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divendres, 29 de juliol del 2011

Examen de Cinefilia (Parte XLVI)



Efectivamente: hoy es viernes y además es el último viernes del mes y no porque sea julio nadie se va a librar, así porque sí, de cumplir con sus deberes.

De modo que sentémonos cómodamente, abramos los sentidos y la mente y agitemos un poco ese cráneo que debe estar encima de los hombros para que las neuronas se percaten que les ha llegado la hora de hacer algo de provecho.

Un poco de ejercicio mental no irá mal y ya saben todos que el estrujamiento de cerebro cinéfilo hasta ahora tampoco ha sido tan difícil en lo que va de curso, seguramente porque me estoy apiadando en exceso y ofrezco pistas demasiado evidentes.

Hoy se trata de averiguar el título de una película que seguramente todos habrán visto, con lo que la resolución del acertijo será coser y cantar.

¿Vamos a ello?





Hoy las pistas serán suministradas en formato visual: son imágenes fijas que, justo es decirlo, no pertenecen a la película que es el enigma a descifrar.

Como en otras ocasiones, cada cual se cuidará de apuntar en su libretita el resultado de sus investigaciones, que yo me voy a la playa tengo otras labores que atender: así que ustedes mismos se ponen la puntuación, pero no me hagan trampas, ¡que les veo!

De este modo podríamos decir que quienes acertaran con la solución correcta contando únicamente con la Pista nº1, podrían otorgarse una matrícula de honor, sin dudarlo un instante, por su rápida memoria fisonomista.

Para quienes posean esa cinefilia tan avanzada no les será preciso indicar que, efectivamente, la dama cuya foto habrán visto es la protagonista de la película aunque goza de un buen y numeroso acompañamiento.

Claro que no es de extrañar que tuviera la oportunidad de trabajar en el proyecto, habida cuenta que fue elegida por el caballero cuya identidad seguramente quedará desvelada así que se muestre la Pista nº2 porque está clarísimo que no le podía negar ni el pan ni la sal.

Ya constituye también una pista muy importante y ajustada a una cinefilia notable el saber que el guión, buenísimo, tiene buena parte de la culpa de su fama, y que la idea original partió de un tipo, bastante famoso y no tan sólo por su larga y fecunda labor en el mundo del cine, que tuvo una relación provista de gran intimidad con la actriz cuya imagen acaba por ser la Pista nº3

Los cinéfilos españoles se quedaron todos de una pieza cuando escucharon, atónitos, pasmados y ojizainos, años antes de estrenarse la película en España, como ella le contaba a él que había visto en el cine la que es objeto de este acertijo, y mira que llevaban años esperando verla.

Está clarísimo que, a estas alturas, ya todo el mundo habrá dado con la respuesta correcta, pero, por si acaso no fuera así, la duda seguramente quedará despejada con una mirada a una obra de arte que encierra en sí misma una valiosísima información que sería la Pista nº5 de aprobadillo raspadito, cogido por los pelos, prueba de mi inveterada bondad y eximente a presentarse a la repesca.

No creo que sea necesario proporcionar más ayudas y estoy segurísimo que ya todos habrán acertado, pero, por si las moscas, y a pesar que el lunes próximo si nada falla aparecerá la solución, dejemos una pista que servirá de confirmación a los acertantes y de consuelo a quienes hayan llegado hasta aquí sin tener lo que se dice ni idea concreta de la solución y deseen, todavía, una pista más.

Como siempre, maldiciones, insultos, amenazas, protestas y semejantes lindezas en la casilla de comentarios y respuestas, acertadas o no, a mi correo electrónico, que para eso está, entre otras cosas...







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dilluns, 25 de juliol del 2011

Trampas, mentiras, desaciertos



Que el cine es una amalgama de casi todas las artes es una expresión en la que los cinéfilos estaremos de acuerdo en mayor o menor grado pero seguro que si atendemos a las hemerotecas comprobaremos que no tan sólo hay una comunión conceptual sino que, además, son muchas las ocasiones en que los artistas de otras artes desean comparecer y triunfar en el cine olvidando que para aparecer en pantalla y triunfar no basta con ser bella y, por ejemplo, cantar de maravilla: hace falta bastante más para conseguir la rendición del respetable cinéfilo, ejemplar quisquilloso que se fijará en cuestiones tan baladís como, por ejemplo, el guión. Y naturalmente, la forma de desarrollarlo, presentarlo e interpretarlo.

