Un hombre estresado
No es ninguna novedad para el cinéfilo avezado comprobar que el paso del tiempo cambia la perspectiva con la que uno se enfrenta a determinadas películas, pero siempre hay elementos que de forma invariable permanecen firmes en el recuerdo y en la realidad contrastada por una segunda -o tercera- revisión de una pieza con el intervalo, en ocasiones, de más de una década.
En una película nos puede haber llamado la atención su trama, su guión, el atrezzo, su fuerza visual, y todo esto, con el curso de los años, puede quedar anticuado, trasnochado y carente de fuerza, superado en nuestro ánimo bien por nuestro propio crecimiento bien por la endeblez de lo que un día nos pareció estupendo.
En estas ocasiones solemos hablar de envejecimiento de la obra de arte, alejándose de la perpetuidad que concedemos a las que se mantienen incólumes en nuestro interés.
A mediados del siglo pasado en los Estados Unidos ya se vivía en ese estado de vigilia post-bélica que no les ha abandonado desde entonces por causa de las sucesivas intervenciones militares en las que han participado desde que acabó la Segunda Guerra Mundial y ello comportaba -y sigue comportando- el interés del ciudadano en las tramas desarrolladas en el ámbito militar.
Herman Wouk escribió una novela que obtuvo notable éxito de ventas y de reconocimiento crítico (le dieron el premio Pulitzer) en la que se detenía en la forma de vida de la tripulación de un navío de la marina estadounidense y lo hacía con una mirada bastante crítica y descarnada de los efectos que la guerra, el combate, tiene sobre el género humano, aspecto éste que siempre me ha llamado la atención: me refiero a la capacidad de los estadounidenses de encajar críticas públicas a estamentos consolidados; hace unos días nos referíamos a los predicadores, y hoy nos detenemos en la marina militar. En España, ni entonces ni ahora es habitual leer novelas que pongan en solfa poderes fácticos. Y menos comprobar, como es el caso que nos ocupa, que el autor aprovecha el éxito para desarrollar una comedia dramática que también obtiene gran éxito. Claro que contar con Charles Laughton dirigiendo a Henry Fonda es un punto a favor indiscutible.
Como es natural, el éxito popular avivó el interés de la industria cinematográfica en producir una película basándose en la historia, y para ello Stanley Kramer confió en Stanley Roberts y Michael Blankford para que escribieran un guión filmable y que, además, pasara dos censuras: la habitual de la época sometiéndose al ya famoso código Hays, y la revisión que el Departamento de Marina haría, ya que sin su ayuda y consentimiento los obstáculos hubieran sido insalvables.
Esto lo tenía muy claro Edward Dmytryk cuando se aprestó a dirigir la que se titularía The Caine Mutiny (El motín del Caine), película en la que se muestra de una forma casi documental el modo de vivir a bordo de una embarcación militar, un navío especializado de desactivar minas marinas.
Los avatares del dragaminas Caine carecerían del menor interés y resultarían parejos a cualquier peliculita de la época destinada a propaganda de la marina estadounidense sino fuera porque hay un cambio en su puente de mando y cuando acabamos de conocer a su tripulación se hace cargo de ella Philip Francis Queeg, veterano de guerra que se ve aparcado, por así decirlo, al mando de una embarcación que parece destinada al desguace y que sigue en servicio porque todavía la guerra no ha terminado.
Queeg es un hombre que ha conocido muy de cerca el fuego real de la guerra y ha acabado vencido por los nervios a causa del estrés del combate pero en estado de guerra cualquier mando experto es necesario y aunque apartado de primera línea, toma el puente del Caine para desgracia de su marinería y de sus oficiales también, que sufrirán una serie de órdenes extremadamente disciplinarias por parte de Queeg que mantiene una actitud que provocará las sospechas acerca de su capacidad para mantenerse en el mando del buque, hasta que el primer oficial decide relevarlo del mando, lo que será objeto de consejo de guerra por amotinamiento.
