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diumenge, 22 de febrer del 2015

Esa copita




Uno se sienta en la oscuridad del patio de butacas y abre los ojos para absorber todo lo que la pantalla es capaz de ofrecer.

En algunas, pocas, escasas ocasiones, hay un festival de imágenes bien entrelazadas que de inmediato producen una especie de euforia en el cinéfilo que, hambriento de cine, se frota los dedos porque percibe que quien está al mando se ha decidido por una vez a presentar gráficamente ideas que habrá que ir desgranando lentamente, con fruición.

Uno, que se alinea con los cinéfagos ya sin recato alguno a estas alturas, atisba de repente algo que llama la atención por insólito, desconocido: mecachis en la mar, porque el torbellino acaba de empezar, como quien dice y queda en la retina y en el ánimo suspenso una sensación que algún día habrá que aclarar: hay por ahí una copa diminuta que no ha pasado desapercibida al mirón empedernido, ojo avizor, empecinado en que todo lo que sale en pantalla tiene su porqué...

Esta ha sido la primera ocasión en que quien suscribe ha visto -y degustado- una película de Wes Anderson, del que se tenía noticia leída pero no vista, así que las sensaciones que produce (en realidad, produjo, pues los hechos primigenios acontecieron meses ha) su última película son nuevas absolutamente y ha sido un plato de buen gusto, reconfortante al extremo que, hallándose al alcance el dvd con la versión original, el bis estaba asegurado.

Me refiero, claro está, a The Grand Budapest Hotel (El gran hotel Budapest) que, visto lo visto (que no ha podido ser todo lo deseado) del año pasado, posiblemente sea una de las mejores, sino la mejor producción estadounidense de 2014 (esta noche, si nada falla, veré The Imitation Game) y desde luego una verdadera sorpresa para este cinéfilo que no esperaba cosa semejante.

Dice Anderson en los comunicados mercadotécnicos que se inspiró en sendas novelas del ahora semi desconocido Stefan Zweig para pergeñar un guión que él mismo se ha ocupado en dirigir y no hay porqué desconfiar de su palabra ya que desde el inicio la literatura está presente en esta buena pieza que no puede faltar a ningún cinéfilo que se precie: nos hallamos ante un esquema literariamente conocido por su solidez: en el inicio una jovencita homenajea al "escritor" ante su efigie y de colofón se dispone a leer su novela que será lo que en imágenes veremos, recuerdos de recuerdos de vidas vividas con pasión lo que no quiere decir apasionadamente ya que las formas educadas marcarán la diferencia entre gentes cultas, educadas y tolerantes y bárbaros despóticos y dictatoriales.

Cuando vi la película en el cine me quedé pasmado y declarado incapaz de escribir una sola línea coherente porque la multitud de sensaciones que la misma produce en un ánimo calmado pero atento a la pantalla es parejo a la embriaguez dichosa de quien asiste por primera vez a una bacanal.

Ha tenido que ser la disposición de la tecla de pausa, parar y revisar, la que ponga las cosas en su sitio mínimamente, como (me) ocurre con los libros bien escritos: y entonces, ¡ay! ha aparecido como no podía ser otra forma, el vivo recuerdo de la copita.

No una copichuela, un chupito, no; nada de eso: una copa pequeña, diminuta, delicada, de cristal, que aparece de repente cuando puestos ya en materia, Mr. Moustafá ha invitado al Joven Escritor a cenar para contarle los avatares de su vida: la ofrece cuidadosamente el maître soumiller para que Mr. Moustafá, dueño del hotel y su historia, cate la bebida que va a acompañar los suculentos manjares escogidos para la ocasión, una de esas cenas pulcramente literarias en las que un comensal cuenta a otro riquísimas anécdotas que conforman una azarosa vida y a tal efecto, además, le invita a degustar una bien dispuesta mesa.

Una copita que me llamó la atención en el cine y que me hizo levitar en la seguridad que el director se disponía a regalarnos los sentidos, porque yo jamás había visto servicio semejante.

Porque no lo hay: buscando afanosamente en la red, hallé lugares interesantes que hablan del protocolo de la sumillería y me quedé patidifuso pero no solventé la cuestión fílmica, así que cuando lógicamente me dispuse a repasar la pieza en su versión original el alto en la escena estaba garantizado y mira por dónde resulta que en la misma se observa un fallo de ràcord escandaloso porque la servilleta que protege la manga del sumiller aparece y desaparece como por arte de ensalmo en dos sucesivos saltos de eje, lo que me llevó a declararme tonto por fijarme en detalles nimios que no sirven al conjunto.

