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divendres, 7 de juliol del 2023

La Calumnia (una vez más)
{De Jagten a Glauben}



Hace pocos días el destino quiso proveerme de una extraña coincidencia que agitó la entumecida musa capaz de impulsarme a escribir algo que por lo menos a mí me pareciese interesante.

No recuerdo si leí en algún periódico o en algún titular de noticiero televiso el nombre del conocido actor danés Mads Mikkelsen con el añadido de una frase suya asegurando que se sentía muy cómodo interpretando siempre al villano de turno (colijo que sería parte de la publicidad de la última de Indiana Jones) y habiendo visto muy recientemente la serie alemana Glauben (La acusación, 2021) mi memoria cinéfila me llevó de inmediato a consultar las notas que apunté después de haber visto, hace años ya, la película danesa Jagten (La caza, 2012), en la que Mikkelsen interpreta a una víctima de forma muy convincente.

¿Son comparables ambas? Pues no, pero curiosamente coinciden básicamente en la misma cuestión: las actividades humanas ejecutadas por adultos ante un supuesto hecho delictivo que radica en atentado contra los derechos de la infancia menoscabando los mismos en busca de una satisfacción sexual, lo que conocemos como pederastia.

La película de 2012, dirigida por Thomas Vinterberg y escrita por él mismo junto a Tobias Lindon, no he podido averiguar si está basada en algún precedente real: protagonizada por Mads Mikkelsen, que carga sobre sus hombros casi todos los fotogramas de las dos horas de metraje, nos presenta con una minuciosidad exenta de interés muchos detalles de la vida de un profesor que por cierre de la escuela donde trabaja se ve obligado a trabajar en el parvulario y será allí donde por las manifestaciones de una niña retraída e introvertida se verá acusado de abusos sexuales a una menor y con el curso de los acontecimientos incrementado el número de damnificados a casi todos los menores a su cuidado, aunque esto lo sabremos de oídas, por manifestaciones orales de algún personaje secundario.

La trama se centra en la víctima quizás en demasía buscando la empatía del espectador estupefacto, pero los minutos que dedica a algunas cuestiones personales podría destinarlos a mostrar el proceso de una investigación a todas luces ejecutada con manipulaciones que no buscan la verdad sino la satisfacción de egos salvíficos, justicieros que desprecian la presunción de inocencia y la obligación que conlleva de una muy rigurosa conducta para llegar a la verdad estricta; Vinterberg prefiere resolver el escollo mediante lo que casi convierte en una anécdota jocosa que no lo es tanto para la víctima que se halla pasando las horas en un calabozo, y todo lo sabemos de oídas, sin que la cámara cinematográfica haga acto de presencia, quizás por la incapacidad de Vinterberg de expresarse visualmente con la debida contundencia.

Vinterberg tuvo una buena idea pero el guión resulta flojo sin ser acomodaticio y el curso de la trama se pierde en recovecos produciendo cierta lentitud y falta de garra en la denuncia a una situación absolutamente injusta que parte de una actuación supuestamente protectora de la infancia pero en realidad cargada de prejuicios y ejerciendo una labor de investigación que de rozar la intencionalidad caería de lleno en delito de calumnias y en esa lamentable actividad y en la posterior respuesta que algunas personas dan a la presencia del profesor acusado entre ellos mostrando su peor faceta repleta de odios ancestrales alimentados por la supina estupidez e ignorancia y el prejuicio arrogante el guión debería incidir con más fuerza porque la idea básica es denunciar esa calumnia y esas conductas injuriosas de un pueblo que sin pruebas se lanza a una especie de linchamiento moral que perdurará aún cuando al supuesto delincuente se le deja sin cargo alguno demostrada la falsedad de las desafortunadas acusaciones, aunque Vinterberg no carga las tintas como debiera y lo deja apuntado con firmeza sin más resolución que el pesimismo derivado de la última escena que no nos predispuso en 2013 ni mucho menos a creer que el aborregamiento injurioso de una sociedad tuviese pronta solución.