Es cierto: hay gentes muy quisquillosas: tiene toda la razón Christina Aguilera

Seguro que la excepcional cantante habrá tomado nota porque además de guapa parece inteligente: no creo que se vuelva a cruzar en su camino Steve Antin que después de una provechosa carrera como actor nada destacable por algún misterio consiguió llamar la atención sobre un guión que él mismo escribió y acabó en película titulada Burlesque (2010) que también fue dirigida por el mismo Antin.


Si se fijan en el cartel de la película seguro que imaginan una trama que nada tiene a ver con lo que se proyecta en pantalla si piensan como este cinéfago que se dispuso a ver una historia en la que una artista veterana como Cher, bregada en mil batallas, procura el aprendizaje y crecimiento artístico de una supuesta novata jovencita con ilusión para alcanzar su lugar encima del escenario.

Nada más lejos de la realidad: una historia adocenada repleta de frases mil veces mejor dichas, líneas argumentales de telefilme de sábado por la tarde, amores compuestos y descompuestos y vueltos a recomponer, gentes con aviesas intenciones pero menos y realización cinematográfica del montón llegando a desperdiciar las inmensas posibilidades de un robaescenas como Stanley Tucci que hace caja sin pestañear y a otra cosa, mariposa.

Eso sí: hay que advertir, además, que se trata de un musical. Bueno, no exactamente, pero lo intenta. Vamos, que sí, que se supone que es un musical, pero que mejor sacarlo del género porque entonces su puntuación es más baja todavía.

Y todo por culpa de Antin, claro. Porque lo que es Aguilera, en lo que hace a cantar, cumple. Como siempre. O sea, sobradamente, en su hoy por hoy inimitable estilo. Vean cómo debuta la nena en pantalla cantando Something's Got A Hold On Me, enorme éxito sesentero de su autora la grandísima Etta James

Uno, que descubrió a Christina Aguilera cantando la añeja Lady Marmalade en el dvd de extras de Moulin Rouge y se quedó pazguato ante el chorro de voz de la niña, no pudo menos que frotarse las manos ante lo que imagina va a seguir después de ese inicio, pero esa película es como un globo que se va desinflando lentamente, perdiendo gas a cada minuto que pasa como si hubiera un agujero oculto por el que el ánimo festero de los primeros minutos se va huyendo de la blanca pantalla.

Porque además de la extrema ñoñez del guión Antin da muestras de una bisoñez rayana en la inocencia a la hora de presentar las actuaciones musicales que acaban siendo lo mejor de todo sin ser excepcionales en absoluto: más bien mediocres representaciones videocliperas de canciones que tampoco acaban de convencer, salvándose muy pocas de la hoguera de las vanidades en la que deberían consumirse todos, autores y la propia cantante, por atreverse a ofrecer unos productos tan flojos y de tan mala manera.

Vean a modo de ejemplo como el inefable Antin rueda la lamentable coreografía de I'm a Good Girl y tengan en cuenta que el salto físico del escenario a la barra del bar -opuestos en el teatro bar- rompe toda ley lógica y no es innovador porque no aporta solución alguna a nada: al contrario, incrementa la sensación que uno se halla ante una serie de videoclips de tercera encadenados con muy poca gracia.

Está clarísimo que las coreografías provienen de gentes con mucha ilusión, algo de experiencia, pero escaso talento, por mucho que Joey Pizzi y Denise Faye hubieran trabajado en la estupenda Chicago, parece que sólo se les pegó que, como había demostrado Bob Fosse en varias ocasiones, las sillas tienen su morbo como compañeras de baile, pero no basta con moverlas a ritmo Express para emocionar a un espectador amante de los musicales apasionados, canallescos, románticos y bien hechos.

Si a ello añadimos que Aguilera y Cher presentan unas facultades interpretativas propias de un telefilme de escaso presupuesto, apenas correctas, resultando frías en la mayoría de las situaciones de supuesta comedia, tenga cariz dramático, lo tenga romántico, cabe suponer que sobre la decrepitud de Cher y la inexperiencia de Aguilera en estas lides pesa como una losa la ineficacia del director que no sabe hacer nada por mejorar su trabajo.

El conjunto adolece pues de una serie de defectos que espero, como amante de los musicales, no impidan a Christina Aguilera aceptar en un futuro próximo una segunda intentona en manos de alguien con más experiencia y no hablo únicamente del director, pues un productor de cine con un mínimo de talento debería reconocer en las innegables ganas de Christina Aguilera de hacer cine la oportunidad de confeccionar un buen musical sin trampa ni cartón, contando con buenos elementos en todas las secciones, porque parece que la cantante empieza a estar madura para demostrar lo que puede ser una voz como la suya interpretando blues, soul y jazz del bueno.

