir Roland, le manifiesta su enojo y su poca simpatía por su familia.

Federico, desconfiado, ordenará el destierro de Rosalinda y su hija Celia decidirá no abandonar a su amada prima, huyendo ambas con sus riquezas y joyas, al bosque de Arden, conde se halla desterrado el Duque con sus cortesanos; Rosalinda se disfrazará de hombre, adoptando el nombre de Ganímedes, y Celia se hará pasar por su hermana, con el nombre de Aliena. ambas se harán acompañar del bufón de la corte, Touchstone.

A ese mismo bosque huirá también Orlando, acompañado de un viejo sirviente, al saber que su hermano pretende asesinarle.

A partir de este momento de la comedia, en opinión propia, decae ostensiblemente la fuerza de la obra, habiendo envejecido mal, ya que, en pleno bosque, se supone que los unos se encuentran con los otros sin reconocerse como propios y hablándose como extraños, aunque Rosalinda y Celia, ahora Ganímedes y Aliena, sí reconocen a Orlando, permitiendo que Rosalinda, personaje femenino realmente complejo, aborde al desventurado Orlando para incendiar aún más, si cabe, el amor que por ella misma siente.

Debemos detenernos en considerar que el Bardo usaba los apelativos de sus personajes con una intención clara: Ganímedes es nombre mitológico que representa el amor homosexual; Aliena, en latín, significaría "extraña"; y los diálogos entre ambas féminas tienen un contenido lírico apasionado que pueden suscitar dudas y debates en lo relativo a su afecto.

A la confusión sexual por el engaño del disfraz de Rosalinda como Ganímedes se añadirá que una pastorzuela, Febe, se enamorará de él/ella, abandonando a su fiel novio, hasta que Rosalinda/Ganímedes se lo quitará de la cabeza.

Por otra parte, Shakespeare nombra dos personajes distintos con el mismo nombre: Jaques: uno será un melancólico noble al servicio del Duque derrocado, y otro, el hermano de Oliverio y Orlando.

Oliverio, que se adentrará en el bosque, será salvado de una fiera por Orlando, reconciliándose ambos, y quedando enamorado Oliverio de Aliena/Celia, confabulándose ambas damas para buscar al Duque y ante él, casarse con sus amados, momento en el que sabremos, además, que Federico, que se había desplazado hasta el bosque de Arden con sus tropas para acabar con su hermano, habiendo caído de su caballo, topó con un clérigo y, como San Pablo, se convirtió en buena persona, arrepintiéndose de sus pecados, retirándose a la vida monacal y reintegrando al Duque sus posesiones.

El irlandés Kenneth Branagh decidió, hace un par de años, adaptar y llevar al cine esa comedia romántica y pastoril escrita por Shakespeare.

Titulada en inglés como la obra original, As You Like It, carece, de momento, de título en España, donde todavía no ha sido exhibida en salas, a pesar de que salió ya a la venta -no en España- el dvd, lo que hace sospechar que ése inclasificable retraso acabará en el más deplorable olvido.

Como es su costumbre, preserva casi en su total integridad el texto original, pero reinterpretando la historia al presentarla de modo distinto al habitual; conviene remarcar el concepto de habitualidad, ya que, en el caso de Shakespeare, como en el de otros clásicos de la época, apenas hay en el texto dramático apuntes que seguir respecto al escenario; al contrario de los dramaturgos posteriores, que construyen sus obras con indicaciones de salidas y entradas por el foro, de elementos físicos, que luego facilitarán la confección de guiones cinematográficos, en Shakespeare esos detalles son escasos, probablemente por representar sus obras en el mismo escenario, prestando El Bardo toda su atención al texto, ubérrimo de significados.


Véase el corte promocional:



Branagh se toma sus libertades: nos presenta la acción inicial de la usurpación como un ataque de los ninjas japoneses, ya que radica el escenario en el Japón, aunque sus personajes siguen siendo británicos, asentados en el lejano Oriente por negocios; pero incurre en cierta contradicción al mantener el topónimo de Arden para el bosque que acogerá a los desterrados; chirría ostensiblemente la escena de la lucha entre Orlando y Carlos, reconvertido éste en un luchador de sumo de apariencia amenazadora, que, de forma inverosímil, acabará derrotado.

Kenneth, que sin duda es uno de los mejores directores de actores de la actualidad, nuevamente toma riesgo al introducir unos personajes presentados por actores de raza negra (lo siento, pero odio el eufemismo "de color", pues de color somos todos, aunque seamos de diferentes tonalidades) y ello choca bastante; no porque el amor interracial sea una utopía o una imposibilidad, sino porque rompe de forma innecesaria y epatante (en el peor sentido de la expresión) con el entorno histórico en que se desarrolla la trama, que de actual no tiene nada; más lógico y aceptable sería que todos los intérpretes, sin excepción fueran de la misma raza, fueran éstos negros, orientales, árabes o de cualquier otra, pero representando una comunidad más creíble; si a esto añadimos que los actores elegidos son los que menos dan la talla en el resultado final, esa inserción acaba siendo un lastre para el resultado final.

