Carregant el Bloc...

diumenge, 7 d’abril del 2019

Homofobia institucionalizada





Está pasando: ahora mismo, mientras escribo estas letras, en algún lugar de los Estados Unidos hay organizaciones que públicamente se afanan en asegurar que son capaces de sanar la homosexualidad y ofrecen a los padres de jóvenes, ellas y ellos en una pubertad que los otros les están complicando más, la posibilidad de conseguir "normalizar" a sus vástagos.

En España ha habido algún intento de ejecutar semejante barbaridad pero parece que no se ha llegado tan lejos, al punto de conformar un siniestro tejido en el que se mezclan la ignorancia supina, los prejuicios atávicos provenientes de una supuesta fe religiosa y un modus vivendi, porque los sinvergüenzas que se dedican a tales menesteres lo hacen obteniendo pingües beneficios.

Garrard Conley es un joven escritor que escribió un libro titulado Boy Erased en el que cuenta su experiencia como sujeto de una de esas instituciones correctoras de la sexualidad de la juventud cuyos padres pueden desembolsar los emolumentos imprescindibles. El libro cayó en manos de Joel Edgerton, quien lo trasladó a guión cinematográfico y luego se ocupó de dirigir la película homónima, Boy Erased (Identidad borrada) que se acaba de estrenar ante nosotros.

La trama nos presenta al joven Jared Eamons (muy bien incorporado por un prometedor Lucas Hedges) cuyos padres, Marshall y Nancy Eamons, viven en algún lugar de Arkansas donde Marshall desarrolla un boyante negocio de venta de vehículos al tiempo que ejerce de pastor o predicador o lo que sea de alguna de esas docenas de iglesias desperdigadas por esos lugares con tanto espacio alrededor, esos sermoneadores que hemos visto tantas veces en las películas diciendo bien cosas obvias bien verdaderas sandeces, siempre con el amén de una concurrencia huérfana de criterios modernos.

Ignorando por completo cómo pueda ser el libro autobiográfico de Garrard Conley, debemos atenernos a lo que nos cuenta el guión y éste, acabada la película, deja una impresión débil, huidiza, no diría que acomodaticia pero desde luego falto de una crítica más acerada, más descarnada, porque la intromisión que padece el joven Jared en su personalidad no alcanza siquiera los padecimientos que hemos visto en muchas ocasiones en películas que narran el tránsito de la juventud a la madurez en lugares más dolorosos como un barracón de cualquier ejército: pongan ustedes la película que les venga a la memoria y seguro que es más fuerte la impresión.

Joel Edgerton, que a su vez concurre como actor precisamente dando cara al director del establecimiento que tratará la "desviación" de Jared, parece temer ofender a alguien o quizás es que realmente sufrió presiones inauditas, porque lo que vemos en pantalla nos parece irreal, pura invención, nunca dotado del peligro real que supone creer que la orientación sexual de cada quien venga motivada por una pecaminosa enfermedad que puede sanarse. Incluso la episódica relación heterosexual de Jared con su enamorada Chloe es tratada más como un sueño que como una pesadilla: tratándose de la hija de unos amigos de toda la vida, que sueñan con ser consuegros y abuelos algún día, los sentimientos de Jared apenas afloran y se mantiene una conducta confusa, sutil, indecisa, la misma que muestra ante algún compañero varón.

Esa zozobra que puede sentir Jared por su incapacidad de conciliar lo que le han enseñado en casa y en su entorno y lo que realmente tiene en su interior no se nos muestra con la fuerza necesaria ni tampoco en el lado opuesto vemos una imposición absolutamente bárbara encaminada a conseguir un resultado contra natura, así que el alegato que supuestamente es el objetivo del libro de Garrard Conley queda en agua de borrajas, sin intensidad, sin pizca de dramaturgia que enerve la empatía del espectador.

