Anthony Shaffer: La Huella (Sleuth) y El Hombre de Mimbre (The Wicker Man)
Hace unos días, comentando las impresiones de revisitar el Londres de los años 1970 en compañía de Alfred Hitchcock en su película Frenzy, mencioné la oportunidad de dedicar unas líneas al excelente autor y guionista Anthony Shaffer (1926-2001) que es quien aparece a la derecha fotografiado. Anthony Shaffer no fue un autor muy prolífico, pero hay que decir que, por lo menos, en el siglo pasado, tuvo la gran suerte de trabajar en distintas películas que obtuvieron éxito, siendo algunas de ellas verdaderamente notables, de las que este cinéfago (M.M. dixit) califica sin ambages como "imperdibles". Ya consta la opinión relativa a su intervención como guionista en Frenzy. Vayamos ahora, brevemente, a reseñar dos buenas películas creadas también en los primeros años de la década de los 70 del siglo pasado: Inmediatamente después de su colaboración con Hitchcock, Shaffer guionizó una obra teatral de la cual él mismo era el autor: La Huella (Sleuth 1972), que, a la postre, resultó ser la última película rodada por el gran Joseph L. Mankiewicz (1909-1993), director, escritor, guionista y productor de tantas y tan apreciadas películas, muchas de ellas transcripciones al cine de obras teatrales de renombre, un verdadero especialista en llevar a la pantalla sin merma éxitos de las tablas escénicas, siempre con guiones muy bien construidos y escritos, repletos de frases célebres, es decir, películas con un contenido literario sobresaliente, no en vano tradujo a la pantalla obras como Julio César o el Volpone, lo que probablemente suscitará algún que otro comentario en el futuro. Centrándonos pues, en el orden cronológico de esos iniciales años 1970, rememoremos la magnífica colaboración que en La Huella (1972) hicieron Shaffer y Mankiewicz:
La traslación de la obra de teatro al cine es un ejemplo diáfano que las excepciones son las que confirman la regla, en poderosa -y odiosa- comparación con otros casos. En el que nos ocupa, como no podría ser menos, a la poderosa trama que nos atrapará sin remedio hay que añadir la intervención antológica de unos intérpretes que sitúan el listón a una altura difícil de alcanzar. Los personajes son muy pocos, como es de ver en la ficha de imdb; tan pocos, que me permitiré reproducirlos, ahorrando al lector el trámite de acudir a la ficha y quizás conocer, involuntariamente, algún dato que le pueda amargar el visionado de la película, pues se trata de una de esas tramas/acertijo que no conviene en absoluto desgranar.
Los personajes son: Andrew Wyke, (Sir Laurence Olivier), un acaudalado novelista de obras detectivescas, quien vive en una fastuosa mansión repleta de juguetes, juegos y autómatas, quien recibe la visita -previa cita- de un aventajado peluquero, descendiente de italianos, un tal Milo Tindle (Michael Caine), quien mantiene una relación amorosa con la esposa del primero; mediada la película, interviene el Inspector Doppler (Alec Cawthorne), personaje que con su presencia otorga un inesperado giro a la historia que se nos cuenta.
Mankiewicz da a la historia un tratamiento claustrofóbico ya desde el inicio, cuando vemos a Milo acudir a la cita con Andrew y de repente, siguiendo la voz de éste, se interna en un laberinto sin salida alguna; usando planos cenitales, vemos a Milo totalmente perdido mientras Andrew, a la vista, se halla dictando a un magnetofón nuevos párrafos de una novela. A las voces desesperadas de Milo, comprobamos cómo el laberinto tiene trampa, una puerta oculta y simulada, conocida y manejada por Andrew.
Esa primera escena ya nos da una pista de lo que vamos a ver: una trama enredada, con trucos y mentiras, un juego peligroso, desarrollado en un ambiente barroco, repleto de autómatas que ríen las gracias, de baúles con disfraces inverosímiles, de ideas descabelladas, de proposiciones delictuosas: Andrew propone a Milo simular el robo de unas valiosas joyas de su esposa, al objeto de cobrar el seguro, convenciendo a Milo que podrá fácilmente obtener 170.000 libras esterlinas de un perista, dinero con el que satisfacer los caros caprichos de la esposa infiel. Pero nada es lo que parece, y pronto nos daremos cuenta. En la caza del gato y el ratón, medio en broma medio en serio, llega un momento en que el espectador, confundido, ya no sabe quien es el cazador y quien el cazado.