El resto del elenco luce a gran altura, debiendo reconocer este comentarista que los americanos Kevin Kline y Bryce Dallas Howard nada tienen que envidiar a los británicos Alfred Molina, Brian Blessed o Romola Garai, todos ellos representando a la perfección sus papeles, con una gestualidad y una vocalización excelentes, una verdadera gozada.

Kevin Kline tiene la suerte de un papel agradecido:



En la obra original hay varias canciones, que han sido musicadas e interpretadas por Patrick Doyle, como se puede ver en la escena anterior, con una partitura ajustada a la temática y a la época que se representa.

La dirección de Branagh incide en el aspecto pastoril, arcádico, virgiliano, de la obra original, ofreciendo las distintas acciones en un bosque que parece encantado, cuidando muchísimo los detalles, la iluminación, los efectos; sin embargo, el contenido literario pesa en demasía y aunque las muy buenas interpretaciones permiten seguir con atención el discurso, las dobles lecturas que se hallan en el texto quedan difuminadas por el apremio de la acción cinematográfica, hueca, por fuerza, de credibilidad en las acciones que en el bosque ocurren, resultando imposible imaginar que los personajes no se reconozcan entre sí, esforzándose como está la mente del atento espectador en descifrar las mútiples claves y lecturas que los diálogos ofrecen, demérito que no cabe achacar a Branagh, sino al mismo Shakespeare; no en vano esta comedia ha recibido desde hace años críticas de diversos dramaturgos que la consideraban "obra menor" dentro del maravilloso mundo del Bardo.

Da la sensación que Branagh ha quedado a medio camino; quizás una adaptación menos clásica y más valiente hubiera otorgado mayor simplicidad a la comedia, quitándole parte de su universo pero haciéndola más cinematográfica, otorgándole un ritmo más vivo. Podríamos decir que la elección no fue afortunada, pero siempre cabe la posibilidad que Branagh se haya autoimpuesto la labor de completar la traslación de las obras de Shakespeare al cine, y no va a dejar ni una fuera de la pantalla, reconociendo este comentarista que confía que el pequeño tropezón no vaya a significar un alto en el camino iniciado años atrás por Branagh.


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diumenge, 9 de març del 2008

Hacer lo menos posible



Un buen día de 1971, Robert (Bob) Evans, que se había iniciado en el mundo del cine como actor, ya cumplidos los 40, decidió convertirse en productor cinematográfico y manejaba, con su amigo C.O. Erickson, la idea de llevar al cine
la famosa novela El Gran Gatsby, de F. Scott Fitzgerald, famosísimo autor estadounidense que recreaba ambientes propios de la época de entreguerra mundial con notable éxito de público; a tal fin, se reunió con un guionista que empezaba a descollar, un tal Robert (Bob, también, como no) Towne, y le ofreció la nada desdeñable suma de 175.000 dólares (mucho, para la época) si se ponía a trabajar para confeccionar un guión de la célebre novela; Towne, que ya había colaborado en el guión de la famosísima Bonnie and Clyde, rechazó la oferta, ante el pasmado Evans, asegurando que no tenía interés alguno en transformar la novela de Fitzgerald en guión cinematográfico, proponiendo a su asombrado tocayo, como alternativa, una historia original que se hallaba ultimando, un guión cinematográfico que pensaba podría convertirse en película, ofertándolo por la suma de 25.000 dólares.

Con esta premisa, uno piensa que la suerte existe, ya que sólo la fortuna quiso que Bob el del dinero, dispuesto a pagar 175.000 dólares por un guión de un superventas, baza segura, se oliera que con una séptima parte de la inversión inicial podría obtener el primer éxito de su carrera como productor; el otro Bob, el escritor, había ideado una historia intrincada cuyo eje era un detective a la antigua usanza, una especie de revisitación del tipo Marlowe, y tenía muy claro que el personaje debería ser interpretado por un actor en concreto, a cuyos modos, maneras y expresiones iba ajustando el perfil de su héroe, cuyas vivencias desarrollaría partiendo de una frase que, un buen día, le aclaró un policía: "hacer lo menos posible", referida a la labor policial en el barrio chino de Los Angeles, ya que, según el funcionario, cualquier actividad era aprovechada bien por un bando, bien por otro, siempre con resultados que acababan infringiendo la ley aprovechando las circunstancias derivadas de actos policiales; esa frase, plena de pesimismo ante la inutilidad del esfuerzo, denotaba una profunda convicción de impotencia ante ciertos hechos, un desánimo que desembocaba en apatías y abandonos.

Bob el guionista, había trabajado los diálogos d
e la película The Last Detail con su amigo, el actor protagonista Jack Nicholson, y estaba creándole un personaje a su medida cuando se encontró con Bob el productor novato.

Cuando Bob Evans leyó el guión, supo que tenía una historia; y también, un actor protagonista, ya que el papel debía ser para Jack, entusiasmado con el guión, que se le ajustaba como un guante de piel. Además, la historia se desarrollaba a finales de los años treinta del siglo XX, con lo cual la película coincidía con el gusto de la época, proclive a ofrecer recreaciones ambientales con cuarenta años a cuestas, en un renacimiento de moda sujeto, como siempre, a la vanidosa ley del péndulo.

