Carregant el Bloc...

dimecres, 26 de maig del 2010

Examen de Cinefilia (parte XXXII)



Casi sin darme cuenta estamos otra vez a fin de mes y enfrascado como estoy en un proyecto que se me ha ido complicando al descubrir lo poquísimo que sé (es curioso: cuanto más intentas saber, más te das cuenta de lo poco que sabes:en ocasiones uno desearía no saber ni siquiera leer, porque el constante aprendizaje no hace más que declarar diáfana la ignorancia que uno alberga) de una cierta materia, cuando ha saltado la agenda y me ha recordado que debo preparar un nuevo ejercicio sádico cinéfilo si no quiero que alguna mente preclara me saque del olvido llamándome indolente.

Así que sin salir de las disquisiciones en las que me hallo imbuido desde hace unos días, nos aprestaremos, si os parece, a la tarea de averiguar (vosotros: yo no, que ya lo sé, aunque a medias) el título de la pieza que me mantiene en duda.

¿De acuerdo?

(Tampoco es que haya opción, pero siempre queda bonito ofrecerla.... )

Y para resolver el enigma, ofrezco cinco pistas.

Porque son cinco los grandes intérpretes que, en momentos distintos, han personificado uno de los caracteres emblemáticos de la obra cuyo título hay que averiguar.

¿Estamos a punto? ¿Tenemos lápiz y papel?

Ahí van:

Intérprete Nº1[+/-]


Intérprete Nº2[+/-]


Intérprete Nº3[+/-]


Intérprete Nº4[+/-]


Intérprete Nº5[+/-]



¿Qué tal? ¿Ya?



Supongo que habrá resultado muy fácil, ¿verdad?

Para quienes deseen una pista más, que sepan que la que sigue es una propina misericordiosa que deberían rechazar para satisfacer su amor propio de cinefilia galopante, pero, en fin, que no sea dicho...

Ver la vídeo pista


Las respuestas pueden enviarse usando el siguiente formulario:








Leer más...

dilluns, 24 de maig del 2010

Colección Akira Kurosawa




Akira Kurosawa


Supongo que todo el mundo lo sabe ya, pero por si hay alguien tan despistado como yo mismo, que se sepa que, desde el pasado jueves se ha puesto a la venta en quioscos una reedición de películas del maestro Akira Kurosawa, aprovechando el reciente centenario de su nacimiento.

Parece ser que son películas en formato dvd editadas por el Grupo Crin, desaparecido en internet, con lo que no he podido hallar los títulos que van a salir.

De momento, la primera entrega, 10 euros, ofrece Trono de Sangre (japonés/castellano; subtítulos en castellano) y El Infierno del Odio (japonés; subtítulos en castellano; formato panorámico original)

Esperemos que la oferta siga proporcionando más películas, porque algunas, como RAN, que la compré hace muy poco en un hipermercado, están prácticamente descatalogadas.





Leer más...

divendres, 21 de maig del 2010

Secundarios de Lujo (22)







Nacido en Johannesburg, Sudáfrica, en el año 1892, el joven Philip St. John Basil Rathbone alcanzó con el tiempo un físico impresionante para su época, pues su altura (casi metro noventa) y su corpulencia acompañaban un rostro afilado y varonil, con esa clase de miradas que a uno le dejan helado y (supongo) a más de una derretida sobre todo cuando con su profunda, melodiosa y bien cuidada voz se disponía a recitar cualquier texto clásico.

Porque nuestro protagonista de hoy, que alcanzó fama y merecido reconocimiento con su nombre artístico de Basil Rathbone, sin duda alguna fue un gran actor al que la suerte -tan injusta en ocasiones- primero le redujo a secundario de lujo, contrafigura malvada de grandes héroes y luego, cuando alcanzó justo protagonismo, le encasilló como quizá a ningún otro intérprete le haya podido suceder, dando por buena la conocida frase de "morir a causa del éxito".

Morir no fue el caso, pero sí una gran limitación de oportunidades.

Por la época que le tocó vivir, Rathbone llegó a participar en la Primera Guerra Mundial, licenciándose con reconocimiento a su valor; su vocación artística centrada en el teatro le permitió trabajar en las tablas escénicas londinenses donde interpretó a Shakespeare en Londres y sus éxitos le llevaron de gira ocasional a los ambientes de Broadway, de donde pasó a trabajar en el cine silente en el que su porte no podía pasar desapercibido de ninguna forma.

El advenimiento del cine sonoro le dió nuevas oportunidades porque su físico iba acompañado de una espléndida voz y una dicción propia de los actores teatrales de la escuela inglesa, toda una garantía.