Me quedo sentado esperando que llegue ese día. ¿Alguien me acompaña?


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divendres, 22 de juliol del 2011

TC (18) Spider-man 3



En la tercera aventura de este siglo del hombre araña en las pantallas de cine se da la curiosa circunstancia que a pesar de la aplicación de las nuevas tecnologías para obtener efectos visuales impactantes, se recurre a la costumbre de los episodios televisivos insertando imágenes de capítulos anteriores como queriendo refrescar la memoria del espectador, aunque en este caso todos los asistentes a la exhibición ya se conocen de memoria las desventuras de ese superhéroe que anda por ahí con un traje remendado.

Se podría decir que la innegable fuerza visual de todo el aparato se dedica a reavivar la memoria antes que a preparar un aperitivo de lo que se verá, pero aun así, creo que vale la pena darles un vistazo:







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dilluns, 18 de juliol del 2011

Un pacifista valeroso






Nadie discutirá que ese principio de película es ejemplar en muchos sentidos y más de un cinéfilo apuntará que es el mejor inicio jamás filmado. Sin pretender entrar en esas disquisiciones tan cercanas a la competitividad que no aprecio demasiado por ilógica e innecesaria en el mundo del arte, espero que el amable lector habrá disfrutado de esa breve y gran lección de cine que el maestro Ernst Lubitsch dejó para la eternidad plasmada en el año 1932 y hago expresa mención de la fecha porque me interesa situar la época de entreguerras mundiales que asolaron esos parajes europeos que afortunadamente hoy viven en paz.

Basándose en una pieza dramática escrita por el autor teatral francés Maurice Rostand titulada L'Homme que j'ai tué (El Hombre que yo maté) estrenada en Paris en 1930, cinco años después de ver la luz en forma de novela del mismo autor, Reginald Berkeley hizo una adaptación previa a un guión que acabaron escribiendo Samson Raphaelson y Ernest Vajda, todos ellos a requerimiento del propio Lubitsch que ejercía las funciones de productor de la película que él mismo iba a dirigir contando con los dineros de la Paramount Pictures, titulada finalmente en inglés Broken Lullaby cuyo título recibió una afortunada traslación al español como Remordimiento.

La sinopsis a estas alturas del siglo XXI que vivimos puede parecer tópica y vista mil veces aunque ello no sea cierto y sin duda alguna su formulación en aquel año y en aquella situación política no fue cuestión baladí ni mucho menos: Un joven parisino no puede vivir a causa del remordimiento que siente al haber matado, en lucha de trincheras, a un soldado enemigo: pasado un año del armisticio, decide viajar a Alemania para tratar de obtener el perdón de la familia del soldado que mató.

La formulación de un drama sin la oportunidad de las escenificaciones tan propias de Lubitsch en la comedia obteniendo la sonrisa cómplice del espectador como resultado del inteligente guiño del autor parece permanecer como una barrera invisible que reduce el aprecio al excelente trabajo del maestro Lubitsch que continúa mucho más allá de esa magistral secuencia inicial en la que se apuntan claramente las enormes virtudes de una película que rebosa inteligencia cinematográfica por los cuatro costados: a poco que uno se vaya fijando con detenimiento se da cuenta que la mirada del enorme Lubitsch sobrepasa incluso los medios técnicos a su alcance, como es evidente en ese travelling que cierra el vídeo: la grúa tiembla y no sigue un trayecto rectilíneo, pero ello es debido a que en 1932 las grúas se movían a mano.

Es evidente que Lubitsch aprendió el oficio con el cine silente y maduró perfectamente con la llegada del sonoro: los sonidos existen en esta película de apenas hora y cuarto y forman parte de la estructura: diríamos que puntúan y acentúan la preciosa caligrafía cinematográfica del inteligente director que sabe ofrecer información al espectador únicamente a través de un sonido y además se basa en esa información para ejecutar una elipsis, ahorrándose planos y metraje: me encantaría poder darle un vistazo al guión técnico, porque ha de ser una maravilla y más si lleva acotaciones.