Uno se pregunta si acaso la película tendrá mayor fuerza en espectadores estadounidenses (porque en algunos países bárbaros donde la homosexualidad es causa de penas variables entre prisión y ejecución dudo que la exhiban) que la que pueda tener entre el público español (recordemos que el matrimonio entre gentes del mismo sexo es legal hace años y lo único notable ha sido el incremento de divorcios entre iguales), así que quizás para lo mejor que sirve esta película es para despertar la conciencia y servir de aviso: la cultura estadounidense se nos echa encima y poco a poco hemos ido adoptando usos y costumbres que hasta hace unas pocas décadas nos eran absolutamente ajenos y ahora son práctica habitual para una parte de la población; habrá que estar vigilante, no sea que esas ideas de lo que ellos llaman "américa profunda" o "inmensa mayoría" vayan calando poco a poco en nuestra sociedad, que algunos estadounidenses probablemente mirarán con envidia.

Los que seguro lo hacen son los que se ocupan de conseguir que desaparezcan los centros dedicados a las terapias homófobas, todavía permitidas en muchos estados: por ejemplo, la asociación TREVOR, donde además del póster que ilustra estas notas he hallado un artículo en el New York Times "I was tortured in gay conversion therapy. And it's still legal in 41 States" que sí produce el horror y la repugnancia necesarias para conseguir algún cambio encaminado a eliminar de la faz de la tierra ideas como las que con tanta blandura se nos han mostrado en la película de Edgerton.

Esta película, por lo que representa, debería ser una muesca en un tablero dedicado a las libertades personales, pero su falta de atrevimiento la convierte en una frase musitada al oído cuando lo que corresponde es un alarido, un grito provisto de eco evocador que deje consternado al espectador y me temo que lo va a dejar indiferente, quizás en el mejor de los casos ojo avizor para evitar que esas influencias nos lleguen.

Es una pena, porque contar con Nicole Kidman como madre que, en definitiva, primero es madre y luego esposa de un predicador confuso, para ofrecer unos diálogos faltos de gancho y de fuerza dramática es incluso hurtar la posibilidad de un trabajo atractivo que consiga la empatía necesaria para una causa que, visto y leído lo dicho, todavía precisa un empujón en un país que pretende ser ejemplar.

Diría en resumen que es un claro ejemplo de lo que podría haber sido y no es: unas circunstancias como las que apunta y existen tratadas por un guionista y un director como esos que el lector está pensando, ofrecerían una película imperdible y ésta no lo es: sin ser mala, no pasa de parecer un telefilme provisto de buenas intenciones sin ganas de hacer sangre. No se trata de truculencias innecesarias pero sí de la defensa a ultranza de la libertad individual y del dramatismo inherente a cualquier intento de obstaculizarla: no valen medias tintas.

Video aperitivo:









15 comentaris :

  1. Leí la crítica de Boyero hace un par de días en El País y apuntaba algo de eso mismo que tú recalcas, acerca de la tibieza crítica de la cinta. Naturalmente, la del tono y la intensidad es una opción del autor, pero sospecho que no deben ser pocas las presiones a que se ve sometido quien se adentra en estos territorios tan pantanosos. En fin... Un abrazo y buena semana.

    ResponElimina
    Respostes
    1. Seguramente tienes razón, amigo Manuel: habrán existido presiones sobre esa película porque al parecer hay mucha gente convencida de la bondad de esos fraudulentos tratamientos que son un engaño ya desde su propia concepción.

      La cuestión es que se trata de un asunto indicativo de una voluntad de coartar la libertad individual y ésa debería ser motivo sobrado para que un cineasta de este siglo, puesto en situación de denunciar esas horribles prácticas, no se detuviera ante nada sin faltar a la verdad.

      Y leído el artículo del NYT la película resulta endeble, corta de pretensiones quizás, casi cobarde en su planteamiento.

      Un abrazo.

