Boom, 1616: Polémico carnaval feminista
Boom es un encantador pueblo belga que pertenece a Flandes y su historia alberga no pocos sucesos, pero ninguno tan peculiar como el que a principios del siglo pasado le adjudicó la imaginación del guionista Charles Spaak que -quizás pensando en desarrollarla algún día- escribió una historieta ubicada temporalmente en los tiempos en los que los Tercios se paseaban, dominantes, por los Países Bajos.
Después de una corta estancia en los USA en la que aprovechó para dirigir en dos ocasiones a La Divina (El beso y la segunda versión, en alemán -y que no he visto todavía- del drama Anna Christie basado en la pieza teatral del poco recordado Eugene O'Neill), el cineasta francés de origen belga Jacques Feyder, con veinte años de experiencia en el cine silente y en los inicios del cine sonoro, decidió que había llegado la hora de propulsar el rodaje de una historia en la que el cine galo se planteara seriamente la posibilidad de producir una película con todos los medios necesarios, una superproducción semejante a los grandes fastos del Hollywood que acababa de dejar atrás.
Y lo consiguió: vaya si lo consiguió, porque se gastó nada más y nada menos que ocho millones de francos que, en el año 1935, era toda una enorme fortuna.
Y los dedicó a contar minuciosamente, con pelos y señales, todo lo que ocurrió en el pueblo de Boom en la kermesse del año 1616, dia más dia menos por estas mismas fechas, jornada festiva que los ciudadanos de Boom se hallan prestos a iniciar: engalanan sus calles, colocan un letrero indicativo de la fiesta en el arco de entrada al pueblo, los voluntarios arcabuceros ensayan sus descargas de honor y el mercadeo de víveres para los condumios festivos alborota las callejuelas abarrotadas de gentes que se saludan a cada cruce mientras los prohombres del lugar se visten con sus mejores galas para posar en las dependencias del ayuntamiento frente a un exasperado pintor joven, un tal Breughel, de nombre Jean, locamente enamorado de Siska, la hija del Burgomaestre.
A todo esto, unos jinetes irrumpen a galope tendido apartando la muchedumbre asustada y se detienen ante la Casa del Pueblo: un mozo atlético, apuesto y aguerrido que atrae todas las miradas femeninas en suspenso penetra hasta el salón de plenos del concejo y deposita una misiva sellada con lacre; toma un trago de vino de una jarra y lo escupe con visible desagrado; se vuelve a la montura de un salto suscitando suspiros en las mujeres curiosas que le ven partir al galope, aparición que ha sido de un momento breve, intenso, inolvidable: ¡como montan esos españoles!...
¡¿Españoles?!
¡¿Que querían esos españoles?!
Ninguno de los concejales quiere ni tocar la misiva lacrada como si fuera mensajera de la muerte y desolación: le corresponde al Burgomaestre el honor y éste, paralizado, anuncia que el Duque de Olivares, con su tercio, pasará al dia siguiente por Boom y espera poder reponer fuerzas una jornada.
¡Eso es mañana!¡Nos matarán!¡Nos arrasarán!
El posadero recuerda a todos las atrocidades que los tercios españoles cometieron pocos años atrás y todos se imaginan a sus mujeres violadas, los hijos descuartizados y ellos mismos sometidos al potro de torturas para revelar no saben qué secretos inconfesables. El consejo, formado por los más prósperos comerciantes del pueblo, ganadero, pescadero, carnicero, panadero, posadero, no sabe qué hacer frente a la anunciada llegada del temido invasor: al fin, el Burgomaestre, lleno de sabiduría, apunta que, dándose por muerto y desaparecido el consejo y ocultos los hombres, los españoles no se ensañarán con las mujeres y los críos. Los concejales encuentran la idea muy oportuna y en definitiva deciden que el pavor y el miedo que les infunden los españoles aconsejan con buen tino seguir la recomendación de su líder y se procuran una excusa para desaparecer.
Así es como las mujeres del pueblo, espoleadas por Cornelia, la esposa del Burgomaestre, acaban por ocuparse de recibir a esos temibles españoles, justo el dia en que debía empezar la kermesse, esa mascarada festiva, y por ello Jacques Feyder tituló su película como La kermesse héroïque que tardó nada más y nada menos que treinta y cuatro años en estrenarse en España, en 1969, con el correctísimo título de La kermese heroica.
La historieta escrita por Spaak sirvió de base al guión pero los diálogos corrieron a cargo de Bernard Zimmer quien supo dar a la trama un aire pícaro usando frases con doble sentido en los rápidos intercambios entre los personajes que se refieren los unos a los otros por su ocupación antes que por su nombre; el propio Feyder intervino en la confección del guión en el que ¡oh sorpresa! resulta que esos españoles invasores son presentados como galantes caballeros que, encabezados por el Duque de Olivares, declinan la oportunidad de alojarse en otra villa en señal de duelo por la -ficticia- muerte del Burgomaestre a causa de la lejanía y del cansancio y necesidades de la tropa.