El guión literario no es ninguna preciosidad pero tiene la virtud de huir con bastante fortuna de la sensiblería en la que cualquiera se podía precipitar tratando un tema semejante y es muy probable que la mano de Lubitsch, aunque no acreditado, se hiciera sentir en la tijera sobre el guión, porque la cámara del gran Victor Milner, como recordando todavía lo que aprendió en sus tiempos de cine silente, expresa sin palabras, fijando el detalle, bastante del estado de ánimo de los personajes.

Lo que sí tiene ese guión es un contenido pacifista valeroso para su época porque presenta no tan sólo el personaje del soldado francés Paul Rénard (Phillips Holmes) arrepentido de haber dado muerte en combate a un alemán tan joven como él mismo, sino que además se cuida de presentar al padre del soldado, el médico alemán Dr. Holderlin (Lionel Barrymore) y su tránsito del rencor a la reconciliación olvidando la amargura producida por la pérdida y tratando de aceptar con mayor optimismo el día de mañana, aunque es cierto que el perdón del ofendido se extiende de forma genérica y no particular, pero ello no resta un ápice de valor a una propuesta que, justo es reconocerlo, iba a contracorriente: faltaba apenas un año para que el nazismo triunfara en Alemania con un clamor popular que en buena parte incluía el rescoldo odioso de la primera gran guerra.

La intención de Lubitsch parece clara y diáfana si consideramos que la idea original parte de un autor francés y apunta al claro protagonismo del soldado francés que siente ese arrepentimiento: mis afanes por leer al menos la pieza dramática no han tenido éxito, pero tengo para mí que la importancia otorgada al Dr. Holderlin no es gratuita y se debe a la intención de Lubitsch de advertir a sus antiguos paisanos de la perentoria necesidad de perdonar: la elección de Lionel Barrymore para interpretar a Holderlin evidencia la preferencia de Lubitsch hacia el personaje y desde luego que el actor se muestra consciente de ello porque realiza una composición memorable ofreciendo pausada pero inexorable transición del odio latente a la franqueza cariñosa que se resume perfectamente en el final cuando entrega el violín de su hijo y Lubitsch, sin mediar palabra, hace que la que fue novia del difunto se una al piano fundiéndose en la dulce y triste melodía iniciada por Paul en un significado evidente de paz y amor entre dos pueblos que habían jurado exterminar el uno al otro.

Lástima que las buenas intenciones de Lubitsch no surtieran el efecto deseado por el autor y suerte para el cinéfilo porque la intención del maestro nos deja en la estantería una pieza brillante, una rara avis en la filmografía de ese genio berlinés que un buen día decidió demostrar que también podía ponerse serio y filmar un drama sin que por ello su sobresaliente inteligencia cinematográfica dejara de mostrarse en todas y cada una de las secuencias de una película que no puede faltar en ninguna colección que se precie de serlo.





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divendres, 15 de juliol del 2011

MM 50 El Sur



En esta mini sección dedicada a recordar momentos musicales hemos llegado ya, mira por donde, al medio centenar de ejemplos que se han podido disfrutar.

Normalmente son escenas de baile, canciones, casi siempre al margen de películas musicales, pero en su mayoría rodadas con espíritu musical.

Hoy, sin embargo, merece la pena fijarse en la forma en que el grandísimo director Víctor Erice filma el entrañable bailoteo de un padre y su hija en presencia de familia y amigos dando una nueva clase magistral de planificación anticipada, una escrupulosa muestra de guión técnico de primerísima categoría:







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dimecres, 13 de juliol del 2011

Hola, Isaac



Te escribo desde el pasado.

He tenido la vana idea que quizás estas letras permanezcan en algún lugar remoto de internet durante el tiempo suficiente para que tú, Isaac * Rodríguez, algún día en el futuro de mi doloroso presente, quizás las halles cuando la curiosidad te motive a realizar una búsqueda en el vasto mundo cibernético porque quieras saber algo más de quien por muy corto tiempo fue tu abuelo, Antonio Rodríguez Martín, más conocido en la blogosfera como ANRO, apócope por él mismo pergeñado.

Uno de mis abuelos falleció, Isaac, sin que llegara a conocerle; siempre me hablaron de él y siempre me hubiera gustado saber de él por personas que no fueran parientes: en tu caso tienes la suerte de poder leer sus estupendos textos publicados en el blog que mantuvo, Las Puertas de Babilonia que quizás se hallen todavía abiertas a consulta para suerte de los cinéfilos de tu época.