Evans ya veía la película; veía a Nicholson en el papel; veía la recreación ambiental, los vestidos, los coches; lo veía todo. Con la intención de obt
ener la máxima objetividad, Bob Evans pensó que para "su" película, lo más acertado sería conseguir un director europeo, alguien que no tuviera como lastre sentimental la típica educación estadounidense, alguien capaz de diseccionar el entorno social en el que la narraciòn se mueve. Alguien con el prestigio necesario para recabar fondos, también.

La bellísima Sharon Tate estaba embarazada del que iba a ser su primer hijo cuando fue brutalmente asesinada en agosto de 1969 ju
nto con un grupo de invitados en su propia casa; su marido, Roman Polanski, después de la tragedia, de la que se libró por estar ausente, marchó hacia Europa, dejando como testigo de su estancia estadounidense una gran película, Rosemary's Baby. Se hallaba a la sazón en Roma, cuando recibió, de manos de Bob Evans, el guión escrito por Bob Towne, con la petición de que se aviniera a dirigirlo; apenas leídas que fueron unas páginas, recibió, esta vez de manos de Jack Nicholson, el mismo guión, animándole a regresar a Los Angeles para preparar el rodaje.

Polanski aceptó la oferta, siendo de nuevo una
decisión afortunada, bien gracias a su estima por el guión, que luego retocaría junto con Towne, bien por el aprecio hacia Evans o Nicholson, bien por las ganas de regresar de una vez por todas a Los Angeles y afrontar dolorosos recuerdos personales, como el jinete caído que monta de nuevo el caballo del que cayó, para eliminar el miedo paralizador que privará de buenos momentos en el futuro.

Con estos antecedentes nada usuales (relatados de forma aproximada) nació pues una película que, pasados ya más de treinta años desde su estreno, este comentarista sigue contemplando con admiración, descubriendo nuevos detalles, lo que le otorga una pátina de clasicismo, ya que no ha envejecido en absoluto, mejorando como los buenos vinos, con el paso del tiempo, encumbrándose como una de las grandes historias del llamado cine negro:


Chinatown (Chinatown, 1974), fruto del azar, del buen olfato de un productor novato que asumió el riesgo de una propuesta insólita y que reforzó su decisión con el aporte de un grupo magnífico de profesionales, poniendo, como se dice, toda la carne en el asador, es el resultado de un trabajo meticulosamente medido, donde todos y cada uno de los elementos que conforman una producción cinematográfica rozan la excelencia, como se demuestra con las merecidísimas once nominaciones a los Oscar, de las cuales sólo una triunfó, la del guión original para Robert Towne, porque tuvo la mala suerte de enfrentarse a unos compañeros de concurso realmente extraordinarios, como puede verse aquí: está claro que la cosecha del año 1974 fue verdaderamente excepcional.

Será una película hoy imposible de filmarse: se fuma, hay escenas de cama (naturalmente con desnudos integrales discretos, como es lógico) y no hay niños; además, como dice Bob Towne en una reciente entrevista incluída en el dvd, hoy no querrían hacer una película "tan complicada", de tan difícil comprensión. (Vivir para ver)

Del cuidado con que se realizó la producció
n ya tenemos un buen avance en este "trailer" que nos animará a sentarnos y disfrutar del espectáculo.

Pueden acompañar, si lo desean, su lectura
con una buena música:




J.J. "Jake" Gittes (Jack Nicholson) es un detective privado que trabaja en Los Angeles; está especializado en casos de infidelidades matrimoniales y vemos, al inicio de la película, como enseña a un cliente las fotos tomadas de su e
sposa infiel; una nueva cliente le espera: es la Sra. Mulwray, que solicita sus servicios para averiguar la identidad de la amante de su esposo, el Sr. Hollis I. Mulwray; Jake, en su conversación, intenta convencer a la dama que deje el asunto, pues el conocimiento no le traerá más que disgustos, mostrándose, de forma harto honrada, favorable a no emprender la investigación, entendiendo que el matrimonio funciona y que quizás sólo sea un pequeño desliz; pero la dama insiste y Jake acepta el encargo, aún advirtiendo que sus honorarios no serán baratos.

En cuatro frases, nos han presentado un personaje, detective privado de profesión, que no busca el lucro en sí mismo, que trata de no perjudicar a nadie; pero, ya que la señora insiste, acepta el encargo: vigilar de cerca al tal Mulwray, que resulta ser el ingeniero propietario de la compañía de las aguas que abastece a la ciudad de Los Angeles.

Acto seguido, vemos a Jake en el salón de plenos del Ayuntamiento de Los Angeles; el alcalde asegura que, siendo la ciudad un asentamiento sobre un desierto, la implacable sequía que asola a sus ciudadanos deberá comportar la construcción de un dique, en determinados terrenos, para lograr un embalse de agua que provea las necesidades para el futuro; toma la palabra Mulwray, y, recordando la desgracia ocurrida años antes, por la rotura de una presa similar, que causó quinientas muertes, declara que el lugar elegido es inapropiado y que ni él ni su empresa van construir un nuevo dique que, augura, también se derribará por sí solo, ante el enfado de varios pastores y agricultores de los alrededores que se quejan de la falta de agua, asegurando que la misma se desperdicia inútilmente.

