Un listón bajo
Cuando uno va a ver una película se puede encontrar con que la información previa condicione la visión o por lo menos la posible reflexión que se haga una vez se encienden las luces de la sala.
Esa información previa puede consistir en críticas o comentarios buscados y leídos, en impactos de publicidad directos propios de campañas mediáticas de mercadotecnia, incluso en datos relacionados directamente bien con la película bien con quienes colaboran en su producción y rodaje.
Hay una información de última hora que es la que se recibe momentos antes de entrar en la sala oscura.
Es ésta:
El cartel de la última película de Iciar Bollain escogido para ser distribuido y exhibido en las salas de cine de España me sugiere alguna idea que cuando me he dispuesto a pensar tranquilamente sobre la película ha aflorado de forma persistente:
Lo primero, la notable ausencia de indicación relativa a las muchas nominaciones que ha recibido para la convocatoria de los Premios Goya que se están dando en este momento: está claro que el cartel se imprimió antes.
Lo segundo, la inesperada importancia que se le da al guionista Paul Laverty. Normalmente el nombre del guionista no aparece en los carteles y menos con tanto relieve. ¿Será porque es el padre de los hijos de la directora? Porque por el guión que ha escrito no será...
Lo tercero, la mención de su selección para representar a España en la ceremonia de los Oscar, no pudiendo por causa de la fecha de impresión del cartel indicar que, además, ha sido seleccionada para competir en la categoría de mejor película foránea.
Lo cuarto, esa imagen de un helicóptero transportando una enorme cruz de madera: ¿es una indicación a que habrá alguna relación con la religión cristiana?¿o simplemente un macguffin cinéfilo que pretende despertar el recuerdo de La Misión? Vamos mal, porque a mí la película de Roland Joffé me aburrió soberanamente.
Lo quinto, que hubiera debido ser lo primero (pero no), es la frasecita estereotipada que aparece escrita entre ambos protagonistas, como dando a entender una dialéctica personal que alimentará la narración.
Y subyace como fondo informativo el hecho incuestionable que la señora Iciar Bollain es la vigente Vicepresidenta Primera de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España y la opinión de quien esto suscribe es que, si yo fuera ella, de ningún modo hubiera permitido que mi película compitiera con ninguna otra: no porque haya trato de favor, que eso hay que probarlo antes de decirlo, sino porque queda muy feo y da que pensar.
Sobre todo cuando uno ha visto al fin la película y la ha meditado tranquilamente paseando que, como ya nos enseñaron los griegos, es la mejor situación para pensar.
Pensar con lógica es lo que debería haber hecho la señora Bollain cuando su compañero de cama le presentó el borrador del guión de la nueva película que iban a afrontar juntos. Puede que no se atreviera a rechazarlo porque resulta que el señor Laverty tiene en casa su Palma de Oro por El viento que agita la cebada y eso debe ser muy importante: evidentemente para el pasado, pero no da garantía para el presente ni el futuro.
El guión de También la lluvia es un entramado de ideas que no acaban de desarrollarse, un embrollo que pierde fuelle conforme avanza la narración. Emprender el rodaje de una película del subgénero cinéfilo por excelencia cual es la de cine dentro del cine es iniciar la empresa con un punto de partida favorable: a todos los cinéfilos nos encanta ver escenas de rodaje; nos puede la afición y la curiosidad. Muchos han sido los directores que han sabido aprovechar la natural predisposición del espectador en su vertiente de mirón más básico, para engancharnos a la pantalla.
Si además hay una buena idea, miel sobre hojuelas. La buena idea es rodar una película sobre la colonización (no hay que dar más datos: colonización viene de Colón: de Cristóbal Colón) y que el equipo de rodaje se halle inmerso en situación pareja. El paralelismo también es una forma de narración que ha obtenido buenos resultados.
Lo malo es cuando hay que ponerse a crear personajes que vivan esa idea; que personifiquen, que humanicen, que consigan empatía o antipatía en el espectador; que trasciendan la pantalla y logren adentrarse en el ánimo de cada quien y consigan que la idea se reflexione. Eso, señor Laverty, no es tan fácil, y su señora pareja Iciar Bollain tendría que habérselo dicho hace ya mucho tiempo. Antes de iniciar el rodaje.