Pretendo aportarte mi granito de arena a la imagen que te hayas hecho de tu abuelo, Isaac, y mira si soy iluso que para ello confío en que esta carta enviada al éter algún día llegue a su destinatario: mucho más que una carta en una botella lanzada a la mar: es un retazo de optimismo que aplico siguiendo el ánimo de tu abuelo Antonio que, si pudiera escribirme, seguro que me llamaría loco pero me daría la razón carcajeándose de mí y alegrándome el dia.

Es muy curioso que en este siglo XXI en el que tú has nacido se haya producido una revitalización de las relaciones epistolares: la irrupción del televisor en los hogares de todo el mundo causó una merma en las comunicaciones por carta enviada a través de los servicios postales; la televisión, a diferencia de la radio, que puede permanecer encendida mientras haces otras cosas, requiere atención casi total y absorbe mucho tiempo; ha sido el propio declive del televisor el que ha propiciado que muchos, como tu abuelo y yo mismo entre otros, volvamos a costumbres más sanas y productivas intelectualmente y de ahí a usar las nuevas tecnologías para comunicarnos ha habido un paso muy pequeño.

Comunicarse a través de un blog y más allá por medio de correo electrónico, tan veloz, tan instantáneo, permite que aflore de nuevo la interrelación personal entre gentes lejanas hasta que uno siente la amistad por quien quizás nunca llegue a conocer personalmente.

Tu abuelo Antonio, Isaac, era un tipo que sabía construir una buena relación con cualquiera porque tenía la infrecuente habilidad de saber pronunciar la palabra justa para insuflar vitalismo como quien administra una vitamina. Era siempre un placer compartir algo con él porque su agradecimiento era sincero y su sonrisa franca y contagiosa.



Que sepas, Isaac, que en este extraño mundo virtual de amistades cercanas unidas por electrones a tu abuelo Antonio se le estimó muchísimo porque para muchos, entre los que me cuento, llegó a ser una visita esperada a nuestros sitios.

Una de las virtudes que más me gustaron de Antonio fue la enorme capacidad de seguir adelante descubriendo cada día cosas nuevas, creándose nuevas ilusiones y motivos para disfrutar de la vida. Sabiéndolo, era un reto buscar algo que quizás no conociera -lo cual no era empresa fácil ni mucho menos- porque con un poco de suerte su entusiasmo estaba garantizado.

Siendo como era un cinéfilo empedernido y voraz lector provisto de magnífica librería que aumentaba sin cesar, también disfrutaba muchísimo con la música.

Su declarada preferencia por Mahler jamás le supuso obstáculo para aullar de satisfacción cuando tuvo la ocasión de descubrir piezas tan eclécticas como Street Music de William Russo interpretada por Seiji Ozawa, Corky Siegel y la Filarmónica de San Francisco en un lejano Lp de 1977 o la incursión de un trompetista de jazz como Wynton Marsalis que se alió con la soprano Kathleen Battle para su disco compacto de 1992 Baroque Duet, que le encantó y supo saborear a la luz de la luna sorbiendo delicadamente una copita de ron añejo.

Cuando llegues a leer esto, Isaac, suponiendo que suceda, habrán pasado ya varios años pero tú, seguramente, seguirás siendo demasiado joven para entender que tu abuelo Antonio falleció antes de hora: no llegó a cumplir los sesenta y siete años y por azares de la vida ni siquiera ha podido gozar un año entero de su jubilación que él preveía de difícil adaptación pero que apenas la compartió con su idolatrada compañera, tu abuela Lola, coincidiendo con tu advenimiento, le supuso una enorme felicidad y una acumulación de empresas por iniciar porque el vitalismo ilusionado de mi amigo Antonio no tenía fin.

Sesenta y seis años, Isaac, en este año que tú naciste, no es edad para morirse: es el inicio de una tercera vida que debe ser pletórica de júbilo y así se las prometía tu abuelo cuando anunció a todos los amigos su partida a unas vacaciones que terminarían en tu compañía: ayudado por el título que escogió "Lo siento amigos, pero me tengo que marchar" me aproveché de la elección del verbo que hizo, bromeando y haciendo chanza pública en un comentario de la supuesta obligación de partir que expresaba ese "me tengo que marchar".

Él no respondió a ningún comentario a su habitual despedida viajera, pero le faltaron minutos para enviarme un correo, su último correo, diciéndome:

"JA,JA,JA Amigo Josep, he soltado una carcajada cuando he leido tu comentario.
...//....
Ale, amigo, voy a tener que ir yo por tu tierra porque tú no pareces muy decidido a venir por aquí, con lo bien que se presenta el mes de Agosto...."