La Huella (Sleuth 1972) Trailer
La confusión, no obstante, no es tal que pueda producir desinterés; antes al contrario, el texto, muy bien escrito y mejor dicho (se recomienda encarecidamente la versión original, pese al excelente trabajo de doblaje español de: Andrew [Felipe Peña], Milo [Rogelio GHernández] y Doppler [José Luis Sansalvador] ), mantiene la tensión dramática de forma continua y el uso de los elementos del escenario y los movimientos de cámara fruto de la sobresaliente adaptación cinematográfica de Mankiewicz, otorga una sensación opresora y de constante amenaza que le mantiene a uno pendiente de la narración hasta el final.
La trama nos presenta una lucha sin cuartel entre el afamado escritor y el peluquero enamoradizo, el primero manifestando un desdén por el segundo, al provenir de una clase social inferior al rango que él pretende despreciándole y subestimándole a un tiempo, sacando a la luz unas diferencias irreconciliables entre ambos que, de unas formas primeramente educadas, sociales, pasan intempestivamente a acosarse verbalmente mediante burlas y engaños con el objetivo de vilipendiar al contrario, cuando menos, siendo uno representante de una clase social algo caduca y el otro de la irrupción en los selectos círculos de personas años atrás consideradas como sirvientes o poco más.
La Huella (Sleuth 1972) Escena escala
La Huella es una película de visión obligada, imperdible, una obra importante, con un texto impecable, una dirección ajustadísima que consigue hacernos olvidar su origen teatral, y unas interpretaciones tan sobresalientes de Olivier y Caine, que consiguió las nominaciones al Oscar al mejor director para Mankiewicz y mejor intérprete para los dos actores citados, y no consiguió ninguno de los galardones porque tuvo la mala suerte de coincidir con El Padrino en la misma convocatoria.
Al año siguiente, el amigo Anthony Shaffer guionizó una novela escrita por David Pinner, llamada "Ritual", que fue dirigida por Robin Hardy , con el título El Hombre de Mimbre (The Wicker Man 1973), cuya película tardó en estrenarse en España nada más y nada menos que 30 años, ya que se estrenó en el Festival de Sitges de 2003, es decir, cuando ya Shaffner había fallecido. Este cinéfilo no tuvo conocimiento de esa película hasta que a Nicolas Cage se le ocurrió patrocinar y producir un "remake", que se estrenó hace poco, y que comentaremos de pasada.
La película de 1973, The Wicker Man, se adscribe al género de terror,fantástico y gótico, frecuente en la filmografía británica de inicios de los 70, con múltiples ejemplos que se nos ofrecían de la mano de la productora Hammer, aunque en el caso la productora fue la British Lion, de la mano de Peter Snell, quien consiguió, tras diversas vicisitudes, imponer a su actor preferido, Edward Woodward . para el papel del Sargento Howie, quien se enfrentará a una sociedad que tiene como líder a Lord Summerisle, personaje interpretado magníficamente por Christopher Lee , quien en varias ocasiones se ha manifestado muy complacido por su intervención, por la que apenas cobró salario.
No es de extrañar que la película tardara 30 años en estrenarse en España, dado su contenido y sus formas.
No es, desde luego, una película destinada al gran público, y menos al que ahora abarrota las salas comiendo palomitas; es una película algo compleja, con un uso infrecuente de las canciones, todas ellas portadoras, a través de sus letras, de intenciones que conforman la historia.
Hardy usa una caligrafía cinematográfica muy eficaz, presentando dos formas de entender la vida diametralmente opuestas, con la base -un mcguffin- de la tarea de un policía, fervoroso cristiano, de esclarecer un secuestro de una niña de doce años que vive en una isla cercana a la costa de Escocia, cuyos lugareños, bajo la impronta de un aristócrata misterioso, se dedican a actos de paganismo y a actividades sexuales de forma pública, a los ojos del policía como una recreación de Sodoma y Gomorra.
