En el verano de 1975 visité La Alhambra de Granada y quedé enamorado al instante.
Me prometí que algún día regresaría y trataría de hacer justicia a su hechizo encantador con alguna que otra foto.
Ese día por fin llegó hace unas semanas y con el día llegó la noche y en La Alhambra, amigos míos, la noche es mágica.
Mientras estaba allí, cómo no, en mi cabeza sonaban las notas de Tárrega y me ha parecido que la mejor forma de explicar la sensación sería hacer un pequeño vídeo de tres minutos escasos.
No hace falta decir que la música es Recuerdos de La Alhambra de Francisco Tárrega, interpretada por Narciso Yepes.
Empezar un comentario de forma políticamente incorrecta seguramente no es buena idea y si encima el error es cambiar el femenino por el masculino entonces alguno advertirá visos de temeridad pero la expropiación resulta ajustada a la realidad porque cuando uno salió de la magnífica sala del Cine Capri (quizás la última gran pantalla del entorno de Barcelona ¡y a un precio imbatible!) se sumió en un mar de dudas y al final la conclusión quedó fijada en la proverbial frase del refranero español con un significado que le viene como guante ajustado a la última película de la saga Bond y como aficionado y seguidor espero que el adjetivo acabe por ser incorrecto, aunque para ello deberán concurrir elementos extraordinarios y tomaduras de pelo varias con la complicidad del fan que deberá mirar para otra parte.
No time to die (Sin tiempo para morir) cierra la trayectoria de Daniel Craig personificando a James Bond, ese espía clasificado como 007, el más conocido de los 00*, tipos capaces de matar a sangre fría sin contemplaciones en la seguridad que el gobierno de su majestad británica no les va a pedir nunca responsabilidades ni por los muertos que deja tras de sí ni por los gastos extra que presenta en su tarjeta de crédito.
Un tipo que desde 1962 ha encandilado a féminas y causado envidia en varones por su prestancia, dinamismo, resistencia a los cócteles martini y poder seductor que en cada película mostraba por lo menos dos veces mientras se dedicaba a perseguir a los malos exterminándolos de la forma más despiadada posible, en ocasiones no exenta de crueldad, pero es que el tipo no es un angelito: es un asesino que sirve a los que teóricamente son los buenos de la película.
No hay ni una película de la saga Bond que resista un análisis serio de su contenido pero ya nos está bien, porque uno no va a ver a Bond esperando mojigaterías ni problemas morales o éticos: uno va a ver acción a tope, mujeres guapas, muchos tiros, alguna persecución inverosímil y que al final los malos palmen y a esperar la siguiente. Y a ser posible, que con todos elementos a disposición no aburra, lo que desgraciadamente ocurre en demasiadas ocasiones, por difícil que parezca, con la experiencia que ya deberían tener.
En esta ocasión hay cambios que me resisto a denominar novedades porque ésas serían bien recibidas y lo que han hecho Cary Joji Fukunaga (que es el director y también guionista) con Neal Purvis y Robert Wade (ambos supuestos guionistas) es una traición, un asesinato (pues el personaje como tal no puede defenderse de sus "creadores") en el que el prototipo de Bond perece de forma lastimera dejando atrás todos esos rasgos apuntados que han conformado más o menos el tipo cinematográfico (del procedente de la pluma de Ian Fleming ni idea, por no haber leído más que media novela) desde 1962, que ya son años de seguimiento de una saga en la que el epónimo James Bond ha tenido diversos rostros y si me apuran, incluso actitudes, alguna francamente paródica (Roger Moore) pero sin incumplir los requisitos establecidos por la costumbre jamás.
Hasta ahora.
Este Bond tiene una fecha de caducidad: los cincuenta años de edad que tenía Craig en el momento del rodaje (ha tardado muchísimo en producirse el estreno) no se disimulan porque el tipo está cachas pero su actitud es la de su edad: estábamos acostumbrados a un Bond presente en un hombre apuesto de edad incierta pero no tan maduro; tanto, que además está casado. Tan casado está que deja escapar a una partenaire de la Cía sin siquiera una intentona de seducción y viéndola ahí al lado ya me dirán si esto cuadra en una película de Bond.
Y luego, en la consabida escena en que otra mujer le apunta con un arma (ya he dicho que solían ser dos los lances en cada película) tampoco aparece el galán y no será porque la supuesta villana, que es una especie de aviso para navegantes (mujer, negra y poco agraciada, justo todo lo contrario al prototipo 007) no le haga ojitos, que se muere por hacerse la colega.