Claro que si somos cachi-piruli y pijo-progre a más no poder, vamos a meter un polti-polti y seguro que a más de uno le encanta el resultado: a ver: medio atacamos la colonización basándonos en un personaje que hasta ahora no ha recibido la más mínima atención por parte de la pijo-progre casta cinematográfica española cual es el fraile Bartolomé de las Casas porque todos los pijos-progres ya saben que ningún cura puede ser bueno ni digno de interés. Pero hacemos mal la faena consiguiendo que el director de esa película ficticia se dedique no a resaltar la figura del que protesta sino la figura del colonizador, el propio Colón. Debe ser un reflejo en el espejo, ese director.
Y luego, está el productor, el que consigue el dinero, que decide con muy buen criterio que el desembarco de Colón lo va a rodar en Bolivia, que, si no ando muy desencaminado, es el único país hispanoamericano (con Paraguay) que carece de playas. Da igual: es la magia del cine.
Y ya que están en Bolivia, metemos en el guión, en la parte actual, la llamada Guerra del Agua que sacudió la ciudad de Cochabamba (un compañero mío de la infancia es cochabambino y seguro que a ninguno de sus ex-conciudadanos les gusta cómo sale Cochabamba en la película) y la presentamos al típico modo pijo-progre chachi-piruli, es decir, sin el más mínimo rigor: ¡ala, maniqueísmo por un tubo!¡sin datos!
Y claro, para presentar el desatino, lo aderezamos con los más afamados intérpretes, aunque Luis Tosar siga teniendo voz de cazalla y Gael García Bernal consiga aumentar la venta de sonotones porque la mitad de lo que dice apenas se entiende. Flaco favor se les hace a esos dos actores cuyas faces se presentan en el cartel como reclamo cuando se contrata a Karra Elejalde y a Raúl Arévalo que aprovechan escasas intervenciones para demostrar que hablar de forma inteligible y además vocalizar y entonar enfatizando todavía es posible en castellano. Nada del otro mundo, pero suficiente para establecer una distinción.
Bollain demuestra pulso en alguna escena de acción bien filmada de forma académica: pero se pierde en devaneos de planificación cuando se trata de dar aire a sus personajes: sintomática es la escena que pertenece a Raúl Arévalo en la que la cámara se mueve incesante, rodando seguramente al hombro cuando menos corresponde e insertando en moviola una serie de planos cortos, apenas fotogramas, que lo único que consiguen es menoscabar el momento de mayor lucimiento de Raúl Arévalo. (Raúl: seguramente no te has quejado en público y nunca lo hagas, pero que sepas que tienes razón: te destrozan la escena.)
Sorprende en una actriz que no sepa dirigir a sus intérpretes y que ceda paso a un Tosar como siempre plano y con cara de mala leche y a un García Bernal que va despistado musitando sus frases: claro que a Elejalde no hace falta dirigirle: se come con patatas a un pasmado Tosar en "su" escena: Tosar / Costa muestra su admiración por el trabajo del actor, y es lo que mejor hace, porque ahí no actúa.
La colaboración de actores bolivianos tampoco ayuda que digamos al resultado final, porque pese a que Juan Carlos Aduviri haya sido nominado como actor revelación, lo cierto es que su nivel interpretativo es muy bajo; de acuerdo en que hacer de extra no es una personificación difícil, pero hay que cuidar los detalles.
Y ahí es donde Bollain pierde los papeles: hay una falta de auto exigencia apabullante en el conjunto, como si la directora tuviera bastante con lo que se va encontrando: la flojedad evidente del guión seguramente mediatiza el resultado final: ni existe una formulación clara y rigurosa de la crítica vertida contra la colonización ni tampoco de la problemática sufrida por Cochabamba a principios de siglo: todo se trata como lo haríamos en la barra de un bar, partiendo de habladurías, rumores y opiniones nada fundadas y carentes de estudio previo: está claro que ese bar no es un bar universitario y es opinión de este comentarista que cuando el cine pretende denunciar una realidad por medio del arte debe exigirse como mínimo información fundamentada en datos verificables y no meras sensaciones.