Dmytryk juega sus bazas con habilidad y sortea como puede el férreo marcaje de la marina que llega a procurarse un preaviso, al iniciarse la película, asegurando que todo lo que se va a ver es absolutamente ficticio. Ya hemos comentado en alguna ocasión la sensible diferencia entre las tablas neoyorquinas y la pantalla californiana, entre Broadway y Hollywood, teatro y cine, mucho más sometido éste, por causa de su repercusión mediática, a las censuras y condicionantes de toda clase.
Aun así el personaje de Queeg sigue siendo un bombón para cualquier actor que se precie: si bajo la batuta de Laughton el que se lució fue Lloyd Nolan, el que se llevó el gato al agua en la gran pantalla fue Humphrey Bogart, realizando una de sus mejores interpretaciones, dotando a Queeg de un carisma excepcional y una fuerza dramática impensable de antemano, una verdadera sorpresa para el cinéfilo que no podrá olvidar una composición tan perfecta de un tipo tan aleatorio y extraño, sujeto atormentado y confuso al que Bogart presta sus rasgos y confiere fuerza expresiva sin exagerar, una interpretación modélica que permanece como el valor más apreciable de la película.
Al margen del placer que comporta el excelente trabajo de Bogart, el resto del elenco es eficaz en buena medida, y Dmytryk sabe otorgar al conjunto un aire documental que otorga un cierto verismo sobre todo en las escenas del dragaminas, muy bien rodadas; hay algún aspecto de la cinta que sobra, posiblemente buscando similitudes con alguna otra película exitosa, a mi entender indicaciones recibidas del almirantazgo, injerencias que debilitan el conjunto y le restan la fuerza de la novela y pieza de teatro, aunque el esqueleto, la base, la contemplación de la ruina anímica que el combate produce en un hombre, se mantiene en pié, por mucho que se pretenda disfrazar o distraer.
En definitiva, una película muy interesante para el cinéfilo consecuente, porque le hará ver que Bogart era mucho más que el mítico detective de una pieza y que quizás su fama de actor poco expresivo no es sino una muestra de olvido -o lo que es peor, desconocimiento- de grandes trabajos interpretativos como el estresado Queeg.
Bogart es un acierto de casting total. De la película me sobra todo ese patrioterismo barato propio de los filmes de esa época, y algunos clichés asociados a las películas "de marinería". Pero el personaje de Queeg, su eclosión, es brutal.
ResponEliminaSaludos.
He visto la peli un par de veces hace ya años. Y en las dos ocasiones me gustó.
ResponEliminaBogart está más que estupendo, como dices. Recordaba las bolas (que saca en la escena que has puesto) y el tema de ¿quién ha cogido azúcar?
Recuerdo también alguna crítica de Dirigido que ponía bien la peli por lo que tenía de crítica a la actitud de Bogart como jefe, pero criticaba que en la escena final ponía en su sitio a algunos de los "amotinados", "salvando" o "disculpando" la actitud del personaje. Tendría que volver a verla.
Un saludo.
Ese patrioterismo, Alfredo, es el obstáculo para que la película sea notable: son rémoras de la influencia de la marina militar que acaban perjudicando al conjunto: pero vale la pena soportarlos para disfrutar del enorme trabajo de Bogart.
ResponEliminaSaludos.
El trabajo de Bogart es para mí uno de los mejores -si no el mejor- de su carrera, David: claro que el personaje es un bombón, pero hay que trabajarlo.
ResponEliminaTe diría que, más que volver a ver la película, procuraras ver la versión que para la tele hizo Altman de la obra de teatro (con Brad Davis, el mejor trabajo que le he visto), luego que buscaras el Estudio 1 que de la misma representó José Mª Prada (fantástica versión), y luego volvieras a ver la película: seguro que el camino te encanta.
Saludos.
Pues yo le doy el notable. Obviamente, tiene sus telarañas, qué duda cabe de la intromisión del ejército en la película. Dmytryk se vio sometido, tal vez complaciente después de los varapalos recibidos en la anterior década, a manejarse con un guion propagandístico. El final, con tanta banderita, es tan irrisorio que me entra la duda de si fue intencionado, al menos para que el cinéfilo europeo, más entendido en sutilezas, apreciara un redoble exagerado de tambores donde no debía de aparecer nada más que un simple agradecimiento a la Marina estadounidense por permitir usar sus barcos. Bogart, él solito, ya hace de esta película un soberbio ejemplo de interpretación. La trama, aunque con altibajos, está bien llevada.
