Carregant el Bloc...

dilluns, 22 d’agost del 2016

Adiós, Toots




Acabo de leer que hoy ha fallecido Jean "Toots" Thielemans a la edad de 94 años.

Está en cualquier periódico digital.




Los cinéfilos veteranos puede que hayan olvidado su nombre, pero seguro que no su forma de tocar:




Efectivamente, se trata de la sintonía triste de la película Midnight Cowboy, sobre la que ya tratamos hace casi nueve años aquí

Y ése vídeo, por si hay duda, pertenece al concierto que ofreció con motivo de su conversión en nonagenario.

Sí: hay genios que desafían el reloj...

Para el aficionado al jazz, el bueno de Toots ha sido en toda su vida un referente: un especialista en un instrumento mínimo del que ha sido capaz de sacar melodías fantásticas.

Podemos verlo junto a Quincy Jones en 2010 ofreciendo una estupenda versión de Eyes of Love

Gracias, Toots, por tan buenos momentos.

Descanse en paz.







Leer más...

dimarts, 9 d’agost del 2016

2016 : Olimpiadas y Cine



Olympic flag


Miro atrás con asombro al comprobar que en este año tan activo deportivamente hablando y en un período inferior a seis meses he visto dos biopics centrados en deportistas. La sorpresa tiene su lógica si consideramos que no soy muy amante de las películas biográficas y que el deporte en una pantalla en pocas ocasiones consigue retener mi atención.

Dos películas que en realidad nada tienen a ver la una con la otra y que coinciden tan solo en que se desarrollan en torno a unos Juegos Olímpicos bien diferentes: los de 1936 y los llamados de Invierno de 1988. Más allá de dicha circunstancia, la de ser un relato cinematográfico que sucede en las olimpiadas, está el subtítulo de basarse el guión en una historia real: diría en ambos que probablemente basado en hechos reales; en lo que no hay duda es en que los protagonistas, varones ambos, fueron deportistas olímpicos y no pasaron inadvertidos en su momento. Curiosamente, tienen en común el hecho que tan sólo participaron en unos juegos olímpicos, aunque por diferentes motivos.

Gracias a unas invitaciones conseguidas por mi ahijado asistimos él y yo al preestreno de la película dirigida por Stephen Hopkins titulada Race (El héroe de Berlín [una nueva muestra de traductor/traidor/tonto] en la cartelera española, con lo fácil y veraz que hubiese sido simplemente Carrera) que desarrolla el guión escrito por Joe Shrapnel y Anna Waterhouse con todos los tópicos propios de una biografía deportiva, concretamente la del famoso Jesse Owens ofreciendo una visión bastante ajustada a la realidad en los aspectos más cómodos para el espectador estadounidense, concretándose a un período de tres años, los que transcurren desde 1933 hasta 1936: Owens acude a la universidad de Ohio buscando el interés del entrenador Larry Snyder y éste le propondrá trabajar duro para luchar por el oro olímpico en las próximas Olimpiadas de Berlín.

La película de Hopkins tiene a su favor una construcción semi documental bien vestida y dotada de escenarios y atrezzo que nos trasladan al final del primer tercio del siglo pasado para contar lo que probablemente sucedió a Jesse Owens con bastante detalle incluyendo toda clase de anécdotas que ayudan a componer la épica del personaje.

A pesar del lastimoso título español resulta evidente que Hopkins no busca enaltecer la vertiente heroica del atleta como gran personaje de aquellos juegos olímpicos: aún centrándose en el personaje principal, no dejan de tener interés los personajes secundarios que no están ahí para reforzar el carácter heroico del protagonista: van a lo suyo, ayudando a configurar una presentación de conjunto de un ambiente olímpico teñido de intereses políticos, sin que la tensión llegue a ser objeto de foco principal: la posibilidad de un boicot estadounidense a los juegos berlineses (que repitieron y ejecutaron en 1980 con los moscovitas, quienes naturalmente, devolvieron la pelota a los angelinos en 1984) propiciado por algunos interesados en politizarlos e incluso la intromisión de movimientos en pro de los derechos de los estadounidenses negros tienen sus momentos de pantalla; diríamos que Hopkins no los rehuye pero prefiere dedicarse al atleta protagonista, quitándole en su mirada implicación en aquellos aspectos; dejándolo en su sitio real, vaya: Jesse Owens no fue a Berlin a combatir a nadie más que a sí mismo y a los récords establecidos.

Hopkins cuenta con Stephan James y Jason Sudeikis para cargar con los dos protagonistas y un buen grupo de secundarios de fuste para completar el escenario; la narración se le cae un poco de las manos en el momento de empuñar las tijeras en la sala de montaje y se alarga el metraje hasta dos horas y cuarto excesivas: parece haber olvidado que casi todos ya sabemos cómo acabaron aquellos juegos olímpicos y que no pueden haber sorpresas en la meta. Hubiera sido mucho más interesante reducir la cantidad de anécdotas previas e incidir seriamente en lo que se nos cuenta telegráficamente al final de la película en letreros sobre impresos: Jesse Owens tuvo que esperar a morirse para recibir públicamente los honores que, de haber sido blanco, se le hubiesen tributado de inmediato a su llegada a los U.S.A. En la actual situación (actual y de hecho parece que sempiterna, pues desde que vemos la tele siempre lo hemos visto) racial estadounidense, no estarían de más un par de escenas que abundaran en la final, cuando el homenajeado en una cena tiene que entrar por la puerta de servicio por ser negro.