Jake sigue con su trabajo de persecución de Mulwray, comprobando como éste, probablemente motivado por las invectivas recibidas, se mueve de un lugar a otro buscando cauces de río secos y pasando la noche entera cerca de un túnel q
ue desemboca en el mar. Al día siguiente, las pesquisas de Jake y sus socios tendrán el fruto buscado, y podrán fotografiar a Mulwray en compañía de una jovencita, a la que visita en una casa y con la que se pasea en barca en un parque.

Pocos días después, las fotos aparecen en los periódicos, que acusan a Mulwray de malgastar los fondos de su compañía para entretener a una querida. Jake vuelve a su oficina, y se encuentra en ella a la verdadera Sra. Mulwray (Faye Dunaway), comprendiendo Jake que ha sido engañado y utilizado con fines que desconoce.

Este inicio nos retrotrae a las tramas detectivescas clásicas, especialmente de Raymond Chandler y su detective Marlowe, al comprobar cómo el detective es usado con fines oscuros por personajes que se atribuyen identidades falsas.

Naturalmente, Jake se toma la cosa a mal, y trata por todos los medios entrevistarse con Mulwray; se persona en la compañía de las aguas y se entrevista con el Sr. Yelburton (John Hillerman), quien le asegura que Mulwray no está en la empresa; Jake, empecinado, se presenta en casa de Mulwray y habla con la Sra. Mulwray, que le asegura ya no está enfadada con él y retirará la demanda por perjuicios que pensaba ordenar; Jake piensa que le han utilizado para perjudicar la figura pública de Mulwray, a fin de presionarle para que construya el dique, y se va, poco convencido, en busca de Mulwray. al fin le hallará, en unas instalaciones de la compañía de las aguas, pero muerto; allí se encontrará con el teniente detective Escobar (Perry Lopez), antiguo conocido suyo, de cuando ambos patrullaban por Chinatown, años atrás, al servicio policial del Fiscal de Los Angeles.

Del forense, antiguo conocido, Jake sabrá
que no tan sólo Mulwray ha fallecido: también un indigente, que acostumbraba a dormir al raso en un cauce seco de un río, ha fallecido: ambos ahogados; extraña circunstancia, en una ciudad que padece una pertinaz sequía.

El agua; ese bien necesario, imprescindible para la vida, bien preciado y escaso, deviene en el primer motivo en torno al cual giran las sospechas de Jake: Mulwray parecía investigar vertidos ilegales de agua; Mulwray fallece ahogado; el indigente sin techo, también ahogado, en un cauce normalmente seco; Jake vio a Mulwray hablar con un chiquillo que monta a su caballo en el rio y, hallándole, le interroga por su conversación: el chico dijo a Mulwray que el río, en diferentes lugares cada noche, recibía imprevistos chorros de agua. Esa agua desperdiciada miserablemente, cuando miles de personas la precisaban, cuando granjeros y ganaderos se lamentaban de la sequía, abocados a la ruina.

Esa noche, Jake decide investigar los vertidos de agua y franqueando una valla, comprueba como de un desagüe brota a raudales agua que va a parar al cauce seco del río; a punto de verse arrastrado por el agua, cree hallarse a salvo cuando aparece un antiguo policía, de cuya honradez Jake hizo chanza, al comprobar que estaba a sueldo de la compañía de las aguas (en la época del contrabando de licores no permitió que se perdiera ni una gota, así que es un buen empleado para guardar el agua) acompañado de un sujeto armado de un cuchillo, que no duda en amenazar a Jake por meter las narices donde no debe, acabando por herirle

Cuenta Polanski que, siguiendo la más
pura tradición, encargó para esa escena un cuchillo que, con la punta redondeada, al moverlo en un sentido, hacía el juego necesario en su hoja para no herir a Nicholson; cada vez, de las veinte que ensayaron la escena, Roman le decía a Jack: acordémonos de poner el cuchillo como se debe, no vaya a herirte....; el resultado fue, como esperaba, de real pánico en Nicholson en el momento de rodar la escena....

Jake Gittes está ya definitivamente enfadado: primero le usan, le engañan, y luego le cortan la nariz; se está conviertiendo en el hazm
erreir de la profesión, y no pasa por ello; reunido con la viuda Mulwray, acabará sabiendo que ésta se casó joven con Mulwray, mucho mayor que ella, y que su difunto esposo había sido socio de su padre, el Sr. Noah Cross, a quien ha visto fotografiado con Mulwray pocos días antes de su fallecimiento, discutiendo, y luego, en fotos retrospectivas, en la compañía de las aguas; Jake va tomando idea de cuestiones que le parecen importantes, a pesar que la viuda Mulwray le quita importancia, suplicándole que deje la investigación, asegurándole que la "querida" de su difunto esposo no tiene importancia y que no desea que la busque, pese a que Jake entiende que la joven es crucial para entender el nudo gordiando en que se está convirtiendo un simple encargo de infidelidad matrimonial.



Jake se entrevistará con Noah Cross (John Huston), hombre poderoso y afable, campechano, quien le contrata para averiguar el paradero de la "querida" de su yerno, asegurando que sólo pretende que su hija, Evelynn Cross Mulwray, no cometa un error al intentar venganza en ella;Jake aceptará a regañadientes, pero seguirá con sus pesquisas particulares, intentando saber qué está ocurriendo con el agua...

