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dimecres, 22 d’abril del 2009

Algo tendrá Oscar




LORD GORING. I am glad you have called. I am going to give you some good advice.

MRS. CHEVELEY. Oh! pray don't. One should never give a woman anything that she can't wear in the evening.

LORD GORING. I see you are quite as wilful as you used to be.

MRS. CHEVELEY. Far more! I have greatly improved. I have had more experience.



Esas cuatro frases que encabezan son perfecta muestra de una forma de escribir y describir personajes que, desafortunadamente, ha dado paso en casi el ochenta por ciento de las ocasiones a una zafiedad y vulgaridad cada vez más preocupantes, en busca de un realismo que acaba por ser patético, consecuencia de una lógica aplastante: sólo los zafios y vulgares quieren ver en la gran pantalla -o en las tablas- a personajes que hablan y se comportan como ellos mismos, buscando un espejo público que reconforte en la vulgaridad de sus vidas, elevándose de forma inconsciente su ánimo al verse retratados en la ficción, buscando una connivencia emocional, una representación de sus propias vidas como ejemplos a seguir.

Lo que digo puede sonar a duro e intransigente, pero es la consecuencia del hastío de comprobar como en el cine -y mucho más en las series televisivas patrias- el lenguaje, vehículo imprescindible para la transmisión de ideas y pensamientos, se corrompe hasta límites antes inimaginables, repleto de palabras soeces y ausente de la más mínima elegancia y riqueza de vocabulario que debería ser la meta a conseguir, ofreciendo como única alternativa a la vulgaridad omnipresente abandonar la visión de tan horrendos productos donde estupidez y analfabetismo rigen como modelos graciosos a seguir y la sutilidad se declara proscrita en favor del encefalograma plano.

Seguramente exagero pues estoy algo crispado al comprobar, estupefacto, algunos comentarios que, documentándome, he leído por ahí, manifestaciones que corroboran la sensación que por desgracia, internet tampoco ha servido para ayudar a mejorar el conocimiento de algunos individuos.

El excelente escritor británico nacido en Dublín, Irlanda, Oscar Wilde destacó en vida y mucho más después de su prematuro fallecimiento por dominar en toda su obra un cuidadoso lenguaje, aplicado tanto a sus relatos como a sus comedias dramáticas; un lenguaje muy trabajado, repleto de figuras irónicas, convirtiendo sus diálogos en exhibiciones de esgrima de talentos afilados, mordaces, bordeando la irreverencia con humor cáustico pero siempre dentro de las formas respetuosas de la época victoriana en la que discurrió su vida, tan complicada, que bien daría para un excelente "biopic" siempre que se realizara por cineastas europeos, que ya sabemos como las gastan los estadounidenses en ese género en particular.

Una de las comedias favoritas del público es la titulada An Ideal Husband, (Un Marido Ideal), estrenada en 1895

En ella Oscar Wilde se dedica, una vez más, a dejar al descubierto las penurias íntimas de la sociedad en la que le tocó vivir: gentes de la aristocracia británica, altos empleados del gobierno, mujeres bellas parloteando incesantemente de asuntos irrelevantes, pecados ocultos, glorias fingidas, intereses perseguidos con saña y elegancia, deseos inconfesables y simulación de sentimientos.

El propio título de la pieza ya mueve a confusión, leída que ha sido a más de un siglo de su estreno, porque contemplada con detenimiento uno duda si se refiere al considerado Sir Robert Chiltern o al no menos afamado dandy el Vizconde Lord Goring, perfecto ejemplo de lo que actualmente se conocería como "El Soltero de Oro", inteligente pero dedicado con todas sus fuerzas al noble arte de no hacer nada con la máxima distinción posible.

Sir Robert Chiltern es un político alineado con el partido en el poder, alto funcionario del Gobierno; joven e inteligente, su futuro es deslumbrante tanto como su bella esposa, Lady Gertrude Chiltern, que dedica parte de su tiempo al incipiente movimiento feminista, mujer de convicciones éticas muy rígidas, conforme a la época en que vive; son una pareja enamorada y el "todo Londres" les admira como matrimonio ejemplar.

