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diumenge, 4 de març del 2018

Yo me largo de aquí




Siguiendo la tónica general de la temporada de 2017, también Jordan Peele se nos presenta cual Juan Palomo y pretende erigirse en autor (o sea, guionista y director de su propio guión) a las primeras de cambio: ya que me pongo, a por todas, vaya. Ni que fuese tan fácil.

El caso es que en contra de mi costumbre de no ver lo que llaman películas de miedo, también me atreví con Déjame salir porque me dijeron que valía la pena, que si tal y cual. Luego, van y la nominan a cuatro oscars y entonces, aparece por aquí, redondeando una sensación de abulia que no me abandona.

El tema racial en los Estados Unidos de Norteamérica no es por desgracia flor de temporada: ya hace muchos años que vimos en el cine un excelente alegato basado en una cena en la que una joven blanca presenta a sus padres a su prometido negro y en aquella ocasión el listón cinematográfico quedó muy alto.

La actualidad, los papeles, las radios, las teles, nos dicen a gritos que el problema que existía hace cuarenta años todavía subsiste aunque quizás ha mejorado un poco, pero no ha sido eliminado.

Jordan Peele, que es negro, toma la pluma y escribe un guión que presenta una cena en la que una joven blanca lleva a casa de sus padres a su prometido negro: esto ya lo hemos visto hace cuarenta años, dirá alguno. La novedad es que hay un giro que no llega a ser terrorífico pero sí un pelín inquietante, un giro que podría muy bien incardinarse en las historias que hace años también se nos presentaban en la tele, de la mano de Rod Serling en su dimensión desconocida de grato recuerdo, historias dotadas de una intriga que en ocasiones rozaba el terror.

La ventaja de los episodios producidos por Serling es que duran cincuenta minutos y Jordan Peele tiene que rellenar como sea más de una hora y media, con lo cual nos hallamos ante una historia que en cincuenta minutos sería entretenida y al añadirle sesenta minutos más acaba por ser irrelevante y cansina, con el añadido de la falta de lógica en el guión, cometiendo lo que es el peor defecto: desaprovechar el buen trabajo del negro británico Daniel Kaluuya en una trama que no hace nada en absoluto para lograr la efectiva igualdad interracial poniendo en solfa los reales defectos de la sociedad.



Esta va a quedarse en blanco, porque, desde luego a su protagonista no le dan el premio y a su director tampoco. Tal parece que la industria del cine se ha querido cachondear de las reclamaciones en el aire del colectivo negro...


7 comentaris :

  1. No la he visto.

    Mira que era buena la serie de Serling. Jo! Y los episodios de La Zona Crepuscular eran más breves todavía (menos de media hora, si no recuerdo mal)...hay algunos que me parecieron una pasada de buenos.

    Un saludito en negro sobre blanco ;-)

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    Respostes
    1. La de Serling, buenísima: mejor la primera tanda que la segunda, pero estimables ambas

      Un abrazo.

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    2. I am looking ay your block your films are very good the film i watch get out very good

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  2. Ops! Es en blanco sobre negro cuando aparece el comentario (jajaja)

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  3. Mi querido Josep, como ya sabes de mis andanzas y desventuras para no ir al cine, es tal mi pavor de lo que se me avecina, que ayer sin ir más lejos, Cris me pilló "in fraganti" en el sofá adoptando la misma postura y expresión que ese pobre hombre del cartel de la película (que no he visto), Get Out, o como quiera que se diga o escriba. Lo curioso del caso, es que no estaba viendo la televisión, que es como comúnmente se me ve cuando veo las noticias, sino todo lo contrario, la televisión estaba apagada, pero mentalmente ya me veía haciendo cola en el cine.

    Sigo haciendo un cursillo acelerado de cocina para impresionarla en sábado por la noche. Las velas las he comprado en un bazar chino. El propietario, que se parece mucho al famoso detective Charlie Chan, creado por el genial Earl Derr Bigger, me ha asegurado que lo que desprende la aromática vela tiene efectos hipnóticos, y si digo en el momento adecuado con voz melosa: “No vale la pena ir al cine. No vale la pena ir al cine”, unas cuantas veces, tu pareja acaba aceptando que es mejor quedarse en casa viendo en el reproductor DVD, por ejemplo, Callejón sin salida, de William Wyler.

    Lo dicho, si todo esto me saliera mal (cruzo los dedos y no pienso en Ray Milland en Crimen perfecto), te contaré lo que me ha parecido la película.

    ¿Por qué te dejo este comentario en este post? ¡Porque también quiere ver esta película!

    Un abrazo, amigo mío.

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    Respostes
    1. Amigo Paco,: mentar a Wyler en esta casa, como podrás imaginar, es mano de santo.

      Pero me temo que lo tienes crudo, como vulgarmente se advierte a quien va directo a una escabechina: más que confiar en las palmatorias del chino -por mucho que sea pariente del gran Charlie Chan- yo me inclinaría por negociar, a base de aceptar ésta antes que la de la adolescente y proponer un intermedio que sea de tu agrado (Wyler siempre consuela y reconforta el ánimo) y, para dentro de unas semanas, quizás, atacar la otra.

      Que seguramente ya no estará en las pantallas, imagino, con lo que te habrás escapado con leves injurias.

      Si es que lo peor de los premios oscar no es la ceremonia soporífera y el ruido ambiental: es que consiguen prorrogar en las pantallas algunas cosas que de otro modo en quince días pasarían de largo...

      Sea la una o la otra, ardo en deseos de saber tus sensaciones a posteriori....

      Un abrazo.

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