(Que digo yo que igual Anderson encargó a su ayudante que filmara el ir y venir de esa copita y luego pasó lo que pasó, que algunos no pasan nunca de ayudantes y es por algo)

Lo que cuenta, no obstante, es la intención y el desarrollo del conjunto: asistido como está Anderson de un elenco que quita el hipo (vaya pandilla de secundarios: dan miedo) se dedica a poner en imágenes una trama que bebe directamente de las fuentes de la novelística clásica de mediado el siglo pasado y medio en risa medio en serio dispone una aventura rocambolesca que sin alterar el ánimo lo mantiene en un breve suspenso interesado por el devenir de un relato que siendo clásico no es caduco, trufado de dobles lecturas y guiños que se van descubriendo lentamente, repleto de referencias ciertas o inventadas que harán las delicias del espectador que, atónito, siente las cosquillas que a su intelecto produce una película que no parece tener más -ni menos- pretensión que la de avivar la imaginación del público.

Alguien, al salir del cine, decía que resultaba una exageración increíble y fuera de toda razón la continuada referencia al pastelero Mendl al igual que los aromas del Air de Panache, pero hete aquí que, meses después, me encuentro con la irrefutable prueba: "cómo hacer la Courtesan au chocolat de Mendl's" lo que demuestra que esta buena pieza de Anderson no tan sólo por una muy eficaz mercadotecnia consigue trascender la pantalla, como ocurre, por ejemplo, con las recetas que nutren a los mafiosos al servicio del clan de los Corleone, pero eso ya si acaso, sería otra entradilla la mar de nutritiva, también.

El cuidado riguroso de Anderson con esta película, el mimo excesivo por los detalles, con la excepción que confirma la regla del fallo de ràcord hallado casualmente, produce una sensación de plenitud en el espectador que de inmediato es consciente de hallarse ante un trabajo bien hecho y medido rigurosamente por el director que incluso se permite jugar con la memoria gráfica del veterano cinéfilo: no hay más que percatarse de la forma en que corren los protagonistas, elevando ostensiblemente las rodillas, exagerando el gesto, recordando su silueta los grandes mimos del cine silente usando su cuerpo para expresarse.


En el apartado interpretativo Anderson, que cuenta como ya he señalado con una banda de secundarios dispuestos a partirse un diente para robar la escena, demuestra tener las ideas muy claras de lo que pretende y desea comunicar y descansa todo el peso de la función en un infra valorado Ralph Fiennes que hay que disfrutar, sí o sí, en versión original y a todo trapo, una demostración -por si había alguna duda- de la enorme panoplia de recursos al alcance del muy versátil británico que nos regala un trabajo perfecto, idóneo al personaje ciertamente complejo y disparatado que lidera toda la aventura, secundado -y nunca tan oportuno el adjetivo- por el joven Tony Revolori que se hace imprescindible y verdadero co-protagonista de una trama por momentos alocada, romántica y siempre maravillosamente irreal que pasa en un suspiro.

Es cuando ya has acabado de verla que te percatas de la estupenda banda sonora, de la acertadísima caligrafía cinematográfica que usa todos los planos imaginables sólo para reforzar la casi surrealista historia y una fotografía que permanece al servicio de la película recreando con esas luces opalinas un ambiente que se identifica como añejo al instante.

Un conjunto absolutamente imperdible que reconcilia la alegría de la fantasía bien hecha con las ideas transitando desde la pantalla hasta el patio de butacas, absorto, sorprendido hasta que la vuelta a la realidad propicia el fin con el cierre del libro que se nos ha leído.

Plus: La página de la película

post-data: dándole vueltas y vueltas, compruebo que el fallo de la servilleta quizás no lo sea exactamente de ràcord, porque lo que se ve es cambiar la botella de champagne de mano derecha a izquierda, permaneciendo la servilleta en la mano, dejando desnuda la botella en la mano izquierda, algo inusual, ciertamente, pero no estrictamente fallo de ràcord, tal como lo entendemos. Un mal servicio del sumiller, en todo caso, pues con la servilleta desplegada roza el plato del comensal, algo que Mr. Gustave hubiera deplorado profundamente...






10 comentaris :

  1. Sólo me falta revisarla en v.ose porque ya la he degustado doblada y me he rendido a sus encantos
    Original y surrealista, un derroche de imaginación y color.
    Y me quedo con ganas de oirles en la lengua del bardo. Ahora me espera The imitation game ésta sí en versión original. Espero disfrutarla tanto o más..de modo que hablaremos querido.

    Besos

    P.D Tambien tengo en espera los capitulos del padre Brown..éste domingo (o lo que queda del día y de la noche) promete ;)

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    1. Creo que el amigo Ralph hace uno de esos trabajos que, por estar incardinados en una comedia -y más siendo de corte digamos excéntrica- no reciben la valoración que deberían, Milady. La comedia siempre ha sido un obstáculo para el reconocimiento, que se produce, indefectiblemente, transcurrido un tiempo. Sí o sí, debes verla en v.o.s.e., no tan sólo por Ralph: los otros muerden, querida.
      Efectivamente, hablaremos de ése film de guerra y del otro, puede que también...
      Besos.
      p.d.: ése cura casi nunca falla, aunque hay una serie sesentera bastante floja, pero esta actual, con su locura de emisión, hsta ahora ha cumplido en sus tres temporadas y muy bien, sin decaer.

