Dice la sabiduría popular que "algo tendrá el jamón de jabugo cuando a todos gusta"
Llevando el símil a mis terrenos, me atreveré a afirmar rotundamente que algo tendrá el autor teatral londinense
Terence Rattigan para obtener, como obtuvo en su andadura por este mundo, semejante éxito popular con sus piezas teatrales, mal que a
algunos les pese en el alma y en el bolsillo.
Prueba irrefutable de la conexión de Rattigan con el público son las -hasta ahora- sesenta y nueve representaciones de sus obras teatrales que constan en su
ficha de ImDB
Hace ya un tiempo dediqué un comentario a su pieza
Mesas Separadas y, habiendo revisado recientemente la última adaptación cinematográfica de una pieza de Rattigan, no puedo resistirme a poner, blanco sobre negro, mis impresiones, por si interesan a algún amable lector.
Se trata de una breve pieza melodramática, apenas setenta y ocho páginas, titulada The Winslow Boy.
Al igual que hice con la novela de Cormac McCarthy
No Country for Old Men, después de ver la película titulada en España
El Caso Winslow (
The Winslow Boy, 1999), decidí leer la pieza teatral. El empeño ha resultado realmente difícil, porque no disponía de la misma y adquirirla ha sido una epopeya, hasta que recordé la magníficamente vetusta Llibrería Millà de Barcelona (especializada en teatro desde 1900) donde pude adquirir el único ejemplar que tenían de una edición de Aguilar, datada en 1959, adquirida por su anterior poseedor en Ancora y Delfín, entonces en Avda. Generalísimo Franco 556, hoy Avda. Diagonal de Barcelona.
Terence Rattigan ya era un autor conocido cuando en el año 1946 presentó en las tablas escénicas londinenses The Winslow Boy, recreación teatral de hechos verídicos sucedidos a partir del siete octubre de 1908, cuando el cadete George Archer-Shee fue expulsado del Osborne Naval College por un supuesto hurto de un giro de cinco chelines, previa falsificación de la firma del destinatario.
Tomando como excusa y punto de partida esos hechos reales, Rattigan nos presenta los avatares de una familia de clase media - alta de Londres, formada por Arthur Winslow, su esposa Grace y sus hijos Catherine (Kate), Richard (Dickie) y Ron (Ronnie), que viven de forma acomodada como corresponde a un funcionario jubilado del Banco de Londres, asistidos por unos sirvientes encabezados por Violet, veinticuatro años ya al servicio de los Winslow.
Los Winslow son católicos y representan una amalgama social amplia: la hija mayor, Kate, es una activa sufragista del voto femenino; el hijo mayor, Dickie, hace como que estudia en Oxford, pero dedica demasiado tiempo al baile y a la música que detona las estancias con su gramófono; el pequeño, Ronnie, más aplicado, ha conseguido entrar en una academia militar, futuro asegurado: es la niña de los ojos de su padre, el riguroso Arthur, que lidia autocráticamente con su esposa Grace y con el resto de la familia.
Rattigan hace un uso brillante de su prosa para mostrarnos en unos diálogos ajustados la forma en que los personajes, componentes de la familia Winslow, se interrelacionan: las frases, ocurrentes y pulidas, dejan entrever sólo unas intenciones y sentimientos que forzosamente están al servicio de unos buenos actores que las sepan complementar, pues muchos de los matices quedan en el aire, apenas apuntados.
Existe ante el hecho de la expulsión de Ronnie una conjunción de voluntades que auna los esfuerzos e intereses de Arthur y Kate: Arthur se empeña en lavar el honor de la familia a cualquier precio y Kate, activista por el reconocimiento del sufragio universal, persigue la justicia que se le niega a su hermano.
Ambos deberán pagar un alto precio por su decisión; ambos se apoyarán el uno en el otro, como bueyes que tiran de una carreta, hasta el fin.
Los hechos reales importan poco a Rattigan, ya que desprecia ofrecernos de forma directa los sucesivos procesos que ocurrieron, tanto como su final, más allá de la trama.
