MM 94 Leaning on the Everlasting Arms
Leaning on the everlasting arms;
What a blessedness, what a peace is mine,
Leaning on the everlasting arms.
Leaning, leaning, safe and secure from all alarms;
Leaning, leaning, leaning on the everlasting arms.
O how sweet to walk, In this pilgrim way,
Leaning on the everlasting arms;
O how bright the path grows from day to day,
Leaning on the everlasting arms.
Leaning on Jesus, leaning on Jesus, safe and secure from all alarms;
Leaning on Jesus, leaning on Jesus, leaning on the everlasting arms.
What have I to dread, what have I to fear,
Leaning on the everlasting arms;
I have blessed peace with my Lord so near,
Leaning on the everlasting arms.
La genialidad de Charles Laughton expresada en lo que por desgracia acabó siendo una excepción reconvierte un himno religioso en una melodía de creciente terror al tiempo que da una lección de cine valiéndose del sonido y la luz.
Un enorme Robert Mitchum se vale de su estupenda voz para anunciar la llegada del mal mientras la legendaria Lilian Gish aguanta el tipo y le responde sin miedo.
Hay Momentos Musicales que se nos han quedado grabados, ¿verdad?
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Verdad ;-)
ResponElimina¡Ups!
EliminaSilosénodigonà. XD
Real,como la vida,misma.
EliminaY la escena nos dejó helados.;P
ResponEliminaBesos. Milady
Ya quisiera quedarme helado, Milady, ya quisiera... buffff
EliminaBesos.
P.D. He dejado un comentario en la entrada de The Quiet man porque me emociona tanto o más que ninguna otra y se me ha olvidado decir que al leer la anécdota que te contó nuestro añorado amigo canario...ainss... se me ha caído una lágrima :_(
ResponEliminaThere is a bad man outside god is helping the family
EliminaTe entiendo, Milady, muy bien...
EliminaAbierta queda la crítica a la sociedad rural americana, la tan vilipendiada, no sin motivos, América profunda, puritana, hipócrita y retrógrada, con las contradicciones y esquizofrenias que todo ello le genera, representada aquí en su cara más oscura tras el personaje de Harry Powell (grandísimo Robert Mitchum). La adecuación del "malo" a su papel no depende tanto de su capacidad para interpretar como de su aspecto o tipo físico. Se trata de una regla general; pero, como ocurre con la mayoría, tiene sus excepciones. La más evidente la constituye, probablemente, Mitchum, cuya poderosa presencia en la pantalla resulta tan imponente y dominante que a los directores les resulta difícil controlar totalmente sus interpretaciones.
ResponElimina¿Sabías que el gran Laughton no le gustaban demasiado los niños; por ello muchas escenas con la pareja de hermanos las dirigió realmente Robert Mitchum que lo cuenta en su autobiografía?
Como antagonista de Mitchum nos encontramos a una Lillian Gish que demuestra por qué fue una superstar del cine mudo; su sola presencia tiene una potencia y expresividad increíbles, representando el polo más opuesto de Harry Powell, la extrema bondad y la dulzura, modelos tan antagónicos como los conceptos que la película, en su misma esencia, trata de dejar bien claros.
Mirada soñolienta de párpados entrecerrados y mueca despectiva en los labios, a causa de los cuales las damas corrían el riesgo de desmayarse. El porte cansino y el comportamiento frío y desapasionado que parecen indicar que se trataba de un actor demasiado cansado o desinteresado como para poner nervio o vida a sus películas. Pero los personajes zarandeados por la vida y de vuelta de todo que solía encarnar eran hombres a la que numerosas noches de peligro y en vela han contribuido a alertar, hombres que conocen la necesidad angustiosa de la espera... de retornos constantes al pasado y con la experta mano de Mitchum, siempre un cigarrillo. Y en el extremo del cigarrillo, una cerilla. Y en el humo, el recuerdo.
Hoy estamos hablando, amigo Josep, de cine de verdad, de actores de verdad, de una historia de verdad.Mitchum es tan auténtico que cuando me pongo en mi equipo de música sus calipsos, te puedo asegurar que solo me faltan las maracas y la camisa de flores abierta hasta el ombligo y anudada por lo bajos, y me pongo a bailar.
Un fuerte abrazo.
Ese cine, amigo Paco, tenemos la suerte de poder disfrutarlo en casa, las veces que queramos. Como somos caprichosos, nos encantaría que en la sala de cine nos deslumbraran con cosas así, pero, amigo mío, eso ya son sueños de hadas: mejor aprovechar lo que tenemos y comentar con los amigos esas obras de arte imperecedero que afortunadamente hemos conocido, disfrutado y paladeado.
EliminaLo de las maracas y la camisa es cuestión de pedírselo a quien tú ya sabes, aunque me parece complicado....
Un abrazo.
Yo lo prefiero cantando calypsos, pero aquí tampoco está mal...
ResponEliminaUn abrazo
Ja,ja,ja: desde luego, Alfredo: puestos a escucharle entonando, mejor un calypso: si es que hasta dan ganas de prepararse un cóctel.
EliminaPero aquí, no es que esté mal, es que da miedo...
Un abrazo.
Excelente escena, feliciten a Enrique VIII... eeee digo a Charles Laughton.
ResponEliminaNo vi el film, pero intuyo que Scorsese pudo haberse valido un poco de esta escena en su "Cabo de Miedo" (en latinoamérica al menos se llamó así).
Abrazo!
¡Frodo! ¡Deja lo que esté haciendo y búscate un ejemplar de esa obra de arte! Nunca fue tan fácil dar un buen consejo, créeme, no te arrepentirás. No es fácil verla, desde luego, porque no suele aparecer por ninguna parte: pero la hallarás y disfrutarás de ella.
EliminaLa de Cabo de Miedo, precisamente, la tengo encima de la mesa, esperando su turno para dedicarle cuatro letras, porque me gustó mucho cuando la ví en la tele.
Un abrazo.