Gracias, Jacques Loussier
El pasado martes fallecía en París Jacques Loussier.
Entró a formar parte de mi familia de vinilos hace ya muchos años gracias al descubrimiento que de él me facilitó mi amigo Pedro que me vaciló -y mucho- haciéndome escuchar a un pianista que, según él mismo contaría años más tarde, llegó a crear una escuela o un género de pura casualidad: hallándose en los estudios de la DECCA en París, en 1959, con Marcel Stellman y Max de Rieux, hablaban y hablan acerca de proyectos para producir un disco, cuando el bueno de Jacques, para pasar el tiempo, se sentó al piano y empezó a tocar unos arreglos jazzísticos que él mismo había hecho basándose en piezas del genial John Sebastian Bach. Algo que sonaba así:
Marcel y Max se miraron de reojo, asombrados, sonrientes, y al cabo de quince días ya estaba el bueno de Jacques Loussier grabando con Pierre Michelot al bajo y Christian Garros a la batería el que sería el primer disco Lp de muchos que ya forman parte ineludible del jazz del siglo pasado.
Todavía recuerdo haber leído en diversas ocasiones en los periódicos algún comentario levemente despectivo acusando a Loussier de no ser capaz de tocar jazz ni clásico y que sus adaptaciones eran de poca calidad, pero qué quieren que les diga: a mí siempre me han gustado, desde el primer día y, de propina, me introdujo en la música barroca, porque evidentemente, después de disfrutar con Loussier llega el momento en que apetece escuchar a Bach sin adaptaciones.
Con el mismo acompañamiento, años más tarde Loussier, quizás para quitarse el sambenito que se aprovechaba de Bach, no tuvo otra ocurrencia que adaptar la pieza más conocida de Vivaldi:
Y por si lo visto y escuchado les parece poca cosa, veamos ahora cómo el amigo Jacques, ya en este siglo que vivimos toca en directo una versión que apareció en 1999, de una pieza que siguiendo su propia historia musical, vuelve a romper moldes en una adaptación que sin duda hubiese encantado a su compositor:
Lo que resulta curioso es que Jacques Loussier además amerita reconocimiento por sus trabajos (hay que ver cómo aprovechaba el tiempo que no dedicaba a mirar la tele) de compositor de bandas sonoras para el cine.
Si miramos un momento su ficha de IMDb comprobamos que quizás hayamos escuchado -y seguramente oído- alguna de sus composiciones. El cinéfago Tarantino en su película "francesa" Malditos Bastardos inserta varias composiciones del maestro Jacques tocadas por él mismo, como ésta:
Que, como han visto, ya apareció en 1968 en Último tren a Katanga
Gracias por descubrirme a Bach y por tus magníficas versiones, Jacques Loussier.
Así como Previn (entrada en casa de Abril) sí sabía quién era y me enteré de la noticia por la prensa... confieso que no tenía ni idea de quién era este músico ni de sus adaptaciones a jazz de temas clásicos (a mí tampoco me disgusta lo que escucho).
ResponEliminaUn saludito.
Casi me pasa desapercibido su fallecimiento porque no me enteré ni por la prensa ni por los noticieros: andaba completando base de datos, busco a Loussier y me encuentro con que ya no estaba... :-(
EliminaNo era un músico popular, pero sí reconocido por su talento.
Me alegro, en todo caso, de habértelo dado a conocer, David.
Un abrazo.
Pues tengo que decir lo mismo que David, un desconocido para mí. Claro que eso tampoco es tan raro...es frecuente disfrutar de bandas sonoras de las que no conocemos a su autor o arreglista. A fuerza de incorporarlas a nuestra lista de reproducción descubrimos quien está detrás..
ResponEliminaGracias por mencionarlo.;)
Besos. Milady
Supongo, Milady, que su música no es popular y al margen de sus colaboraciones componiendo para el cine galo imagino que sus actividades se reducían a un tipo de jazz que tampoco es dado a multitudes y ello comporta poco interés por medios masificados.