Sir Robert es el tutor de su hermana Miss Mabel Chiltern, cuyos encontronazos dialécticos con el admirado Lord Goring son incesantes en una guerra de sexos que ya se intuye no va a causar heridas graves a pesar de los múltiples escarceos y escaramuzas verbales que desarrollará en la trama.

Y está una mujer, recién llegada de Viena, Mistress Cheveley, que representa la sagacidad, el atrevimiento y la inescrupulosa voluntad de conseguir lo que ha determinado.

Una trama que contendrá dos líneas dramáticas en clave de comedia, con una superficial ligereza fruto de unos diálogos brillantes, espléndidos, que albergan en su significado una lucha de voluntades encontradas en dos planos bien distintos: el amor insatisfecho provocado por un rigor ético inalterable en principio y un negocio en el que las armas decisorias pertenecen a unos errores del pasado que afloran convirtiéndose en pesada losa para un futuro esperanzador.

Oscar Wilde se luce en los diálogos sobremanera, consiguiendo que conforme avanza la acción los personajes se vayan dibujando a ojos del espectador permitiendo comprobar cómo los fastos y las apariencias ocultan bajo el oropel y los vestidos fastuosos a unas gentes con deseos ordinarios y pecados inconfesables.

Supone una cierta modernidad -para su propia época- la recreación del personaje de Mrs. Cheveley, mujer bella acostumbrada a ser foco de atención en los regios salones de la temporada, sea ésta la de Viena, sea la de Londres; su desparpajo superficial le permite decir, con la mejor de sus sonrisas, amenazas terribles como presagios de un futuro muy próximo, apenas veinticuatro horas, sino consigue lo que busca de las manos de Sir Robert Chiltern.

La construcción dramática de Wilde tan sólo de forma aparente se adhiere a la costumbre, ya que dividiendo la acción en cuatro actos, desde el primer embate pone encima de la mesa todas las cartas a jugar por los personajes, aprovechando la estructura de la pieza para terminar en el tercer acto una línea dramática y en el último, la otra, más romántica, subdividida en dos.

Acabada que ha sido la obra, uno tiene la sensación que el taimado Wilde pasa factura a todos los desdenes y obstáculos que recibió de sus congéneres, porque, bien mirado, casi ninguno de los personajes resiste siquiera una leve crítica, asumiendo una falta de ejemplaridad total y absoluta: esos aristocráticos personajes se nos han mostrado como lenguaraces hipócritas que disimulan tras un verbo elegante de discurso fácil multitud de defectos que nadie querría tener cerca en su vida cotidiana; es una vuelta de tuerca que el espectador avisado, tras haber disfrutado del artificio, observa atónito: una pléyade de holgazanes corruptos que se perdonan a sí mismos ocultando y desviando sus responsabilidades y contemporizan con sus iguales, en la misma condición, como medio inequívoco de mantener un estatus que les aleja del resto de los mortales a su servicio.

Excepto por algunos detalles, excepto por la brillantez de los diálogos, impensables en la actualidad, uno podría fácilmente coger los periódicos y revistas de la semana y colocar nombres conocidos en este siglo que padecemos.

Probablemente por ello Oscar Wilde es un autor tan conocido: algo tendrá Oscar Wilde cuando ha sido tan representado en teatro y cine en el pasado siglo XX.

(Continuará...)






8 comentaris :

  1. La has acertado de lleno, Josep; como creo que sabes, soy una admiradora de ese hombre a un ingenio pegado llamado Oscar Wilde, y precisamente Un marido ideal es de mis obras favoritas, no por la pareja protagonista,demasiado severos y formalistas, sino por la deliciosa pareja formada por Lord Goring y MRS. Chevely.Encantadores.