Ante la forzada presencia de sus inesperados huéspedes y comprobando que son tan civilizados como ellas mismas, las esposas de los ocultos hombres de Boom se aprestan, de buen grado, a recibir en sus casas a la oficialidad y soldadesca que tan sólo desea tomar un buen baño, un ágape suculento y ..... lo que sea dado con cariño y amabilidad.
Que esta película hallara tan grandes dificultades en ser exhibida en España no obedece, pues, a que esos belgas afrancesados se aplicaran a desquitarse por las tropelías cometidas hace siglos en aquellas tierras, ya que esos soldados son presentados como hombres corteses y refinados: únicamente discuten, entre ellos, en el aprecio del cuadro que está pintando el joven Breughel, ensalzado como obra de buen principiante con talento por el Duque de Olivares y denostado por el capellán castrense, admirador del Greco por encima de cualquier otro, ante la mirada atónita de Cornelia que contempla embobada al Duque.
Porque conviene recordar que la polémica acompañó a esta película desde su mismo estreno, ya que se entendió por algunos como una apología del colaboracionismo con las tropas invasoras: notemos que se estrena en una época en la que Europa se hallaba apenas recuperándose de una gran guerra y ya se olían dificultades por los movimientos populistas en Alemania y Bélgica, con la mezcla de pueblos, se resistió a admitir una película que ponía en solfa cuestiones muy íntimas; curiosamente, parece que tampoco gustó al nazi Goebbels, supuestamente favorecido en opinión de los primeros.
Por mi parte visto que esta supuesta recreación histórica causó desagrado en tirios y troyanos me pregunto si la causa no era otra, porque es de justicia reconocer que Feyder presenta un alegato feminista de primer orden: en una especie de confusión festera las mujeres de Boom toman prestada la idea de Zamarramala y la rematan con gran estilo: Cornelia toma como viuda -aparente- la vara de su difunto esposo Burgomaestre y encabeza la comitiva y los actos con que ella y las mujeres concejalas -sustitutas todas ellas de sus cobardes esposos- agasajan a ese invasor tan bien parecido, agradecido por los abundantes manjares y deseoso de sellar una buena relación en cualquier alcoba discreta: los preparativos de la kermesse sirven al efecto y el disfraz se engalana y la moral se relaja: cuando Cornelia se dirige a las mujeres del pueblo para organizar el amicable enfrentamiento al invasor, la pescadera asegura que no podrán pasar sin sus hombres, "ya sabes porqué", dice, picarona, y a fe que la noche, con el tercio enhiesto en armas, no queda en terreno baldío.
Más que un colaboracionismo, palabra detestable, se trata de lo que algún mandatario años más tarde definiría como una cohabitación y, en el caso de la posadera, quintuplicada, mientras su esposo la busca infructuosamente.
Esa libertad que se toman las mujeres de Boom ante la inane y cobarde respuesta de sus maridos, declaradamente ineptos y figuradamente cornudos hasta el fin de sus días todos ellos, hoy puede promover una sonrisa pero a buen seguro que en 1935 escandalizó a más de uno.
Feyder consiguió una financiación elevadísima al objeto de reproducir con la máxima fidelidad la época: con minuciosidad extrema se realizaron los decorados y el vestuario, tomando notas de los cuadros de célebres pintores de la época; para conseguir una recreación pictórica perfecta únicamente se hecha de menos la fotografía en color; Feyder decide con buen tino emplazar la cámara ofreciendo una quietud plástica en la mayoría de los cuadros, con una suavidad de transiciones buscada y conseguida con una iluminación perfecta; cuando representa la imaginería catastrofista de las atrocidades pasadas, en actos de guerra y desvarío, la cámara se precipita en ángulos abruptos y angustiosos, pero cuando arriba el invasor elegante y seductor la calma se apodera de la cámara y la caligrafía se dulcifica y tan sólo vemos la mano de Feyder cuando usa la elipsis con un guiño pícaro, como broma que apunta a un entendimiento que no precisa palabras, porque con la imagen ya nos basta: Feyder sabe que entendemos y borra líneas innecesarias.
Feyder tuvo una gran ventaja al momento de iniciar el rodaje porque la protagonista, esa Cornelia sobradamente inteligente y decidida no la tuvo que buscar: la tenía en su cama, porque la inmensa actriz Françoise Rosay fue su esposa y madre de sus tres hijos. No puede uno imaginarse ya a otra actriz representando a Cornelia cuando la vemos haciendo una exhibición de multitarea al llevar una conversación con su hija, por ejemplo, mientras está ojo avizor a las pifias que los sirvientes cometen lanzándoles invectivas motivadoras, moviéndose de un lado a otro de la mansión y cambiando el tono de voz a seductora al encontrarse con "su Duque" a los pies del supuesto cadáver de su marido, al que de la forma más fina le toma las zapatillas del cajón para vestir los pies de su invitado especial, desvistiendo un "muerto" para halagar un "vivo".
Los coprotagonistas, encabezados por André Alerme son un grupo más que eficaz de comediantes franceses que saben mantener el tono y el ritmo vivo que Feyder imprime al desarrollo de toda la trama: sin llegar a ser un vodevil la picaresca está servida y si bien los lances no causan carcajadas la sonrisa permanece, la parodia se mantiene y la proclama feminista surge como lava de un volcán cuando vemos al tercio partir vitoreado por las residentes en la calle y sus maridos bajo el alféizar.