Su facilidad como esgrimista le permitió alternar con grandes estrellas en la primera de una serie de grandes películas de aventuras, Captain Blood (1935) en la que se enfrentaba por primera vez, como el gran villano Levasseur al héroe incorporado por el afamado Errol Flynn, con quien compartiría cartel, tres años más tarde, en la no menos afamada versión de Las Aventuras de Robin Hood, donde Rathbone daba cuerpo a Sir Guy de Gisbourne.

En 1939 se enfrentó a otro grandísimo ladrón de escenas, Vincent Price, en un extraño duelo en Tower of London y aun tuvo tiempo de inaugurar una larga serie de interpretaciones de Sherlock Holmes en El Sabueso de los Baskerville y, en el mismo año, demostrar su versatilidad incorporando de nuevo a Holmes en Las Aventuras de Sherlock Holmes, cantando y bailando cuando Sherlock decide disfrazarse y hacerse pasar por otro, tal como ya vimos el miércoles pasado


Al año siguiente, 1940, vuelve a interpretar a un malvado espadachín, el capitán Esteban, en El Signo del Zorro, donde se ofrece como contrafigura malvada del héroe incorporado por Tyrone Power, de nuevo en una película clásica y mítica donde las haya.

Pero el éxito obtenido por su interpretación de Sherlock Holmes (para este comentarista, el mejor de la historia del cine habido y por haber) le encasilló de mala manera y limitó las oportunidades de representar otros caracteres, ya que el público espectador no podía olvidar tan fácilmente su enorme identificación con el héroe que vive en Baker Street.

Aun así, la carrera de Rathbone es más variada de lo que podemos recordar en un instante, pues alcanza la friolera de ciento veinte interpretaciones desde 1921 hasta 1968. Rathbone dedicó buena parte de su tiempo al teatro, donde obtuvo grandes reconocimientos en Broadway, y le sobró tiempo para intervenir en toda clase de proyectos.

Por ejemplo, en una versión de un relato de Charles Dickens, rodada en 1958, que puede verse entera siguiendo estos tres enlaces:

Scrooge de Charles Dickens

1 de 3

2 de 3

3 de 3


Tres años antes, en 1955, contando pues con sesenta y tres años, todavía fue capaz de reirse de sí mismo mientras ofrecía su última clase de esgrima en The Court Jester (1955), cuya escena todavía causa admiración a los entendidos en el arte del florete por su destreza.

Puede que alguien pretenda reducirle al gran esgrimista que fue (a pesar de no haber ganado nunca una lucha en pantalla) pero a buen seguro que, escuchar su magnífica voz como rapsoda despejará no pocas dudas acerca de su enorme talento como actor: a buen seguro, los grandes héroes que triunfaron venciéndole jamás hubieran sido tan grandes sin la presencia, como oponente, del magnífico secundario que fue Basil Rathbone.






Leer más...

dimecres, 19 de maig del 2010

MM 38 I Do Like To Be Beside The Seaside



Buscando por ahí, he encontrado un par de escenas musicales totalmente inesperadas y me ha parecido oportuno, aunque su calidad no sea muy elevada, compartir el hallazgo e insertarlas para que la cinefilia galopante de quienes se dejan caer por este sitio pueda alimentarse un poco más.

Ambas son interpretaciones de una canción muy conocida en los musicales londinenses de principios del siglo pasado.

Ahí va la primera:

Nunca hubiera pensado que en una película detectivesca su protagonista, por motivos que desconozco pues no recuerdo haber visto la película, se viera en el trance insólito de presentarse ante la audiencia de esta guisa y menos en 1939:






Claro que cronológicamente no era la primera ocasión en que se interpretaba esa canción en pantalla, que se puede escuchar en una pieza de Cukor datada en 1935:





¿Cuál ha sido más sorprendente?

Había pensado incluso preparar un facilisimo examen de cinefilia, pero seguro que nadie ignorará los nombres de los artistas comparecientes, ¿verdad?



Leer más...

dilluns, 17 de maig del 2010

Mal acaba lo que mal empieza



Cualquier cinéfilo que se precie de serlo sabe perfectamente que las grandes producciones estadounidenses, incluso las más brillantes, en pocas ocasiones destacan por ser escrupulosas con la historia documentada y conocida y ello nunca ha sido obstáculo para apreciar como grandes películas obras que presentaban un pasado totalmente edulcorado, tergiversado y fantasioso en aras de una trama dinámica pletórica de brío y acción, un fuego de artificio fastuoso que se aleja de la realidad cuanto más arriba explota su belleza.

A ese género pseudo histórico pertenecen no pocas películas que casi todos recordamos con añoranza, míticas por encima del paso del tiempo, invenciones de guionistas de una pieza que partiendo de unas premisas lógicas irreales subyugan el ánimo del espectador ávido de aventura.