Porque ambas situaciones pueden tener una conexión, un paralelismo artístico que se base en la colonización y la guerra del agua y nos emocione y nos haga ver que la situación de la humanidad, en el fondo, quizá no ha variado tanto como pensamos: pero para ese viaje hacen falta unas alforjas mucho más robustas que las que usa Bollain, que se provee de una buena idea de partida que desarrolla en mil y un vericuetos que no acaba y deja colgados, en incisos no explicados y en contradicciones que parecen surgir de la nada y en la nada quedan.
En muchas ocasiones este escribano se ha quejado del excesivo metraje de las películas y en este caso incluso sería capaz de dar venia a Bollain para que presentara una fórmula "montaje de la directora" en la que todo quedara bien explicado y con fuerza, pero me temo que es imposible, porque por muchas horas que les dieran a esa pareja de directora-guionista, serían incapaces de aprovechar una buena idea que un día tuvieron y que no supieron desarrollar como se merecía.
En definitiva, y por muchos premios que le den, para mí una nueva desilusión causada por situar ese listón tan bajo, por contentarse con ser muy chachi-piruli-progre, artista-idealista y aprovechemos hoy que mañana ya veremos donde estaremos, mientras no hay una exigencia de búsqueda de calidad, de trabajo bien hecho.
Por cierto: para mí,el mejor cartel sería este.
Se me están quitando las pocas ganas que tenía de verla, amigo. Mira si soy influenciable.
ResponEliminaSonrío.
Acabo de leer tu larga filípica, pero como me tengo que marchar ahora, te diré más esta tarde.
ResponEliminaUn abrazote mientras tanto
Pues ya estoy aquí de nuevo....Vamos a ver, he postpuesto ver esta peli porque no me daba buenas vibraciones. Sin embargo algunos amigos, competentes en el tema, me la han aconsejado. Generalmente yo pongo el listón de tu nivel un pelín más alto (viene al pelo por tu referencia al tema)y tiendo a fiarme del amigo Josep. Pero....pero, sinceramente, el guionista Paul Laverty no es precisamente un cualquiera. Aparte de "El viento que agita la cebada", ha firmado "Mi nombre es Joe", "Buscando a Erik", "La canción de Carla"...todas en colaboración con Ken Loach. Así que el tipo conoce su oficio.
ResponEliminaNaturalmente todo el mundo tiene fallos y es posible que "Y también la lluvia" sea uno de ellos, yo no lo se.
Por otra parte el cartel no me parece mal. Fíjate que no me recordó ni mucho menos "La misión" me trajo a la retina (aunque no tiene nada que ver con esta peli) la imagen del cristo colgada del helicóptero sobrevolando las terrazas de Roma en "La dolce vita".
No es la primera vez que se ven las cabezas de los actores presidiendo el cartel, no se, tampoco me parece mal.
En resumidas cuentas, tal vez no iré a ver la peli, pero seguro que la conseguiré o la veré por el plus. Entonces te diré si, al margen de tu siempre hermosa y cuidada prosa, llevas o no razón.
Un abrazote.
Pues a mí me gustó mucho la película, la verdad. No solo eso, me emocinó.
ResponEliminaNo creo que se meta a hacer una crítica rigurosa de la colonización porque ese no es su objetivo. Se supone que a estas alturas el que más y el que menos tiene una postura al respecto, como bien se muestra en la cinta, pero lo que resalta desde mi punto de vista es cómo esas posturas, ante la colonización y ante el mundo, no siempre se corresponden bien con nuestras actitudes. Efectivamente "algunos quieren cambiar el mundo, pocos quieren cambiarse a sí mismos".
Prácticamente todo el equipo de la peli en la peli son progres de libro, pero ¿qué pasa cuando se enfrentan a situaciones complejas que se salen de su acomodada vida?...
En cuanto a Paul Laverty, fíjate que hace poco le comentaba a una amigo que las dos últimas pelis suyas que había visto, ésta y "Buscando a Erik", me habían parecido guiones muy redondos.
Es la leche esto del cine, la cantidad de visiones distintas que puede tener.