Un despropósito que a muchos fans de Bond no ha complacido en absoluto y menos porque hay una sensación de ajuste de cuentas en las muertes que se producen en la trama, como buscando un cierre vengativo por haber molestado con esos conceptos atávicos tan incorrectos en la moralina que impera en nuestra sociedad actual en la que algunos ejemplares de la humanidad se erigen con muy mala intención como líderes de gentes de buena fe que no advierten que el camino de baldosas de oro acaba en un precipicio en el que el sometimiento será norma.
No se trata naturalmente de una cuestión de principios pero tampoco es cosa baladí observar que por intereses estúpidos se procede a tergiversar, modificar, cambiar en lo más básico algo que carece de importancia real, algo que no es más que un entretenimiento y se hace para modular convencimientos e ideas en las mentes bondadosas y poco dispuestas a prevenirse de intenciones espurias que coinciden con las mentes perversas que en este siglo que vivimos están empezando a perseguir libros porque expresan ideas que no les gustan: ya se han producido hogueras y falta poco para que las veamos en los telediarios.
Hace unos años, cuando después de las pifias de Skyfall (2012) y Spectra (2015), Daniel Craig empezó a decir que no haría más de Bond, sonó con fuerza la idea de encomendar el personaje a Idris Elba y, francamente, me pareció una buena elección: un tiarrón británico, atractivo, con muy buena voz y negro. El personaje de Bond en la pantalla puede ser un negro atlético y guapo como Idris, porque después de tantos años no pende del original literario y Elba es muy capaz de llevar adelante todas las acciones bondianas cumpliendo los requisitos, pero algo debió moverse en las sombras de la imbecilidad dominante y desecharon la oportunidad que nos hubiese provisto de tipo para unas pocas películas más.
Tal parece que han decidido cargarse la saga porque resultaba probablemente demasiado machista para algunas sensibilidades faltas de talento natural para entender lo que es un prototipo que sirve para pasar el rato pero no para edificar una entelequia ni social ni mucho menos política; y lo han hecho a conciencia: va a resultar imposible resucitar a Bond sin caer en el más espantoso de los ridículos, aunque es bien cierto que la audiencia está tan domesticada que poco va a importar, aunque puede que a algunos fans les dé por no ver más que las películas anteriores poniendo como fecha límite (muy límite) el año 2008.
Por otra parte, si ustedes nunca han sido seguidores bondianos, esta película puede cumplir las expectativas de una de tiros con un guión descabezado en el que la falta de lógica viene a ser la norma en estos últimos lustros, con escenas de todo punto inexplicables y no me refiero a las que protagonizan los especialistas sino a aquéllas que a los pocos minutos se revelan como invenciones sin base alguna y absolutamente imposibles. Pero la dirección de Cary Jojo Fukunaga revela bastante oficio, llegando incluso a usar en el largo prólogo (casi media hora) un par de elipsis que al espectador atento indican datos que luego por suerte se confirman, lo que lleva a la conclusión que las irregularidades lógicas del guión deben imputarse a los otros supuestos guionistas que no han pulido su trabajo como debieran, aunque lo cierto es casi nadie se ha quejado hasta ahora, tan grande es lo que hacen con Bond.
Como película de acción es pasable porque mantiene un cierto ritmo y el montaje es acertado y la banda sonora no desentona y no molesta; Ana de Armas sale guapa y el resto cumple con mayor o menor convicción. Respecto de la acción sostengo que la saga de Bond, que nos acostumbró a una especie de "todavía más" en sus prolegómenos, con acciones imaginativas y peligrosas, padece ahora mismo de una seria competencia que le ha dejado al margen: basta ver cualquier noticiario en la tele para comprobar como esas peripecias que hace treinta años nos dejaban asombrados exclamando ¡uau! las ejecutan sin trampa ni cartón verdaderos intrépidos que se juegan su vida por unos minutos en las pantallas y claro, en el cine luego ya uno llega con los ojos repletos de imágenes que la ficción mo llega a superar, así que tan sólo queda el recurso de un guión inteligente con una trama interesante que nadie parece saber escribir. Y así nos va.
En resumen: véanla si no son seguidores veteranos de Bond. Y sin esperar nada especial.
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