Fatum
Diez años antes que naciera Juan Galiñanes el espectador español no podía imaginar que un día estaría acostumbrado ¡por fin! a ver películas españolas que tratase de discurrir por géneros tan asentados como la accíón policial y el drama humano mezclados en una misma trama y desde hace ya unas pocas décadas no tan sólo se ven productos semejantes en el cine sino que también en las series televisivas, algo absolutamente impensable hace medio siglo.
Desde los memorables tiempos en que tipos como Sidney Lumet se bregaban en producciones televisivas para dar el salto a la pantalla grande con ciertas garantías de éxito al cinéfilo no le supone motivo de desconfianza acudir a la exhibición de una ópera prima de alguien que, como Juan Galiñanes, se ha encargado con buen oficio del montaje de una serie de relativo éxito, imaginando que el salto de la moviola a la silla de director debe resultar tan posible como apetecible.
Así, Galiñanes se alía con Alberto Marini que ejerció de guionista en la misma serie y entre ambos pergeñan un guión que juega con momentos de acción con efectos posteriores en sus intervinientes, una historia de encadenamiento fatal de sucesos que, mira por donde, es una de las definiciones que la RAE otorga a la palabra hado, que pende etimológicamente de Fatum y así tenemos un título perfectamente ajustado a lo que nos van a mostrar, lo que ya es digno de reseñar.
Sin entrar en detalles que expongan demasiado lo que veremos en pantalla, baste apuntar que los dos protagonistas son Sergio (Luis Tosar), un ludópata típico, y Pablo (Alex García) un tirador de precisión de la Policía Nacional y que ambos se verán implicados primero en una situación típica de secuestro de rehenes provocada por el azar fatal y luego por las consecuencias derivadas de la forma en que termina la actividad criminal, en cuyos resultados halla Galiñanes la oportunidad de desarrollar conceptos mucho más interesantes que la mera resolución del problema inicial.
La idea de Marini no es mala: al contrario, es muy buena. Pero para enamorarnos, debe superar varios problemas que la atenazan y le restan valor a la propuesta.
De entrada el guión parece poco trabajado más allá del esquema inicial y desecha la posibilidad de profundizar en la personalidad de unos protagonistas que ya desde el inicio están en una situación límite y que no van a dejar de sentir el resuello del destino implacable en su interior y son dejados al albur del entendimiento que el espectador haga por su cuenta y riesgo, porque no hay diálogos apreciables que alimenten unas sensaciones forzosamente extremas.
A la falta de definición de los protagonistas se añaden unos personajes secundarios casi que olvidados por guionista y director que parecen ignorar que ninguna película alcanza lugares de privilegio sin mimar a los secundarios en todos los aspectos y aquí son meros títeres que apenas complementan a los protagonistas.
Galiñanes muy probablemente peca de falta de experiencia y quizás de autoridad frente a un elenco que ofrece un trabajo lamentable, del primero al último, porque dudo que el director no se diera cuenta que en demasiadas ocasiones lo que pretenden comunicar los intérpretes se queda en mera gestualidad, tan paupérrima es su dicción, siempre plana y uniforme y las más de las veces casi ininteligible e inaudible; la suerte es que ahora la película puede verse por streaming y con ello usando subtítulos para enterarse uno de algo.
Es de reconocer que en lo que hace a las escenas del primer tercio Galiñanes trabaja muy correctamente el ritmo pero cuando lo que acontece se halla falto de acción física y nos remite a presión psicológica no acaba de hallarle el pulso a la narración, quizás porque en el fondo es muy consciente que carece de elementos a los que agarrarse pero, amigo, entonces en mal momento vas a figurar como coguionista si no has tenido la gracia de enmendar lo que no acaba de funcionar.
Se agradece que en conjunto la narración sea concisa y efectiva sin recrearse buscando epatar al respetable -como sucede demasiado últimamente- y por ello el metraje se mantiene en una clásica hora y media que aunque no entusiasma tampoco aburre, dejando la sensación que con un poco más de trabajo por parte de todos el resultado hubiese sido muchísimo más interesante.
Hola Josep, cómo estás tanto tiempo?
ResponEliminaMe gustan tus reseñas como mapas señalando dónde no pisar muy entusiasmado. Uno tiende a pensar que una crítica no tan positiva debe ser corta, ¡pero no! en estas páginas tuyas desarrollas el por qué tomar recaudo.
Abrazos, querido amigo
Amigo Frodo: ha tenido que ser con tu comentario que los de google hayan intervenido sin solicitud previa activando una nueva forma de tratar los comentarios: lo leía en "la oficina" pero no lo veía en el blog hasta que me percato que hay que admitirlo, cosa que jamás activé y que ahora, luego, comprobaré.
EliminaAl grano: celebro que halles útiles mis notas y advertencias lamentando no todas sean elogiosas: creo que la crítica debe ser fundamentada exponiendo las razones, porque, de lo contrario, en vez de crítica se convierte en una simple opinión. Ello no quiere decir que mis razones tengan que ser buenas para todos, claro, pero por lo menos intento explicarlas.
Y atendiendo a tu nacionalidad, añadiría que sigo admirándome del hecho que a menudo me resultan más inteligibles los intérpretes argentinos aún cuando hablan aplicando modismos, acentos y velocidad endiablada, que algunos intérpretes españoles de popularidad inmerecida porque hacen su trabajo a medias.
Un abrazo.
Hola Josep. Me gustaría saber qué piensas de cierta película venezolana.Luego te la paso. Pero, por los momentos, me gustaría quevisitaras tigrero. Tengo algo acerca de pinos queme gustaría compartir
ResponEliminaEl primer tercio me convence visualmente. Creo que está bien planificado. A partir de ahí la sucesión de situaciones límite coloca a la película en un imposible pues no se profundiza en las implicaciones éticas que aquí se ven sustituidas por reacciones tomadas con el intestino. El ritmo frenético no debiera ser obstáculo para abordar los temas con mayor seriedad. Y la película se pierde
ResponEliminaPensarás sin duda, Víctor, que me olvidé de responderte, cuando lo cierto es que he tenido problemas inauditos para poder responder comentarios.
EliminaEmpiezo a pensar que, por lo menos para mí, Luis Tosar es gafe: ninguna de sus varias películas me ha acabado de convencer y además su creciente fama se me antoja divismo y huele a que no hay director que le dirija, bien porque él no se deja, bien porque los acojona con su vozarrón y es una pena, porque cuando quiere, sabe sacarle partido a ese don natural que tiene, pues puede vocalizar aunque declamar, lo que se dice declamar, no tanto.
No obstante, es de reconocer que su personaje está escrito con los pies pero no con los dedos sino con los talones. Los guiones del cine en general son cada vez más malos y los del cine patrio en esto llevan la delantera.
Como que lo del cine es cosa complicada y hay mucha tela que cortar y mucha gente implicada, no es extraño que la cosa se le vaya de las manos a un director que se muestra incapaz de enderezar el entuerto y acaba por ofrecer algo que me resulta infumable.
Un abrazo.