Tu abuelo, Isaac, sabía reir: se reía solo y con los amigos: se reía de sí mismo y de los demás: era una risa fuerte y abierta, anticipo de uno de sus abrazotes.

Nadie podía suponer que su último mensaje en su blog tuviera tal carácter adivinatorio y deviniera la pausa habitual en trágica despedida. Ante mi incapacidad de comprender el porqué se van tan pronto gentes tan buenas con tanto por hacer no puedo menos que acudir, como lo haría tu abuelo Antonio, Isaac, a la literatura más clásica que permanece en la memoria y equiparo los fiordos noruegos a las arenas de Samarkanda.



Una mañana, el califa de una gran ciudad vio que su primer visir se
presentaba ante él en un estado de gran agitación. Le preguntó por la
razón de aquella aparente inquietud y el visir le dijo:

- Te lo suplico, deja que me vaya de la ciudad hoy mismo.

- ¿Por qué?

- Esta mañana, al cruzar la plaza para venir a palacio, he notado un
golpe en el hombro. Me he vuelto y he visto a la muerte mirándome
fijamente.

- ¿La muerte?

- Sí, la muerte. La he reconocido, toda vestida de negro con un chal
rojo. Allí estaba, y me miraba para asustarme. Porque me busca, estoy
seguro. Deja que me vaya de la ciudad ahora mismo. Cogeré mi mejor
caballo y esta noche puedo llegar a Samarkanda.

- ¿De veras que era la muerte? ¿Estás seguro?

- Totalmente. La he visto como te veo a ti. Estoy seguro de que eres
tú y estoy seguro de que era ella. Deja que me vaya, te lo ruego.
El califa, que sentía un gran afecto por su visir, lo dejó partir. El
hombre regresó a su morada, ensilló el mejor de sus caballos y, en
dirección a Samarkanda, atravesó al galope una de las puertas de la
ciudad.

Un instante más tarde el califa, a quien atormentaba un pensamiento
secreto, decidió disfrazarse, como hacía a veces, y salir de su
palacio. Solo, fue hasta la gran plaza, rodeado por los ruidos del
mercado, buscó a la muerte con la mirada y la vio, la reconoció. El
visir no se había equivocado lo más mínimo.
Ciertamente era la muerte, alta y delgada, vestida de negro, el rostro
medio cubierto por un chal rojo de algodón. Iba por el mercado de
grupo en grupo sin que nadie se fijase en ella, rozando con el dedo el
hombro de un hombre que preparaba su puesto, tocando el brazo de una
mujer cargada de menta, esquivando a un niño que corría hacia ella.

El califa se dirigió hacia la muerte. Ésta, a pesar del disfraz, lo
reconoció al instante y se inclinó en señal de respeto.

- Tengo que hacerte una pregunta -le dijo el califa en voz baja.

- Te escucho.

- Mi primer visir es todavía un hombre joven, saludable, eficaz y
probablemente honrado. Entonces, ¿por qué esta mañana cuando él venía
a palacio, lo has tocado y asustado? ¿Por qué lo has mirado con aire
de amenaza?

La muerte pareció ligeramente sorprendida y contestó al califa:

- No quería asustarlo. No lo he mirado con aire amenazante.
Sencillamente, cuando por casualidad hemos chocado y lo he reconocido,
no he podido ocultar mi sorpresa, que él ha debido tomar como una
amenaza.

- ¿Por qué sorpresa? -preguntó el califa.

- Porque -contestó la muerte- no esperaba verlo aquí. Tengo una cita
con él esta noche en Samarkanda.


La parca cuya cinefilia galopante en más de una ocasión comentamos con ANRO, en esta ocasión se ha llevado a un cinéfilo de pluma ágil, verbo documentado y crítica dulce y creo que en su honor podría hacer una paráfrasis y escribir:

Se ha muerto ANRO: qué tragedia.

Y lo que es peor: ya no habrá más artículos en Las Puertas de Babilonia.

Déjame, Isaac, que desde el pasado te de un fuerte abrazote.







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dijous, 7 de juliol del 2011

Avui es dijous, set de juliol




Pues sí: hoy es jueves y por lo tanto, no es viernes.

Como ya sabe quien suele favorecerme con sus visitas, hoy no tocaba aparecer por aquí: espero no trastocar el orden del universo y que nada ocurra: nada malo, quiero decir.