The Wicker Man (1973) Trailer
La tensión de la película proviene tanto del misterio de lo acontecido con la niña como en el enfrentamiento del policía a las prácticas libidinosas de los lugareños, acompañado todo ello por sucesos inexplicables, incomprensibles, con escenas de alto contenido erótico, como es la magnífica escena donde una sensual Britt Ekland baila desnuda frotándose contra la pared tras la cual el pobre policía resiste como puede la tentación de acudir al cuarto vecino. No es, desde luego, una película apta para todos los públicos y seguro que la antigua censura fue la causa de su demora en estrenarse en España por escenas semejantes.
Hoy las escenas ya no son tan impactantes, pero aún así, su contenido ideológico permanece invariable y precisa un entendimiento que vaya más allá de la simple contemplación de las secuencias, trascenciendo, como pretende -y consigue- el director, la simple apariencia visual, en una opresión anímica de unos personajes que envuelven al protagonista en un mundo para él irreal, impensable, permaneciendo incrédulo de todo lo que en sus pesquisas policiales va descubriendo, atónito, en una microsociedad que se comporta de forma harto peculiar.
Poco a poco, según va avanzando la película, comprobamos cómo el policía está desamparado, llevado de una sensación extraña a otra, imbuyéndose nuestro ánimo de un paroxismo que alcanza su clímax en un final estremecedor, agónico, terrorífico, porque nos han llevado de la mano por una excursión en un mundo donde nada es lo que parece ser y la consecuencia de ello no puede ser más letal, un artificio ominoso creado por Shaffer y muy bien presentado por Hardy, quien en momento alguno pierde el pulso de la narración, aunque, ciertamente, algunas escenas de canciones, en las que hay que estar atento a la letra, lastran un poco la acción que, sin embargo, pronto emerge, consiguiendo mantener al espectador pegado a la silla con escasos medios materiales y con un derroche de talento, siendo el conjunto una película como he dicho extraña, inclasificable, interesante, en definitiva, notable, imperdible.
Como he dicho, debo a Nicolas Cage la oportunidad de haber tomado conocimiento de esa versión primera de El hombre de Mimbre. Mi gratitud, no obstante, no llega hasta el extremo de dar siquiera un medio aprobado al engendro que, en forma de "remake", nos ha presentado hace unos meses.
The Wicker Man (2006) Trailer
El llamado "remake", de nuevo, para más inri, ya nos indica que se basa en el guión realizado por Shaffer. Cage tenía ganas de hacer algo original -y de sacar beneficio- y produjo la película conocida en España como Wicker Man, cuyo título original sigue siendo The Wicker Man (2006), lo que nuevamente da fe de la inteligencia de los otorgadores de títulos españoles. Para ello contrató los servicios de Neil LaBute , quien además, en un nuevo "tour de force yo me lo guiso yo me lo como", se dispuso a guionizar el guión de Shaffer, craso error, ya que mejor hubiera sido dejarlo intacto y no querer mejorar lo inmejorable. El resultado es una película mediocre, que nunca acaba por suscitar interés, con pasajes que no vienen a cuento, con retornos calcaditos al original, con cambios innecesarios y no conseguidos, con ideas que podrían tener mayor desarrollo y quedan en nada, con unos diálogos insulsos, al uso actual, con un erotismo adaptado al gusto de la inmensa mayoría estadounidense, pálido, en definitiva, convirtiendo una película de terror para adultos en un pasatiempo para adolescentes palomiteros que se divierten con sustos de grajos o cuervos, sin que la entidad del protagonista pase de un pobre hombre que no sabe ni a donde va ni de donde viene, con unos flashback totalmente molestos por inncesarios e inútiles, llegando a un final coincidente con el original sólo en parte, ya que carece de la confrontación ideológica que sustenta la primera versión, con un añadido que parece amenazarnos con más secuelas del mismo horroroso -por lo simple- calado. Totalmente olvidable, salvo para coleccionistas de los muchos y variados fiascos que el sobrino de Coppola está obteniendo los últimos años en su persecución de pingües beneficios sin esfuerzo alguno.
