Una rareza para cinéfilos y románticos irredentos
En muy pocas ocasiones ha sido tan fácil titular un comentario de forma que se ajuste perfectamente a la película objeto del mismo.
Mitchell Leisen podría servirnos como modelo de lo que es o mejor dicho era un cineasta de oficio comprobable y constatable, un director que antes de decir ¡acción! pasó primero por colaborar en los albores del cine como diseñador de vestuarios (su primera incursión acreditada, data de 1919), luego director artístico y al fin director al servicio de la compañía cinematográfica, primero sin acreditar y pronto ya firmando sus obras.
Una de las primeras es la que inspira estas cuatro letras que pretenden llamar la atención sobre una pieza hasta ahora desconocida que merece ser recuperada: se trata de la traslación a la pantalla de cine de una pieza corta de teatro escrita por el dramaturgo italiano Alberto Casella que fue guionizada por Maxwell Anderson y Gladys Lehman, ambos guionistas de larga carrera y coetáneos de Leisen, que realizan un excelente trabajo al mantener unos diálogos bien escritos sin sujetarse ni al tempo ni a la situación de la obra original.
La pieza, titulada Death takes a holiday (La muerte de vacaciones), estrenada en 1934, se mueve en un terreno peligroso por lo inusuakl, proclive a desplazarse hacia el terreno de la parodia, quizás resbalar hasta un terror incómodo y también permanecer sabiamente en una posición indefinida aceptando apuntes de toda clase sin dejarse influenciar por ninguno, manteniendo la fantasía como uno de los ejes de la narración que cabe suponer se ajusta mucho a la obra del dramaturgo añadiendo apenas alguna situación adecuada al lenguaje cinematográfico pero sin añadiduras que traten de enriquecer la insólita propuesta alargando una trama que con una hora y veinte minutos Mitchell Leisen despacha de maravilla.
La situación es la siguiente: la Muerte no acaba de comprender porqué la temen tanto los humanos; no entiende sus sentimientos ni sus actitudes y se le ha ocurrido que durante tres días tomará apariencia humana para averiguar, ocupando el lugar de un humano, qué es lo que se siente en la vida humana ante una serie de vicisitudes, para llegar a saber porqué los humanos nunca aceptan de buen grado el viaje final en su compañía.
Es de ver que la propuesta debe causar no pocas dudas relativas al tratamiento que debe dársele y por suerte en la propia pieza teatral ya se halla el iter dramático que, en manos de un cineasta de oficio como Leisen, encontrará un lenguaje visual acertadísimo a todas las circunstancias que lógicamente se originan por la conversión de esa entidad incorpórea en un especímen humano que, además, tan sólo dispone de tres días para ejercitar un experimento que le saque de inquietudes para él trascendentales.
Digo para él porque esa Muerte que en español tratamos como femenina adopta la figura del Príncipe Sirki que era esperado visitante del palacio del Duque Lambert que acoge distintos huéspedes entre los que se halla la joven Princesa Grazia cuya delicada belleza no puede pasar desapercibida mientras se resiste quedamente a aceptar el compromisos matrimonial que todos dan por hecho, matrimonio con el hijo de Lambert, Corrado.
La Muerte ha decidido que la espléndida finca de Lambert con sus huéspedes será lugar propicio para su experimento y así se la hace saber al Duque Lambert con la advertencia que nadie conocerá el secreto bajo pena de llevárselos a todos un un instante. Tres días, pide, y además, le concede un aplazamiento a Lambert del viaje que iba a producirse esa misma noche.
La surrealista situación es tratada por Leisen con un ritmo ejemplar, sin prisa pero sin pausa, incluso permitiéndose chanzas relativas a los cómicos y afortunados resultados de accidentes que deberían ser mortales pero no lo son porque el ocupado no está por la labor. Está tratando de entender la condición humana y de pronto surge la cuestión del amor, de ése sentimiento que domina las situaciones. Algo para lo que no está preparado.
Leisen ya nos ha apuntado detalles complementarios de lo que va a ocurrir en función de la personalidad de los personajes:demostrando su incipiente maestría como director (con muchos rodajes a sus espaldas en múltiples tareas) remarca brevemente signos que pueden ser considerados triviales pero que luego encajan perfectamente y complementan un todo que supera las dificultades de una historia que bordea el ridículo y lo supera con una elegancia que aleja no tan sólo la parodia sino también el aburrimiento del espectador, enganchado a la imaginativa trama pese a su irrealidad, con un final no por más feliz menos inesperado por su lógica interna que hace añicos cualquier vestigio vital que no se acomode a un romanticismo exacerbado al límite, sin ulterior explicación.
El elenco, encabezado por un joven Fredric March muy bien acompañado por Guy Standing y Evelyn Venable como co protagonistas y un selecto grupo de secundarios de los de antes, lleva a cabo una representación de sus personajes de forma muy convincente, especialmente March y Venable que logran trascender la fisicidad gracias al dominio de las miradas y la voz, ayudando no poco a convertir esta película de bajo presupuesto (esos magnánimos decorados seguro que eran ya usados) en una pequeña maravilla para cinéfilos y también para quienes aman las historias románticas que van más allá de todo.
Es una buena premisa, con la que se han hechos películas posteriores muy efectivas.
ResponEliminaNo sabía de esta película.
Saludos.
La idea de partida es muy interesante, Demiurgo, y el desarrollo muy inteligente y eficaz incluso con las limitaciones técnicas de 1934. Se puede ver en youtube pero sin subtítulos; en algún mercado de ocasión puede aparecer el añejo dvd que suele pasar desapercibido.
EliminaUn abrazo.
Pues sí, es un film extraño que según creo tuvo una gran repercusión en su tiempo, cuyo material, sumamente resbaladizo, fue manejado por el realizador con elegante habilidad (decirlo resulta una obviedad tratándose de Mitchell Leisen), evitando caer en las trampas del ridículo. La cosa quedó como una comedia romántica... con un toque de escalofrío.
ResponEliminaUn saludo.
Bienvenido, Teo: Debemos considerar que en el momento de su estreno los trucos cinematográficos empleados de forma natural y nada efectista sin duda sorprendieron a un público dispuesto a creer en la magia del cine: esas sombras amenazantes y esas transiciones ahora parecerán pobres a ojos de quien lleva en el bolsillo un aparato tecnológico cien mil veces más potente, pero sin duda el tratamiento aplicado por Leisen a esta historia supera con creces lo esperable en la cartelera actual profusa en efectos y escasa en ideas.
EliminaUn abrazo.