Hay también algunas películas que destacan por guiones férreos que presentan dramáticamente sucesos más documentados en los que hallaremos recreaciones de personajes verídicos con sus maldades y tragedias históricamente ciertas o por lo menos más cercanas a una realidad constatable en los libros que albergan
unos hechos tan extraordinariamente rocambolescos que apenas precisan aderezos para convertirse en guiones cinematográficos intrincadamente interesantes ya que la traición, la componenda y el crimen como medio de ascenso social no son ni mucho menos invención reciente.

En este segundo grupo podríamos incluir benévolamente películas como Becket , o El León en Invierno y en el más libérrimo y aventurero mencionaríamos Ivanhoe y Las aventuras de Robin Hood, por citar tan solo cuatro ejemplos archiconocidos de tramas que giran todas ellas en el entorno monárquico de la antigua Inglaterra mucho antes de convertirse en la Gran Bretaña.

Precisamente es en el personaje de Robin Hood donde hallamos la expresión de un mito popular que no se asienta precisamente en una realidad histórica confirmada con lo cual su representación cinematográfica puede realizarse con mucha más libertad sin que ello signifique que la fantasía, en el cine, deba ceder un ápice a la historia real: es evidente que el cine es un arte y como tal puede reinterpretar la realidad como medio de un fin buscado por el artista.

Esto es lo que debieron pensar los ejecutivos de la Universal Pictures cuando se hicieron con los derechos cinematográficos de un guión escrito al alimón por Ethan Reiff y Cyrus Voris , pareja de guionistas que son autores de "joyas" como Men of War y K
ung Fu Panda entre otras "lindezas".

La historia recreada por esos dos se titulaba Nottingham y pretendía presentar al mitológico Robin Hood como un verdadero bandido, malo de verdad, subvirtiendo y demoliendo la característica bonhomía del personaje. Parece que los estudios dudaron a quien confiar el rodaje de la película hasta que al fin cayó dicha responsabilidad en manos de Ridley Scott quien lo primero que hizo fue llamar a Brian Helgeland para que rehiciera el guión y, por lo que se puede leer en internet, este segundo guión fue retocado por Paul Webb y más tarde también por Tom Stoppard, aunque en pantalla tan solo recuerdo haber visto el nombre de Helgeland como responsable del guión de la última película que se centra en las andanzas del mitológico Robin Hood al que da cuerpo y presencia el actor Rusell C
rowe que aparece también como uno de los varios productores de la película junto con el propio Ridley Scott.

Con estos antecedentes no es de extrañar que la última empresa conjunt
a Scott & Crowe adolezca de un defecto que ya viene siendo una lacra en el siglo que vivimos: el guión es francamente deleznable a pesar que hay alguna escena bien resuelta y existen hechos verídicos sobre todo respecto al entorno del afamado rey Ricardo Corazón de León que en anteriores versiones se olvidaron de reseñar en aras a la aventura y el dinamismo.

El problema de la trama presentada por Scott con su habitual eficacia a la hora de rodar es que hay una penosa mezcolanza de datos ciertos con invenciones absurdamente ilógicas cuando no francamente ridículas: en las primeras escenas veremos a una banda de pilluelos huérfanos disfrazados con caretas de barro asaltar impunemente el granero de la hacienda de Sir Walter Loxley (Max von Sydow ) que vive fortificado con su nuera Marion (Cate Blanchett ) siendo ambos dos tan imprudentes de dejar el granero, donde guardan toda su cosecha, fuera de la fortificación tras la que viven el hacendado y su familia y siervos.

No sabría decir a cual de los varios guionistas se le ocurrió tamaña estupidez, pero empezar así el relato ya es un aviso a lo que vamos a contemplar a lo largo de dos horas y diez minutos, diez menos, a lo que parece, de alguna versión que debe correr por algún lado.

La falta del cuidado de la lógica en el guión produce risibles situaciones que la alejan constantemente de la película al presentar acciones y motivaciones que llegan a producir la risa por lo inverosímil si no fuera por la vergüenza ajena que uno siente al constatar una vez más que el desprecio por la inteligencia del espectador es palpable tratando de hacernos comulgar con ruedas de molino: ver en el final un desembarco con barcazas anfibias como las usadas por ejemplo en El día más largo en el desembarco en Normandía, cuando esas barcazas K no se inventaron hasta el siglo pasado, amén de la súbita aparición del grupito de pillastres huérfanos del principio montados en poneys como si fuera el séptimo de la caballería, es un acabóse que remata una película descabezada aunque con algún que otro elemento salvable.