Para cerrar el círculo de las aventuras de Shaffer, exitosas en la década de 1970 y nefasta, de momento, en el siglo XXI, proclamar la esperanza que la segunda revisión de La Huella (Sleuth 2007), con un origen semejante, es decir, auspiciada y producida por Jude Law.
La Huella (Sleuth 2007)Trailer
Dirigida por Kenneth Branagh, guionizada la obra de teatro por Harold Pinter y con la intervención de Michael Caine, ahora en el papel de Andrew Wyke, tenga mayor fortuna que la aventura de Nicolas Cage, aunque uno siempre sienta temor ante la revisión o readaptación de una obra inolvidable, deseando que, en esta ocasión, la excepción a la regla de "nunca segundas partes fueron buenas", nos vaya a proporcionar unos minutos de solaz, que buena falta nos hacen.
La traslación de la obra de teatro al cine es un ejemplo diáfano que las excepciones son las que confirman la regla, en poderosa -y odiosa- comparación con otros casos. En el que nos ocupa, como no podría ser menos, a la poderosa trama que nos atrapará sin remedio hay que añadir la intervención antológica de unos intérpretes que sitúan el listón a una altura difícil de alcanzar. Los personajes son muy pocos, como es de ver en la ficha de imdb; tan pocos, que me permitiré reproducirlos, ahorrando al lector el trámite de acudir a la ficha y quizás conocer, involuntariamente, algún dato que le pueda amargar el visionado de la película, pues se trata de una de esas tramas/acertijo que no conviene en absoluto desgranar.
Los personajes son: Andrew Wyke, (Sir Laurence Olivier), un acaudalado novelista de obras detectivescas, quien vive en una fastuosa mansión repleta de juguetes, juegos y autómatas, quien recibe la visita -previa cita- de un aventajado peluquero, descendiente de italianos, un tal Milo Tindle (Michael Caine), quien mantiene una relación amorosa con la esposa del primero; mediada la película, interviene el Inspector Doppler (Alec Cawthorne), personaje que con su presencia otorga un inesperado giro a la historia que se nos cuenta.
Mankiewicz da a la historia un tratamiento claustrofóbico ya desde el inicio, cuando vemos a Milo acudir a la cita con Andrew y de repente, siguiendo la voz de éste, se interna en un laberinto sin salida alguna; usando planos cenitales, vemos a Milo totalmente perdido mientras Andrew, a la vista, se halla dictando a un magnetofón nuevos párrafos de una novela. A las voces desesperadas de Milo, comprobamos cómo el laberinto tiene trampa, una puerta oculta y simulada, conocida y manejada por Andrew.
Esa primera escena ya nos da una pista de lo que vamos a ver: una trama enredada, con trucos y mentiras, un juego peligroso, desarrollado en un ambiente barroco, repleto de autómatas que ríen las gracias, de baúles con disfraces inverosímiles, de ideas descabelladas, de proposiciones delictuosas: Andrew propone a Milo simular el robo de unas valiosas joyas de su esposa, al objeto de cobrar el seguro, convenciendo a Milo que podrá fácilmente obtener 170.000 libras esterlinas de un perista, dinero con el que satisfacer los caros caprichos de la esposa infiel. Pero nada es lo que parece, y pronto nos daremos cuenta. En la caza del gato y el ratón, medio en broma medio en serio, llega un momento en que el espectador, confundido, ya no sabe quien es el cazador y quien el cazado.
La Huella (Sleuth 1972) Trailer
La confusión, no obstante, no es tal que pueda producir desinterés; antes al contrario, el texto, muy bien escrito y mejor dicho (se recomienda encarecidamente la versión original, pese al excelente trabajo de doblaje español de: Andrew [Felipe Peña], Milo [Rogelio GHernández] y Doppler [José Luis Sansalvador] ), mantiene la tensión dramática de forma continua y el uso de los elementos del escenario y los movimientos de cámara fruto de la sobresaliente adaptación cinematográfica de Mankiewicz, otorga una sensación opresora y de constante amenaza que le mantiene a uno pendiente de la narración hasta el final.
