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dilluns, 21 de febrer del 2011

Una blanca, dos corcheas, tres asesinatos.







Y una oportunidad única bien aprovechada.

Una oportunidad servida en bandeja por el destino risueño a diversas personas que se hallaban en París en el año 1957.

Louis Malle acababa de ganar un Oscar y La Palma de Oro de Cannes por su trabajo conjunto con Jacques Cousteau en un documental y a pesar de contar tan sólo con veinticinco años su salud le aconsejó apartarse de condiciones extremas de rodaje, con lo cual el joven se empeñó en rodar su primer largometraje de ficción.

En los círculos parisienses de finales de los cincuenta del siglo pasado había un hervor cultural que por una parte clamaba por la independencia cultural y por otra se desvivía analizando minuciosamente todo aquello que llegaba de los U.S.A. especialmente música, literatura y cine: este último además provenía en su parte más interesante de manos europeas pues gran parte de los directores que triunfaban en Hollywood mediado el siglo pasado habían cruzado el Atlántico huyendo de contiendas estériles y sangrientas.

El género que rápidamente se bautizó como cine negro ofrecía claras dependencias formales con un cine europeo expresionista casi extinguido en la segunda posguerra y fue en Francia donde como resultado de esa extraña dependencia cultural se produjo un efecto boomerang y tanto los literatos como los cineastas se lanzaron con cierto frenesí a intentar recrear su propio "noir".

Malle se decidió por trasladar a la pantalla una novela de Noël Calef que el mismo autor ya había empezado a preparar como guión cinematográfico (no en vano había participado en tres rodajes anteriormente) y atendido el resultado final probablemente Malle, recabando la colaboración de Roger Nimier, aligeró el texto y suprimió muchos diálogos de la que sería al cien por cien su primera película, titulada Ascenseur pour l'échafaud (1957) (Ascensor para el cadalso).

La trama consiste en la conspiración de dos amantes, Julien y Florence, para asesinar al esposo de la mujer; cuando el asesino está pronto a reunirse con su amante, deja su coche abierto en la calle y vuelve al lugar del asesinato quedando encerrado en el ascensor; aprovechando el descuido, una pareja de jóvenes, Louis y Véronique, se apropian del vehículo y acabarán asesinando a dos turistas dejando rastros que imputan a Julien, ignorante de todo.

En algo menos de hora y media el "novato" Louis Malle sabe contar en su ópera prima una historia que contiene elementos de interés cinematográfico perdurables: el asesinato perpetrado por Julien con aparente perfección simulando un suicidio será alterado por circunstancia cotidiana imprevista, esa coincidencia que rompe un ritmo adecuado; el intento de subsanar el pequeño error producirá la inmediata privación de libertad al quedar encerrado en el ascensor, también por causa excepcional.

De la mecánica criminal aparentemente perfecta pasamos sin transición a la claustrofobia del cubículo movedizo mientras la pareja joven hace carreras por la autopista con el coche hurtado y la amante Florence se debate en su soledad desesperada buscando a su querido Julien en la noche parisina callejeando bajo la lluvia.

Malle nos presenta por medio de una trama que aparentemente se ciñe a conceptos clásicos del cine negro y de suspense un poema trágico de la fatalidad. En el fondo, la historia sigue siendo confortable éticamente porque el mal acabará siendo castigado por la coincidencia de elementos de azar adverso que se irán desgranando lentamente aprisionando a los protagonistas: es interesante que el delinquir de la alocada pareja joven en una fuga al aire libre, a toda velocidad, contraste con la forzada quietud de Julien dentro del ascensor y el deambular caótico de Florence en busca de su amado, prisionera también ella de la falta de libertad de él. Los crímenes de unos perjudicarán a los otros: Malle no puede en aquella época presentar un final adecuado a la historia: deja en situación risible la decisión de suicidio de Véronique y Louis y tampoco se atreve a rematar con mayor firmeza la tragedia de ese "amour fou" entre Julien y Florence.

Jeanne Moreau no era ninguna desconocida en 1957: más bien era una famosa actriz de teatro que todavía no había dado con el papel cinematográfico que pusiera sobre la pantalla todas sus virtudes: al aceptar el trabajo que le ofreció el joven novato Louis Malle, la gran Jeanne demostró un buen olfato, porque su interpretación quieta, musitada, poderosa y sentida de Florence es una de las bazas de la película, por encima del buen trabajo de Maurice Ronet como Julien.

Louis Malle tuvo el acierto de recabar la colaboración del camarógrafo Henri Decaë que supo retratar tanto los agobiantes interiores como los tristes exteriores con una iluminación perfecta, adecuadísima en todo momento, experimentando con acierto en las emulsiones del soporte de extrema sensibilidad jugando con el "grano" y dando veracidad y naturalidad a los paseos nocturnos de una película que, habitando la llamada Ciudad de las Luces, se desarrolla prácticamente en una intensa vigilia de viernes a sábado finalizando el domingo.