ResponEliminaEn fin, que si quitamos las telarañas "impuestas", diría que es un trabajo mejor que la media. No es fácil, deduzco, trabajar con tantos condicionantes y no morir en el intento.
Saludos, Josep
¿ Esta es una peli de "tios" ? o ¿ simplemente aborda una tematica muy masculina y patriotera ? Recuerdo sobretodo a ese Bogart impresionante y esa escena que sabiamente has escogido con las bolas nerviosamente agitadas en su mano... Hace mucho que la ví en tv y recuerdo poco pero a Bogart no hay quien le olvide.
ResponEliminaCreo que has titulado muy bien la entrada " Un hombre estresado" o simplemente desquiciado por la presión. De psiquiatra ¿ se dice asi ?..
No he visto la obra de teatro pero es que me suena..
Perdona pero es que aparte de la interpretación el tema militar no me estusiasma. Lo que no ocurre con tus entradas..
Besos, Holmes. Irene A.
Un amigo isleño me ha "chivado" que es tu cumple..asi que quiero ser la 1ª aqui al menos en felicitarte y desearte lo mejor para éste año que nos ha caido a todos..
ResponEliminaNo quiero ponerme sentimental, pero diré que es una suerte haberte conocido a tí ( virtualmente ) y a tu estupendo blog, lugar que siempre me aporta sabiduria y entendimiento además de otras cosas que no diré para no ruborizarte...;-))
Un beso y tirón de pico. Milady
Tengo muchas cosas pendientes, Josep...Pero tengo en cuenta tu recomendación. Aunque me bajé la versión Ricardo III de Estudio 1, la de Buscando a Ricardo de Pacino (que ya la había visto), la de Olivier y la de McKellen (vistas también) y ahí las tengo esperando.
ResponEliminaPor cierto, que yo pasaba por aquí para otra cosa.
!FELIZ CUMPLEAÑOS "FRANKI"!!!
Pues fíjate que no recuerdo haber visto esta película. Así que nada puedo decir sobre ella.
ResponEliminaPero bueno, yo (también enterada por el amigo ANRO) a lo que venía es a felicitarte: ¡¡¡FELIZ CUMPLEAÑOS!!!
Y a darte un par de regalos con todo el cariño. Espero que te gusten:
Regalo 1
Regalo 2
Besos para ti y para Llamp, que por fin ha dado la cara ;-)
Es evidente, Gourmet, que hubo muchos condicionantes en la producción y rodaje de la película, porque la obra de teatro (la novela no la he leído) resulta mucho más crítica con el estamento de la marina militar, aunque si hacemos como aconsejas y apartamos toda esa paja y nos centramos en el personaje de Queeg, interpretado de forma tan memorable por Bogart, queda patente la destrucción del hombre a causa del estrés bélico.
ResponEliminaMuy cierto que Dmytryk, además, se hallaba en una situación delicada, tanto en lo personal como en lo profesional.
Saludos.
Jajaja: vaya manera más directa de empezar, Milady: te diría que no estoy muy de acuerdo con ese tipo de clasificación que apuntas, porque habría que estudiarlo a fondo.. ;-)
ResponEliminaDiría que es una película que intenta ser pacifista en un momento en que serlo iba contra la corriente generalizada, aunque alguna que otra excepción había por ahí dando magníficos tumbos, siempre disimulando, metiendo con calzados vítores militaristas y patrioteros.
El título de la entradilla trata de ayudar a entender lo que pretendo comunicar, Irene, querida, aunque no siempre lo consiga.
La obra de teatro, centrada en el consejo de guerra, es un plato muy sabroso, aconsejable.
Besos.
p.d.: A ese chivato ya le daré palpelo...: de todas formas, la suerte es mía por tener los lectores que me favorecen con su presencia y buen trato. Muchas gracias. Besos.