El guión, magnífico, superlativo, muy bien servido por Polanski, que aprovecha todas sus circunstancias y vericuetos intrincados, nos sirve
en bandeja múltiples líneas a seguir: el retrato de los personajes, imponente, nos presenta personas con sus razones, algunas ocultas, interesadas, para actuar de una forma predeterminada; los hechos que vamos conociendo, los hacemos nuestros siempre a través de los ojos de Jake Gittes, y estamos al tanto de todo lo que él va descubriendo; también su personalidad se va dibujando de forma paulatina, hasta saber que pasó de policía desengañado por la norma de "hacer lo menos posible" en el barrio de Chinatown, donde perdió a una persona querida por su actitud, tragedia que le impulsó a reconvertirse en detective privado al servicio de solucionar los problemas de la gente en sus vidas íntimas.

Se nos formularán dos interrogantes a un tiempo, en principio sin nada en común: la búsqueda de la "querida" del asesinado Mulwray, y los intereses que promueven la especulación con el suministro de agua de la populosa ciudad de Los Angeles, asentada sobre un desierto.

Todo ello presentado de forma excelente por el trabajo de competentes profesionales orquestados bajo la batuta atenta, minuciosa, exigente y perfeccionista de un Polanski que, una vez más, demuestra conocer muy bien su oficio de Director de Cine, cuidando al extremo todos los detalles: el vestuario, los decorados, el atrezzo, son elementos que, referidos a una época concreta, han logrado permanecer incólumes
al envejecimiento, notables en cualquier caso, trasladándonos a un momento histórico ya pasado; los vestidos de Jake y Evelynn, en una revisión entrando en detalles, son muy apreciables, sobretodo en Jake, siendo así que, normalmente, los protagonistas masculinos no lucen demasiados modelos; Jake es un detective que gana dinero, y sabe gastarlo, no hay duda; la música, como se habrá comprobado, adecuadísima a la temática y época, obra de un Jerry Goldsmith absolutamente inspirado; Polanski se luce de nuevo como director de actores, sacando el máximo partido de sus protagonistas, a los que ilumina maravillosamente con la contribución extraordinaria de John A. Alonzo, como se puede comprobar en la imagen que se inserta, tomada en una secuencia en travelling lateral siguiendo al automóvil en que ambos protagonistas se desplazan.




La riqueza de los personajes, basada en una descripción de los mismos que se desarrollará conforme avanza la acción, amplificada por un trabajo muy elogiable tanto de Nicholson como escéptico y persistente detective, así como una Faye Dunaway obsesionada por su caracterización (se retocaba constantemente el maquillaje) de mujer que mantiene un secreto inconfesable, apoyados por un elenco de secundarios entre los que sobresale la imponente figura de Huston como maquiavélico potentado libre de escrúpulos, hará que tomemos conciencia, de forma pausada pero imparable, que esas personas sujetas a la mirada interrogante de Jake mantienen entre sí unos lazos íntimos y repugnantes a un tiempo; las miserias humanas albergarán ambiciones y pasiones desenfrenadas y pasados vergonzantes, poniendo en la palestra que los poderosos se mueven por intereses inconfesables y con medios alejados de la norma, con una falta de escrúpulos morales sobrecogedora; la manipulación del servicio público del agua para obtener más poder (¿Cuanto dinero tiene? ¿Más de diez millones de dólares?....Uh, sí, seguro, más... ¿Y porqué, todo eso? ¿Por más dinero? Uh, no, por el futuro, entiende usted, pensando en el futuro...), ese manejar el agua, imprescindible, fuente de riqueza, de poder asociado a la necesidad del pueblo, esa especulación de comprar barato para vender caro, ese ansia de tener, de poseer todo, incluso personas, chocará con la honradez de Jake Gittes, que, aún habiendo tenido un escarceo amoroso ¿o sólo sexual? con la viuda Evelynn Cross Mulwray, sospechará de ella como posible secuestradora de la "querida" de su difunto marido, al tiempo que, recordando un detalle nimio, sospechará haber descubierto quien asesinó al ingeniero Mulwray que, a diferencia del indigente, falleció ahogado, sí, pero por agua salada, a pesar de ser hallado en el cauce seco del río...

Estos personajes, que se nos revelarań profundamente humanos en sus miserias, nos irán sorprendiendo en una acción muy bien presentada, con un ritmo adecuadísimo, un montaje sobresaliente de Sam O'Steen, al servicio del pulso de Polanski, que, con pequeños detalles, configurará un todo opresivo, un viaje a un destino que se revelará atroz, injusto, ingrato, crítico, muy crítico, con la forma de vida de una sociedad dominada por los entresijos del poder económico más salvaje, indemne a toda norma, cerrando dramática y trágicamente el viaje vital de un Jake Gittis que, habiendo huído de Chinatown por la impotencia de haber hecho lo menos posible, acabará nuevamente sometido a esa norma no escrita de dejarlo correr, de dejarlo por imposible: "Es Chinatown, Jake, es Chinatown"

Tiene razón Robert Towne cuando afirma sin ambages que Chinatown hoy no sería posible; la película acaba "mal", más que a años, a siglos luz de la época actual; no por ello ha perdido un ápice de su interés, y es, en opiniòn de este comentarista, de visión obligada para cualquier amante del cine, máxime amante del cine negro; recomendando encarecidamente su visión en v.o.s., para quienes ya la conocen buena oportunidad de revisarla y para aquellos jóvenes que no pudieron disfrutar de su estreno en cine, descubrir una película con todos los ingredientes para convertirse en inolvidable, con un excelente sonido y un magnífico formato de pantalla ancha, aspecto éste tan descuidado ahora.

p.d.: he hallado, en you tube, el video de las entrevistas conmemorativas que ofrece el dvd:

extra 1

Que los disfruten.