Cuando el montaje estaba prácticamente acabado, a finales de 1957, se produjo la última circunstancia con una doble oportunidad más: Louis Malle supo que había llegado a París Miles Davis y, aficionado como era al buen jazz, inmediatamente pensó que sería una buena idea ponerse en contacto con Miles y solicitarle que compusiera la banda sonora.

Miles acababa de aterrizar en París solo sin su anterior grupo al que había despachado dando excusas increíbles tales como afición a consumir alguna droga legal e ilegal: lo cierto es que en una de sus primeras huidas hacia adelante el genio del jazz se vino a Europa acompañado únicamente de su trompeta: en París le recibieron como a un ídolo y de inmediato halló un grupito con el que preparar unos cuantos bolos: en un café de Montparnasse estaba René Urtreger tocando su piano con Barney Wilen al saxo tenor y Pierre Michelot al bajo cuando de repente vio corporeizarse el póster que tenía en su habitación:
Miles Davis estaba en la barra escuchándole y apenas tuvo tiempo de atragantarse el bueno de René cuando ya Miles estaba sacando de debajo del abrigo su trompeta y se ponía a improvisar: son esos milagros del jazz.

Jean-Paul Rappeneau era un buen amigo de Louis Malle que además tenía entrada en el círculo de Boris Vian, cuya musa, Juliette Greco, se enamoró perdidamente de Miles Davis al que trataban a cuerpo de rey reconociéndole el genio que ya tenía. Rappeneau puso en contacto a Malle con Davis y éste pidió un proyector con la película y un piano en su habitación del hotel. Al cabo de dos semanas, Davis llamó a rebato al grupito de René Urtreger al que se unió el estadounidense afincado en París Kenny Clarke, estupendo batería, y se trasladaron un atardecer a un estudio en el que, sin previo aviso, se proyectaban escenas de la película frente a los músicos que improvisaban la sección rítmica sobre la que la trompeta de Miles Davis exhala quejidos de soledad y desesperación, de misterio y pasión, mientras la estrella de la película, Jeanne Moreau, les servía copas en un mini-bar que ella misma atendía.

El resultado es mucho más que una banda sonora convencional: es una simbiótica representación musical que nace de la inspiración de un genio mientras está viendo la película: más que una improvisación jazzística la impregnación de un aliento vital que ya viajará por siempre unido a las imágenes que complementa de forma única en una promiscuidad de artes pocas ocasiones conseguida con tal belleza.

Davis consiguió descubrir un camino nuevo en el que dejar la impronta de su genio y Malle obtuvo la guinda perfecta para su ópera prima. Esa fusión entre jazz y cine permanece como ejemplo de atrevimiento artístico mezcla de laboriosa planificación e inspiración espontánea. Imperdible para cualquier cinéfilo melómano.

Vean, si les place, los títulos de crédito.





p.d.: Dedico esta entrada a la memoria de Rosa gracias a la que empecé a entender cómo trastear la plantilla de este bloc de notas que hoy, ante su reciente partida, sabida a partir de Vagabundia, está triste.




16 comentaris :

  1. Una de mis películas favoritas de siempre, amigo Josep, la has contado divinamente. Y cuánto me gusta ahí el careto de Lino Ventura...
    Saludos

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  2. Coincido con Alfredo. Has escrito sobre una de mis películas preferidas.
    Excelente reseña.

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  3. ¡ Qué gusto ver esos primeros planos de Jeanne Moreau diciendo eso tan dulce..je t'aime..! y hay que ver que bien le sienta ese Miles Davis a una historia de amor desesperado con crimen incluido y una angustia servida lentamente..
    Una pena que no la recuerdo mucho más, pero tu cronica nos ha despertado el apetito..Cine "noir" en estado casi puro. La ciudad de la Luz en tonos gris-oscuro..
    ¡ Magnifica reseña, Sherlock ! A mi es que oir hablar francés me "pone" un poquito..y esa fusión jazzistica..uff

    Un beso de tarde. Irene A. :-))

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  4. Me alegro, Alfredo, que te haya gustado el comentario: la participación del gran Lino se me quedó en el tintero porque no me acababa de gustar como lo introducía en el conjunto. El tío roba las escenas desde la primera; le debo una de las suyas, está clarísimo... ;-)

    Saludos.

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  5. Celebro la coincidencia, Raúl, y también que te haya gustado; gracias. Cuando recuerdo esas películas, me entra la duda relativa a mi -reiteradamente declarado- desdén por el cine galo y pienso que quizás sí me encanten las -buenas- películas francesas, como ésta, por ejemplo.

    Saludos.

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  6. Pues ya estás tardando, Milady, en hacerte con un ejemplar, por descontado en v.o.s.e. porque la voz de la Moreau realmente es sugestiva y cálida y no quiero ni imaginarme el tinglado que montaron cuando la grabación de la banda sonora. Lástima de video.... ;-)

    Besos.

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  7. Magnífico comentario de la película. Merci, Josep.

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  8. Me alegra, Atticus, que te haya gustado. De rien. :-)

    Saludos.