Ya comprendo, David, que el tiempo es bien preciado y falta siempre para todo: pero si te caen cerca, no las dejes pasar. Y gracias por la felicitación.
ResponEliminaUn abrazo.
Ya puede ser, Supercinexín, porque su pase no es habitual en la tele: no forma parte de esas que cíclicamente aparecen.
ResponEliminaCreo que te gustaría comprobar en riguroso v.o.s.e. el trabajo de Bogart.
Y muchas gracias por tu felicitación y por estos magníficos regalos de dos artistas que me encantan y a las que todavía no he dedicado un espacio.
Besos.
p.d.: la foto de mi amigo Llamp la sacó el susodicho isleño de esta entrada: Arrebato de Ira, aunque si eres muy sensible con los perros, quizá no te guste saber lo que allí se cuenta.
Hola Josep, Felicidades, felicidades por el cumple y todo eso, pero por todo lo demás, también, ¿¿¿lo demás???, las entradas tan magníficas que haces. No te molestes por mi repetición, es cierto. He visto esta película pero hoy "sé" lo que vi. Cada vez estoy más convencida de mi desconocimiento cinéfilo pero a la vez estoy más segura de que he de seguir viniendo a leer El bloc de Josep.
ResponEliminaUn beso
Te diré, Camy, que hoy acepto tus halagos como regalo inmerecido y muestra de aprecio que agradezco a la recíproca, y espero que sí, que sigas viniendo por aquí.
ResponEliminaBesos.
Felicidades por tu cumpleaños, querido amigo.
ResponEliminaRaúl.
Lo primero es lo primero...¿quién duda que Bogart fuera un actor como la copa de un pino? Y sus personajes detectivescos no eran simple rutina, ni hablar, eran puros caracteres de una genialidad suprema. Parece ser que en esta peli está a la altura, y digo parece, porque desgraciadamente no la he visto. Trataré de remediar esa falta.
ResponEliminaNo tengo que alabarte el texto, porque está fenomenal, as always.
Perdón por haberte robado la fotita de Llamp, pero me pareció que ese primer plano estaba genial...efectivamente esa entrada era bastante jodida.
¡¡¡¡FELICIDADES!!!!, ¡COÑO, NO ME HABÍA ENTERADO!
Un abrazote.
¿Qué cumples años y yo dándote la vara con la peli? Felicidades. ¿Cuántos van ya?
ResponEliminaEs coña, claro.
Y que cumplas muchos más.
Muchas gracias, Raúl.
ResponEliminaUn abrazo.
Esto sí que no me lo esperaba, Antonio:
ResponElimina¿de verdad que no has visto esta película?
Si lo llego a saber, monto con ella un examen.... ;-)
No me puedo creer que haya desperdiciado una oportunidad como ésa.... ;-)
Un abrazo.
Jajaja, Gourmet: la culpa la tiene el Antoñete, que se ha ido de la mui y ha montado un tinglado que paqué.... :-)
ResponEliminaA lo nuestro, a lo nuestro.... y muchas gracias... ;-)
Con el mérito añadido, a mi entender, de que en aquella época, no estaban tan de moda las estresantes psicosis y muchas películas posteriores han tomado como referente las inquietantes bolitas o la monedita del Cara Cortada, creyendo que han inventado algo.
ResponEliminaLo cierto es, Alma, que el retrato del militar estresado, arruinado por su actividad bélica, en esta película tiene un paradigmático personaje, que ha sido imitado y curiosamente también casi olvidado...
ResponEliminaUna abraçada.
Buenooo, pero si era tú cumple, XD. Muchas felicidades!!!
ResponEliminaSupongo que la tarta la habrás comido y guardado unos pedacitos para los seguidores ¿no?
Besos..
Mmmmm.... me temo que no, Blanca: no ha quedado ni una migaja: no dejamos que nada se pierda, y ya sabes que los dulces se estropean a las pocas horas.... mmmmm ... ¿o eran días? .... mmmmm .....
ResponEliminaMuchas gracias. :-)
Besos.