Esta Navidad, siente a un pobre en su mesa
Esa frase que encabeza se proclamaba, hace muchos, muchos años, en aquella España que apenas levantaba cabeza a mediados del siglo pasado, en la década de los cincuenta.
Una frase que, repetida como un eslógan, alimentó la imaginación del bueno de Luis García Berlanga, uno de los mejores directores de cine que esta piel de toro ha sido capaz de parir.
Berlanga ya había tenido sus más y sus menos con la censura de la época franquista y a pesar de conocer el paño insistía una y otra vez en destapar las miserias del país; con la idea en mente, se puso a escribir un guión que cuajó en obra maestra cuando, hallándose en un atolladero, quiso la fortuna que Rafael Azcona apareciera en la vida de Berlanga y decidiera colaborar con el ya afamado Director.
Corría pues el final de la década de los cincuenta del siglo pasado cuando ambos acabaron de escribir un guión que titularon Siente a un pobre en su mesa, tomando prestado el eslógan que en el protocatolicismo franquista trataba de tranquilizar las conciencias de los bienestantes por un día: tal día como hoy: invitar a un pobre en Navidad a la mesa de los ricos ayudaba no poco a calmar conciencias y de paso a sentirse magnánimo con los desafortunados, al tiempo que se ejercía la virtud de la Caridad.
Evidentemente, la censura lo primero que hizo fue rechazar el título propuesto por Berlanga y Azcona. Así que ambos decidieron nombrar la que probablemente es su mejor película juntos (e hicieron bastantes) con el nombre de uno de sus protagonistas: Plácido, película estrenada en Barcelona en el año 1961, sigue siendo, después de tantos años, una obra maestra.
La sinopsis es aparentemente muy sencilla: En una ciudad de provincias, la Junta de Damas decide promover una campaña benéfica para la Navidad: los pequeños burgueses sentarán a su mesa a un pobre en la cena de nochebuena. Y para ayudar a convencer, también tendrán la oportunidad de invitar a un famoso a su mesa. Todo ello patrocinado por el fabricante de ollas Cocinex.
Plácido (Cassen) es un hombre de extracción obrera que ha decidido independizarse como autónomo y se ha comprado una motocarro, vehículo hoy casi desaparecido pero muy habitual en aquellas fechas. El futuro yerno de la presidenta de las damas, un tal Gabino Quintanilla (José Luis López Vázquez) es el encargado de la logística del evento y contrata a Plácido y su motocarro para encabezar la cabalgata que, pomposamente, irá circulando por las estrechas y mal empedradas calles de la ciudad dejando en cada domicilio a su pobre y a su artista.
Plácido debe pagar la primera letra de cambio por la compra de la motocarro y apenas tiene el dinero para el abono de la deuda.
Berlanga y Azcona no meten el dedo en la llaga: meten una lanza flamígera contra la hipocresía y el fariseísmo de una sociedad que se cuida más de las apariencias y de satisfacer su ego que de preocuparse por el prójimo.
El guión, excelente, cuida hasta el menor de los detalles todos los personajes que deambularán por la pantalla ofreciendo un verdadero fresco de la sociedad española: los ricos petulantes admitiendo a su mesa a un pobre, no vaya a ser que sus congéneres les miren por encima del hombro; asisten a la subasta de artistas pujando por encima de sus posibilidades. Plácido está más preocupado por conseguir el dinero para pagar su letra (¿qué hay de lo mío?) y evitarse unos gastos notariales del protesto, mientras Gabino Quintanilla se nos muestra como "el hijo de papá" bueno para nada, inútil por naturaleza, con una novia que flirtea con un actorzuelo de tercera.
Hay escenas memorables en el guión: tantas, que sería prolijo acotarlas, amén de innecesario e imprudente por si alguien todavía no ha visto esta joya de la cinematografía española.
Baste apuntar sólo dos: en la vergonzosa subasta de artistas (tratados como ganado) la estrella es una actriz cuya última gran película ha sido, precisamente, la primera.
Y cuando el pobre invitado a regañadientes por "esa familia republicana" sufre un patatús, descubierta que ha sido su relación con otra pobre, sin estar casados, acaba celebrando matrimonio forzado (con la presidenta de las damas moviéndole la cabeza para que asienta) a fin de evitarle, ¡pobre! que vaya al infierno por haber vivido en pecado.
El guión, como digo, es sobresaliente, cruzándose los diálogos a una velocidad de vértigo, manteniendo diversas líneas argumentales que se solapan las unas a las otras en una forma muy española de conducirse, un verdadero galimatías, un laberinto de personalidades e intereses diversos que en manos de otro que no fuera Berlanga hubiera acabado en un producto deleznable.
Pero Berlanga inventa el plano secuencia manteniendo la cámara aparentemente quieta mientras diferentes personajes se mueven, interrelacionan y accionan sin parar en una pantalla que parece no ser capaz de albergar tanta gente; Berlanga contaría años más tarde que, cuando acudió a Los Angeles como candidato al Oscar a la mejor película extranjera, se sorprendió al comprobar el inusitado interés que su película había despertado en una serie de directores, el más joven de los cuales era Billy Wilder: todos habían escudriñado más que visto la película, y todos querían preguntarle cómo había resuelto muchas de las secuencias.
