El Gran Timo
Ya hemos visto que a principios de los años setenta del siglo pasado se rodaron un buen número de películas que miraban un pasado reciente situado en el período de entreguerras, con un éxito que incluso propició una moda en el vestir popular. Las temáticas de esas películas son variadas, desde el romanticismo más empalagoso a la recreación de un cine negro que parecía en el olvido.
George Roy Hill había dirigido en 1969 un western con aires casi crepusculares que obtuvo un enorme éxito comercial en parte por la conjunción de dos afamados intérpretes, Paul Newman y Robert Redford y la música empalagosa de Burt Bacharach, que justamente acaba de cumplir 80 años. Después el amigo George rodó una película extraña, difícil y dramática que se tituló Matadero 5, pieza a revisar si es posible hallarla.
Quizás para sacarse la espina, George Roy Hill decidió apuntarse a la "moda retro" y se alió con David S. Ward, guionista de una historia original endiablada, retorcida, tramposa, donde nada es lo que parece y que a la postre, le significó el Oscar por su trabajo.
Presentado el producto como una segunda oportunidad de disfrutar de una película protagonizada asimismo por Paul Newman y Robert Redford, un gancho comercial asegurado, el mundo entero se dispuso a hacer cola en los cines para ver la película titulada con poco acierto en España como El Golpe (The Sting, 1973)
Estamos en la ciudad de Jolliet, Illinois, en septiembre de 1936: Johnny Hooker (Robert Redford) es un pillastre que aplica su arte al timo de la estampita en compañía de Luther Coleman (Robert Earl Jones) y Erie Kid (Jack Kehoe).
Un buen día le dan el cambiazo a un truhán que lleva la nada despreciable suma de once mil dólares en un sobre. Lo que no saben los timadores es que el dinero corresponde a la recaudación de un garito ilegal de apuestas que pertenece a Doyle Lonnegan (Robert Shaw), conocido gángster de la cercana Chicago. La venganza del gángster no se hará esperar y después de un encontronazo con el teniente de la policía Snyder (Charles Durning) Johnny y Erie comprobarán que Luther ha sido asesinado por los esbirros de Lonnegan.
Johnnie decidirá vengarse de Lonnegan, buscando la ayuda del más famoso timador Henry Gondorff (Paul Newman) a quien Luther recomendó tras dar su último timo, con la decisión de jubilarse y dejar esa vida de aventuras, decisión que no pudo llevar a cabo...
Y hasta aquí puedo llegar, so pena de levantar el velo de una trama plena de giros y trampas que sin descanso nos llevará de sorpresa en sorpresa.
George Roy Hill nos presenta muy bien el artificio ideado por Ward, en un cúmulo de falsedades que se inician ya en la espléndida banda sonora, una recreación de Marvin Hamlisch basada sobre las partituras de ragtime de Scott Joplin, por cuya labor obtuvo el Oscar. La música de Joplin se dió a conocer mundialmente, pero, desde luego, no pertenece a la época en que la acción transcurre.
Otra de las falsedades de la tramposa película es que no es en absoluto un vehículo de lucimiento para Newman y Redford, más que nada porque sus caracteres carecen de la enjundia necesaria para desarrollar su arte interpretativo: con muy poco esfuerzo lo llevan adelante, en una sucesión de escenas brillantemente resueltas por Roy Hill que se apoya en una excelente fotografía de Robert Surtees y un montaje final del montador William Reynolds que también consiguió el Oscar.
La aplicación de la "moda retro" es fastuosa, con unos decorados, atrezzo y vestuarios, obra de grandes especialistas como Henry Bumstead, James W. Payne y Edith Head, todos ellos también ya con el Oscar en su lavabo por su trabajo de ambientación de la época, sin duda la parte más seria y menos mendaraz del producto final.
El engaño a que nos somete Roy Hill es constante y como espectadores vamos al alimón del malvado Lonnegan, único personaje que se mantiene sincero en sus motivaciones, manejos y deseos, un verdadero gángster que no se anda con chiquitas, amenazando, coaccionando e incluso asesinando a quien se le pone por delante y le estorba en su camino, un personaje de pieza entera que permite el lucimiento de Robert Shaw.
Pero lo que descolla es el trabajo de un elenco bárbaro de secundarios que se roban las escenas los unos a los otros y a cualquiera que se atreva a pasar por el plano; unos secundarios encabezados por Charles Durning, otro personaje malvado pero sincero, que será llevado de cráneo, como vulgarmente se dice, por una serie de pillos redomados interpretados por esos actores sabios como Ray Walston, Harold Gould o Dana Elcar que darán cuerpo a una serie de sujetos muy bien descritos en cuatro pinceladas aunque, eso sí, lejos de cualquier estudio psicológico, que la trama es un timo de altura y la película un mero entretenimiento sin otra pretensión que divertir y sorprender al espectador, y a fe que lo consigue.