Pero además la película y su tema adquiere una significación especial en este caso, por ser Iciar Bollaín vicepresi, y por haberse posicionado como lo ha hecho con la ley Sinde, de modo que no es difícil aplicarle a ella misma su propia medicina. O dicho de otra forma, su postura en la vida real y respecto a ese tema concreto se asemeja mucho a la del García Bernal, progre sí, pero que no me toquen "lo mio".
En lo que no puedo estar más de acuerdo contigo es en lo de Karra Elejalde, menudo actorazo y menudo papelón que se marca el tío.
No me interesa. Y el amigo Laverty es el guionista habitual de Loach, ¿no? Supongo que Iciar y él se conocerían en el rodaje de.. joder, he olvidado el título...es que la peli me pareció malísima. La de la guerra civil. Tierra y libertad.
ResponEliminaLo de compañeros de cama y lo de padre de sus hijos... bueno, son puñaladas graciosas... en las que creo que no andas nada desencaminado.
Pero como ya te he dicho... en principio no me interesa (sin más).
Un saludito.
Bueno, compa Josep, ya veo que no te ha gustado (a los miembros de la Academia, vista su cosecha de Goyas, parece que tampoco; y a los del Oscar, ni hablemos...). En fin, bastante confluencia de opiniones. A mí, por lo demás, me ha gustado bastante menos que toda la filmografía previa de la Bollain (que me gusta, y mucho...), y ya expliqué el por qué en mi reseña de La Butaca. La peli arranca bien, se desarrolla mejor y llega un punto en que, poco más o menos, la dinamita su guionista (y su compañera sentimental se limita a recoger los escombros, y no es un juego de palabras por los muchos que salen en pantalla...). Una pena. Eso sí, un apunte acerca de la "fidelidad histórica", sobre la cual le haces un reproche bastante severo, y que, como bien te puedes barruntar, no comparto en absoluto: una peli de ficción ha de ser verosímil, desde la congruencia y coherencia de sus desarrollos narrativos con su propia lógica interna de relato; no tiene por qué ser fidedigna respecto a una más o menos acreditada realidad histórica o geográfica, aunque se base en la misma (e incluso así lo proclame), a menos que ésa sea pretensión manifiesta de su autor. Pero, aún así, no se le puede pedir el rigor de los documentales. Bajo tal criterio, arrumbiariamos géneros completos, y no es plan, compa, que no andamos "sobraos" de buenas pelis. Ah, y felicidades, una vez más, por la esplendidez formal de tu texto: de sombrerazo...
ResponEliminaUn fuerte abrazo y buena semana.
No creo que seas tan influenciable, Raúl, pero sí que sabes aprovechar o escarmentar en cabeza ajena...
ResponEliminaUn abrazo.
Parto, como en la mayoría de las ocasiones, Antonio, de mi profundo desconocimiento: no he visto antes de este fin de semana ninguna película basada en guión de Laverty y creo que tampoco he visto ninguna dirigida por Loach. Así que carezco de información previa que me condicione ni de prejuicio sobre la obra de Bollain que también desconozco al completo salvo ésta.
ResponEliminaComo ves, huérfano de pasado, afrontando la experiencia con total ingenuidad.
Lo del cartel, Antonio, ha sido más que nada un recurso, una muleta en la que apoyar el discurso: aunque ciertamente no me gusta y prefiero, con mucho, el otro.
Espero que cuando la veas des cuenta de ello, aunque no sueles dar varapalos porque tú eres un gentilhombre y preferirás callarte.
Un abrazo.
Muchas gracias, Gourmet, por disentir, aunque no estoy de acuerdo contigo salvo en que ciertamente esos progres casi que se autorretratan y remarco especialmente el casi.
ResponEliminaFíjate que la película en su primera mitad me pareció más que aceptable a pesar de observar los fallos interpretativos que se prolongan; pero en cuanto empieza la segunda mitad y se entremezcla todo perdiendo el norte, con tantas líneas que no se desarrollan a fondo y quedan en meras anécdotas, la falta de fuelle me sacó de la pantalla y ya no pude regresar.
Como dices, son visiones, y lo bueno es que podamos mantenerlas, aun en este medio tan frío.
Saludos.