La trama nos presenta una lucha sin cuartel entre el afamado escritor y el peluquero enamoradizo, el primero manifestando un desdén por el segundo, al provenir de una clase social inferior al rango que él pretende despreciándole y subestimándole a un tiempo, sacando a la luz unas diferencias irreconciliables entre ambos que, de unas formas primeramente educadas, sociales, pasan intempestivamente a acosarse verbalmente mediante burlas y engaños con el objetivo de vilipendiar al contrario, cuando menos, siendo uno representante de una clase social algo caduca y el otro de la irrupción en los selectos círculos de personas años atrás consideradas como sirvientes o poco más.
La Huella (Sleuth 1972) Escena escala
La Huella es una película de visión obligada, imperdible, una obra importante, con un texto impecable, una dirección ajustadísima que consigue hacernos olvidar su origen teatral, y unas interpretaciones tan sobresalientes de Olivier y Caine, que consiguió las nominaciones al Oscar al mejor director para Mankiewicz y mejor intérprete para los dos actores citados, y no consiguió ninguno de los galardones porque tuvo la mala suerte de coincidir con El Padrino en la misma convocatoria.
Al año siguiente, el amigo Anthony Shaffer guionizó una novela escrita por David Pinner, llamada "Ritual", que fue dirigida por Robin Hardy , con el título El Hombre de Mimbre (The Wicker Man 1973), cuya película tardó en estrenarse en España nada más y nada menos que 30 años, ya que se estrenó en el Festival de Sitges de 2003, es decir, cuando ya Shaffner había fallecido. Este cinéfilo no tuvo conocimiento de esa película hasta que a Nicolas Cage se le ocurrió patrocinar y producir un "remake", que se estrenó hace poco, y que comentaremos de pasada.
La película de 1973, The Wicker Man, se adscribe al género de terror,fantástico y gótico, frecuente en la filmografía británica de inicios de los 70, con múltiples ejemplos que se nos ofrecían de la mano de la productora Hammer, aunque en el caso la productora fue la British Lion, de la mano de Peter Snell, quien consiguió, tras diversas vicisitudes, imponer a su actor preferido, Edward Woodward . para el papel del Sargento Howie, quien se enfrentará a una sociedad que tiene como líder a Lord Summerisle, personaje interpretado magníficamente por Christopher Lee , quien en varias ocasiones se ha manifestado muy complacido por su intervención, por la que apenas cobró salario.
No es de extrañar que la película tardara 30 años en estrenarse en España, dado su contenido y sus formas.
No es, desde luego, una película destinada al gran público, y menos al que ahora abarrota las salas comiendo palomitas; es una película algo compleja, con un uso infrecuente de las canciones, todas ellas portadoras, a través de sus letras, de intenciones que conforman la historia.
Hardy usa una caligrafía cinematográfica muy eficaz, presentando dos formas de entender la vida diametralmente opuestas, con la base -un mcguffin- de la tarea de un policía, fervoroso cristiano, de esclarecer un secuestro de una niña de doce años que vive en una isla cercana a la costa de Escocia, cuyos lugareños, bajo la impronta de un aristócrata misterioso, se dedican a actos de paganismo y a actividades sexuales de forma pública, a los ojos del policía como una recreación de Sodoma y Gomorra.
The Wicker Man (1973) Trailer
La tensión de la película proviene tanto del misterio de lo acontecido con la niña como en el enfrentamiento del policía a las prácticas libidinosas de los lugareños, acompañado todo ello por sucesos inexplicables, incomprensibles, con escenas de alto contenido erótico, como es la magnífica escena donde una sensual Britt Ekland baila desnuda frotándose contra la pared tras la cual el pobre policía resiste como puede la tentación de acudir al cuarto vecino. No es, desde luego, una película apta para todos los públicos y seguro que la antigua censura fue la causa de su demora en estrenarse en España por escenas semejantes.