Su interés reside en poner de manifiesto una forma de vida en el seno de esa familia que ve rotas sus esperanzas por un hecho casual, injusto: las consecuencias se desgranarán a lo largo de la trama, recayendo en varios de los personajes: Arthur, sometido a un doble esfuerzo, económico y mental, verá acrecentados sus achaques de artrítico; la joven Kate hallará problemas con su prometido John, militar de profesión; el díscolo Dickie deberá renunciar a permanecer en el amable campus de Oxford, entrando de sopetón en la edad adulta con responsabilidades laborales. Todo se nos cuenta en frases alegatorias, entreviendo lo que sucede a través de los diálogos, conversaciones cotidianas que mantienen los miembros de esa familia con intereses tan dispares pero unidos ante la adversidad; aunque esa unión parece resquebrajarse por momentos, conforme avanza la acción, que discurre a lo largo de tres interminables años de litigio, bajo la dirección del más afamado Abogado de Londres, Sir Robert Morton, al tiempo adalid de la oposición en la Cámara de los Lores.
Conjugando perfectamente la acción, Rattigan entremezcla las vicisitudes familiares de los Winslow con los movimientos legales iniciados por Sir Robert en la prosecución de un objetivo nada usual: la concesión política del derecho a litigar contra la Corona, representada por el Almirantazgo, que persistentemente ha negado y niega al pequeño Ronnie un juicio en igualdad de condiciones.
En tan breve espacio, una pieza melodramática de cuatro actos muy cortos, Rattigan sabe ofrecer al público cuestiones tan distintas como las vivencias de la familia y la lucha por unos derechos públicos y políticos: esa mezcla se verá personificada en Kate, muy distante ideológicamente de su padre, adversaria política de Sir Robert -que no cree en el voto femenino- a quien además considera un punto arribista al aprovechar unos emolumentos que casi llevan a la ruina a los Winslow mientras los usa para derribar al partido en el poder, dice Kate, llevado de su afán de gloria política, opinión que acabará cediendo a la verdad del personaje.
Esta fue la primera pieza teatral de Rattigan en ser llevada a la gran pantalla, pues, apenas dos años más tarde de su estreno en Londres, se presentó una película dirigida por Anthony Asquith, conocida en España como El Caso Winslow (
The Winslow Boy, 1948) que, lamentándolo mucho, no he podido ver por mucho que la he buscado.
En ella intervino el propio Terence Rattigan como guionista, adaptando su propia obra teatral: curiosamente, por lo que he podido leer, esa película abandona en parte la idea primigenia de Rattigan, ya que el escritor pergeñó un guión ofreciendo las sesiones del juicio que defiende los intereses del pequeño Ronnie; supongo que la moda de las "películas de juicios" de la época motivó que esa primera versión difiriera, incidiendo más en la cuestión de la justicia, optando por el realismo de los hechos acontecidos.
Posteriormente, la pieza fue representada en dos ocasiones en televisión, primero en
1958 y luego en
1990, en sendas producciones británicas, trufadas de primeras espadas de la interpretación, al igual que la primera versión cinematográfica.
Tuvo que ser el excelente dramaturgo, guionista y Director independiente
David Mamet quien, después de haberse hecho con los emolumentos de un guión que firmó de forma casi anónima, usando el seudónimo de
Richard Weisz, cogió los bártulos y viajando a Londres con su esposa y su cuñado, se plantó en Inglaterra con la firme decisión de realizar una versión fidedigna a la pieza teatral escrita por Terence Rattigan cincuenta y tres años antes.
La película, presentada en 1999, se estrenó en España como ya he dicho bajo el título de
El Caso Winslow (
The Winslow Boy, 1999); cabe reseñar que esa traducción española del título da fe una vez más de la idiocia de los distribuidores españoles o en cualquier caso, de su vagancia: si hubieran visto la película y leído la pieza antes, simplemente hubieran usado el título de la pieza en castellano:
El Chico de los Winslow.
Porque el eminente dramaturgo Mamet, en su acepción de cineasta singular, retoma la historia original de Rattigan y se aleja de la típica "película de juicios", respetando no tan sólo la trama sino también su estructura y texto, casi punto por punto, con alguna licencia que, a ojos de este comentarista, consigue mejorar el original.