Se salvan de la quema las actuaciones impecables de Von Sydow y Eileen Atkins porque sus personajes están bien escritos y mantienen una lógica interna envidiable frente a un Robin (aquí apellidado Longstride) al que niegan su carácter de noble alzado frente al corrupto poder y reconvierten en hijo de un picapedrero que, mira por donde, resulta ser un filósofo político de mucho cuidado al punto de ser observado por la nobleza como adalid de ideas democráticamente revolucionarias en una visión política totalmente errónea -y muy estadounidense- pero que resulta hilarante si no fuera porque es una tergiversación que pretende ser seria cuando es únicamente mendaz, lo que comporta que ese Robin del siglo XXI sea capaz de demostrar destreza con la espada y el caballo cuando se le presenta como un simple arquero en una confusión idealizada pero inverosímil, casi tanto como las aptitudes guerreras de la bella Marion.

Ceñirse a la lógica del guión no debería ser a priori tan difícil pero Ridley Scott, como ya hizo en su peplum Gladiator, se decanta por el espectáculo visual más que por el verismo de la trama aunque inserte datos ciertos.

Con todo, admitiendo que la fantasía puede estar por encima de la verdad e incluso aceptando que la falta de rigor lógico puede devenir en espectáculo apreciable, tampoco Ridley Scott consigue hacernos olvidar ilustres precedentes: pese a que demuestra conocer bien la forma de rodar las diferentes escenas, tanto de acción como las más pausadas, no acaba de conseguir el hálito vital que confiere brío a una trama que se mantiene en un ritmo enérgico en la forma visual pero endeble en la buscada adhesión del espectador por un personaje que no concita empatía alguna: no nos hacen sufrir los ocasionales percances ni nos alegran las pocas victorias y aunque curiosamente "los malos" están mejor presentados que "los buenos" a uno, espectador paciente, tanto le da lo que vaya a ocurrir con todos, porque a mitad del metraje ya ha decidido que la cosa no va con él y se desconecta de la pantalla cayendo en una situación que hace todavía más evidentes los fallos de un guión con demasiadas manos puestas en él.

Es una lástima que tanto esfuerzo haya resultado baldío: da la sensación que Ridley Scott no ha sabido dirigir una película que aparenta haber tenido demasiada gente dando ideas: me imagino a Crowe presentándose al rodaje con el cabello perfectamente cortado a la navaja y a Von Sydow decidiendo que también sus blancas barbas merecían el mismo trato: nunca antes había visto un medievo con un corte de pelo y barbas tan bien arregladas. Es un simple detalle insignificante pero que a ojos de este comentarista, que no quiere ni pretende desvelar más datos, basta para entender que la cosa se le ha ido de las manos a su máximo responsable, el ínclito Ridley Scott que paga con su democrática actitud al ceder su autoridad ofreciendo un producto aparentemente entretenido en lo formal pero carente de fuerza en el fondo: sólo con que hubiera decidido presentar la verídica historia de Juan Sin Tierra sin aditamento alguno, hubiera ofrecido una obra mucho más jugosa, compleja e interesante, sin necesidad de inventar nada.

Si es que ha resultado mucho más entretenido leer la wikipedia de todos estos personajes que ver la película: lo único que puedo decir en favor de Scott es que, por lo menos, la digitalización resulta menos evidente que en Gladiator y que le agradezco el uso de la pantalla ancha: pero esto no es bastante para salvar una película que desde luego no va a pasar a la historia grande del cine, salvo como muestra de una oportunidad perdida.





Leer más...

divendres, 14 de maig del 2010

Se admiten apuestas



Pues eso: se admiten apuestas, porras, y absurdas competiciones por el estilo.

La cuestión es:

¿Iré al cine a ver Robin Hood, versión del amigo Scott?

Los datos complementarios para la apuesta, son:

1.- El estreno en "mi cine" ha sido hoy, jueves; cuando estoy escribiendo esto, supongo que estarán a punto de salir del cine quienes hayan ido a ver la SEGUNDA SESIÓN DE HOY.

2.- Está claro que un estreno de estas características, en "mi cine" y en jueves, viernes, sábado y domingo, por costumbre, da un poco de mala espina, ya que los estrenos multitudinarios suelen deberse más que a la calidad a aspectos de la mercadotecnia galopante.

3.- Como consecuencia del anterior y por experiencia, tengo una duda más que razonable....

4.- Lo cierto es que no sé si ir o no ir a verla....

Aquí, el tráiler:




¿Que haré? ¿Iré a verla? ¿No iré?

¿Me gustará? ¿No me gustará?

Por cierto: esto huele mal: iba a insertar un vídeo cualquiera de los muchos que hay en youtube de Errol Flynn intepretando a Robin Hood, pero ninguno parece funcionar a esta hora...