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  9. Creo que es una de las mejores películas jamás realizadas respecto a la simbiosis cine-jazz.El cine americano jamás se congratuló con los grandes de la música americana.Preminger en Anatomía de un asesinato puso al gran Ellington con un atuendo ridículo,el típico negro de la Orleans perdida,cuando su banda sonora es magnífica.Lo mismo ocurrió con Armstrong y Holiday,fueron relegados a papeles denigrantes de camareros y barresuelos.Tuvo que venir la nouvelle vague para homenajear como era debido la música y sus representantes más importantes del siglo XX.Una cosa,Tavernier realizaría una patética película;Round Midnight cuando tenía al gran Dexter Gordon como protagonista.
    El blanco y negro,la lluvia en una estación de ferrocarril,el humo del cigarrillo,el pelo platino y fatal de una mujer, el alcohol y el jazz es para mí la gran esencia del cine,quiero decir,del cine de verdad.
    He disfrutado de su reseña.
    Un cordial saludo.

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  10. Supongo que así debe ser, Francisco, en buena parte por la forma en que se confeccionó esa banda sonora cuyo vinilo he comprobado que me falta... :-(

    El tema que apuntas es muy interesante y una solución simplona sería la forma de enfrentar la mayoría de negros como figuras indiscutibles del jazz, siendo en ése aspecto París mucho más refractaria a cualquier capital de los U.S.A. si nos ceñimos a mediados del siglo pasado: estará conmigo en que si Art Tatum no hubiera sido negro hollywood le hubiera dedicado más de un biopic...

    Esa "cosa" de Tavernier es un tostón que únicamente se soporta cuando el pobre Dexter agarra el saxo; Gordon ya estaba muy mayor para negarse a colaborar viendo el estropicio y lo cierto es que la banda sonora sigue siendo excelente.

    Quizá la que más me guste sea Bird que, por cierto, ni tengo el disco ni el dvd y no he vuelto a verla desde su estreno: habrá que ponerle remedio.

    Me alegra que te haya gustado la entrada. Eso sí: apéame el usted, porque, si no, te lanzaré una de mis famosas maldiciones y te crecerán las uñas de los pies de color verde fosforito.... ;-)

    Saludos.

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  11. Un recuerdo a un cine que vi hace montones de años. Hoy he recordado lo guapa, joven e interesante que era Jean Moreau,también Maurice Ronet(que enamoraba a mi mami en una pelicula que protagonizó creo que con Sara Montiel, si no me falla el recuerdo). Lino Ventura el duro del cine francés.
    Una vez más Josep, ¡he de volver a ver esta gran película!
    un beso

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  12. Ésta la ví, compa Josep, hace muchos, muchísimos años y el único, y escaso, recuerdo que guardo de ella (y no es demérito del film, sino de la pobreza neuronal que me viene aquejando cada vez con más saña y menos compasión...) es el de una secuencia donde aparecían unos bloques de pisos que me llamaron mucho la atención y el cómo me dejaba totalmente "alelao" la música de Miles Davis (y eso que, como bien a tí te consta, el jazz y yo no pasamos de ser amables y respetuosos conocidos...).

    Por cierto, qué palo lo de Rosa, compa. Hacía mucho tiempo que no trataba con ella, pero hubo un tiempo en que mantuvimos alguna relación, con esa extraordinaria amabilidad y espíritu de colaboración indesmayable que siempre mostraba (que me llevó, incluso, a dedicarle alguna reseña). Algunos de los "pegotitos" más molones que exhibe mi blog (por otro lado, bastante espartano, creo) son obra y gracia de sus sabios consejos. Una auténtica pena...

    Un fuerte abrazo y seguimos trasteando (aunque con la cuesta arriba que aún arrastro...).

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  13. La verdad es que mientras te leía pensaba en algunas cosas que comentarte pero leo lo de Rosa y me he quedado apesadumbrada, porque yo tambien soy de la que acudían a su escaparate cada vez que modifico algo en mi plantilla e incluso en la página web del libro de Raúl.

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  14. Pues lamento Alma, haber sido yo quien te diera la mala noticia. Creo que Rosa fue una persona merecedora de recuerdo, por sus muchísimas horas dedicadas a ayudar sin pedir nada a cambio. ¡Y tan joven todavía, con tanto por aprender y enseñar!

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  15. Si vuelves a verla, Camy, volverás sin duda a disfrutarla, porque el paso del tiempo no la ha perjudicado en absoluto y sigue tan magnética como el primer día.

    Besos.

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  16. No seas tan humilde, Manuel, que tus neuronas ya trabajan bastante como para exigirles recuerdos de hace tanto tiempo y si algo se refresca leyendo la entradilla, bueno será ponerse a repasar la película: igual ahora, con más raciocinio (iba a decir años... jajaja) te entra el gusanillo de escuchar entero el disco de Davis...

    Lo de Rosa ya me supuse que te iba a dejar pazguato, porque recuerdo que la descubriste al ver las guarrerías que yo hacía por aquí. Muy triste...

    Un abrazo.

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