Un Führer acabado
En la historia del cine el personaje de Adolf Hitler ocupa un relevante lugar al aparecer en muchísimas películas, la mayoría de género bélico.
Sin embargo, hasta hace bien poco, ese personaje histórico, tomado como personaje cinematográfico, destacaba en dos películas de corte claramente cómico-sarcástico: la primera, iniciado su rodaje poco antes de la infame Segunda Guerra Mundial, El Gran Dictador, obra de Chaplin, y la segunda, ya iniciada la contienda, To Be or Not To Be, del gran Lubitsch.
En la primera Chaplin aparecía por partida doble como émulo de Hitler, y en la segunda, la sombra ominosa de Hitler, el pánico que produce, está presente en todo el metraje, apareciendo al final, nuevamente ridiculizado por un sosias.
Tuvieron que ser los alemanes los que apretándose el cinto y agarrándose los machos, ofrecieran al mundo en general una visión cercana a la figura del que durante más de una década fuera su líder, su Führer.
Oliver Hirschbiegel se basa en un espléndido guión fruto del trabajo de Bernd Eichinger que dramatiza los recuerdos de Traudl Junge que fue secretaria personal de Adolf Hitler desde 1942.
La película se tituló aquí El Hundimiento (Der Untergang, 2004 ) y se limita a explicarnos los últimos días vividos en el bunker o refugio de Berlín donde se parapetó Hitler con toda su cohorte.
Hay que aclarar antes que nada que el resultado final no hubiera sido posible sin la concurrencia del actor suizo Bruno Ganz que, dando cuerpo y alma al Führer, realiza una sobrecogedora interpretación, memorable, soportando sobre sus robustos hombros el peso de casi todas las escenas.
Tomando -según opina un testigo presencial, Rochus Misch - la licencia artística de elevar la voz, la historia que Hirschbiegel nos ofrece ahonda en la compleja psicología de Hitler, capaz, como ya sabemos, de las mayores atrocidades.
Es imprescindible ver la película en v.o.s.e. para aquilatar debidamente la magistral lección de interpretación que Bruno Ganz ofrece: [ver :]
Muchos comentarios realizados en las fechas de su estreno evidenciaban un desagrado por la forma adoptada por Hirschbiegel: el tratamiento de la figura del Führer y de toda su cohorte huye de los estereotipos que usualmente los presentan como criminales, dejando de lado su condición humana, compleja, plena de sentimientos como la desazón, el miedo, pero también el fanatismo, el desprecio por los otros y la insana crueldad.
Muy al contrario de esa opinión extendida, este comentarista piensa que Hirschbiegel realiza un pormenorizado estudio de la psicología de todos esos mandatarios del III Reich que causaron tan grandes crímenes de lesa humanidad.
No eran simplemente seres monstruosos: eran hombres -y mujeres- que de forma consciente ostentaban una especie de condición de Mr. Jeckyll y Mr. Hyde: afables, hasta amables, cuando les convenía, no dudaban en afrontar la muerte de los enemigos de su voluntad como un paso para seguir adelante. El innegable carisma de Hitler arrastra a todos sus esbirros hasta el final: muchos se niegan a abandonarle en su empecinamiento loco de permanecer en el refugio situado debajo de la Cancillería, cuando el ejército ruso está rodeando la ciudad de Berlín y estrechando dia tras dia el cerco.
Con la inestimable colaboración de Ganz, veremos a un Hitler traicionado por algunos de sus colaboradores que sienten cercano su fin; el Führer se resiste a percibir su ocaso, el inexorable declive, el otro lado de la balanza que pesa contra las maldades cometidas en el desaforado orgullo de pretender poseer el mundo aniquilando a los pueblos. La indiferencia con que se toma el derecho a la vida de los demás, estableciendo un clasismo asesino, basado en frases rimbombantes que pretenden ser parte de la Historia, nos aterroriza, dejándonos estupefactos. Hitler se comporta como lo haría un emperador de Roma, eliminando vidas molestas a sus fines como quien aparta una mosca de su plato.
La humanidad de Hitler en esta película resulta atroz al evidenciar que cualquier persona puede albergar en su interior un demonio. No hay nada exculpatorio en el magnífico guión que no olvida retratarnos a los que secundaron y apoyaron el ascenso a la cima del poder en Alemania de Adolf Hitler, concurriendo en todos los que conviven en el refugio buena parte de la culpa de los genocidios perpetrados. Una insana devoción que, entremezclada con la consciencia de la culpa, hace que muchos opten por emular a su líder y se quiten la vida antes que caer en manos del ejército enemigo, una última cobardía para no tener que afrontar la responsabilidad de sus genocidas actos.
El tratamiento que Hirschbiegel da a la película en ningún momento estimula la simpatía hacia los personajes que veremos transitar por la pantalla: no llegamos nunca a identificarnos con ninguno, pues no hay héroes. El interés reside en esa virtud cinematográfica que nos convierte en "mirones" de unos hechos históricos pertenecientes al siglo pasado, gracias a la virtud del director que, con un tono aséptico, algo alejado, casi propio de un documental, nos informa de unos sucesos hasta ahora ausentes de la gran pantalla.
Una película para ver con calma, un apunte interesantísimo que nos obligará, pasados los 156 minutos de metraje, a reflexionar cómo fue posible que semejante caterva de individuos alcanzaran y se mantuvieran en el poder durante tantos años: el pueblo engañado por el carismático Führer, primero le aúpa a través de las urnas y luego le permite eliminar cualquier rastro de democracia entendida como participación del pueblo en su gobierno, para acabar siendo despreciado por su propio líder, que no tiene empacho alguno en manifestar el poco amor que siente por el pueblo llano, cuyas vidas y sufrimientos le importan un ardite.
Un buen aviso el que nos deja Hirschbiegel al poner de manifiesto el peligro latente en confiar en un alucinado egocéntrico con delirios de grandeza las facultades inherentes al máximo poder.
Hirschbiegel demuestra dominio del ritmo cinematográfico moviendo la cámara con soltura, aprovechando la contradicción entre el refugio y el mundo exterior para subrayar el alejamiento total y absoluto de la cúpula del III Reich con sus conciudadanos.
En definitiva, una dura diátriba la que se formuló hace poco en la cinematografía alemana, con un buen guión que no toma partido de forma evidente, dejándonos a nosotros, espectadores, sentir repulsión por ese Adolf Hitler que, ya para siempre, adopta los rasgos del gran Bruno Ganz.
Una muestra más de la calidad del cine europeo al construir un entretenimiento que, además, nos hace pensar.
Els comentaris d'aquest bloc son subjectes a llicència Creative Commons (veure al peu).
Pel que fa a les imatges, sons o vídeos, es mostren com a ajuda per la difusió de les obres respectives que hi son comentades.
Si quelcom en disposa dels drets de difusió, i no vol que s'ofereixin, es prega ho comuniqui per correu electrònic per tal de retirar-los immediatament.