      Elimina
  2. Un texto y unas reflexiones la mar de interesantes, amigo Josep. Aunque no he visto la película creo que puedo opinar al respecto. Por los visto, ahora anda todo el mundo creyendo que se puede curar la homosexualidad. Sobre todo los curas que en ningún momento se han cuestionado si también tiene remedio la pederastia. Ya sabemos que la ciencia ha ido avanzando y muchas de las enfermedades (las de verdad) ahora se curan por el bien de todos. Quizá sea por eso. Estamos acostumbrados que a cualquier dolor nos vamos a la farmacia y nos dan un medicamento para paliarlo, y si es más complicado, te mandan al médico que te manda a la farmacia para que el farmacéutico te entregue el medicamento para paliarlo. Creo que este círculo vicioso ha llevado a un cierto número de gente insultantemente ignorante y muy poco respetuosa, a creer que todas sus fobias, cacaos mentales, facheríos, frustraciones, miedos conspiratorios que desembocan a la más pura histeria colectiva y demás tengan una cura, o un cura a mano para que les dé la confirmación, y ya que están ahí, los de las viejas sotanas, aprovechan para meterles manos a los hijos de los damnificados. Y no pasa nada.

    Creo, mi querido amigo, que todo esto puede llegar a saturar mucho más la seguridad social. Veamos algunos ejemplos. Un racista que odia a los negros les dice que se vayan al dermatólogo porque la pigmentación de su piel oscura tiene cura. El que detesta a los patriotas fachendos se cree que eso se soluciona mandándolos a la farmacia más cercana. Que las lesbianas deberían ir a coger número para el neurólogo. Que a los bajitos de cojones habría que enviarlos a un gimnasio para que hagan ejercicios de estiramiento. A los que son altos de cojones, lo mismo, pero de encogimiento. A los travestís que se tumben en el diván del psicoanalista travestido. A los solitarios que hablen con el cirujano que ya verá el maravilloso resultado del bisturí. A los poetas, pintores y músicos a que les hagan radiografías. A los seguidores de Vox a que hagan una dieta. A los que no les gusta consumir que se consuman buscando a curanderos. A los que no les gusta ver series televisivas que hagan yoga… y así hasta el infinito. Hay que curar a todo el mundo de algo, según la psicopatología de cada uno de los habitantes de este perro mundo. Mi madre me dice que me vaya al Decathlon y me compre un chándal majo y que me ponga de inmediato a hacer footing. ¿Por qué mamá? Porque te veo muy gruñón últimamente. Mi mujer me dice que tire mi viejo móvil y que me compre un Smartphone y me abra una cuenta de whatsapp, twitter e Instagram. ¿Por qué, mamá, perdón, nena? Porque últimamente te veo apagado. Mi hijo que me compre una mountanbike (yo le corrijo diciéndole que es mejor que diga bicicleta de montaña). ¿Por qué, hijo de mi vida? Porque noto que últimamente hablas demasiado. Cada vez que me encuentro con mi vecino en el ascensor me dice que podría curarme si me sometiera a unas sesiones de acupuntura. ¿A razón de qué? Le pregunto consternado. Porque cada vez que llaman al timbre los testigos de Jehová no abres la puerta.

    Estamos bien jodidos, mi querido Josep.

    Un fuerte abrazo, amigo mío.

    ResponElimina
    Respostes
    1. Efectivamente, querido Paco, la cuestión es sin duda generadora de extensiones que nos llevarán a calibrar aspectos de la sociedad actual que en algunos momentos escapan de nuestra comprensión por hallarse absolutamente faltos de una lógica mínima.

      El tema de esos tratamientos homófobos precisamente ha ocupado las páginas de algunos diarios españoles hace poco gracias a la mala cabeza de un obispo y en nuestro país, mucho más tolerante de lo que algunos piensan y desde luego mucho más que otros en comparación, esas noticias han motivado protestas y un sin fin de comentarios chuscos y jocosos.