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dilluns, 3 de març del 2008

Rasho-bluff



Este comentarista ve muy poco la tele: las noticias y poca cosa más, con lo cual se pierde algunos anuncios que podrían ser interesantes, sobretodo colecciones de dvd de cine clásico que van saliendo a cuentagotas.

Llevaba casi toda la semana viendo en las cristaleras del cine (es correcto, pues sólo hay un cine, en mi pueblo) el anuncio de la película de la semana, promocionada como "estreno simultáneo", que cada vez infunde más pavor; el sábado, en la tele aparece un anuncio, un trailer, tal que así:



Uno, que ha visto Rashomon, amén de un episodio basado en una historia de Agatha Christie, como ya comentó aquí, es tan incauto y confiado que de nuevo ha tropezado. Y el tropezón ha sido memorable, más que nada, porque, ya con la intención de acudir al estreno simultáneo anunciado, se entretuvo apenas unos instantes en averiguar (por si acaso, por si las dudas) en la enciclopédica IMDB, más datos respecto a la película cuyo estreno iba a presenciar.

A tal efecto, sabiendo que el título es en España En el punto de Mira, consulta IMDB y se encuentra ante una cuádruple disyuntiva, que nada aclara, al momento, creando confusión; tenga el lector la amabilidad de comprobar por sí los resultados obtenidos:

Buscamos, en la barra IMDB spanish de nuestro navegador firefox el título En el punto de mira, y nos sale esto

1.- Another Stakeout (1993)
2.- Liberty Stands Still (2002)
3.- The Point Men (2001)
4.- Human Target (1992)

No, no, no, no. ninguna de esas es. El poster es distinto. Esas son muy antiguas y aunque ya sabemos que los estrenos en España se hacen al tuntún, o al tontón, que parece más apropiado, la película de esta semana es un "estreno simultáneo".... No se atreverían con una película antigua, no.... ¿o sí?

Calla, calla, que me acuerdo que he visto en el trailer ése a Dennis Quaid y ahora
ya veo que se debe tratar de la película cuyo título original es Vantage Point, fíjate, sí, es de este mismo año 2008: ¡Esa es!

Con estos antecedentes, mejor me hubiera quedado directamente en casa disfrutando de una película en dvd: ¿Quien ha sido el espabilado de la Sony que le ha puesto el título en España? ¿Le pagan, por su trabajo? ¿Mucho? No, por nada....

Tanto me entretuve hasta hallar la información correcta, que no dispuse ya de tiempo para mirármela con el debido detenimiento: sólo me fijé en que los espectadores (¡malditos, algunos/as!) le daban en conjunto, un notable; no me leí el comentario al pie..... y lo lamento.... mucho.

Total, hete aquí que me dispongo a ver En el Punto de Mira, primer largometraje
del señor Pete Travis (eso ya lo sabía, sí, pero uno siempre da voto de confianza de entrada: no puedo olvidar una película primeriza como Ciudadano Kane), que se acompaña de intérpretes eficaces y conocidos como el mentado Dennis Quaid, Forest Whitaker, Sigourney Weaver y William Hurt, amén de secundarios como Eduardo Noriega y Matthew Fox (este me suena de haber visto su cara en la serie Perdidos, cuanto TVE la estrenó hace tiempo de forma tan rocambolesca que la abandoné, harto de sus saltos de horario).

La historia parece a priori interesante, pues debe tratar del asesinato -o intento de asesinato- del Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica en medio de la bellísima Plaza Mayor de Salamanca, cuya acción es contemplada por ocho espectadores diferentes, componiendo una especie de rompecabezas que, en amplia visión, otorgará la solución a la investigación que, naturalmente, se iniciará de inmediato.

O sea, como Rashomon o como Los Cinco Cerditos: el esclarecimiento de un crimen al reunirse diferentes visiones que conjuntan un todo diáfano.

La intención, sin ser nueva, no es mala: aprovechar una buena idea con una presentación distinta. Lo normal en el cine actual. Lo malo, lo peor, es que, siguiendo la tónica imperante en el cine hollywoodiense, se desaprovecha una buena idea para dar lugar ,de nuevo, a una sucesión de imágenes de acción desenfrenada pero sin el aliento humano que hace nos sintamos identificados con los personajes que deambulan por la pantalla. Porque los intérpretes, muy solventes ellos, lo que hacen es deambular, moverse, pero en ningún momento interpretan nada: no pueden, porque no hay papel; no hay diálogos mínimamente interesantes que construyan ni medio personaje; son figuras deslavazadas cual muñequitos metidos en una lavadora, justo en el momento del centifrugado.