Mamet consigue apartarse también de la clásica "película de época" ya que pese a que la ambientación, decorado y vestuarios son perfectos, no se contempla en ellos en ningún momento, abandonando una estética preciosista que hubiera mermado la profundidad del mensaje. Los personajes deambulan en la casa de los Winslow en casi todas las escenas, sin apenas exteriores, pero ello, gracias a los sutiles movimientos de cámara y la fotografía sencilla pero eficaz, fruto del trabajo excelente de
Benoît Delhomme, así como el elegante montaje de
Barbara Tulliver, nunca llega a pesarnos ni a encarcelarnos en las tres paredes de un escenario teatral.
Mamet sabe exprimir como nadie las virtudes de sus intérpretes y lo demuestra porque sin grandes estrellas, logra que
Nigel Hawthorne sea un más que convincente Arthur, mientras
Rebecca Pidgeon (esposa de Mamet) se desenvuelve dando prestancia a Kate, y
Jeremy Northam, quizás el más famoso, logra dotar de una calculada ambigüedad al heroico Sir Robert Morton.
Las pequeñas alteraciones realizadas por Mamet en el guión a buen seguro hubieran sido del gusto del ya fallecido Rattigan: la condición de católicos de los Winslow, en medio de una conservadora y anglicana sociedad londinense, se ve dotada de una especial relevancia en el inicio, alterando la secuencia original, aprovechando la llegada a casa para ir presentando a los personajes, de un modo muy teatral y eficaz, sobrio y económico cinematográficamente. La entrada en escena del pequeño Ronnie, cuya desgracia causará la trama, está muy bien realizada, focalizando la atención de inmediato en la carta sellada con lacre que indiscretamente el niño abrirá para conocer su contenido, que se nos hurta hasta que es leído en voz alta: una pequeña variación de estilo en el texto, introducida por Mamet, al fin buen escritor, hará recaer sobre los hombros de Arthur el peso de su tragedia: el honor mancillado.
Mamet, siguiendo pues la idea original, se apresta a ofrecernos la idiosincrasia de esa familia conservadora, acomodada, que, de repente, se halla en la temporada de las "vacas flacas" anunciada en el sermón al que han asistido esa aciaga mañana de domingo.
Los apuntes a la religión siguen de la mano de Mamet cuando una frase decisiva es pronunciada por Sir Robert en sede parlamentaria:
FIRST LORD
Very well. Make your old speech.
SIR ROBERT
Thank you. I have a point of order, Mr. Speaker. I should like to read into the record two items. Two items. First item: popular song of the day. How Still We See Thee Lie or The Naughty Cadet. How dare you sully Nelson's name who for this land did die, oh naughty cadet. For shame, for shame; how still we see thee lie. They suggest, they suggest our concern for the boy may perhaps tarnish the reputation of Lord Nelson.
FIRST LORD
You said two items.
SIR ROBERT
The other one is this. It's from a slightly older source. It is this: you shall not side with the great against the powerless.
MEMBER OF PARLIAMENT
Mr. Speaker, point of order.
SIR ROBERT
I am on my feet.
MEMBER OF PARLIAMENT
Will you yield?
SIR ROBERT
I will not yield, Mr. Speaker. You shall not side with the great against the powerless.
MEMBER OF PARLIAMENT
Yeah.
SIR ROBERT
Have you heard those words, gentlemen? Do you recognize their source? From that same source I add this injunction. It is this: what you do to the least of them you do to me. Now, now gentlemen....
Mamet introduce escenas de la Cámara de los Lores con buen tino, ya que las mismas son relatadas someramente en el original, de forma aceptable en las tablas pero inaceptable en el cine: pero nos ahorrará las sesiones subsiguientes del juicio, que serán resumidas muy oportuna y brevemente.
Se centra en la relación de los personajes entre sí y en los efectos que la larga persecución de la justicia ( "que se haga lo justo"), causará en todos los partícipes de la historia. Y a fe que lo consigue: gracias a Mamet, no tan sólo veremos las consecuencias físicas y económicas de la familia Winslow: también apreciamos, en sugestivos detalles, los sentimientos, la vida interior de esos personajes tan bien hablados que, con un gesto leve, se nos mostrarán -muy educadamente, eso sí- como realmente son.