      Descubrir gracias a esta película estadounidense que allí la cosa pinta mucho peor (pese a la tibieza de la propuesta, carente de lo que podría situarla en la categoría de película-denuncia) me preocupa además porque como sabes su influencia es notable y poco a poco se están integrando sus costumbre como propias y una cosa siempre lleva a otra aunque sea muy lentamente, y esos grupos de fanáticos descerebrados que se creen a pies juntillas lo que les dicen desde lo alto de un estrado, sea un tipo con sotana, sea sin ella como es el caso de la película, no me gustan un pelo, porque admiten como ciertas cuestiones tan aberrantes como que la sexualidad de una persona se puede modificar y lo que es peor, quizás, que esa sexualidad puede revestir anormalidades que hay que eliminar por el bien de la sociedad.

      Tengo para mí que en el fondo se trata, como tú apuntas con humor, de conseguir una uniformidad que representa ciertamente la eliminación de la individualidad: si no tienes el guasap eres un bicho raro (yo lo soy, ya lo sabes) cuando en realidad lo que sucede es que te escapas del grupo y vas por libre y eso, a los mismos que deciden establecer terapias homófobas, no les gusta: poco a poco se van estableciendo unos mínimos sociales que hay que cumplir y casualmente casi todos ellos coadyuvan a que algunos se vayan enriqueciendo.

      Y que conste: no abrir la puerta viene a ser como no descolgar el teléfono cuando ya barruntas que te van a vender la moto. Que le den la vara a otro...

      Un fuerte abrazo.

      Elimina
  3. Es algo punible el tratar de usar el mal de los padres (me refiero a ellos pues a veces ellos son los del problema, no tanto el hijo) para lucrarse a sabiendas de que no el éxito es casi imposible

    ResponElimina
    Respostes
    1. Sin duda se lucran, Alí, sin duda desde nuestra óptica delinquen por partida doble: por intentar doblegar y por saber que no lo van a conseguir: un fraude total.
      Un abrazo.

      Elimina
  4. Lo que aquí ocurrió sí que daría para una película. Los siniestros psiquiatras López Ibor y Vallejo Nájera (los imagino como Colin Clive, con bata blanca y guantes de caucho negro) practicando electroshocks y lobotomías a homosexuales para "curarlos". Y ese campo de concentración en Fuerteventura conocido eufemísticamente como "Colonia Agrícola de Tefía" .
    A quien no la ha visto me gustaría recomendar la película "Víctima" con Dirk Bogarde sobre unos chantajistas que se aprovechaban de la por entonces prohibida homosexualidad en la Inglaterra de 1960.
    Saludos!
    Borgo.

    ResponElimina
    Respostes
    1. No tenía idea, Borgo, de lo que mentas del campo en Fuerteventura: cosas de un pasado reciente que se ven prolongadas todavía en estos tiempos, de forma sorprendente, en países teóricamente avanzados.
      Conozco la película que citas de Bogarde: la tengo pendiente de nueva revisión: lo que ocurría en Gran Bretaña también ha sido tema de varias películas, algunas notables y se han conocido casos particulares hace poco en razón del levantamiento de secretos oficiales.
      Parece mentira que la sexualidad de cada uno sea motivo de tantas acciones encaminadas a alterarla por parte de terceros como si la cosa fuese con ellos.
      Un abrazo.

      Elimina
  5. No me vendes bien la película, como sí lo hiciste con otra, pero de todas maneras vale mucho la reseña. Habrá que ver para confirmar lo nos avisas.
    Lo que es increíble es que esta temática sea todavía en esta segunda década de este siglo algo cuestionable. En algunos temas estamos aún muy atrasados, y coincido: no valen medias tintas. Por eso algunas otras películas más atrevidas logran mayores efectos en la sociedad.
    El afiche en su simpleza tiene algo interesante, pero también parece quedarse sin atrever a gritar.

    Abrazo Josep!