Travis demuestra oficio en la planificación de las escenas de acción, aunque hay una persecución de coches totalmente irreal, no ya porque en Salamanca no existen esas calles (milagrosamente, gracias a la magia del cine, salen de la Plaza Mayor de Salamanca y están corrriendo en calles de México) ni autovías, sino porque el pobre Dennis Quaid persigue con un utilitario a un coche patrulla de la Policía, y ese utilitario parece un remedo del batmóvil, pues es capaz de atravesar incólume, casi, dos coches estacionados, y seguir adelante. Una locura, un desatino.

La película, por suerte, es corta, la clásica hora y media (aún así, se hace larga) y pierde muchos minutos en la reiteración de rebobinar -literalmente- lo visto por cada personaje antes de ofrecernos un nuevo punto de vista, a toda la velocidad posible. Pero no hay personas en la película: sólo son sujetos; hombres y mujeres (y una niña, claro, faltaría más: ahora en las películas siempre aparece un menor) que accionan movidos por diferentes intereses, unos buscando a los terroristas, y otros actuando como terroristas, y uno, no se sabe bien si es terrorista o tontolculo, porque le engañan y al final acabará muerto.

A la falta de humanidad de los sujetos deambulantes se añade una falta de verosimilitud apabullante: no tan sólo no es en absoluto creíble la persecución que veremos según distintos observadores; es que además, la forma en que se lleva a cabo el atentado, es totalmente imposible en la actualidad, con la tecnología que se suele usar en eventos políticos de la índole del que se presenta como marco y escenario de toda la película.

No digo más por si alguno de mis lectores (que no creo, pues les supongo más inteligentes que yo y sabrán escarmentar en cabeza ajena: la mía) persiste en la intención de acudir a la sala de cine a ver esta "opera prima" de Pete Travis, que ya tiene su lugarcito en mi lista negra de "estrenos a evitar".

Avisados quedan.



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diumenge, 2 de març del 2008

The Killers (parte II)





La Universal Pictures, que disponía de los derechos cinematográficos del relato corto de Hemingway, decidió producir a través de una filial, la Revue Studios, una nueva versión de la trama destinada originalmente a ser exhibida en la televisión.

El guionista televisivo Gene L. Coon recibió el e
ncargo de escribir el guión literario y para ello se basó libremente tanto en el original de Hemingway como en el guión de la primera versión de 1946, modificando más que el esqueleto de la narración, la forma en que la misma se desarrolla, adecuándolo a los usos y costumbres cinematográficos de la época, más permisiva que dieciocho años antes, aunque sin cuidar -quizás por imposibilidad propia- la fuerza de los personajes que de nuevo vivirán en la trama ya conocida.

El director elegido fue Don Siegel, uno de cuyos trabajos como director ya ha sido comentado aquí, que, con el paso del tiempo, se hallaba al
servicio de la Universal.

Siegel, director acostumbrado a obras de encargo y experto en películas del género negro, así como al formato televisivo 4/3, abordó la realización con su acostumbrado ímpetu y el resultado fue tal que la U
niversal, entendiendo que tanto las escenas de acción como las de contenido sexual (bastante explícito para la época), sobrepasaban la prudencia aconsejable para su exhibición televisiva, decidió, con buen criterio, presentar la película en los cines.


Producida por el propio Don Siegel, éste tuvo la libertad de encargar la composición de la música a un joven y todavía no famoso John Williams aunque usaron para los títulos de crédito iniciales las inolvidables notas que Henry Mancini compuso para Sed de Mal (Touch of Evil) en 1958 (cosas que pasan cuando los derechos son de las empresas); Siegel, con la clara pretensión de apartarse de la clásica caligrafía televisiva, recabó la colaboración del director de fotografía Richard L. Rawlings y del montador Richard Belding y realizó una nueva versión, que absurdamente se tituló en España Código del Hampa (The Killers, 1964), contando como intérpretes principales con Lee Marvin, acompañado en sus correrías por el televisivo Clu Gulager; un inapropiado galán John Cassavetes, una fatal y rubia Angie Dickinson (según cuentan, muy amiga de John F. Kennedy, asesinado durante el rodaje) y, en su última película, Ronald Reagan

Vemos a dos tipos con gafas de sol que
entran en una residencia para invidentes; van bien vestidos, con chaqueta y corbata, y llevan un maletín; son Charlie (Lee Marvin) y su ayudante y socio Lee (Clu Gulager); se presentan ante la secretaria del complejo, invidente, y ya de entrada observamos el empleo de la violencia desatada cuando el cruelmente pizpireto Lee derrama sobre la mesa de oficina de la secretaria Srta. Watson (Virginia Christine, que también tuvo corto papel en la primera versión, a modo de homenaje) el agua de un pequeño florero, al tiempo que Charlie, sin contemplaciones, la amenaza para saber donde se halla un tal Jerry Nichols; ambos se dirigen al aula donde Jerry está dando clases de mecánica a un grupo de invidentes; entretanto, un anciano, que acudirá a la secretaría, sabrá de la visita de los extraños, que campan a sus anchas por el edificio, pues nadie puede verlos, y avisará a Jerry de su amenazadora visita; Jerry les espera detrás de su mesa, quieto, en pie, afrontando los disparos que Charlie y Lee le tiran con unos revólveres con silenciador que llevan en el maletín, abandonando el centro en medio de los invidentes aterrorizados.