De hecho el incremento casi exponencial del uso de las redes sociales basadas en afirmaciones taxativas fundamentadas en muy pocas palabras y la extensiva replicación de manifiestos carentes de razonamientos previos ha incrementado notablemente las posibilidades de que se pervierta un principio fundamental del estado de derecho y por ende de un estado democrático cual es el principio "in dubio pro reo" que al parecer es desconocido por demasiadas personas con capacidad para influir e incluso para legislar provocando que la culpabilidad se origine como una mancha basada únicamente bien en la mala fe, bien en la ignorancia, bien en la estupidez arrogante que se precipita de forma harto injusta sobre el inocente.

Ha sido un guión de Ferdinand von Schirach (que nos aburrió con su anterior guión de El caso Collini (2019), lento y descabezado) que conoce muy bien el foro legal por su labor de abogado y se basa en hechos que ocurrieron en Alemania entre 1993 y 1997, conocidos como "el escándalo judicial de Worms" que dejaron muy mal parados a los casi 80.000 habitantes de esa ciudad cabeza de partido judicial con un tribunal que acabó peor por no saber ejercer sus funciones para con los ciudadanos a su cargo, el origen de la serie televisiva Glauben.

Quizás como resultado de la inevitable influencia del ejercicio de la abogacía en el guionista en Glauben el dedo acusador se centra con mayor precisión en el origen de un error causado una vez más por una mezcla de arrogancia estúpida, una inocencia falsa y un empecinamiento en erigirse en máximo defensor de los perjudicados menores de edad realmente incapaces por eso mismo de expresarse con libertad y sin injerencias proteccionistas cargadas de prejuicios mal aprendidos, una vez más rozando la calumnia delictuosa.

En Glauben el protagonista será un prestigioso Abogado, Schlesinger, interpretado con fuerza por Peter Kurth, y así como en Jagten el director, Vinterberg, descuida demasiado la aportación de los secundarios (las barbas de Theo resultan increíbles por falsas y por lo mal que trabaja el intérprete) perjudicando mucho el conjunto, en esta serie compuesta por siete episodios de media hora cada uno, que nos dan tres horas y media de metraje, los secundarios coadyuvan a la creación de una atmósfera que sin prisa pero sin pausa nos llevará a un final mucho más potente en su crítica sin que no obstante haya una glorificación de quien mantendrá inhiesto el dedo acusador.

Schlesinger es un tipo complejo: lleva muy mal la viudedad, ha rozado el peligro de la ludopatía y la dipsomanía y su mejor amiga es Azra, una misteriosa mujer que primero le propina una paliza reclamándole una deuda de juego y luego le ayuda con una sutil sugerencia a recuperar su prestigio de astuto Letrado Defensor en un caso de asesinato (que incluso llegaremos a sospechar se deberá a las eficientes manos de Azra) y luego como favor de retorno le solicita que se cuide de librar de la acusación de proxeneta a un cubano que regenta un bar-restaurante en el pueblo de Ottern en el ¡tercer juicio! a celebrar como resultado de una acusaciones de pederastia casi que organizada que ya ha encausado a 25 habitantes del pueblo, de los cuales uno se acaba de suicidar al no poder soportar la presión popular.

Schlesinger, conocedor como toda Alemania de los sucesos que están encausados, trata de escabullirse, pero Azra se muestra firme en la solicitud de ayuda y paga generosamente en nombre de un cliente desconocido, así que Schlesinger se hace cargo de la defensa del supuesto proxeneta Ernesto Pérez y lo primero que hace es pedir copia de todo lo actuado, como es natural. Y de su buen oficio y exhaustivo trabajo, saldrán a la luz una serie de errores que pondrán patas arriba toda la instrucción judicial, no tan sólo la conformada con su defendido como acusado, sino también las precedentes, con dos juicios ya practicados y sentenciados. Un horror forense, un despropósito descomunal.

