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dimecres, 21 d’abril del 2021

El padre





Ha pasado un lustro desde que se estrenara en nuestras latitudes la obra de teatro escrita por Florian Zeller, dramaturgo francés -parisino por más señas- que triunfó allí donde fué representada y siempre con un común denominador: el protagonista, un padre octogenario, era representado por actores de primera fila que en todos los escenarios conseguían arrebatar el ánimo de los espectadores y arrancarles sentidos vítores y aplausos al final de la función.

Seguramente, Florian Zeller, escamado por el escaso resultado obtenido por alguna que otra traslación de piezas dramáticas suyas al cine, decidió que sería él mismo el que se ocupara de dirigir la película The Father que al cabo de cinco años iba a permitirnos a todos conocer de primera mano el porqué del éxito en las tablas y seguramente, también, Anthony Hopkins no dudó ni un instante en aceptar la posibilidad de ocuparse de ése protagonista tan bien escrito, un verdadero bombón para un comediante en edad provecta sin merma de facultades histriónicas.

Ese padre tiene una hija, Anna, y también podríamos asegurar que Olivia Colman ni siquiera tuvo tiempo de pestañear antes de aceptar el papel, un regalo para una actriz veterana que tiene la oportunidad de lucirse junto a un más que experimentado protagonista en una trama intimista muy bien dialogada.

No había transcurrido ni un tercio del metraje (noventa minutos escasos en total) cuando este comentarista se dijo a sí mismo: "esto es una obra de teatro".

Porque no había tomado referencia alguna y ni me acordaba ya del éxito que tuvo en España Héctor Alterio llevando por todas las partes la función de Zeller.

A la media hora, el lastre teatral se hacía muy evidente. Quienes han leído alguna reseña anteriormente en este bloc, saben que me declaro teatrero pero también que considero al cine como un arte perfectamente distinto y que no siempre las obras de teatro funcionan en el cine, por buenas que sean, porque el lenguaje es distinto. Muy distinto.

A pesar que Zeller tiene buenos detalles cinematográficos (el uso del sonido, por ejemplo, esas melodías que sólo oímos cuando el protagonista las escucha en sus auriculares) y que la fotografía encomendada al experimentado Ben Smithard resulta eficaz y oportuna, el relato de los acontecimientos no funciona igual en el cine que supongo lo hacía en la escena teatral, precisamente porque en el teatro hay un espacio físico común entre el espectador y los personajes y en el cine la mentira del objetivo distorsiona y llega a confundir y uno en ocasiones no acaba de saber si lo que ve es una ensoñación, un delirio, un mal recuerdo o qué, porque los trucos escenográficos teatrales no funcionan en el cine, mucho más poderoso y sugerente a la vez que creíble.

Todo más o menos llega a entenderse al finalizar el relato, pero el discurso durante el desarrollo no acaba de funcionar como debiera.

Por otra parte, a diferencia de lo que puede ocurrir en las tablas, en las que la imaginación del espectador producirá sin duda un entendimiento subjetivo importante en el aprecio del fondo de la cuestión, el continente que observamos en la película probablemente causará en muchos espectadores un alejamiento, una falta de identificación imposible porque lo que se nos presenta es en todo caso, un problema de lo que los británicos -como esa familia londinense que vemos en pantalla- llaman "upper class" con posibilidades de vivir en lo que los estadounidenses llaman un "flat" (clarísimo guiño al público del otro lado del atlántico) y acabar sus días en una residencia en medio del bosque, circunstancias que reducen mucho las posibilidades de identificación. Esto en la típica comedia clásica como High Society no causa el mismo efecto porque nadie pretende identificarse realmente, sino reírse.

El drama es otra cosa y aunque Florian Zeller siempre ha manifestado que El padre es una farsa trágica, esa tragedia de un pobre ricachón en unos tiempos como los que vivimos en los que las diferencias sociales se están situando en niveles éticamente inasumibles, no diría que es una broma de mal gusto pero sí desde luego una presentación que tan sólo representa a un pequeño grupo de espectadores. Muy pequeño. Y por añadidura, en lo que se refiere al padecimiento de una enfermedad tan terrible como el alzheimer, tanto para quien la sufre como para los que aman al enfermo, queda un tanto descafeinado, en agua de borrajas, siendo como es difícilmente soportable.

El mejor atractivo de esta película es el reparto: Hopkins y Colman están de fábula (hay que ver esta película en versión original, evidentemente) y los acompañantes también están magníficos y no me importaría ver la función teatral que todos ellos serían capaces de ofrecernos: seguro que disfrutaría más que con la película.