Cinematográficamente, una película de sesión de tarde, cómoda, falta de pegada: para los amantes de los biopics, supongo que algo más que entretenida.

Tráiler

Para completar esta sesión doble contamos con una película de estreno más reciente, de esas que uno va a ver porque le presupone una idea gamberra, claramente contracorriente.

Porque uno se acuerda del personaje principal, conocido mundialmente como Eddie the Eagle, de verdadero nombre Eddie Edwards, que se dio a conocer en los Juegos de Invierno de Calgary, en 1988. Me acuerdo perfectamente del ruido que se montó en los medios de comunicación, siempre ávidos de sucesos fuera de lo normal.

Así que cuando aparece una película titulada muy justamente Eddie the Eagle (Eddie el Águila [no todos los traductores son tontos traidores, justo es reconocerlo] en España) uno tiene cierta idea y bastante curiosidad por averiguar que habrá hecho Dexter Fletcher con un guión escrito por Sean Macaulay y Simon Kelton, un terceto sin mucho bagaje a sus espaldas.

El guión se basa en la historia de Eddie Edwards tomándose todas las libertades, reinventando en su mayor parte lo que hizo y lo que le pasó a finales de los ochenta del siglo pasado pero guardando íntegro el carácter ilusionado y la tenacidad increíble que le llevaron a ser citado incluso en el discurso de clausura de los Juegos de Calgary.

Eddie siente desde su más tierna infancia la llamada del olimpismo: quiere participar en unas olimpiadas y no ceja en perseguir su sueño luchando contra todos los obstáculos, incluyendo su escasa habilidad como deportista.

Hay una cierta coincidencia en el trasfondo de ambas películas: el olimpismo puro debería pertenecer a los deportistas: sin embargo, como en todo, debe haber cierta organización, ciertos límites.

Eddie supo que había un hueco y lo explotó a conciencia: no habiendo en toda la Gran Bretaña nadie dedicado al salto de esquí, él se convertiría en saltador. En menos de tres años. A riesgo de su vida, naturalmente. Un loco romántico.

Quizás porque Dexter Fletcher ha sido actor antes que director y también porque el joven intérprete Taron Egerton es capaz de ofrecernos muy buenos ratos con su arte, el personaje de Eddie que veremos en pantalla produce una sensación cada vez más insólita en las pantallas actuales: empatía. El tipo está loco de atar y alguien debería cuidarle porque se va a quebrar todos los huesos y cuando le ves que mira hacia el trampolín de cuarenta metros apenas ha saltado del de quince, percibes en la mirada extraviada y el gesto desafiante una determinación que no precisa palabras.

Son momentos de cine en estado puro los que nos ofrecen Taron Egerton y Dexter Fletcher porque los diálogos no tienen nada de espectacular y la concatenación de sucesos pertenece al conocido estilo del biopic deportivo, con entrenador que bebe más de la cuenta (Hugh Jackman en un papelito sin dificultad, pasando el cepillo) y contrariedades que, precisamente por tratarse de un biopic, sabes cómo van a acabar.

Pero la cámara persigue al protagonista en todo momento y sentimos su tenacidad y coraje en una forma que nos lleva a tomar partido en su favor: la forma de filmar es muy adecuada porque mantiene al sujeto en su realidad individual: su soledad aliviada ocasionalmente con llamadas telefónicas a su mamá se percibe intensa y refuerza la determinación y el carácter de ese Eddie capaz de lo que sea con tal de cumplir su sueño, de acariciar un récord, no digamos poseerlo, hacerlo suyo...

El personaje trasciende más allá incluso de lo pretendido por Eddie Edwards que tanto en la realidad como en pantalla posee una cierta ingenuidad desarmante: el público se volcó en su favor al saber que prácticamente se había costeado él mismo toda su aventura y que incluso usaba material anticuado y prestado para sus entrenamientos. Egerton lo representa de modo ejemplar porque todos los datos se nos muestran sin maquillaje y sin añadir melodramatismo barato y el tipo se mantiene erguido, intenso, constante, centrado en su empeño. Saber que luego de Calgary aparecieron normas nuevas elevando el listón para las comparecencias -que descabalgaron definitivamente a Eddie Edwards y a cualquier otro con resultados parejos- puede propiciar un debate muy interesante en estos días en los que, una vez más, podemos ver a algunos deportistas de algunos países muy concretos participar mostrando grandes carencias: pero no todas las que tuvo que afrontar Eddie el Águila con el apoyo de su mamá.

La película tiene un metraje ajustado: una hora y tres cuartos que discurren sin sobresaltos con un ritmo tranquilo, bien filmados tanto interiores como exteriores dinámicos, evidentemente sin sorpresas ya que estamos en un biopic que resalta las virtudes propias de la tenacidad y oculta un poco la evidente temeridad del empeño de ese tipo salido de la clase trabajadora que con sólo sus arrestos logra cumplir su sueño olímpico en una práctica deportiva realmente temeraria y peligrosa. El tono general, además, evidencia el origen británico de la pieza, con un puntillo irónico que no se abandona para reforzar la ejemplaridad del tipo.

Más allá de merecer los parabienes del aficionado al biopic, recomendable para degustar el buen trabajo del joven actor Taron Egerton, muy bien dirigido, sin duda, por Dexter Fletcher.

Tráiler






Leer más...
Print Friendly and PDF
Aunque el artículo sea antiguo, puedes dejar tu opinión: se reciben y se leen todas.