Lo de que directora y guionista son pareja lo he sacado de la wiki y supongo que será muy cierto, David.
ResponEliminaLo saco a colación porque ya tiene tela que, en una relación así, ese guión acabe rodándose tal cual.
Porque es un guión poco trabajado, poco pulido, sin pensar en la pantalla y en el espectador que la mira.
Un abrazo.
Ya conocía tu opinión, Manuel, y puedo decir que, aun así, me atrevía a ir el sábado a verla. Eso, y que hacía ya varios días que no pisaba cine y tenía mono.
ResponEliminaVeo que a pesar del piropo que me lanzas (y que te agradezco mucho) no he sabido explicarme bien, porque no pugno tanto por la fidelidad histórica cuanto por un rigor más serio en la forma de contar las cosas: me refiero no a la colonización, que entiendo daría para una película que está por rodarse todavía (el fraile ése tiene mucha tela pero requiere un guionista que trabaje mucho) sino a la llamada Guerra del Agua, que se presenta de una forma simplona y maniqueísta y como de pasada y por lo leído restándole importancia, de alguna forma caricaturizándola.
Evidentemente estoy contigo en que el exceso de verismo nos abocaría a un semi-documental del que abominaría sin duda porque no es un "género" que me guste.
Un abrazo.
Estoy contigo, Josep. Especialmente se nota el batiburrillo actoral cuando se compara el contraste entre las escenas que permiten improvisación y oficio y las que se limitan a servir de panfleto a la vacía y superficial retórica de Laverty. No nos olvidemos que éste ha escrito algunas de las mejores películas de Loach, pero también de las peores...
ResponEliminaSaludos.
Caramba Josep nunca te había leído así, tan rotundo y negativo (contra la peli) que confieso tenía en mente verla, pero ya no lo haré.Cooincido contigo en lo que se refiere a L.Tosar que me gustó mucho en Los lunes al Sol y después me cansa en su propio papel, en cuanto a Gael, cierto que tengo complejo de sordeta...
ResponEliminaUn poco de manía si tienes a la Bollaín¿no? también Alex de la Iglesia presenta peli suya...
Ayer Josep vi la última de Los cohen y ya espero leer lo que de ella escribirás. Esta noche iré a ver Pa Negre.
Un beso
P.d. Me ha alegrado leer que también pensaste en mi ( en mis mujeres) con Vicenta que por cierto, no ganó.
No la he visto y tampoco tenia intención, al menos en el cine. Ahora ya como veo que la opinión está un poco dividida menos me arriesgo, pero no porque conozca al guionista , sí a Iciar Bollaín en otros trabajos pero tampoco es que sea una experta... El tema me deja un poco fria.
ResponEliminaTu prosa, no.
Besos, Sherlock. Irene A.
Vuelvo por aqui para preguntar si has visto o verás Pa negre....por los goyas y los videos que presentaron puede ser de interés.
ResponEliminaMis opciones de cine estos últimos dias han ido por El discurso del Rey y Valor de Ley y no me han defraudado...Espero tus reseñas..:-))
Otro beso. Milady
Interesante apunte, Alfredo, el que haces acerca de Laverty; siendo ésta mi primera experiencia, me falta evidentemente la glosa respecto a sus otros trabajos y aunque la lógica hace esperar que no siempre se acierte, esa adjetivación que le otorgas me cuadra mucho después del experimento y me reafirma en mi primera impresión respcto a las supuestas bondades del guionista.
ResponEliminaSaludos.
Eso debe ser, Camy, porque hasta ahora no te habrás encontrado con ninguna de mis reseñas fruto del desengaño, todas bajo la etiqueta no m'ha agradat.
ResponEliminaMe alegra mucho que coincidamos en lo que hace a Tosar, porque en ocasiones me parece que soy un bicho raro y te aseguro que si la referencia que tomas para calibrar tus oídos es lo que oyes en el cine, haces mal: cada vez es más acusada la falta de calidad de esas gentes que se ganan -y muy bien- el sustento como supuestos intérpretes sin voz.