Curiosamente, Siegel nos hurta, en esta violenta escena, los efectos naturales del tiroteo, pues las armas apenas hacen ruido, al llevar silenciadores, pero, además, no hay sangre en el cuerpo del asesinado Jerry Nichols. De hecho, apenas hay sangre en toda la película, sin que por ello su violencia merme, fruto de la labor de Siegel.

Los dos asesinos, cumplido el encargo, viajan
en un tren y entonces, abandonada ya la fase inicial del relato, deudora de Hemingway, se inicia el desarrollo de la trama que intentará explicarnos, de nuevo, porqué Jerry Nichols, cuyo verdadero nombre es Johnny North (John Cassavetes), ha permanecido inerme hasta caer, inerte, frente a sus asesinos; Charlie se pregunta porqué les han pagado veinticinco mil dólares por un trabajo tan sencillo, cuando normalmente cobran sólo diez mil; y, habiendo averiguado que su víctima era North, famoso antiguo piloto de coches y sospechoso de un atraco de un millón de dólares, se pregunta también dónde estará el millón, pues ambos asesinos tienen una cosa clara: North no tenía ése millón; nadie se gasta un millón en poco tiempo; y sólo quien ya tiene un millón no se preocupa por saber dónde está un millón de dólares; ambos coinciden en quien les haya contratado, cuya identidad ignoran, debe ser la persona que sí tiene ése millón de dólares.

Retomando pues la trama inicial de 1946, Don Siegel y Gene L. Coon introducen un cambio que modifica el desarrollo de la historia, otorgánd
ole una violencia seca que no se halla en la anterior, entendiendo este comentarista que la distinta forma de enfocar la solución de la misma incógnita, aleja a esta película de lo que podría ser un "remake", aún guardando ciertas similitudes, principalmente por la figura de la mujer fatal, Sheila Farr (encarnada por Angie Dickinson), que abocará a North a un destino impensable.

El afán de los dos asesinos es dilucidar quien tiene el millón de dólares, para quedárselo, dando por entendido que su poseedor es quien les ha contratado para matar a North, y Charlie (un espléndido Lee Marvin, que consiguió el BAFTA por su trabajo, ex-aequo consigo mismo por su trabajo en Cat Ballou), además, quiere entender porqué North asumió pasivamente su asesinato, sin siquiera moverse.


La película se conforma en una serie de retornos al pasado o "flasback" que cronológicamente nos irán presentando las peripecias de North, desde que es literalmente seducido por Sheila, personaje femenino sexualmente más activo, dando una vuelta de tuerca más a la típica mujer fatal: no es el hombre quien perdidamente se enamora de ella; es ella la que consigue enamorar, conquistar y obcecar al varón, llevándole de acá para allá a su antojo, tomando en todo momento la iniciativa, como reflejo de la superación de roles sexuales que se inició en los sesenta del siglo pasado; según contará a la pareja de asesinos el viejo socio de North, un tal Earl Sylvester (Claude Akins), bajo la amenaza latente de mu
erte inminente contra su inicial obstinación en callar, Sheila se presenta de improviso en un circuito de carreras y se lleva con ella a North, y ya nada será igual.

Es una pena que no haya lo que ha venido en llamarse "química" entre los dos intérpretes que incorporan a los dos personajes entorno a cuya relación amorosa girará la trama; Cassavetes y Dickinson no alcanzan a demostrar la pasión cegadora que sus personajes insinúan, restando parte de emoción a la historia.


Quizás consciente de ello, Siegel, con muy buen criterio, hace recaer en las escenas de acción, interpretadas perfectamente por Marvin y Gulager, el máximo interés de la cinta, que se desarrollará con un buen ritmo siempre que intervienen los dos asesinos, enfatizando mediante encuadres cada vez más inclinados, primeros planos ominosos y una muy correcta planificación, las violentas escenas que se sucederán hasta que, al fin, averigüemos donde está el dinero y el porqué la víctima no se resistió a su asesinato.


Deudora como es esta versión de la anterior, nos ha presentado sin embargo con más crudeza una explicación semejante; pero si en la anterior era un extraño a la acción inicial quien trataba de averiguar la solución a la incógnita residente en el relato corto de Hemingway, ahora quienes impulsan la historia son los que, con su acción, la han originado. Sus intereses no inciden en la búsqueda del porqué tanto como en el beneficio que esa resolución deberá llevar aparejada. La historia se nos cuenta desde el punto de vista de dos asesinos, al fin y al cabo, y, lógicamente, sus acciones serán violentas, libres de prejuicios, con una amoralidad indiscutible, concepto éste que no se halla en la anterior; en la versión de Siegel, la única persona normal, ajena al mundo del hampa, es el socio que en su día tuvo North; el resto de los personajes pueden calificarse sin ambages como delincuentes desalmados, otro motivo más que probablemente inclinó a la Universal a declinar su pase televisivo en favor de la gran pantalla; por suerte, la realización del rodaje, en manos del experto Siegel, con el uso de una técnica apropiada y nada televisiva, nos permite disfrutar todavía de una película que, aún siendo una obra menor, supera con creces muchos productos de la mercadotecnia actual, carísima pirotecnia de usar y tirar.





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