Puede que no sea tan buena como nos han vendido en la mercadotecnia, pero tampoco es tan mala que cualquier alma cinéfila pueda perdérsela así como así. Véanla, si pueden.



6 comentaris :

  1. Buenas.
    No dudo de la pareja protagonista, como extraordinaria. Lo que me quita las ganas es la dureza del tema.
    No sé si en algún momento la acometere.
    Estoy en otro mood.Demasiadas desgracias y pesares.
    Pero pasar por aquí y leerte siempre es un placer.

    Besos. Milady

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    1. La cuestión, Milady, es que la dureza o dificultad de la temática queda un tanto disuelta como azucarillo en aguardiente reduciéndose a un mero apunte, unas sugerencias que habrá que completar y que para determinados espectadores resultarán endebles porque la realidad siempre es más dura. De ahí mi lamento, porque precisamente en el cine existe la posibilidad de mostrar con mayor eficacia situaciones parejas. Recuerdo ahora la película The Judge (El Juez, 2014) en la que otro gran actor, Robert Duvall, incorpora también a un padre aquejado de problemática semejante, película también un poco fallida de ritmo pero más intensa que ésta y que no recibió propaganda semejante.
      Entiendo, porque me pasa en ocasiones, que hay películas que no apetecen cuando uno busca solaz y olvidarse de según qué pesares.
      Besos.

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  2. Hola, Josep.
    ¡Me acuerdo de la obra de teatro con Héctor Alterio! Pero lamentablemente (o por suerte para la ver la película) no la he visto. Me la agendo.
    Por supuesto la veré en su idioma original, tiene que haber un motivo muy especial para no hacer eso.

    Abrazo grande, Josep

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    1. Hola, Frodo:

      No sabía que Alterio la hubiese llevado a su ciudad natal, pero sí que Pepe Soriano la estrenó al mismo tiempo, en 2016.

      Ya sería buena cosa poder ver ambas funciones.

      Gracias a la extensión geográfica del lenguaje, podemos disfrutar de excelentes intérpretes de otros países: residen en mi memoria para siempre Marilina Ross y Luis Politti como Eliza Dolittle y su padre Alfred Dolittle en una versión del Pigmalión de Bernard Shaw que estrenó TVE en su Estudio 1 en febrero de 1979 y ambos intépretes argentinos dan un recital de dominio de los distintos acentos lingüísticos que resulta inolvidable y que por suerte para tí, jovencito, está disponible en youtube.

      De esta obra de teatro llevada al cine por el propio dramaturgo lo mejor son las actuaciones y, como apuntas, sólo un imponderable justificaría no disfrutar de su trabajo al cien por cien, en su idioma original.

      Que por cierto, no deja de ser curioso aunque lógico económicamente hablando, que una obra francesa se lleve por su autor al cine en inglés, con intérpretes británicos pero apuntando a Hollywood. Se entiende que ya estén diciendo que seguirá otra película titulada "El hijo" y que cerrará la trilogía con "La madre" pero no dudo que si la cosa funciona seguiremos con el tío, el abuelo y quien puede negarlo, la suegra.

      Un abrazo.

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  3. No la he visto.
    Adaptar cualquier cosa a otro medio (teatro, novelas, cuentos, películas o lo que quieras)... siempre es complicado y hay que saber hacerlo, claro. Hay películas en las que se puede notar la referencia teatral, pero no dejan de ser "películas"... Mmmm... jopé, qué mal me expreso... lo que quiero decir es que puedes saber que están basadas en obras de teatro pero no piensas en la pieza teatral como te ha ocurrido aquí.
    Me quedo con algo que no tiene que ver con la peli, pero que comparto "las diferencias sociales se están situando en niveles éticamente inasumibles". joder que sí. Y cada vez más y más...
    Un saludito.

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    1. Ya sabes, David, mi querencia por piezas teatrales bien llevadas al cine: en este caso, se nota a la legua que el director es novicio y además él mismo se ha situado en difícil situación por ser autor del origen y en consecuencia tiene una visión teatral marcada y ello perjudica la película, hablando únicamente en términos cinematográficos y sin entrar en lo que para mí son puntos débiles del guión.

      En cuestiones tan complejas como la que presenta, quedarse corto es malo y ya el propio autor define la pieza como farsa trágica y para mí no hay nada en la temática que me mueva a la risa.

      Un abrazo.

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