Vaya forma de empezar una entrada como ésta, es verdad: trataremos de darle gancho.

Porque hoy es un día especial y la rutina se esfuma por un momento y podemos aprestar nuestro oído a una música desconocida, suave, romántica, procedente de una buena voz:

Tu, solamente tu

Alguien puede pensar que se trata de otro maldito acertijo (no sería mala idea, no, y cuanto más lo pienso, más me gusta...) pero aunque es una buena oportunidad no la aprovecharemos: es un poco homenaje al propietario de esa modulada voz.

Por si ése alguien se lo pegunta, veamos claramente de quien se trata en el siguiente vídeo en el que enamora mientras reclama: Parlami d'amore Mariu

Imagino que ya habrá quedado claro a quien pretendo señalar: uno de los grandes, bañista de ese mismo Mediterráneo que trae la brisa nocturna y que, bastantes años más tarde, seguía mostrándose alegre y optimista: Amarsi quando piove


Hoy, el Maestro Vittorio De Sica hubiera cumplido ciento diez años de vitalismo inmortal y me ha parecido que ése aspecto de cantante melódico, hasta hace muy poco absolutamente inédito para mí, era una buena excusa para recordarle y también, como no, para regalar -como muestra de agradecimiento- tres canciones a quienes se acercan a dar un vistazo a este bloc de notas que nació hace ya cuatro años, porque sin su presencia carecería de sentido.

Besos y abrazos.




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dilluns, 4 de juliol del 2011

Lo tomas o lo dejas



Se dice, entre otras cosas, de un plato de lentejas.

Es una propuesta que no admite variantes, una expresión que define claramente una situación en la que uno no tiene más que aceptar lo que se le ofrece o quedarse compuesto y sin novia o sea que con lo mínimo hay que aguantar el chaparrón porque vienen mal dadas y no está el horno para bollos: a mal tiempo buena cara y toma lo que te dan y recuerda que a caballo regalado no le mires el dentado.



De caballos parece que iba el negocio de Thomas Hobson quien insistiendo de forma pertinaz en ofrecer sus monturas como el que ofrece las castellanas lentejas, alcanzó entre sus clientes del siglo XVI tal fama que consiguió permanecer en el habla inglesa que se refiere a esa oferta invariable como Hobson's Choice.

Algunos siglos más tarde, un inglés llamado Harold Brighouse que trabajaba como funcionario del Ministerio del Aire durante la Primera Guerra Mundial y aprovechaba los ratos muertos para escribir una obra de teatro, se inspiró en la frase hecha para titular su obra Hobson's Choice y, para ligarlo todo correctamente, apellidó a su protagonista como Hobson, por supuesto.

La obra se estrenó en 1916 y fue todo un éxito para su autor y todavía se sigue reponiendo.

Terminada la Segunda Guerra Mundial, la cinematografía británica buceaba entre sus piezas más conocidas para sustentar películas que resultaran atractivas y uno de sus más eminentes cineastas, David Lean se acordó de la pieza escrita por Brighouse que ya había sido llevada al cine con anterioridad y se aprestó a revisarla y escribir un nuevo guión basándose en la pieza teatral y titulando su película de igual modo Hobson's Choice (titulada en España como El déspota) manteniendo el juego de palabras original.

Para su película, David Lean tuvo la enorme suerte de contar con Charles Laughton que ignorando las críticas recibidas por su cambio de nacionalidad apenas cuatro años antes regresa a Inglaterra y acepta el papel del borrachín Henry Horatio Hobson, quizás rememorando que, en su juventud de actor aficionado, había interpretado a Willie Mossop, en esta ocasión entregado a las buenas manos de John Mills, objeto de deseo de una avispada Maggie Hobson (interpretada con mucha fuerza y convicción por Brenda de Banzie), hermana mayor de Alice (Daphne Anderson) y Vicky (Prunella Scales en su segunda película) Hobson.

David Lean en 1954 ya tenía un nombre hecho en el cine y no necesitaba demostrar que era capaz de trasladar al cine una obra de teatro sin dejar vestigio de su origen escénico y así fue, una vez más, porque aun contando a su servicio con un buen texto y un elenco forjado en las tablas, el resultado no tiene nada de teatral.

Rodada en económico blanco y negro que favorece el carácter histórico y antiguo de la pieza, nos traslada a la ciudad de Manchester en tiempo pretérito cuando la moda femenina más atrevida consistía en vestir el polisón y el ebrio Hobson se escandaliza ante la más joven de sus hijas que no cede un ápice ante las protestas de su padre, quejoso por la falta de su mujer pero alegre un punto por su viudez, libre de beber cuanto le place mostrándose autoritario con sus tres hijas cuando se oponen a sus egoístas deseos de placer y vagancia.