Casi dos horas de metraje que pasan en un suspiro, pieza histórica de la filmografía franco-belga y por extensión europea, imperdible muestra de un cine que sobre unos medios económicos casi ilimitados sabía colocar una trama inteligente capaz de permanecer fresca pasados ya con holgura setenta y cinco años de su rodaje.
Recuerdo, compa Josep, que la ví hace muchísimos años, cuando la emitieron en el programa de Garci en la 2 de TVE, y, dada mi memoria de pez cinematográfica, pocos apuntes concretos puedo rememorar de ella, más allá de lo que tú, con tu maestría habitual, me has refrescado. Sí que, ciertamente, me causó bastante sorpresa el tono tan "descarado" para un producto de ese momento, años 30, pero, bueno, está claro que siempre hubo gente adelantada a su tiempo.
ResponEliminaUn fuerte abrazo y buena semana.
Muy buenos días. De momento paso a saludar y más tarde leeré. ¿Estás de vacaciones?
ResponEliminaBesos!
No la he visto, alguna vez había oído el título, pero no sabía prácticamente nada de ella...así que facilita...sí, claro. Qué fácil era.
ResponEliminaEn fin...
Lo que comentas...pues sí...ahora igual es una comedia, pero es lógico que no hiciera ninguna gracia el tema cuando se estrenó.
Un saludito (que ni te mereces)
¡ Mira que te he leido textos muy bien elaborados y con ese lenguaje culto y florido que empleas pero con éste te superas "cher monsieur Holmes "..!
ResponEliminaComo te dije ¡ rien de rien ! Ni la he visto ni tenia idea de su existencia.
Me perdí por vericuetos y solo creí adivinar que el pintor del cuadro podria ser un belga-holandés como Breughel ( no sé si el viejo o el joven, que todo queda en la familia ) Y aparte de ver que aquello era una fiesta con "postre" ninguna relación con la peli que nos ilustras..:-(
La censura siempre ha hecho estragos y por tanto no me extraña que aqui no se estrenara en esos años. Lo curioso es que posiblemente el cuadro ( como otros de temática subidita) siempre han estado en los museos para gusto y disfrute de los que por alli pasamos.
¿ Asi que la chica era Catherine Spaak..?¡ Ya decia yo que me sonaba esa carita..! 'Aqui robamos todos' ..
Ahora ya todo tiene sentido..:-P
Pero de facil nada nada, eso ya lo sabias tú 'malandrín' je je
Un beso y vas que ardes..:-D
Me sucede como a Manuel, recuerdo el lejano pase en el programma de Garci en una copia no muy buena por cierto, pero ni si quiera recuerdo el debate posterior. Me ha gustado eso de la "cohabitación". Aunque siendo sincero no puedo hacer una valoración como es debido de la película. De tu texto, si, excelente y muy documentado. Y no se vió hasta los años 60,a pesar de los galantes caballeros españoles. Así van las cosas. Un saludo.
ResponEliminaPues yo pensé, Manuel, que la hubieras visto en la 2 hace menos de un año cuando con motivo de su 75 aniversario la ofrecieron, creo que en otoño pasado.
ResponEliminaLo cierto es que hay mucha más ironía de la que yo he apuntado, porque tampoco el clero ni la soldadesca -en realidad mercenarios- salen bien parados, aunque mejor que los maridos, eso sí....
Un abrazo.
Bien hallada, Blanca.
ResponEliminaDe momento, no.
Besos.
Era fácil, David, porque en la última fotografía aparece Feyder dirigiendo con su nombre bien visible y cualquier cinéfilo sabe que la más famosa de Feyder es La kermesse heroica...
ResponEliminaYa que no la has visto, aprovecha para descubrirla, porque en realidad tampoco es que en estos tiempos una película vay a ser tan atrevida dejando a los hombres como en ésta, vaya...
Un abrazo.
Muchas gracias por el generoso cumplido, Milady: espero que por lo menos hayas disfrutado de la búsqueda y del comentario "solucionador".
ResponEliminaCierto es que recordar a la Spaak está fuera de tu campo vital, pero fue muy conocida en sus años mozos, máxime cuando su tío fue el mandamás belga durante un tiempo...
Lo cierto es que cuando se estrenó en España todavía causó cierto revuelo y los que entonces éramos muy jóvenes (sigh) nos partíamos de la risa mientras los adultos se azoraban...
De verdad te digo que no pensé que fuera a resultar tan difícil, aunque mentiría si dijera que me arrepiento de nada.... ;-)
Besos.
Lo más curioso, Víctor, es que tomada como parodia irónica y no como comedia jocosa sigue teniendo un puntillo que permite verla hoy y disfrutarla, porque aunque por suerte la situación digamos "oficial" de la mujer ha mejorado muchísimo, hay ciertos apuntes que siguen vigentes y las rémoras de la época victoriana todavía no se han disuelto del todo otorgando una seriedad civil embarazosa y rara...
ResponEliminaUn abrazo.