Tanto lo consiguió en su estreno, dispuesto para el mes de diciembre de 1973, que recibió un buen montón de Premios Oscar, incluido el de mejor película -quizás exageradamente otorgado- que curiosamente, cerrando el círculo de la broma, ha pasado a la historia cinematográfica por una cuestión ajena a la propia película, sorprendiendo a David Niven y a todos cuantos seguían la ceremonia.
Una película bien hecha, un conjunto de artistas bien dirigidos por George Roy Hill que consigue, incluso años después de haberla visto en el cine, entretener durante sus 129 minutos, aún conociendo las resoluciones de las distintas tramas que arteramente se nos han presentado en forma de un agradable rompecabezas, un juguete de lujo muy recomendable su visión para quienes todavía no la hayan visto, especialmente en v.o.s. para disfrutar de ese conjunto de buenos actores.
George Roy Hill había dirigido en 1969 un western con aires casi crepusculares que obtuvo un enorme éxito comercial en parte por la conjunción de dos afamados intérpretes, Paul Newman y Robert Redford y la música empalagosa de Burt Bacharach, que justamente acaba de cumplir 80 años. Después el amigo George rodó una película extraña, difícil y dramática que se tituló Matadero 5, pieza a revisar si es posible hallarla.
Quizás para sacarse la espina, George Roy Hill decidió apuntarse a la "moda retro" y se alió con David S. Ward, guionista de una historia original endiablada, retorcida, tramposa, donde nada es lo que parece y que a la postre, le significó el Oscar por su trabajo.
Presentado el producto como una segunda oportunidad de disfrutar de una película protagonizada asimismo por Paul Newman y Robert Redford, un gancho comercial asegurado, el mundo entero se dispuso a hacer cola en los cines para ver la película titulada con poco acierto en España como El Golpe (The Sting, 1973)
Estamos en la ciudad de Jolliet, Illinois, en septiembre de 1936: Johnny Hooker (Robert Redford) es un pillastre que aplica su arte al timo de la estampita en compañía de Luther Coleman (Robert Earl Jones) y Erie Kid (Jack Kehoe).
Un buen día le dan el cambiazo a un truhán que lleva la nada despreciable suma de once mil dólares en un sobre. Lo que no saben los timadores es que el dinero corresponde a la recaudación de un garito ilegal de apuestas que pertenece a Doyle Lonnegan (Robert Shaw), conocido gángster de la cercana Chicago. La venganza del gángster no se hará esperar y después de un encontronazo con el teniente de la policía Snyder (Charles Durning) Johnny y Erie comprobarán que Luther ha sido asesinado por los esbirros de Lonnegan.
Johnnie decidirá vengarse de Lonnegan, buscando la ayuda del más famoso timador Henry Gondorff (Paul Newman) a quien Luther recomendó tras dar su último timo, con la decisión de jubilarse y dejar esa vida de aventuras, decisión que no pudo llevar a cabo...
Y hasta aquí puedo llegar, so pena de levantar el velo de una trama plena de giros y trampas que sin descanso nos llevará de sorpresa en sorpresa.
George Roy Hill nos presenta muy bien el artificio ideado por Ward, en un cúmulo de falsedades que se inician ya en la espléndida banda sonora, una recreación de Marvin Hamlisch basada sobre las partituras de ragtime de Scott Joplin, por cuya labor obtuvo el Oscar. La música de Joplin se dió a conocer mundialmente, pero, desde luego, no pertenece a la época en que la acción transcurre.
Otra de las falsedades de la tramposa película es que no es en absoluto un vehículo de lucimiento para Newman y Redford, más que nada porque sus caracteres carecen de la enjundia necesaria para desarrollar su arte interpretativo: con muy poco esfuerzo lo llevan adelante, en una sucesión de escenas brillantemente resueltas por Roy Hill que se apoya en una excelente fotografía de Robert Surtees y un montaje final del montador William Reynolds que también consiguió el Oscar.
La aplicación de la "moda retro" es fastuosa, con unos decorados, atrezzo y vestuarios, obra de grandes especialistas como Henry Bumstead, James W. Payne y Edith Head, todos ellos también ya con el Oscar en su lavabo por su trabajo de ambientación de la época, sin duda la parte más seria y menos mendaraz del producto final.
El engaño a que nos somete Roy Hill es constante y como espectadores vamos al alimón del malvado Lonnegan, único personaje que se mantiene sincero en sus motivaciones, manejos y deseos, un verdadero gángster que no se anda con chiquitas, amenazando, coaccionando e incluso asesinando a quien se le pone por delante y le estorba en su camino, un personaje de pieza entera que permite el lucimiento de Robert Shaw.
