El agente de la Continental (I)
Si uno lo piensa bien llega a la conclusión que hay que tener muchas agallas para empezar a publicar una serie de piezas literarias pertenecientes a un género naciente y decidir que el protagonista que asumirá la condición de narrador, héroe y antihéroe, tiene un nombre que jamás se pronunciará permaneciendo en el limbo. Y suerte que, como de pasada, alguien se refiere a él como "un tipo cuarentón, no muy alto, grueso y fortachón" y así queda completada una descripción de un personaje que, a la postre, alcanzará reconocida fama por ser la personificación del "Agente de la Continental", siendo esa Continental una agencia de detectives émula de la famosa Pinkerton, algo que parece usual en los Estados Unidos de Norteamérica pero que en muchos otros lugares resultaría inadmisible por conceptos que ahora y aquí poco importan.
Ese detective aparece en 1923 en la revista Black Mask, especializada en lo que se conocería como pulp fiction, y cabe decir que las andanzas del anónimo personaje elevarían a otro nivel la estima causada en los ávidos lectores pues aparecerían en varios fascículos publicados a lo largo de varios meses.
El padre literario del tipo que alcanzaría ser prototipo fue un joven Dashiell Hammett que se iniciaba en la publicación de relatos en los que su azarosa vida repleta de experiencias pese a su juventud (se estrenaba como escritor con 29 años) entre las que contaba con trabajos para la Pinkerton le ayuda a presentar unos acontecimientos y unos personajes digamos que variopintos por no entrar en detalles.
La Continental tiene una de sus sedes en San Francisco y de allí partirá ése detective que va a ejecutar un trabajo solicitado a una ciudad que él mismo define así en su propio relato:
Al primero que le oí llamar Poisonville a Personville fue a un paleto pelirrojo llamado Hickey Dewey en el Big Ship de Butte. Claro que también a su camisa la llamaba gamuza: por eso no le di importancia al cambio del nombre de la ciudad. Más adelante conocí a hombres que sin problemas de frenillo arrastraban las erres consiguiendo el mismo efecto con aquel nombre. Seguí sin darle más importancia que la que se da al incoherente sentido del humor que suele producirse al cambiar por ignorancia una palabra por otra. A los pocos años fui a Personville y sólo entonces comprendí el porqué.
Esa introducción, pasado más de un siglo de ella y habiendo tenido la oportunidad de leer a Hammett en otras piezas, describe de forma somera y perfecta el ánimo del escritor que señala irónicamente pero sin lejanía su observación crítica de una sociedad emponzoñada en la que el narrador protagonista se moverá encontrándose con toda clase de personajes que si algo tienen en común es que no son diáfanos ni mucho menos, empezando por el propio detective cuyas actividades aglutinan una representación perfecta de lo que luego hemos conocido como novela negra.
La escritura por partes espaciadas en el tiempo de su publicación no era ninguna novedad en 1923 ni mucho menos: más bien un recurso clásico que permitía a los escritores obtener sustento con resultados muy elogiables, literariamente hablando, cuando al fin y a la postre aparecía una novela compendiando el conjunto para la eternidad y ése es el caso de esas primeras aventuras del agente de la Continental que en 1929 Dashiell Hammett tuvo la gracia de ofrecernos bajo el título de Red Harvest (Cosecha Roja, en afortunada y literal traducción).
Son veintisiete capítulos que uno empieza a leer enganchándose irremediablemente a la trama porque evidentemente la estructura narrativa usada por Hammett busca capturar la atención del lector dejándole preso de la trama y a fe que lo consigue: llegas al final del capítulo y se te hace difícil cerrar el libro y dejarlo para otro momento porque hay algo que te gustaría saber y puede que en el siguiente........
La sinopsis de la novela sin explicar ni revelar detalles se podría resumir así: el potentado que el propio detective define como "el zar de Poisonville" (título del segundo capítulo) contrata a la Continental para que ponga en orden la ciudad, después de un súbito, luctuoso e inesperado trance.