Lean, que ha empezado la película como si una de miedo fuera para dejar inmediatamente paso a la vis cómica de la mano de Laughton, demuestra conocer sobradamente el oficio y sabe colocar la cámara en esos interiores construidos a golpe de decorado de madera sin que por un momento aflore la sensación de estar viendo teatro filmado ya que la cámara se mueve ágil y precisa y enfoca lo que debe remarcando los personajes y dándole el aire suficiente para que se muevan e interaccionen: incluso cuando el bárbaro Hobson se reúne con sus secuaces bebedores la cámara parece emplazada en medio de la mesa y la estancia se reduce, se hace chica, y los rostros toman el plano, lo llenan y uno percibe el truco de Lean después, cuando rememora la escena y piensa que, en otras manos, lo más fácil hubiera sido un plano americano casi estático: la mano de Lean parece tomar la cámara y hacerla huidiza como si se tratara de una inexistente -por no inventada- steadycam pero es en realidad el pulso firme de Jack Hildyard siguiendo las órdenes de Lean y la mano posterior de Peter Taylor en la moviola recordando las sugerencias del director que moldea su caligrafía de forma modesta y sutil, acorde con la pieza que filma, guardando empaque y grandilocuencia para otras ocasiones: el relato es casi intimista, porque la historia que nos cuenta sucederá en el seno de la familia Hobson y sólo a ellos atañe de modo principal.

Hay una cierta dicotomía en el relato ofrecido por Lean ya que el atento espectador no puede en modo alguno sustraerse a la lección magistral impartida por el orondo Charles mientras el personaje de su hija mayor, Maggie, se muestra decididamente como una mujer a seguir: Laughton pronuncia, anuncia y escenifica de una vez por todas lo que es un borrachín pagado de sí mismo, iluso y crédulo de un poder que no tiene y que le es arrebatado con toda justicia por su hija mayor, una Maggie que se sabe poseedora de talento comercial y ambiciosa por sí misma, decidida a no permanecer como la solterona servil que su padre espera: su buen ojo y rapidez de reflejos avistarán el diamante en bruto que es Willie Mossop y poco a poco, de forma constante y persistente, le irá desbastando hasta que aparezca el hombre esperado y deseado en su plenitud, en buena parte, hay que decirlo, por la excelente composición de John Mills que sabe sacar el oro y la plata ocultos en un personaje que en otras manos no pasaría de lamentable comparsa de una mujer de carácter fuerte: seguro que Laughton disfrutó de lo más también viendo a su compañero Mills lucirse con ese personaje tan abrupto.

Es esta película de David Lean una obra decididamente menor por convicción propia debido a su humilde concepto, en realidad una sorpresa agradibilísima de conocer llegados a este siglo, una pieza que no debería faltar en la estantería de cualquier cinéfilo que se precie, naturalmente en disposición de gozarla en rigurosa versión original con sus subtítulos si es preciso, porque el conjunto de intérpretes, como es natural siendo todos ellos británicos de fuste, es un lujo y un placer, encabezados por un Charles Laughton pletórico de fuerza interpretativa muy bien secundado por Mills y Brenda de Banzie.

Absolutamente imperdible para el cinéfilo que se precie de conocer el conjunto de la obra de David Lean y para quien sepa disfrutar de un buen guión, una cámara precisa y una historia imperecedera.


Vídeo






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divendres, 1 de juliol del 2011

ESD 32 DUCK SOUP

Si hay una característica en la que todos estaríamos de acuerdo cuando nos referimos a los marxistas que mejor han superado el paso del tiempo es su inimitable condición verborreica, cifrada en unos diálogos que afortunadamente traducidos al castellano por mentes despiertas consiguieron en la fecha de los estrenos de sus películas provocar carcajadas que todavía resuenan, eco de su grandeza.
Esperar que en alguna de sus películas se hallara un ejemplo de lo que puede dar de sí una escena sin diálogos podría parecer una quimera pero hete aquí que no tan solo existe sino que, además, permanece como ejemplo del arte cómico desplegado por Harpo y como no, el genial Groucho, en Sopa de Ganso:



No es lo que usualmente tipificamos como escena sin diálogos, pero ¿a que ha valido la pena revisarla?
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