Hoy las escenas ya no son tan impactantes, pero aún así, su contenido ideológico permanece invariable y precisa un entendimiento que vaya más allá de la simple contemplación de las secuencias, trascenciendo, como pretende -y consigue- el director, la simple apariencia visual, en una opresión anímica de unos personajes que envuelven al protagonista en un mundo para él irreal, impensable, permaneciendo incrédulo de todo lo que en sus pesquisas policiales va descubriendo, atónito, en una microsociedad que se comporta de forma harto peculiar.
Poco a poco, según va avanzando la película, comprobamos cómo el policía está desamparado, llevado de una sensación extraña a otra, imbuyéndose nuestro ánimo de un paroxismo que alcanza su clímax en un final estremecedor, agónico, terrorífico, porque nos han llevado de la mano por una excursión en un mundo donde nada es lo que parece ser y la consecuencia de ello no puede ser más letal, un artificio ominoso creado por Shaffer y muy bien presentado por Hardy, quien en momento alguno pierde el pulso de la narración, aunque, ciertamente, algunas escenas de canciones, en las que hay que estar atento a la letra, lastran un poco la acción que, sin embargo, pronto emerge, consiguiendo mantener al espectador pegado a la silla con escasos medios materiales y con un derroche de talento, siendo el conjunto una película como he dicho extraña, inclasificable, interesante, en definitiva, notable, imperdible.
Como he dicho, debo a Nicolas Cage la oportunidad de haber tomado conocimiento de esa versión primera de El hombre de Mimbre. Mi gratitud, no obstante, no llega hasta el extremo de dar siquiera un medio aprobado al engendro que, en forma de "remake", nos ha presentado hace unos meses.
The Wicker Man (2006) Trailer
El llamado "remake", de nuevo, para más inri, ya nos indica que se basa en el guión realizado por Shaffer. Cage tenía ganas de hacer algo original -y de sacar beneficio- y produjo la película conocida en España como Wicker Man, cuyo título original sigue siendo The Wicker Man (2006), lo que nuevamente da fe de la inteligencia de los otorgadores de títulos españoles. Para ello contrató los servicios de Neil LaBute , quien además, en un nuevo "tour de force yo me lo guiso yo me lo como", se dispuso a guionizar el guión de Shaffer, craso error, ya que mejor hubiera sido dejarlo intacto y no querer mejorar lo inmejorable. El resultado es una película mediocre, que nunca acaba por suscitar interés, con pasajes que no vienen a cuento, con retornos calcaditos al original, con cambios innecesarios y no conseguidos, con ideas que podrían tener mayor desarrollo y quedan en nada, con unos diálogos insulsos, al uso actual, con un erotismo adaptado al gusto de la inmensa mayoría estadounidense, pálido, en definitiva, convirtiendo una película de terror para adultos en un pasatiempo para adolescentes palomiteros que se divierten con sustos de grajos o cuervos, sin que la entidad del protagonista pase de un pobre hombre que no sabe ni a donde va ni de donde viene, con unos flashback totalmente molestos por inncesarios e inútiles, llegando a un final coincidente con el original sólo en parte, ya que carece de la confrontación ideológica que sustenta la primera versión, con un añadido que parece amenazarnos con más secuelas del mismo horroroso -por lo simple- calado. Totalmente olvidable, salvo para coleccionistas de los muchos y variados fiascos que el sobrino de Coppola está obteniendo los últimos años en su persecución de pingües beneficios sin esfuerzo alguno.
Para cerrar el círculo de las aventuras de Shaffer, exitosas en la década de 1970 y nefasta, de momento, en el siglo XXI, proclamar la esperanza que la segunda revisión de La Huella (Sleuth 2007), con un origen semejante, es decir, auspiciada y producida por Jude Law.
La Huella (Sleuth 2007)Trailer
Dirigida por Kenneth Branagh, guionizada la obra de teatro por Harold Pinter y con la intervención de Michael Caine, ahora en el papel de Andrew Wyke, tenga mayor fortuna que la aventura de Nicolas Cage, aunque uno siempre sienta temor ante la revisión o readaptación de una obra inolvidable, deseando que, en esta ocasión, la excepción a la regla de "nunca segundas partes fueron buenas", nos vaya a proporcionar unos minutos de solaz, que buena falta nos hacen.