David Mamet pues no realizó lo que venimos en llamar "remake" de una película de más de cincuenta años antes: nos presenta una versión mejorada de la pieza de Terence Rattigan, excelente, incluyendo una guinda final que cierra de forma más que brillante, única, con dos frases definitorias de un futuro incierto.
Indispensable para cualquier cinéfilo de pro y, naturalmente, de visión obligada para los amantes del teatro. En v.o.s.e., por supuesto, más que nunca.
Addenda: referencias interesantes y algún que otro "spoiler"
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Mamet, dramaturgo y director, sabe extraer de sus intérpretes lo mejor de ellos, siguiendo sus propias teorías al respecto:
Mamet y los actores:
True an False: Heresy and Common Sense of the Actor
Neil North interpretó al joven Ronnie en la primera versión cinematográfica de 1948: en la presente, por casualidad, interpreta al First Lord de la Cámara de los Lores. Mamet se enteró en el set de rodaje.
La verdadera historia de Ronnie :
George Archer Shee
Mamet hubiera podido inclinarse por ofrecer una trama de contenido más claramente vindicativo: el caso real sentó un
precedente legal en el sistema judicial anglosajón con claras repercusiones en el ámbito político, al cambiar la forma que tenía la Corona y sus representantes (la Administración, de todo tipo) de afrontar sus relaciones con el pueblo llano. Hubiera sido otra película, sin lugar a dudas. Ni siquiera incide, como tampoco lo hizo Rattigan, en los efectos posteriores, ya que los Winslow consiguieron resarcirse de las costas judiciales a cargo del Almirantazgo, así como percibir una indemnización por daños y perjuicios, en elevadas cantidades para la época.
Terence Rattigan en la Wikipedia.
The Winslow Boy en la Wikipedia.
Algunas páginas de la pieza en Libro en Google.
The Winslow Boy (película de 1948) en Wiki.
The Winslow Boy (película de 1999) en Wiki.
Guión de la película de Mamet.
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Bellísima escena final de la película, en la que Kate, conocedora del sacrificio soportado por Sir Robert, le solicita su comprensión por sus anteriores dudas, y la excelente respuesta de su interlocutor, al tiempo que define el sentido de la justicia.
Las dos últimas frases, añadidas por Mamet.
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[leer más]
CATHERINE
One thing puzzles me, why are you always at such pains to prevent people knowing the truth about you, Sir Robert?
SIR ROBERT
Am I, indeed?
CATHERINE
You know that you are. Why?
SIR ROBERT
Which of us knows the truth about himself?
CATHERINE
That is no answer.
SIR ROBERT
My dear Miss Winslow, are you cross-examining me?
CATHERINE
On this point. Why are you ashamed of your emotions?
SIR ROBERT
To fight a case on emotional grounds is the surest way to lose it.
CATHERINE
Is it?
SIR ROBERT
Emotions cloud the issue. Cold, clear logic wins the day.
CATHERINE
Was it cold, clear logic that made you weep today at the verdict?
SIR ROBERT
I wept today because right had been done.
CATHERINE
Not justice.
SIR ROBERT
No, not justice. Right. Easy to do justice, very hard to do right. Well, now I must leave the witness box. Miss Winslow, I hope I shall see you again. One day perhaps in the House of Commons, up in the Gallery?
CATHERINE
Yes, Sir Robert. In the House of Commons one day, but not up in the Gallery. Across the floor, one day.
SIR ROBERT
You still pursue your feminist activities?
CATHERINE
Oh yes.
SIR ROBERT
Pity. It's a lost cause.
CATHERINE
Oh, do you really think so, Sir Robert? How little you know about women. Goodbye. I doubt that we shall meet again.
SIR ROBERT
Oh, do you really think so, Miss Winslow? How little you know about men.
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Confío en la indulgencia del amable lector por la extensión, fruto de mi inveterada falta de contención ocasional....
Añadido posterior: el amigo Fernando R. Genovés reflexiona sobre la película que yo todavía no he visto (a fecha de hoy, 18 de mayo de 2015) y he creído oportuno que, aparte de comprobar que no fue Mamet quien añadió las dos frases finales, a quien haya llegado hasta aquí le gustará completar su información y le encantará, como a mí, leer esta
estupenda reseña
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