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dimecres, 29 de novembre del 2017

Una novela, tres películas: ( IV ) 1981 The Postman Always Rings Twice





Si tenemos en cuenta que hasta 1981 todas las versiones de la novela de James M. Cain se habían rodado en blanco y negro, podemos admitir que la posibilidad de recrearla en color es plausible, máxime cuando, por fin, el dichoso código Hays ya se había eliminado del todo. Su sustituto es harina de otro costal y vamos a dejarlo así de momento.

Hay otro factor a considerar aunque es cierto que obedece a conclusiones subjetivas de quien suscribe: tengo para mí que Jack Nicholson, amante del buen vino, el cine negro y las mujeres había leído la novela de Cain por lo menos tres veces, tantas como había visto la película de Tay Garnett -o más- y de repente le llega el macutazo que algún trío de novatos está rodando -o preparando el rodaje- de una versión libre de Double Indemnity, que acabaremos conociendo con el título de Body Heat (Fuego en el cuerpo) que ya comentamos hace tiempo aquí ¡y resulta que a él, el gran Jack, el héroe cinematográfico del momento, ni siquiera se lo han propuesto!

Ello, unido a las ganas, hace que llame a su colega del alma Bob Rafelson (con quien ha rodado ya en aquel momento cuatro películas y en este momento, siete, en total) y le debe decir: Bob, ha llegado el momento de rodar una nueva versión de The Postman Always Rings Twice, y yo voy a ser el protagonista y tú la vas a dirigir, tío, que me caes bien y te tengo confianza, porque vamos a cargar las tintas: ¿conoces algún guionista que sepa aprovechar esa novela?¿Qué tal David Mamet Ah, oye, no se lo digas a Anjelica, pero ¿te parece que Jessica Lange, daría el tipo para Cora? Que sea cosa tuya, ¿eh? yo luego le digo a Anjelica que le he conseguido el secundario de la del medio, ¿vale?

Lo que está claro es que Jack, cuatro años más tarde, rodaría junto a la protagonista de Fuego en el cuerpo, Kathleen Turner, la película El honor de los Prizzi, que también comentamos aquí . Yo, como cinéfilo diletante, aseguro que Jack, vista Body Heat, hubiese preferido a la Turner para ocupar el lugar de la Turner. Ya me entienden, ¿verdad?

Esta versión de la novela de Cain, de las tres que he podido ver, es la única que mantiene los nombres de los personajes creados por el novelista, amén de la condición de inmigrante griego del marido, Nick Papadakis, pero no por ello deja de introducir novedades y olvidar aspectos de la trama: naturalmente, en la trasposición de una novela al cine el guionista no tiene porqué respetar al cien por cien el texto original, pero uno esperaría que un tipo como David Mamet hubiese realizado un trabajo más fino, puestos a enmendar la plana a todo un clásico archiconocido.

Así como en la anterior versión, rodada casi cuarenta años antes, los responsables de la película debían tener en cuenta unas rígidas normas especialmente en lo referente a la sexualidad, en 1981 el cine era un hervidero de escenas eróticas a cual más atrevida y la desnudez era casi un elemento obligatorio, en muchas ocasiones sin venir a cuento. Podríamos decir que no es el caso en la novela que venimos considerando en sus apariciones cinematográficas, pero no olvidemos que en el texto original hay mucha sensualidad, mucho apasionamiento, pero ningún detalle, bien porque en aquel momento hubiera significado problemas, bien porque el propio autor lo considerase irrelevante, innecesario.

Lo cierto es que la película de Rafelson permanece ya en la memoria de los cinéfilos que la hemos visto como un ejemplo de excesos eróticos porque mientras se ocupan todos de presentarnos el fornicio en diferentes lugares y modos, se olvidan de ofrecer información interesante relativa a la personalidad de los protagonistas de la trama y descuidan los diálogos, precisamente el arma de Cain para impresionarnos con sus sujetos.

Parece mentira que haya sido Mamet el responsable de un guión que adolece de vulgaridad por donde se le pille, descuidando lo que no puede faltar en el cine negro: la fatalidad, vestida de mujer. Esa Cora que nos presenta Rafelson carece de carácter: únicamente nos creemos su ascendencia sobre Frank porque éste es una especie de animal en celo, alguien que se mueve por puro instinto, rebajando mucho el tono y las cualidades de los protagonistas de la trama y por supuesto evadiendo la conciencia de los hechos y su responsabilidad, apenas apuntada.

Dejando de lado absolutamente el aspecto moral de la trama, Rafelson y Mamet caen presos de una vulgaridad que propicia las escenas eróticas otorgándoles una preponderancia e importancia que no deben tener en una película de este tipo, un supuesto cine negro en el que una fuerza ajena a los personajes les impulsa a acometer empresas inimaginables en sus vidas cotidianas. En esta película, el exceso de elipsis cinematográficas, muy mal usadas, crea confusión: recuerdo que, al verla en su estreno, sin tener en la memoria la de Garnett, vista años atrás en la tele, tuve una sensación de haberme perdido alguna escena, para cuadrarlo todo: vista ahora de nuevo, con todo lo anterior más fresco, sigo percibiendo que falta una continuidad en la película, como dando por sabidas cuestiones que habrán olvidado en el guión.