Llamadme conspiranoico, pero huele mal....

Supongo que alguien quiere a toda costa evitar comparaciones....

¿Estaré todo el rato -si voy- recordando a Errol Flynn?

¿Que os parece?

Se admiten apuestas....




Leer más...

dimecres, 12 de maig del 2010

Belleza negra




Su belleza fue su maldición. O no, porque ella misma acabó aceptando su idiosincrasia, su mala suerte que le impidió triunfar en el cine.

Si hubiera sido fea o quizá "más negra" tanto en color como en rasgos faciales, hubiera podido obtener muchos papeles en películas, siempre como secundaria, claro.

Pero su impresionante aspecto le vetó la posibilidad de aparecer como relleno en la pantalla ya que en el acto concitaba la atención y eso, cuando todavía el racismo imperaba inluso en la industria del cine, era un defecto. Porque incluso alguna de sus pocas películas no pudieron ser proyectadas en buena parte de los Estados unidos porque el público espectador no estaba dispuesto a rendirse ante la gracia, el glamour y el arte que tenía, a manos llenas, la que conocíamos como Lena Horne y digo conocíamos porque falleció hace unos días a una avanzada edad, casi noventa y tres años, de los cuales la mayoría dedicada a asombrar las audiencias más variopintas y especialmente a los amantes del jazz más melódico.

La descubrí gracias a la tele, un buen día mientras veía una de sus pocas películas: su interpretación del tema Stormy Weather, que da título a la pieza, hizo que, raudo, corriera a comprarme el primero de los Lp's que disfruto de su arte.

Vean a Lena Horne interpretando Stormy Weather (1943), la canción que desde ese mágico momento fue suya para siempre por encima de cualquier otra versión.


De hecho, Lena se estrenó en el cine en 1938, después que algún aventurado productor decidiera hacer una película "para negros", titulada The Duke Is Tops, donde Lena canta el tema I Know You Remember

En 1944, Lena coprotagoniza un estimable cortometraje, Boogie-Woogie Dream, que después de varias peripecias espero que puedan disfrutar en dos partes:


Boogie-Woogie Dream (part 1)


Boogie-Woogie Dream (part 2)


Su última aparición cinematográfica fue en The Wiz, reinterpretación de la conocida historia en manos de artistas negros, donde Lena, a la sazón contando ya con sesenta y un años de edad, seguía cantando con brillantez y fuerza el tema If You believe


Al margen del cine, Lena triunfó como cantante, sobre todo en U.S.A., donde se codeó con los mejores crooners de la época dorada y partipando en conciertos y programas televisivos, como este especial navideño de 1957, donde con una picardía que en España hubiera significado un escándalo canta el tema I'd Do Anything

Descanse en paz, después de tantos años de trabajo ofreciendo su arte.



Leer más...

dilluns, 10 de maig del 2010

Stage to Lordsburg



Con más de trescientos relatos cortos y veinte novelas en su haber, Ernest Haycox , cuya influencia sobre los escritores de historias del lejano oeste norteamericano es palpable, un buen día se inspiró en un relato corto de Guy de Maupassant, titulado Bola de Sebo , en el que el ilustre escritor galo ponía en solfa las actitudes hipócritas de buena parte de la sociedad francesa.

El relato de Haycox, debidamente adaptado a las aventuras del inhóspito oeste, se tituló Stage to Lordsburg y recabó el interés del maestro John Ford que consiguió hacerse con sus derechos cinematográficos abonando por ellos 2.500 dólares de la época, actuando el maestro como productor y naturalmente director de la película que pensaba rodar.

Ford solicitó la colaboración de Dudley Nichols, con quien ya había trabajado anteriormente y se dispuso a rodar un w
estern después de varios años sin afrontar el género que injustamente le dio la fama: injustamente, porque en el vulgo se constituye en lastimosa reducción de las capacidades de Ford, quien socarronamente abundaba en esa fama a pesar que ninguno de sus cuatro Oscar como Director los recibió por western alguno.

Curiosamente Ford halló múltiples obstáculos para rodar su película porque el género del western -que él conocía perfectamente de la época silente- había caído en desgracia entre las productoras, reducido a la serie B en un cúmulo de películas que se rodaban en apenas unas semanas con historias archiconocidas por el público que se deleitaba con los tiroteos y las hazañas vistas mil veces de sus héroes a caballo vestidos de vaqueros alejados de la dura realidad y adornados de un maniqueísmo fácil dirigido a un consumo rápido.

La historia no fue del agrado
de O'Selznick que en un principio incluso llegó a pensar en rodarla en tecnicolor al servicio de Gary Cooper y Marlene Dietrich; Ford y Nichols ya habían concertado acuerdos con Claire Trevor y John Wayne y no quisieron dar su brazo a torcer porque además la presencia de las dos citadas estrellas conllevaría modificaciones en el guión inaceptables para ellos.