Como soy fans de La huella (vol�men 1)poco puedo a�adir a lo que has dicho sobre ella, excepto que estoy totalmente de acuerdo y que es una obra sensacional. Harold Pinter tiene todo mi respeto y ha sabido tratar la lucha de clases perfectamente, sobre todo en sus pel�culas con Losey, pero Shaffer consigui� un texto perfecto, much�simo mas mordaz que en la versi�n actual.
ResponEliminaRespecto a The wicker man no la conoc�a, fue a partir de su remake cuando empec� a oir hablar de ella y de que la original era considerada una pel�cula de culto, y finalmente Budokan con su comentario en su blog me termin� de convencer de que quiero verla, as� que la tengo en mi lista de "pendientes"
Alicia: no pierdas tiempo viendo la versión "remasterizada" de Wicker Man, y busca -por ahí, en la red- la original, que seguro que no dejará de, cuando menos, sorprenderte gratamente: perfecta muestra de cine de talento con pocos medios.
ResponEliminaSaludos.
Nada que objetar sobre la huella, película que he repetido un par de veces...y es de las que su visionado aun conociendo los giros de la trama e incluso el final, no solo funciona, sino que garantiza lo que tu dices muy acertadamente, un auténtico espectáculo de calidad en la que a un texto muy rico se unen unos actores en estado de gracia....y una puesta en escena muy sabia. Hasta ahí todo de acuerdo.
ResponEliminaDiscrepo, respetuosamente, con wicker man. La versión de 1973 no solo no me convence, sino que en algunos momentos como ese que señalas como escena antológicca me chirría y mucho, recordandome los peores engendros de Jesus Franco en plena epoca del destape.
Estamos ante una película bizarra que funciona muy intermitentemente según mi parecer, y que está lastrada por una puestra en escena cargada de zooms y teleobjetivos que ya los quisiera el ballet zoom de Valerio lazarov. Pese a todo, podría pasar todo por alto si no fuese por que lo que menos me convence es ese guión con ese policía ultra ortodoxo que recuerda a las comadres que expulsaban a Claire Trevor del pueblo en la diligencia o por ir mas allá, a una versión masculina de la infame señora Olleson de la casa de la pradera. El conflicto servido tiene además trampa, pues al final todos los temores del policía parecen justificados.
Entre medio algunos pasajes inquietantes que en mi opinión no salvan la película.
Distinta opinión tengo de la de Neil Labute, film que hay que ver en su versión directors cut y no en la quye se estrenó en salas. No es un film redondo, pero no me parece tan indigno como se dijo en su momento.
Especialmente dedicado alos no admiradores de Cage que disfrutaran viendole sufrir lo indecuble por sus interpretaciones varias.
Fuera broma, la película me parececercana a el pueblo de los malditos en versión Wolf Rilla o Carpenter, lo cual me lleva a apreciarla en cierto sentido. Espero no haberme liado. Un abrazo compañero
Acepto (y agradezco que la expreses) la discrepancia, Víctor, aunque no la comparto: cierto que ése oficial de la policía chirría bastante, pero ello le va en el personaje: las situaciones están todas ellas llevadas al límite; la escena señalada tiene un fuerte carácter onírico y erótico fruto más de la auto represión de él que no de la influencia de ella y desde luego no me parece tan gratuíta como las que Franco solía incorporar, yo no diría que el poli tiene temores: yo diría que, aparte de sus represiones mentales, lo que tiene es una gran falta de entendimiento de lo que está pasando es esa isla poblada por gente tan rara.
EliminaLa de Cage no hay por donde agarrarla y desde luego no infunde nada de miedo. Es cierto, no obstante, que el maldito zoom de alguna forma envejece la primera o le pone fecha, por ser más preciso.
Respecto a La de El pueblo de los malditos, ya la comenté aquí
Un abrazo.