Si a ello le añadimos que la casi inexperta Jessica Lange se come con patatas al gran Jack, que en ocasiones parece afectado por alguna inspiración desconocida, absorto en sus cosas, hay un cúmulo de desequilibrios en una película que acaba por ser fallida en conjunto, como si más que un rodaje serio se hubiese acometido una fiestorra en la que tampoco falta la escena erótica entre Jack y su novieta Anjelica Huston, todo con una apariencia de "verás que guay queda", muy alejada de lo que se necesita para aprovechar a fondo un texto que no ha pasado de moda todavía. Igual se le ocurre a Keneth rodar una nueva versión, ya puestos en no buscar nada nuevo.

En definitiva, interesante únicamente como contraste y para comprobar cómo, a pesar de la libertad de formas, todavía el apasionamiento escrito por James M. Cain está a la espera de que lo veamos en color con una calidad a su altura.




9 comentaris :

  1. Creo que todas esas innecesarias escenas eróticas, como bien dices, mi querido Josep, tanto esta película como Fuego en el cuerpo, estaban anticipando todo el cine negro de los noventa, donde el único tema fue, precisamente, “el polvo del siglo”, como dijo Michael Douglas en Instinto básico, que tampoco era para tanto. Yo me pregunto: ¿Por qué tuvo tanto revuelo ese cambio de pierna de la Sharon Stone? Estamos hablando de los noventa y las películas porno llevaban circulando casi un siglo. Atracción fatal, con el viejo Michael Douglas echando un polvo en la cocina con los pantalones bajados (escena ridícula, muy por debajo de Nicholson con la Lange sobre la mesa enharinada). Lunas de hiel, con Peter Coyote y filmado por Polanski era para cagarse. La cosa va a más (ridículamente hablando), ahí tenemos Body Of Evidence, con aquellas ridículas escenas eróticas entre Willem Dafoe y Madonna o, Melodía de seducción con un Al Pacino trasnochado. Joder, ninguno de estos sesentones tenía problemas de próstata. Los noventa ya no tuvieron en cuenta la esencia del género negro, a Sigmund Freud, al expresionismo alemán ni a sus maestros literarios de la moderna novela negra americana, de la gran novela negra americana, es decir, a Ross MacDonald, Jim Thompson, James Ellroy, Elmore Leonard, Patricia Highsmith, Mickey Spillane, Richard Stark o Donald Westrlake, que son lo mismo. Ni tampoco a los precursores del clásico film noir, que no voy a enumerarte porque ya los conoces, amigo Josep. Los noventa: puritanismo a raudales en el tema a tratar, pero con ciertas dosis de sexo de lo más convencional. “Ha sido el polvo del siglo”, de nuevo Douglas en Instinto básico, y uno se dice que fue mucho más espectacular tu primera masturbación adolescente mirando a través de las cortinas a tu prima.

    De Bob Rafelson me quedo con su espléndido filme Mi vida es mi vida (1970), una de las mejores películas que mejor expresa el desarraigo y el pesimismo propios del cine de carretera. Bobby Dupe (Jack Nicholson), distanciado de su aburguesada vida y estulta familia de Seattle, decide vivir en una caravana, aceptar los empleos más diversos y estar siempre en movimiento, aunque sin dirigirse a ningún sitio en concreto: "Viajo mucho. No tanto porque esté buscando algo en particular sino porque prefiero escapar de lo que sería peor si decidiera quedarme", dice en cierta ocasión.

    Y para ir terminando, siete años antes de El cartero… de Rafelson, Polanski rodó Chinatown. Esta sí que es una gran película. Una de sus muchas cualidades consiste en el hecho de que Polanski y su cámara John A. Alonzo consiguieron transportar el eficaz blanco y negro del cine negro a una fotografía en color de aspecto realista. Resultan asimismo sorprendentes el hecho de que apenas se note que la ciudad es un escenario, y la forma convincente y plástica en que se desarrollan sus paisajes urbanos. En Chinatown, Los Ángeles, al contrario de lo que sucede en muchos casos en el nuevo cine negro, no es un tenebroso tugurio, sino una metrópoli casi rural, todavía en formación, y que aparece a menudo a la resplandeciente luz del día.

    La escena final vale más que todas las veces que le hemos visto el culo a Douglas en los años noventa.

    Un fuerte abrazo, amigo mío.

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    1. Ya veo, querido Paco, que coincidimos en desestimar eficacia a las escenas tórridas insertadas en algunas películas más como gancho par algunas gentes que como elementos descriptivos de una pasión, de una emoción, en una época, como muy bien apuntas, en que ver cine pornográfico no era ninguna aventura pues incluso en algún canalatelevisivo, precisamente entonces, había programas dedicados.