Pero lo que descolla es el trabajo de un elenco bárbaro de secundarios que se roban las escenas los unos a los otros y a cualquiera que se atreva a pasar por el plano; unos secundarios encabezados por Charles Durning, otro personaje malvado pero sincero, que será llevado de cráneo, como vulgarmente se dice, por una serie de pillos redomados interpretados por esos actores sabios como Ray Walston, Harold Gould o Dana Elcar que darán cuerpo a una serie de sujetos muy bien descritos en cuatro pinceladas aunque, eso sí, lejos de cualquier estudio psicológico, que la trama es un timo de altura y la película un mero entretenimiento sin otra pretensión que divertir y sorprender al espectador, y a fe que lo consigue.
Tanto lo consiguió en su estreno, dispuesto para el mes de diciembre de 1973, que recibió un buen montón de Premios Oscar, incluido el de mejor película -quizás exageradamente otorgado- que curiosamente, cerrando el círculo de la broma, ha pasado a la historia cinematográfica por una cuestión ajena a la propia película, sorprendiendo a David Niven y a todos cuantos seguían la ceremonia.
Una película bien hecha, un conjunto de artistas bien dirigidos por George Roy Hill que consigue, incluso años después de haberla visto en el cine, entretener durante sus 129 minutos, aún conociendo las resoluciones de las distintas tramas que arteramente se nos han presentado en forma de un agradable rompecabezas, un juguete de lujo muy recomendable su visión para quienes todavía no la hayan visto, especialmente en v.o.s. para disfrutar de ese conjunto de buenos actores.
Desde luego "El Golpe" no es una obra maestra, pero es un magnífico divertimento. Francamente creo que eres un pelín duro con la peli, que por cierto ha superado las telarañas del tiempo y sigue viéndose con un encantador agrado al par que te bebes el consiguiente guisquito.
ResponEliminaLos bribones del trío se guisan el puchero con una simpatía suprema, sobre todo el Newman... los tipos iban a lo que iban, es decir a pasarlo en grande y hacernoslo pasar a nosotros...That's right¡
Un abrazote y hasta mañana.
Pero, ¡Antonio! ¿Cómo que soy duro con la película? Si la clasifico como imperdible...
ResponElimina:-)
Es un buen entretenimiento; pero de ahí a ser de justicia la nominación de Redford al Oscar al mejor actor hay un paso muy grande...¿o no?
Un abrazo.
Hombre, Josep, ten en cuenta que las nominaciones dependen de la competencia de cada año. En cualquier caso, hay muy pocas nominaciones en la historia del cine que no sean cuestionables, y no digamos ya los resultados de los premios desde hace unos treinta años hacia aquí. Desde luego, no es una buena vara para medir nada.
ResponEliminaPor lo demás, la película, sensacional: entretenimiento inteligente, que es lo que hace falta.
Saludos
Desde luego, 39escalones, que la consecución de premios Oscar no es vara de medir nada, salvo en los aspectos técnicos, que suelen ser los más justos, como es el caso. La nominación de Redford (que ahora veo que al final no inclui en el comentario) me parece excesiva y lo de mejor película, pues mira, sí es cierto que esa convocatoria fue un tanto flojita y The Sting, desde luego, es muy entretenida, aunque muy tramposa también. Pero ha aguantado bien el tiempo, sí.
ResponEliminaSaludos.
Magnífico entretenimiento, es cierto, con una música inolvidable de lo mas pegadiza y un reparto de secundarios inmejorable. Para mi es la mejor película de Robert Redford y Paul Newman
ResponEliminaCierto, Alicia: la mejor de ambos actores juntos, no cabe duda, con una complicidad entre ambos que sirve, además, para desconcertarnos por momentos.
ResponEliminaSaludos.
Hola Josep, que lindo artículo sobre un film más que entrañable. Desde la música hasta el dúo que lleva adelante la historia, todo está impecable aquí. Saludos!
ResponEliminaMuchas gracias, Budokan.
ResponEliminaOlvidaste recoger tu estrella... :-)
Saludos.
Qué bien, compa Josep, ésta es una de mis favoritas, sin ninguna duda, y aunque no voy a rebatir ninguna de tus "acusaciones", porque están fundadas, y basadas en un visionado bastante más profundo y analítico que cualquiera de los que haya hecho (que ya han sido varios), lo que sí que te puedo asegurar es que, como divertimento puro y duro, chispeante y volátil, habrá pocas que la superen.
ResponEliminaUn fuerte abrazo.
Agilidad, ritmo y, sobre todo, la complicidad entre los personajes, que hacen de esta película todo lo que habéis dicho (y, como apuntas, esa musiquilla...).
ResponEliminaUn saludo.
Veo, Manuel, que mis "acusaciones" como tú las llamas, han quedado muy patentes, y me alegra comprobar que, por lo menos, a todos nos divierte por igual esa película.
ResponEliminaEsa música de Joplin, Hatt, ciertamente, aún no correspondiendo a la época, sí que se ajusta como un guante a la temática; es una trampa, pero eficaz, no cabe duda.
Gracias a los dos por vuestro comentario.