EliminaSupongo que en Francia su fallecimiento sí habrá sido difundido.
Besos.
Siempre con su eterna perilla. Mi padre -muy amante de la música- tenía varios de sus discos. El compositor que unió Bach con el jazz, algo a priori nada fácil. No sabía lo de su aportación a la banda sonora de "Último tren a Katanga".
ResponEliminaSaludos!
Borgo.
Tu padre tenía buen gusto, Borgo, no hay duda...
EliminaLoussier siempre manifestó que para él Bach había intuído los derroteros que llevarían la música al lenguaje libre del jazz, porque era empezar a tocar Bach y se le iban las manos sin casi proponérselo.
Como no tengo idea de música, he de creer lo que el maestro decía, escuchados sus conciertos y sus vinilos.
Supongo que su rápido reconocimiento en Francia le abrió las puertas a colaboraciones con el cine galo, donde trabajó simultaneando sus grabaciones y conciertos en directo.
Si hubiese trabajado para la industria de Hollywood, seguro que lo hubieran publicitado más, pero quizás hubiese tenido menos tiempo para dedicarlo al jazz......
Un abrazo.
Fíjate que gracias a tí es que conozco al personaje. Gracias por ilustrarme y de verdad sus versiones son de primera y este crío no perdió tiempo al frente de un televisor
ResponEliminaMucho me alegro, Alí, de haberte facilitado el conocimiento de un artista que no suele dejar indiferente.
EliminaDesde luego, un hombre muy ocupado con toda su música, cuya dedicación, afortunadamente, podemos disfrutar todavía -y de momento libremente- gracias a internet y especialmente youtube, donde hallarás varios conciertos.
Un abrazo.
Interesante, amigo Josep. Melómanos como nosotros… no podía faltar en tu espacio este homenaje, y yo aquí con estos pelos, dispuesto a componer un adagio en re menor o en fuga. Me gusta la palabra “melómano”, suena bien fonéticamente, como “melancólico”. Melómano proviene del griego. El prefijo “melos” significa “canto”.
ResponEliminaLa música clásica y el jazz. Ya no queda demasiada cultura musical en los tiempos que nos ha tocado vivir, querido Josep. Se habla mucho de la improvisación en el jazz y los clásicos ya lo hacían en sus conciertos pero no quedaba registrado, como es evidente. Me gusta mucho comparar a Bach con Beethoven. El primero compuso música para dios y el segundo para el ser humano. Dos tiempos, dos tempos muy diferentes y geniales. El jazz está lleno de grandes músicos que quisieron tocar en cualquier filarmónica, de estudiar en cualquier conservatorio de música, pero debido al color de piel jamás pudieron acceder. Ahí tenemos la rabia contenida de un Charles Mingus, bueno, no tan contenida, porque le cogía unos berrinches, tanto en el estudio de grabación como en los conciertos que volaba sobre tu cabeza cualquier objeto. Ahí tenemos a un Charlie Parker de cuyo cerebro musical era un prodigio matemático. Ahí tenemos al exquisito Duke Ellington, en fin, la lista es interminable. El jazz (la mayor aportación musical del siglo XX) se vio sometida a un racismo vergonzoso. Billie Holiday entrado y saliendo por la puerta de atrás de los escenarios donde cantaba. Louis Armstrong grabando enormes vinilos con el gran Jack Teagarden (el mayor trombonista de su época o, quizá de todas), pero que no podían tocar juntos en los conciertos porque estaba mal visto que un negro tocase con un blanco. Miles Davis que salió a la calle, tras un descanso de un concierto, para tomar el aire y fumarse un cigarrillo. Pasa una pareja de la guardia civil española pero a la americana y le propinan una paliza. Los ejemplos son interminables. ¿Por qué te cuento todo esto? Porque a veces, cuando escucho a Bach tumbado en el sofá, por ejemplo, “Los conciertos de Brandemburgo”, “La pasión según San Mateo” o cualquiera de sus grandes piezas para órgano, sobre todo “Tocata y Fuga en re menor”, sí, la misma que tocaba el capitán Nemo dentro del Nautilus, me pongo a recordar todas estas lamentables imágenes de los grandes del jazz que quisieron tocar en filarmónicas. Y de verdad, es muy impresionante. Casi llegas a la divinidad. Luego te levantas del sofá totalmente extasiado y pones cualquier disco de Beethoven, pongamos de ejemplo la “Sinfonía Nº 6”, y todo parece volver a su sitio, es decir, recuerdas a aquellas imágenes de la película “Fantasía” de Disney y tus mejores recuerdos de infancia cuando el vecino la ponía a todo trapo y me llegaba a través de la terraza, como llegaba el verano con aquel cielo tan azul; paso de las golondrinas, hacia la media tarde, camino de sus nidos, y uno merendaba pan con chocolate.