No es que le tenga manía a la señora Iciar, de la que tan sólo conocía su intervención en la superlativa El Sur (del maestro Erice, del que no ha aprendido nada) pero como soy de formación antigua, pienso que, como dice el refranero, la mujer del César no tan sólo tiene que ser honesta: también tiene que parecerlo. Y siendo vicepresidenta (pienso lo mismo del presidente) creo que no debería competir en los Goya.
Lo cierto es que vaya varapalo que les dieron a ambos.
Pa negre se me escapó el fin de semana en que la estrenaron en mi pueblo y veremos si vuelve o habrá que esperar al dvd.
Besos.
p.d.: estaba cantado...
Si esperas al dvd para verla, Milady, tampoco te perderás gran cosa.
ResponEliminaMuchas gracias por el halago: siempre reconforta y ayuda a seguir en el empeño.
Pa negre se me escapó.
La del Rey Eduardo se presenta difícil porque la idocia de las distribuidoras nuevamente produce que hayan poquísimas copias y los cines hacen cola para poder exhibirla: de locos, querida Irene A., de locos. Además, quisiera verla en v.o.s.e. para gozar al cien por cien de ambos oscarizables.
La de los Coen me dá repelús: pero mucho, mucho. Veremos si cae y si me atrevo a verla.
Besos.
A mí sí me gustó También la lluvia, me pareció bien construida y bien hecha. Es cierto que hay demasiados buenos sentimientos y alguna secuancia (y reacciones) poco creíbles, pero el conjunto sí que me gustó. Y no creo que el hecho de que ella sea la vicepresidenta de la academia tenga que llevar asociado que su película no opte a los goyas. Eso no lo decide ella, sino los académicos, que con sus votos deciden nominaciones y premios. Igual le pasaría a De la Iglesia, que es (todavía) presidente y cuya película optaba también a un porrón de premios. Yo creo que no hay que confundir las cosas. Y, desde luego, en este caso los premios han coincidido con mi gusto: Pan negro les da sopa con ondas a las dos anteriores (Balada triste de trompeta y Tamibén la lluvia). Saludos.
ResponEliminaYa me leí en su momento tu crítica, Atticus: de hecho, antes de ir a verla al cine.
ResponEliminaMe defraudó; me decepcionó. Una lástima que una buena idea de base se malogre en esos fuegos artificiales que parecen huir de profundizar en la temática que supuestamente va a tratarse, difuminándose en tantas vías abiertas.
Yo creo que cuando un profesional se pone en un cargo representativo no debe competir con los colegas.
Simplemente se establece la norma y se acata y punto.
Es muy fácil.
Y mucho más elegante, donde va a parar.
Y además se evitan el ridículo que los nominen a la tira y luego les den premios de consolación: casi diría que se han burlado de ellos.
Saludos.
Te ha salido una crítica de lo más pijo-progre chachi-piruli. En serio, el cartel asusta, porque en él hay demasiadas cosas, demasiadas partes, demasiados nombres, como vulgar película de acción. Una película como esa (que no he visto) exige como apuntas y muestras, un cartel clarificador por lo sencillo, la lluvia no deja ver.
ResponEliminaNo sabes lo que me alegra, Alma, tu diagnosis relativa a ese cartel: veo que si estuviéramos en un jurado de tres, entre tu y yo íbamos a repartir todos los premios...
ResponEliminaMe dejo caer por aquí con enorme retraso para dejar constancia de mi más sincera felicitación por tus apreciaciones de esta cinta pretenciosa. Es una crítica excelente, que me pone los pelos de punta por que por fin alguien pone blanco sobre negro lo que realmente es este film y sus autores.
ResponEliminaYo también la comenté y por tanto no me voy a repetir aquí.Simplemente apuntar que Ken Loach disfruta de un inmerecido prestigio fruto de los temas presuntamente comprometidos que trata, no por su calidad fílmica. Si un día te topas con "la canción de Carla" por ejemplo, descubrirás a un señor panfletario colocando de forma machacona su obvio discurso. Y me da igual que el discurso sea más o menos progre. Su intención de adoctrinar al inculto espectador se palñpa a la legua. No me voy a extender más, me remito a mi crítica si te place. Por lo demás, enhorabuena, pero no solo por la prosa, sino por tu contundente contenido. Un saludo