El guión de Schirach se toma su tiempo para primero mostrar detalladamente la personalidad de su protagonista, Schlesinger, y luego para mostrarnos la extrema laboriosidad del desempeño de su investigación y en la suerte de disponer un sólo director para todos los episodios de la serie, Daniel Prochaska, el ritmo de los mismos mantiene un crecimiento de tensión lento pero firme que, en una cómoda visión de lo que se ha dado en llamar "maratón de serie" uno puede percibir cualquier sábado por la tarde que todos los errores cometidos por unos y otros en el curso de aquellos cuatro años de finales del siglo pasado provocaron una injusticia de alcance inimaginable amén de gravísimos perjuicios físicos y morales de toda índole acompañados de daños colaterales que cabe suponer el estado alemán tuvo que reparar y resarcir, una desgracia que, de no ser por el buen trabajo del Abogado Defensor, hubiese quedado en la ignorancia más absoluta y convencidos todos, malos instructores e ignorantes habitantes injuriosos, de haber obrado correctamente y en justicia.

Desconociendo por completo las libertades del foro en los tribunales alemanes, no deja de ser muy reseñable tanto como sorprendente un alegato que el Letrado Schlesinger, en pie y alzando la voz, proclama poniendo de manifiesto todos los errores cometidos por los servidores públicos que con inusitada dejadez de sus obligaciones permitieron que las acusaciones sin fundamento se extendieran como plaga infecciosa tanto en el estamento judicial como en la propia población a la que debe servir de justicia, dejando que gentes muy mal informadas se arrogaran conocimientos y capacidades de las que carecían por completo, provocando lo que acabó por ser una debacle ciudadana.

Desastre de moralidad y justicia que, como dice Schlesinger, no tan sólo perjudica a los injustamente acusados e incluso condenados, sino que, además, perjudica a los posibles damnificados en un futuro en el que las convicciones de hechos reales padecerán la duda de la veracidad porque inevitablemente el mal uso de la justicia acaba por modificar la forma en que se perciben las situaciones por el miedo a caer de nuevo en otro error.

La trama de Glauben se basa en hechos verídicos pero no deja de ser una ficción a gusto de su autor: en la realidad fue un joven psicólogo forense que se planteó una serie de dudas relativas a los procesos investigando la comisión de unos supuestos abusos sexuales y acabó por demostrar que todo era un conjunto de falsedades, un enorme castillo de naipes que mantuvo durante 300 días a 24 personas inocentes en la cárcel y causó el suicidio de la que hacía 25, incapaz de aguantar.

Con independencia de las libertades tomadas por Schirach respecto al protagonista quedan inalterables cuestiones tan importantes como los enormes prejuicios que manipulan el inicio de unas investigaciones nefandas llevadas a cabo por gente sin preparación alguna con el beneplácito y connivencia de la fiscalía que teóricamente tiene encomendada la defensa de las leyes y su cumplimiento, dejando al margen, quizás por no querer buscarse problemas, la tolerancia de una justicia complaciente con los gritos de una sociedad cada vez más intolerante y llena de individualidades que en el desprecio de las normas y de los otros hallan satisfacciones. La fiscalía queda tan mal parada que uno se pregunta si no aprovecha Schirach para saldar cuentas, aunque la realidad parece darle la razón en el caso concreto.

Sin ser grandes piezas ni la una ni la otra, mejorables ambas precisamente en la contención del metraje con pasajes que unas buenas tijeras eliminarían sin dudarlo, ambas producciones representan dos momentos separados por casi diez años en los que la industria audiovisual europea se ha detenido en un error que se ha instalado al parecer en la sociedad, más proclive a creer en la culpabilidad que en la inocencia, más fiada de la palabrería que del trabajo riguroso, en una época en la que el derecho a opinar de lo que sea se entiende erróneamente como la posesión del conocimiento y la verdad y, además, se dan por buenas opiniones simplemente por la popularidad de quien las vierte, y ello, unido a la violencia que suele acompañar la falta de argumentación ilustrada, da como resultado situaciones que atentan directamente a una sociedad cada vez más crispada y está muy bien que el cine, más allá del entretenimiento, se ocupe de denunciar claramente estas situaciones merecedoras de la mayor atención, sujetas a perfeccionamiento.



P.S.: Este bloc de notas nació tal día como hoy en 2007, así que ya le falta menos para llegar a su mayoría de edad. Gracias por estar ahí.




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