La labor de Berlanga como director es sobresaliente por la técnica cinematográfica pero no hay que olvidar su talentoso trabajo como director de actores, ya que esa forma de rodar con tantos personajes, lo que más tarde la crítica más afamada acuñaría como "coral", es modélica: requiere una enorme precisión y cuidado y, por descontado, el elenco ha de estar a la altura, porque un fallo daría al traste con toda una secuencia. El conjunto de actores con los que contó Berlanga forma parte de la historia de los intérpretes españoles; no hay más que dar un vistazo aquí para quedarse alucinado al repasar tantos nombres conocidos, pero es repasar la película una y otra vez y quedarse pasmado al comprobar la enorme calidad de todos los intervinientes, aun en los más pequeños papeles.
La capacidad de riesgo de Berlanga asombra tanto al elegir como protagonista a un comediante que nunca antes había actuado en una película, Cassen (Calixto Sendra) como al presentar a la censura este cuento navideño: aun ahora sorprende que la película superara todos los obstáculos e incluso llegara a representar a España en la ceremonia de los Oscar, porque la crítica a la sociedad es feroz: no dejan títere con cabeza, sin compasión alguna; no es desde luego una película divertida; en pocas ocasiones se ha podido ver en el cine tanta amargura, tanta falsedad al descubierto, mostrando la crueldad de la pobreza miserable frente a una hipocresía ricachona que se complace por un día, en vísperas de la Navidad, a pavonearse mientras simula que ejerce una caridad muy mal entendida.
No deja de ser curioso que durante muchísimos años las televisiones españolas han ofrecido por estas fechas la película de Frank Capra Que bello es vivir, y nunca, nunca, han ofrecido una oportuna y muy recomendable revisión de Plácido, esa obra maestra del cine español que, por si hubiera alguna duda, acaba con un villancico esclarecedor:
Absolutamente imprescindible para el cinéfilo que no la conozca y más que recomendable una revisión para el que algún dia lejano la vio, porque es de las películas que hay que ver por lo menos, una vez al año: .
Feliz Navidad para tí también, Josep, y de una manera muchísimo menos hipócrita que la de la mayoría de los personajes de esta magnífica película. ¡Qué buen equipo hacían Berlanga y Azcona!
ResponEliminaQue te voy a contar, Alicia, que no sepas.
ResponEliminaMe complace la coincidencia.
Feliz Navidad.
Josep, queda molt lleig de dit que ja me l'estic "baixant".... ? Doncs, res, que he pensat que m'obriré un full d'excel per només les teves recomanacions, que seria alguna cosa com allò de "1001 películas que hay que ver antes de morir" :) Un petó gran, com sempre gràcies i Molt Bon Nadal!!
ResponEliminaY es que el imperio austrohúngaro era mucho imperio.
ResponEliminaUn abrazo y el deseo de días felices
Segur que t'agradarà molt, Cris: ja diràs quelcom.
ResponEliminaNo crec que et faci falta un full d'excell, perqué segurament no seràn tantes, però m'ompla de satisfacció que els meus consells et siguin útils.. :-)
Un petó i Bon Nadal.
Cuando repaso esas películas, Alma, siempre me quedo pensando porqué ya no se hacen productos semejantes y tengo la sensación que la censura ayudaba no poco a afilar los cerebros de esos genios para burlarla, sortearla y dejarla en paños menores.
ResponEliminaUna abraçada i Bon Nadal.
Una reseña fenomnela, y ya van muchas, para una película que no admite ningún su'erlativo so pena de quedársele corto y no hacerle justicia.
ResponEliminaUna obra de arte, evidentemente.
Felices fiestas, amigo.
Alicia y tú os habeis puesto de acuerdo en la misma peli y yo la comenté el año pasado. Muchísimo habría que seguir diciendo de ella y el consejo de ver esta gozada una vez al año es más que razonable.
ResponEliminaComo hoy y mañana y todos los días siguientes hasta Reyes tengo que currar, apenas me queda tiempo para nada. Ya hablaremos largo y tendido el año que viene.
Un fuerte abrazote.
Tienes razón, Raúl, que resulta difícil adjetivar esta película: enfrentarse a ella con la idea de comentarla en cuatro líneas es una locura, porque uno empezaría y no acabaría nunca con la cantidad de detalles que ese par de grandísimos cineastas, director y guionista, ofrecen en escasa hora y media: da para una tesis más que para un comentario inductor a su revisión, siempre afortunada y descubridora de nuevos matices.
ResponEliminaFelices fiestas.
Ha sido una coincidencia provocada por las fechas, Antonio: yo tenía mi texto preparado cuando veo aparecer a Alicia con el suyo, pero me dije: ahora no lo borro, con lo que me ha costado pulirlo recortando para dejarlo legible...
ResponEliminaTómate el curro con calma; el lunes, si nada falla, aparecerá el último examen de cinefilia...
Un abrazo.
Imprescincible cada Navidad; yo la programaría siempre en vez de tanto Raphael...
ResponEliminaSaludos.
Lo curioso, Alfredo, es que no recuerdo haberla visto jamás en la tele en fechas navideñas: está claro que es más cómodo y apacible ofrecer otras cosas menos punzantes.
ResponEliminaNo pensarás que Raphael sale tanto por su parentesco político, ¿no? ¿o sí? :-)
Veremos qué ocurre a partir de enero con TVE sin publicidad...
Saludos.
Feliz Navidad
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