(Nota bene: evite usted acudir a la viquipedia, que le chafarán el plan de disfrutar de esta novela)
Esta solicitud ya sirve a Hammett para dejar en evidencia la ruina política, legal y administrativa en que se halla Poisonville y a partir de aquí la aparición de toda clase de personas, hombres y mujeres, no debería sorprendernos aunque sí puede que nos asombre la virtud del escritor que con cuatro trazos descriptivos y diálogos acerados, sarcásticos, irónicos y apenas musitados nos deja en la imaginación gentes que aparecen y desaparecen y no por arte de ensalmo sino porque, amigos, en esta novela la cosecha roja se refiere a la cantidad de sangre vertida, derramada en el suelo.
Hammett mezcla con sabiduría impropia de un principiante al frenesí de la acción -los tiroteos parecen silbar por encima de las guardas del libro- con el misterio de unas acciones -la mayoría homicidios cuando no asesinatos- que el protagonista se empeña en esclarecer fiándose de su olfato, su instinto y sus dotes de observación amén de su machaconería y constancia en meterse en todos los berenjenales para preguntar a unos y otros sin fiarse de ninguno al cien por cien, tomando unas conclusiones que luego, lentamente, irá compartiendo con otros, para suerte del lector que maravillosamente es capaz de entender todo el galimatías porque Hammett lo deja muy claro y no se vale de abulencias ni engañifas ocultando información a nadie, lo que otorga a la trama una pátina de consistencia lógica muy de agradecer.
Aparte del protagonista que conocemos bien al erigirse en narrador -todo lo sabemos por su acción o por su capacidad de escuchar a otros contando peripecias- Hammett nos ofrece la posibilidad de recordar varios personajes que permanecerán en la memoria: el potentado que mueve los hilos desde una convalecencia física quizás exagerada y la mujer fatal que se mueve como pez en el agua entre criminales tratando de conseguir dinero, más dinero, más poder, intrigando en beneficio de quien sea siempre que saque tajada, son dos ejemplos que se mantendrán presentes en la narración y que ya no podremos olvidar jamás, entre otras cosas porque los veremos representados desde hace cien años muchas veces en otras piezas y en varias películas clásicas ya.
La sociedad que nos presenta Hammett es en realidad una parte del todo: las gentes trabajadoras aparecen sólo en función de sus empleos e ignoramos si están bien o mal retribuidos; no sabemos si se sienten felices o desengañados por dónde y cómo viven; todos los que vemos accionar dentro de la trama son gentes marginales, casi todos con un arma en el bolsillo y dispuestos a usarla sin temeridad aunque no siempre con puntería, pero la ética y la moral brillan por su ausencia: es un conjunto que no llega a la depravación absoluta pero que no rechaza nada por cuestiones morales, moviéndose en estrategias no siempre bien pensadas ni afortunadas y ello ocurre en todos los ámbitos de esa Poisonville que parece aceptar de forma pertinaz la adecuación al mote recibido con total acierto.
Si en alguna ciudad se hace patente la necesidad de una revolución que acabe con todo lo establecido y empiece desde cero, esa es, sin duda alguna, la ciudad que nos presenta Hammett, enrojecida por la sangre vertida.
Decir a estas alturas que Dashiell Hammett permanece como un clásico de la literatura estadounidense del siglo veinte y lo es de la Literatura y muy especialmente de la novela negra no es ninguna novedad.
La novedad podría ser afirmar que en opinión de este comentarista, esa magnífica novela titulada Red Harvest, Cosecha Roja en afortunada y canónica traducción de Francisco Páez de la Cadena, todavía está esperando que alguien decida llevarla a las pantallas de cine como se merece y lo digo sabiendo que hay tres películas que, leída la novela previamente, uno se dice a sí mismo: esto me suena a......... ¡Cosecha Roja!
Pero no, porque se dejan lo mejor: en todo esto nos detendremos otro día, por no cansar.
Mientras, no dejen de leer esta magnífica novela. Me agradecerán el consejo.


















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