      Ese detalle siempre me ha dejado perplejo al constatar que el famoso cruce de piernas de la Stone haya tenido tanto ruido mediático, como si las excursiones en autocares a Perpignan para ver la mantequilla de Brando no fuesen cosa del pasado y recuerdo quedarme atónito y decepcionado con esta película del gran Jack, precisamente porque, como señalas, hacía relativamente poco habíamos tenido la oportunidad de verle en un verdadero "noir" con una fotografía a color espléndida por demás.

      Me apunto esa película que recomiendas, porque no recuerdo haberla visto. Gracias.

      Un abrazo.

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    2. ¿Sabías que Jack Nicholson dirigió e interpretó una segunda parte de Chinatown en 1990? La defenestraron y pasó sin pena ni gloria. No obstante, yo siempre la he defendido porque la considero una gran película. Y ya ni te hablo del reparto, sobre todo los secundarios. Si no la has visto, dale una oportunidad. Ah, mi querido Josep, el domingo pasado, para huir de la grisalla fui a ver Asesinato en el Orient Express. Kenneth Branagh como director y como Hercule Poirot. Con toda sinceridad, estaba deseando salir del cine para llegar a casa y ponerme la de Sidney Lumet, cosa que hice nada más ponerme el pijama. Entonces respiré de alivio, como aquel que se quita los zapatos al final de una dura jornada.

      Más abrazos.

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    3. No tan solo lo sé, amigo Paco: he de admitir, avergonzado, que la tengo en mi estantería en un pack de tres películas de Jack: las otras dos son Chinatown, vista varias veces y que ya reseñé hace tiempo aquí y La fuerza del cariño, vista en la tele.

      Siempre que veo el pack me digo: ya va siendo hora de desprecintar a Los dos Jakes, pero luego me olvido, y así, algún día la gozaré como un estreno impensable en estas épocas aciagas.

      En el pecado llevaste la penitencia, amigo Paco: el fin de semana la tuve a tiro en "mi cine" y en vez de salir de casa me puse esa versión de Lumet por la tarde y por la noche la del inefable David Suchet como Poirot televisivo, que no sé si es por la de episodios que he visto (creo que todos) que, a la postre, es el Poirot que más me gusta...

      El bueno de Branagh, desde que osó refreir a Mankiewicz que no da pie con bola....

      Otro abrazo.

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  2. Hay muchísima, pasión la verdad que es muy, bonita la peli

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  3. ¿Pasiones exageradas..? Las pasiones ¿ cómo se miden? ;)
    Esta la ha visto y desde luego la escena enharinada es la que se recuerda.
    Estoy segura que, una vez leída la novela, encontraré todas las carencias que señalas.
    Sugerir más que mostrar...

    Excelentes reseñas que te has currado, sire.

    Besos. Milady

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    1. Esas preguntas,Milady, son demasiado difíciles: me escaparé diciendo que las medidas las "siente" cada espectador en cada momento; aunque en el caso que nos ocupa, su representación resulta excesiva, más superficial que profunda: diría que estas últimas se expresan con las miradas y las otras, con los actos....
      Si lees la novela, Milady, tendrás ganas de ver alguna de esas tres películas... ;-)
      Se me ocurrió que, todo junto, iba a resultar demasiado largo, porque ya sabes: empiezas y te vas animando....
      Besos.

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  4. la cuestión es si se puede o se debe ser vulgar, o si se debe evitar, a la hora de tratar a gente en el fondo humilde, que podriamos calificar de vulgar sin vulgarizar ni manosear el tratamiento. Hay muchas películas y ahora mismo me viene a la memoria "deseos humanos" con Glenn Ford y Gloria Graham en la que siendo gente de extracto muy humilde con ademanes vulgares, se cuida mucho en el tacto a la hora de exponerlo.Aquí Rafelson creo que abusa y se regodea de ello perjudicando el resultado final. El exceso no es solo en las escenas de sexo. Jessica Lange en todo momento fuerza la composición vulgar de su personaje, hasta el punto de parecer que está interpretando a alguien así como si fuese una imitación y no la interiorización de un personaje. Otro tanto se podría decir del marido, y de Nicholson...un abrazo

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    Respostes
    1. Perdona el retraso, Víctor: estaba seguro que ya lo había escrito..
      Tienes mucha razón en apuntar esa vulgaridad que acaba por ser una mala entendida "naturalidad", en realidad un desprecio que algunas mentes ilustradas ejecutan mostrando sus propias carencias que no les permiten entender nada: es de ver que en Ossessione el pulcro Visconti sí sabe retratar a esas gentes de humilde condición sin menospreciarlas ni mucho menos vulgarizarlas.
      Quizás sea ése aspecto el que hace que en la pieza de Raffelson todo se reduzca a una exageración sexual y nada más...
      Un abrazo.

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