Me ha hecho gracias eso de “cinéfago Tarantino”.
No sé si mi preámbulo ha servido para hacerme entender es estas últimas palabras: Jacques Loussier tocó a Bach para elevarse a lo más alto, pero su condición humana le hizo coger también el último tren a Katanga.
Un fuerte abrazo, amigo mío.
Cuando con gran sorpresa me enteré de su fallecimiento por casualidad, inmediatamente me sentí en la obligación de rendirle justo homenaje, amigo Paco, que a mi entender merecía una elegía más rica que mis pobres letras.
EliminaSi el amor a la música te convierte en melómano, efectivamente nosotros lo somos, amigo mío, y noto que quizás una característica de la melomanía sea también un eclecticismo que no por amplio y variado deja de ser selectivo y evidentemente el Jazz aparece siempre puntuando ocasiones propias del siglo pasado porque, desde luego, ésa es o acabará siendo la música clásica de una época grandiosa en la que todos esos nombres que mencionas y algunos más, como el bueno de Loussier, nos han ofrecido su arte para colmar de felicidad nuestro sentido auditivo.
No deja de ser curioso que a pesar del racismo imperante en la sociedad estadounidense hubo pocas controversias entre los verdaderos músicos, evidentemente más interesados en la música que en el color de la piel del músico que la produce y que, como dices, algunos se afanaran en tocar juntos en jamm sessions porque públicamente no les dejaban, ni a los negros según donde ni tampoco a los blancos mezclarse con los primeros, pese a lo cual afortunadamente tenemos ya a mediados del siglo pasado grandes colaboraciones de músicos de toda raza y color: ni Helen Merrill ni Joe Pass ni Gene Krupa ni Louis Belson o el genial Buddy de Franco hubiesen jamás permitido a nadie interferir en sus grabaciones con sus colegas negros, con los que se entendían tan bien.
Otra cosa es que ciertamente algunos acabaran por emigrar por un tiempo -como Miles Davis- o para siempre -como el genial Ben Webster- a una Europa acogedora y hambrienta de Jazz del bueno sin fijarse para nada en el color de nadie.
Eran otros tiempos, supongo, y Jacques Loussier aseguraba que recibió la influencia del Jazz de los americanos que permanecieron en Paris tras la contienda mientras se acaba de formar en el Conservatorio, indeciso a qué música dedicarse, sintiendo dentro el ansia liberadora del Jazz y la potencia de la música de Bach, lo que explica muy bien que eclosionara de ése modo.
Creo que tienes razón, Paco: creo que Loussier se hallaba en la gloria adaptando esos clásicos a un nuevo lenguaje y que pagaba sus facturas con sus trabajos de compositor para bandas sonoras de películas que nunca fueron grandes merecedoras de su arte.
Creo que Tarantino, al que se le pueden negar muchas cosas, es un tipo que invariablemente se traga mucho cine y también mucha música: las bandas sonoras de sus películas así lo reflejan. Otra cosa, que daría para una tesis doctoral de las de antes, es el resultado.....
Un fuerte abrazo.