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  2. P.D. Lo del fallo de raccord es para rizar el rizo ¿no? eres tremendo.. jaja..
    Gracias por el bonus ;P

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    1. ¡No! De hecho, es una lata, porque me fijo en cosas que no suelen tener importancia: los que somos mirones -como los búhos- en ocasiones vemos cosas así: luego te obsesionas y, como es el caso, acabas descubriendo lo que es una pequeña pifia y además, seguramente, habrá otros fallos de ràcord que se me han escapado, porque no ando ni mucho menos buscándolos. Los aficionados a la fotografía solemos mirar de otro modo, buscando lo que otros se pierden.... es así de simple... XDD
      La receta ésa, Milady, tiene su miga.... :-)''''''

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  3. Es la única película que me ha gustado de Wes Anderson, pero compensa con mucho por todas las anteriores.
    A todo lo dicho, y bien dicho, añado que en el cine de hoy ya es difícil encontrar repartos como el de esta maravillosa película, y mucho menos que se cree algo a partir de un conjunto de obras de alta literatura.
    Un abrazo

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    1. Para mí ha sido un descubrimiento, así que carezco de antecedentes, Alfredo, en lo que se refiere a Anderson.
      Desde luego, algo tendrá el tipo cuando tantos intérpretes de primera fila admiten comparecer en lo que casi son cameos, dada su brevedad.
      Inspirarse en buen material siempre debe ayudar, supongo; quizás es que se lee poco..
      Un abrazo.

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  4. Pues digo lo mismo que Abril. La tengo que ver en v.o, porque la vi en el cine doblada, y como por aquí leo ", sí o sí, en versión original" (eso todas, ¿no? ;-P )
    Menos mal que dices " lo que me llevó a declararme tonto por fijarme en detalles nimios que no sirven al conjunto" con lo del fallo de raccord. Vale que si una película tiene fallos de raccord abundantes o de otro tipo, pues...pero esta manía que hay de sacar "fallos" cada dos por tres.
    Las bandas sonoras de Anderson están muy cuidadas.
    Yo no soy especial fan del tipo, pero no coincido con Alfredo. ya que algunas de él me gustan bastante y sus pelis son personales y tienen algo que destacar, al menos.
    Pues que sepas que a mí me gustó más la anterior, la de Moonrise Kingdom (pero esto va para gustos; es otra cosa).
    Fiennes me sorprendió en la peli. Creo que está estupendo.
    Un abrazo.

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    1. Lo del fallo de ràcord ha motivado una post-data que no sé si aclara o confunde más pero que desde luego me hace arrepentirme de fijarme en cosas así que, realmente, carecen de importancia: no le busco los tres pies al gato ni fallos por deporte, que conste, pues esos pequeños detalles llenan enciclopedias en grandes obras.
      Todas habría que verlas en v.o.s.e., por supuesto, pero algunas, en las que la interpretación es memorable, la necesidad es acuciante, y Fiennes borda el papel que parece fácil, pero no lo es, David, como bien sabes, así que no lo dudes...
      Un abrazo.

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  5. No se si estoy preparado parta el curso rápido de sumiller....y del pastel ni hablamos, seguro que me sale un churro de cuidado...
    Pero todo ello nos lleva a lo que tu dices...estamos ante una auténtica delicatessen...una película que (como estará el patio) celebramos como si hubiésemos encontrado un trébol de cuatro hojas visto el panorama reinante, salvo contadas excepciones.
    Se le puede aplicar eso de dura menos que un caramelo a la puerta de un colegio, ya que estamos ante uno de esos casos, al revés de lo que suele suceder, que quince minutos más no hubiesen importado visto lo que se disfruta... aunque hoy coincido con David, creo que la anterior me gustó aún más...
    Y aquí viene la discrepancia, que la hay....no me termina de convencer "su caligrafía cinematográfica" en la que se mezcla el scope panorámico con la pantalla cuadrada....entiendo las razones...pero no me entusiasman esos saltos de formato. Por fortuna no afectan a la historia...
    Pd: las comilonas de los Corleone....cuando vi la segunda por primera vez...y están en Cuba y sacan la tarta de cumpleaños y todos se miran me dije esto lleva veneno fijo....me equivoqué...un abrazo

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    1. Sin duda, Víctor, una rara avis en las bandadas de pajarracos que vemos últimamente, aunque alguna excepción hay, por suerte. Lo malo es que en ocasiones, a causa de la industria, las buenas piezas se escapan demasiado deprisa de las salas y hay que esperar al dvd para gozarlas tranquilamente. Por suerte, en pocos meses casi todas están ya disponibles.
      Lo del formato cambiado, que no acaba de molestar, me parece una "boutade" del director, porque bien podría haberlo hecho simplemente con la fotografía, aunque sería más laborioso y no deja de ser un recurso tan óptimo como el uso del blanco y negro -o el sepia- en una película a todo color para marcar diferencias. Puede que Anderson acabe por marcar tendencia, mira que te digo, porque imitadores hay para todo...
      ¡Jaja! Yo también pensé lo de la tarta....
      Un abrazo.

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