Así fue como Ford rompió su acuerdo con O'Selznick y acabó, después de varios tumbos, trabajando con Walter Wanger, productor independiente.

La historieta escrita por Haycox recibió gracias a Nichols (ayudado por Ben Hetch) unos diálogos que permiten a F
ord pintar en breves escenas la personalidad de un grupo de viajeros que se desplazan en La Diligencia (Stagecoach, 1939) a través de los incomparables parajes de Utah hacia la ficticia población de Lordsburg, meta de cada uno por diferentes razones:

Dallas (Claire Trevor) y el borrachín Doc Boone (Thomas Mitchell) deben partir porque la Liga de las Mujeres Decentes así lo ha decidido: deben abandonar su pueblo porque dan la nota en exceso: ella por hetaira casquivana y él por ebrio habitual. La presidenta de esa Liga moralizante es la esposa del banquero Gatewood (Berton Churchill) que también se incorporará a los viajeros de extranjis, llevándose cincuenta mil dólares depositados en su banco sin avisar a su estirada cónyuge.

El conductor, Buck (Andy Devine, elegido por Ford porque ¡sabía conducir un carruaje tirado por seis caballos!) no tiene otra opción ya que el sheriff Curley (George Bancroft) le obliga al suponer que un tal Ringo Kid (John Wayne) se dirigirá a Lordsburg buscando venganza en su huida de la cárcel que le retení
a.

Y el jugador de ventaja sureño Hatfield (John Carradine) decidirá abordar esa diligencia para no dejar ni un momento sola a la señora Lucy Mallory (Louise Platt) que decide proseguir el viaje hasta encontrarse con su esposo, oficial del ejército.

El pobre Mr. Peacock (Donald Meek), viajante de whiskey que habla como un párroco, se verá obligado por las circunstancias.


Décadas antes que los sesudos críticos de cine descubrieran el concepto de "película coral", John Ford se sirve de la idea de Maupassant, adaptada al oeste por Haycox, para contarnos una historia en la que personas de carne y hueso con sus virtudes y defectos arrostrarán los peligros de un viaje que para alguno será camino de redención y para otros el paso a una nueva vida, borrón y cuenta nueva de una experiencia vital con futuro incierto en un tránsito repleto de peligros significado
por una sola palabra: Jerónimo, el líder de los revolucionados apaches que asola la comarca y que, como sombra ominosa va siguiendo los pasos del pequeño grupo, cada cual con sus anhelos y sus necesidades.

Ford en apenas hora y media cuenta muchas cosas y lo hace con su acostumbrada maestría dando una lección de economía cinematográfica: alternando los grandes espacios abiertos de Monument Valley con los interiores de un par de posadas y el mínimo espacio interior de la diligencia que lleva a toda esta gente representativa de buena parte de la sociedad, combina el camino amplio del trayecto que se convierte en una huida hacia adelante con la claustrofobia de unos interiores oscuros cuando tienen paredes y apretados cuando es el carricoche, donde obliga a todo el grupo a convivir en una situación en la que la necesidad de mantenerse juntos incluso lle
ga a decidirse a mano alzada entre unas gentes de diversa condición: origen, clase, nacimiento y modus vivendi, amén de lealtades incontestables basadas en la historia vital de cada cual, permitiendo Ford que el espectador sepa más que sus protagonistas, consiguiendo la empatía en el patio de butacas con una facilidad asombrosa gracias a la enorme claridad de la exposición de las motivaciones de los personajes fruto de un lenguaje cinematográfico aparentemente sencillo, en buena parte debido al excelente trabajo de Bert Glennon con un blanco y negro adecuadísimo en cada momento, sean interiores en penumbra sea en asolados exteriores.

Los elementos de la película son prototípicos del western más clásico porque Ford no olvida las escenas de persecuciones rodadas con la inestimable colaboración del grandísimo Yakima Canutt y tampoco falta el duelo de pistolas aunque Ford, más interesado en sus personajes que en la mera acción, lo resuelve con una elipsis creando escuela; de hecho, La Diligencia, rodada en 1939, hace ya tant
os años, viene a representar un modelo a seguir en la forma de rodar el western como género; Ford iría depurando su estilo con el paso de los años, pero todos sabemos que Orson Welles, antes de ponerse a rodar su primera película, visionó ésta más de cuarenta veces.