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  2. Ya veo, compa Josep, que tu pasión (comprensible, desde luego) por las letras anglosajonas se extiende bastante más allá de las del Bardo. Eso sí, yo entraría en algún matiz (verosimilitud, congruencia, parámetros temporales...) acerca de las calidades del lenguaje en el ámbito de la escritura y realización audiovisual, y tus opiniones tan drásticas acerca de su baja calidad (aunque, en buena parte, coincida también con tu opinión, pero quizá con otro enfoque). Pero eso, supongo, sería harina de otro costal, y daría para muy extensas disquisiciones, no siendo éste, quizá, ni el momento ni el lugar más adecuado para ellas. Pero todo se andará, todo...

    Un fuerte abrazo y buena semana.

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  3. Una maestro. Suscribo tus comentarios acerca de la pobreza de la escritura, el cine y la televisión española actuales.
    Y Wilde... A pocos les va tan al pelo el apelativo de genio como a él.
    Saludos.

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  4. Qué razón llevas, Josep, en cómo estamos llevando el lenguaje a las alcantarillas más negras...No tienes más que darle un vistazo a los mensajes que se escriben en los móviles ¡dios nos asista!
    Justamente hoy tropecé con una frase del genial dublinés, cuando el hombre vivía de incógnito en el París de principios del siglo XX: "Me gusta los superfluo, porque lo necesario lo puede tener cualquiera".
    Con razón al final de tu post pones la coletilla "continuará". De este hombre se puede seguir hablando y escribiendo hasta donde se quiera y releer sus obras son una delicia redoblada.
    Cada vez que vuelvo sobre la famosa "Balada de la cárcel...." se me ponen los pelos de punta.
    Tengo pendiente una película titulada "Wilde" dirigida por un tal Brian Gilbert y protagonizada por Stephen Fry y Jude Law....no tengo ni idea de cómo será.
    Se te perdona tu mala baba por lo bien que has enfocado el asunto y por tu estilo. Bravo¡
    Un abrazote

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  5. Lo sé, Alicia, lo sé. Ya has visto que coincido contigo en la apreciación de esa pareja, y más que lo podrás ver pronto en su versión más corpórea...

    Saludos.

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  6. Diría, Manuel, que mi pasión se extiende a la buena letra, con independencia de su nacionalidad; me encantaría dedicar comentarios a autores más cercanos, pero ello resulta imposible y no mi culpa, como creo ya dejé más o menos señalado la semana pasada.

    Admito que pueda resultar drástico, aunque, después de haber leído -con retraso- ciertas manifestaciones todavía "calentitas", creo entender que no soy el único, ni mucho menos.

    Ese futuro que usas, ¿es un farol o un anuncio de uno de tus interesantes comentarios?

    Un abrazo.

    p.d.: habrás comprobado que de vez en cuando, sigo tus consejos... :-)

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  7. Sin desear llegar tan alto, 39escalones, ya me conformaría con que el lenguaje usado por los guionistas españoles estuviera un poco más cuidado, sí.

    Porque al principio hasta hacía gracia oir tacos en la tele y en el cine, pero como pasa con todo, la saturación llega a aburrir, máxime cuando el ingenio brilla por su ausencia.

    Y ya ves que cuido de no mencionar el Talento, virtud ignota, desestimando la posibilidad de la genialidad que apuntas.

    Saludos.

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  8. Lo del lenguaje de los móviles, Antonio, me resulta incomprensible, por mucho que me esfuerzo.

    Y la indignación aflora cuando veo que, además, muchos han tomado esa forma de expresión casi críptica en otros medios.

    Reconozco padecer una enorme filia por la letra bien escrita y una aun más enorme fobia por el descuido literario que asola este tiempo, salvo excepciones, admitiendo que son los diccionarios mis libros de cabecera y que debería mirarlos más a menudo de lo que lo hago.

    Gracias por la comprensión y por los ánimos.

    Un abrazo.

    p.d.1: lo de (continuará) es un consejo-recomendación impartido por el Padrino Don Manuel y no significa lo que tú apuntas...

    p.d.2: Esa película que mencionas la tienes que ver pronto y contarnos tus impresiones, porque siendo británicos, puede resultar interesante; la desconocía.

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