    ResponElimina
    Respostes
    1. Ahora que vuelvo a leer lo que escribí, qué mal redactado. Perdón pero lo envié desde el celular y no me deja ver bien lo que voy escribiendo

      Elimina
    2. En este caso, Frodo, la película no me produce el entusiasmo necesario para convencer a nadie que la vea, pese a que el tema por decirlo de una manera es candente, y ello porque su acusada tibieza acaba produciendo una sensación de querer un poco más de fuerza en la acusación de esas propuestas.
      El cartel lo elegí precisamente por ser el que la asociación TREVOR, que está enlazada, adjudica a la película en su web.
      Sin ser imperdible, creo que hay que verla, ni que sea como aviso a navegantes, porque se empieza con esas y se acaba peor.
      Un abrazo.

      Elimina
  6. Buenas.

    He leído críticas que coinciden con la tuya sobre la película. Tema peliagudo. Y comprendo que por eso mismo la profundidad debería ser importante. Lo mismo es deliberado para no "ofender" a las almas que prentenden hacer un bien o que a estas alturas siguen pensando que la homosexualidad es una "anomalía", una desviación del plan divino para las especies...(recordemos lo de Sodoma y Gomorra) No, esto no se llevaba bien desde los albores biblícos, de ahí que las religiones tengan alguna responsibilidad en el asunto y luego claro siempre están los "vivos" que a sabiendas se enriquecen sin escrúpulos con esos "tratamientos".
    Se puede entender el impacto en unos padres que tienen ciertas creencias, en un entorno donde elegir no es la opción.

    Según el actor/director abordó el tema y su personaje desde la comprensión y la empatía (para que nadie se ofenda). No olvidemos "lo politicamente correcto"...:(
    No sé si mencionar otras historias que han encarado el sufrimiento de las personas que han tenido que ocultar sus sentimientos al respecto y su verdadero ser... La Calumnia, De repente el último verano, Té y simpatia, Lejos del cielo, y más recientemente Carol. Todas ellas perturbadoras, vamos que no te dejan indiferente. Con lo complicado que es aceptar nuestras limitaciones y la complejidad del ser humano como para que vengan con "tratamientos especiales"... en fin.
    El tema me deprime si te digo la verdad además de cabrearme por esos lobos vestidos de cordero.
    No tengo, en principio mucho interés en ver ésta que nos reseñas pero si cae, le echaremos un vistazo.

    Besos. Milady

    ResponElimina
    Respostes
    1. Entiendo y comparto lo que dices, Milady. Lo que Edgerton haya manifestado -que no conocía- me parece excusas de mal pagador, porque el tema requiere situarse claramente a favor o en contra y no valen medias tintas ni componendas: gastar esos cartuchos de buena ley en salvas apenas ruidosas es un desperdicio aunque puede servir para que otro, más picajoso, decida poner a carne en el asador y dar al asunto lo que se merece.
      Como bien apuntas hay en el cine anterior ejemplos de calidad que tratan la cuestión del amor homosexual pero aquí se trata de denunciar sin paliativos unas ideas que son peores que retrógradas, por invasivas.
      La película se deja ver formalmente, pero te sabrá a poco.
      Besos.

      Elimina
  7. Buenas. No sabía ni que existía está peli de tema poco común dados los tiempos que corren.
    Sólo se me ocurre que atreverse en estos días a levantar un proyecto tan alejado de los estrenos habituales requiere confianza y tesón
    Sólo por ello y pese a los peros le daré in vistazo. Saludos.

    ResponElimina
    Respostes
    1. Ya te digo, Víctor, que a pesar de la flojera, parece que tampoco vamos a ver ninguna otra que tome el tema con la fuerza que merece: la cuestión, por cierta, resulta espeluznante, máxime cuando vemos que de allí nos van llegando costumbres que no teníamos....
      Un abrazo.

      Elimina

Los comentarios son lo mejor del blog. ¡Gracias de antemano por tu colaboración!
(Comentarios publicitarios son borrados sin dudarlo.)

Print Friendly and PDF
Aunque el artículo sea antiguo, puedes dejar tu opinión: se reciben y se leen todas.