No es de extrañar, porque Ford demuestra una capacidad de síntesis inimaginable en una película a priori sencilla que revisada con calma permite comprobar como una historia aparentemente típica, la del viaje por tierras inhóspitas, deviene en un estudio psicológico de nueve personajes muy bien delineados en unos diálogos breves y concisos sin alardes literarios: las conversaciones de unos con otros nos mostrarán su motivación en el viaje así como sus anhelos y esperanzas centrados en el fin del mismo y Ford sabe
dosificar el ritmo apropiado para no caer nunca en sensiblerías ni perder de vista la agilidad del relato que nos cuenta, alternando escenas íntimas con acciones rodadas de forma espectacular.

Ford dirigió al elenco como acostumbraba, con su mal genio y despotismo habituales, centrándose especialmente en John Wayne, que habiendo rodado ya ochenta películas era contemplado por los estudios como un segundón que nunca sería una estrella taquillera: Ford se cebó a conciencia con Wayne: en una ocasión, habiendo oído un com
entario de Wayne referente a lo increíble que resultaba Andy Devine manejando las riendas de las seis yeguas, John Ford paró el rodaje, llamó a todos a concilio y, burlándose de Wayne, explicó a todo el equipo el comentario de Wayne.

Lo cierto es que Ford había apostado muy fuerte por Wayne y no quiso que el actor se sintiera "estrella" en ningún momento, poniéndole los pies en el suelo. De hecho, el carácter de Wayne no está por encima de ningún otro, pero ciertamente, nada más verlo aparecer deteniendo la diligencia, ya empieza a robar la escena; y no lo tuvo fácil, porque el elenco está magnífico, sobre todo Claire Trevor, Andy Devine, John Carradine y Thomas Mitchell (que consiguió el Oscar al mejor secundario) quienes realizan un trabajo encomiable a las órdenes de Ford, marca de la casa, no en vano el cine de Ford descolla por la calidad de sus secundarios que siempre tienen alguna escena en la que lucirse: Ford era un maldito gruñón y un tirano, pero sabía perfectamente lo que tenía que hacer para que su película funcionara y antes y después de los rodajes siempre apreció a sus actores, consiguiendo un equipo que daría grandes obras: la prueba está en que Wayne, a pesar de todo lo que le hizo sufrir, nunca rechazó trabajar para Ford.

La Diligencia se erige con el paso del tiempo es un bastión inexpugnable de modernidad en el género del western, modernizándolo y sacándolo de la categoría de serie B en que había caído; a partir de La Diligencia, el western tomará unos derroteros poco antes impensables sirviéndose de los tópicos del género para abordar cuestiones que también tienen su hueco en otros géneros cinematográficos más en boga en la época y por descontado, ya nunca más sería un género observado por los estudios como menor y por los intérpretes consagrados como algo de lo que huir, porque la simplicidad anterior dio paso a una complejidad que el mismo Ford se encargó de incrementar, como lo harían también otros grandes maestros del cine.

En definitiva, una obra maestra del Séptimo Arte que conviene repasar de vez en cuando, de visión más que imprescindible obligada para el cinéfilo de cualquier edad y condición.




Leer más...

divendres, 7 de maig del 2010

ESD 23 THE MAN WHO KNEW TOO MUCH (1956)




Para cerrar el homenaje realizado en honor del gran Don Alfred Hitchcock, estoy seguro que el amable lector sabrá dispensar que acuda, una vez más, a una escena sin diálogos que demuestra, por si hiciera falta, la maestría del genio al expresar acción únicamente con la cámara y en este caso la inestimable ayuda de Bernard Herrmann.

El pícaro Hitchcock, no contento con su primera versión (que, por otra parte, es buena) de una historia de intriga y suspense que tiene como sujeto a un hombre corriente, decidió en 1956, cuando sus conocimientos cinematográficos estaban ya más que asentados, ofrecer una nueva versión de El Hombre que Sabía Demasiado.

Vean, si les place, la escena del clímax que sin duda ha sido vista y estudiada con detenimiento y detalle por grandes cineastas de la talla de Martin Scorsesse:





¿Verdad que nadie se ha molestado por ver de nuevo "algo" de Don Alfred?



Leer más...

dimecres, 5 de maig del 2010

TC (8) VERTIGO



Cuando inicié esta mini sección dedicada a recordar títulos de crédito, todos, empezando por mí mismo, éramos conscientes que, tarde o temprano iba a aparecer en este espacio el que todavía sigue siendo considerado, catorce años después de su fallecimiento, como el más grande de la especialidad: me refiero, claro está, a Saul Bass quien a lo largo de más de cuarenta años y en sesenta ocasiones encabezó con su trabajo películas que casi todos recordamos.

Colaborador habitual de Don Alfred Hitchcock, en 1958 puso imágenes y letras sugestivas sobre la magnífica partitura de Bernard Herrmann para introducirnos en la especialísima trama ofrecida en Vertigo:





p.d.: saldrán más trabajos en otras ocasiones: tranqui....


Leer más...

dilluns, 3 de maig del 2010

La confirmación de la regla



Y no de una, sino de dos.

La primera me la he inventado yo mismo a base de comprobar como una y otra vez en que en “mi cine” se nos ofrece un estreno multitudinario, las posibilidades que se trate de una operación de mercadotecnia se incrementan notablemente en detrimento, claro está, del producto cuyo visionado se nos ofrece al tiempo que a los espectadores capitalinos.

Cuando, además, la película se estrena oficialmente en mi pueblo antes que en los Estados Unidos de Norteamérica, la cosa pinta chunga, chunga: sobre todo, si la película se ha rodado en los U.S.A.

La segunda es una frase popular que en este mundo de cinefilia en que nos movemos ha sido desmentida en varias ocasiones: “Nunca segundas partes fueron buenas”

Y mira que, media hora antes de asistir al estreno el pasado viernes, le dí un vistazo a la ficha de IMDB por si las moscas, que ya tenía tras la oreja: tonto de mí, al comprobar una calificación popular mayor de siete, ni siquiera miré algún comentario suelto que hubiera sido preventivo y aleccionador.

Hace ahora justo dos años que comenté aquí la primera parte de la segunda que es objeto de estas letras: se trata de Iron Man 2 cuyo título nuevamente se ha conservado original sin adaptarlo al castellano.

Podríamos decir que son los mismos perros con los mismos collares, porque director y actor protagonista son los mismos, así como la “lady” que acompaña y se desvive por el héroe, pero siguiendo con las frases conocidas, diríamos que éstos de hoy no son galgos, que son podencos.

Nos hallamos en una nueva traslación al cine de un tebeo centrado en un tipo ingenioso que personalmente no es precisamente un dechado de virtudes: pero así como en la primera parte había una cierta contención -tampoco no demasiada, pero vaya- en esta segunda parte los fastos armamentísticos y la propaganda nada subliminal acerca de la grandeza de los ejércitos liberadores, unido todo ello a una historieta carente de lógica y de una mínima concreción, que no profundidad, en la escritura de los
personajes, nos devuelve incrementada la sensación que estamos más que ante una película, ante un tebeo filmado: y no es de los mejores, sin duda alguna.

Una acumulación de buenos no tan buenos y de malos que parecen idos y algunos rematadamente estúpidos no consigue alzar el vuelo, por mucho que esa famosa armadura se desplace a toda leche y encima le salgan clones a tutiplén que, claro, acabarán como deben, porque no puede ser de otra forma, faltaría más: un sin sentido que deja al margen cualquier consideración de veracidad aun en una cinta que parte de una premisa lógica fantasiosa pero aceptada por el espectador que ya sabe a que va y se encuentra con una vuelta de tuerca sin fin que no lleva a ninguna parte, estirándose como un chicle mascado mil veces sin gusto ni sabor a nada.

Las escenas de acción digital pirotécnica están bien rodadas, pero, amigo Favreau , las luchas cuerpo a cuerpo de Iron Man y de la ambigua Natalie (Viuda Negra) disponen de una coreografía que da pena: es decir, cuando no hay efectos digitales, apaga y vámonos, que se hace tarde.

Más de dos horas dedicadas a comprobar la confirmación de dos reglas y un desengaño total, porque así como en otras franquicias de la Marvel segundas partes son resultonas, en este caso, en mi opinión, el tiro ha ido al agua. Saber que ya están dando voces relativas a una tercera parte no deja de sorprender por el optimismo que supone, tanto como imaginar que alguien como este comentarista tiene la santa paciencia de ver unos títulos de crédito finales larguísimos sólo para comprobar que, de nuevo, hay un encarte publicitario que nos anuncia la venida inmimente de otro héroe del dibujo, este proveniente de mucho más al Norte, eso sí.

Uno no puede menos que detenerse a pensar que la extremadamente alta puntuación observada en la ficha se deberá, sin duda, a todos aquellos que, invitados, asistieron a la "première" que se realizó en algunos cines de California hace unos días, porque el estreno oficial en los U.S.A. es el próximo día siete de mayo: seguro que los votantes son todos trabajadores de los estudios cinematográficos, que se cuidan de tener trabajo para unos meses más, pensando ya en la tercera, porque si no, no lo entiendo...

De verdad de la buena que ha sido una decepción: sabía que no iba a ver una obra maestra, pero no esperaba un tostón de más de dos horas que en ningún momento sorprende ni excita la imaginación.





Leer más...
Print Friendly and PDF
Aunque el artículo sea antiguo, puedes dejar tu opinión: se reciben y se leen todas.