$ 1.000.000
Un millón de dólares de los del año 1950 fue lo que obtuvo por ceder unos derechos cinematográficos Garson Kanin .
El pago lo satisfizo la Columbia Pictures Corporation para poder llevar a la pantalla una obra teatral que, durante cuatro años, había arrasado en Broadway:
Born Yesterday, de 1950, presentada en España bajo el correcto título de Nacida Ayer, nos narra, de la mano de George Cukor, una especie de Pigmalion, descafeinado, en el que la trama consiste en la necesidad de un chatarrero millonario de conseguir, en corto plazo, que su amante refine sus modos para poder presentarse en círculos selectos de la política, contratando a tal efecto a un periodista que se enamorará de la joven concubina.
En la ignorancia del texto que sustentó las cuatro temporadas seguidas en los teatros de Broadway, cabe decir que la película ha envecido mal, resultando demasiado cargante, para el resultado final, la publicidad soterrada del sistema democrático estadounidense, típica de algunas películas de la segunda posguerra mundial.
No obstante, la película se sigue con interés por la forma clásica en que Cukor acertó a dirigirla, y, sobre todo, por la magnífica actuación de una actriz que, con tan sólo dieciseis películas en su haber, dejó un recuerdo inolvidable cuando falleció, en 1965, con apenas cuarenta y cuatro años por cumplir:
Judy Holliday (1921-1965), que ya había tenido gran éxito como actriz secundaria en otra película de Cukor, La Costilla de Adán (Adam's Rib , 1949), fue la actriz que representó a la concubina, rubia y tonta Emma "Billie" Dawn en Broadway durante los cuatro años que se mantuvo en cartel.
Cukor tuvo la suerte de que ni Rita Hayworth ni Jean Arthur pudieran o quisieran hacer el papel, descartando a otras actrices más, acabando por elegir a Judy Holliday como la lógica ordenaba, cosa que no hizo, años más tarde, en situación prácticamente idéntica, eligiendo a Audrey Hepburn para el papel de Eliza Doolitle en My Fair Lady (esta vez ya sí un Pigmalíon con todas las de la ley), cuando Julie Andrews había representado en las tablas con gran éxito el personaje. Claro que la Andrews se resarció consiguiendo el Oscar, el mismo año, por Mary Poppins. (Chúpate esa, que diría el castizo)
A ver, centrémonos: digo que Cukor tuvo fortuna con la forzada elección, porque la película se aguanta, más de medio siglo después, por el inmenso trabajo interpretativo de Judy Holliday, que compone a la perfección, con gran ritmo y gracia, a la rubia tonta de Billie, que, al empezar a pensar por sí misma, gracias a los consejos del periodista Paul Verrall (William Holden ), se da cuenta de la catadura moral de su amante Harry Brock (Broderick Crawford) y de las triquiñuelas que se gasta, al tiempo que se va enamorando de su preceptor, desde el primer momento prendado de la gentil rubia.
Curiosamente, del terceto protagonista, el que aparece peor dibujado es el preceptor "pigmalionano" que bebe los vientos por su ignorante discípula, quizás porque es el más serio. Los diálogos son rápidos, con fulgor de metralleta, obra de Albert Mannheimer , en el más puro estilo de la buena comedia estadounidense: no hay más que leer unos pocos, aquí .
Las escenas nos presentan a una serie de personajes que se mueven alrededor del poderoso Don Dinero, acatando y sufriendo los desmanes del chatarrero millonario, que trata de forma democrática a la gente: a todos igual de mal; son sus esclavos y los contrata, amenaza y despide de su presencia con malos modos, importándole un ardite que sean parientes, limpiabotas o políticos corruptos. Sólo su amante Billie, con la misma mala educación, le planta cara:
Al ir la bella aprendiendo conceptos más elevados de la vida, puliendo sus modos, no deja de comportarse con su amante en la misma forma, avanzando en su conocimiento hasta perderle el miedo que le infundía, acabando por tenerle en un puño, conocedora de los más denigrantes secretos del sucio empresario.
La crítica social, sin embargo, aparece de forma muy leve, quizás porque los severos códigos de censura de la época eran muy relevantes, como lo demuestra el hecho que la pobre Judy Holliday también acabó en las garras del famoso comité.
Es pues una comedia blanca, poco mordaz, genuina del estilo de Cukor.
Broderick Crawford cumple con creces su papel, pero, como ya he dicho, Judy Holliday (actriz y cantante de éxito y letrista de canciones con un C.I. de 170), borda el papel de rubia tonta: tanto lo bordó, que consiguió el Oscar a la Mejor Actriz, birlándoselo nada más y nada menos que a Gloria Swanson (por Sunset Boulevard, acompañada también por Holden) y a Bette Davis y Anne Baxter (por All About Eve, curiosamente, acompañadas por Gary Merrill, que en Broadway hizo el papel del preceptor Paul: si es que el mundo es un pañuelo, incluso en Hollywood)
Oscar merecidísimo, como podrá observar el cinéfilo que se moleste en contemplar esta comedia en versión original, mecanismo de relojería atorado de forma inexplicable por escenas didácticas del peor gusto que rebajan el resultado final.
El pago lo satisfizo la Columbia Pictures Corporation para poder llevar a la pantalla una obra teatral que, durante cuatro años, había arrasado en Broadway:
Born Yesterday, de 1950, presentada en España bajo el correcto título de Nacida Ayer, nos narra, de la mano de George Cukor, una especie de Pigmalion, descafeinado, en el que la trama consiste en la necesidad de un chatarrero millonario de conseguir, en corto plazo, que su amante refine sus modos para poder presentarse en círculos selectos de la política, contratando a tal efecto a un periodista que se enamorará de la joven concubina.
En la ignorancia del texto que sustentó las cuatro temporadas seguidas en los teatros de Broadway, cabe decir que la película ha envecido mal, resultando demasiado cargante, para el resultado final, la publicidad soterrada del sistema democrático estadounidense, típica de algunas películas de la segunda posguerra mundial.
No obstante, la película se sigue con interés por la forma clásica en que Cukor acertó a dirigirla, y, sobre todo, por la magnífica actuación de una actriz que, con tan sólo dieciseis películas en su haber, dejó un recuerdo inolvidable cuando falleció, en 1965, con apenas cuarenta y cuatro años por cumplir:
Judy Holliday (1921-1965), que ya había tenido gran éxito como actriz secundaria en otra película de Cukor, La Costilla de Adán (Adam's Rib , 1949), fue la actriz que representó a la concubina, rubia y tonta Emma "Billie" Dawn en Broadway durante los cuatro años que se mantuvo en cartel.
Cukor tuvo la suerte de que ni Rita Hayworth ni Jean Arthur pudieran o quisieran hacer el papel, descartando a otras actrices más, acabando por elegir a Judy Holliday como la lógica ordenaba, cosa que no hizo, años más tarde, en situación prácticamente idéntica, eligiendo a Audrey Hepburn para el papel de Eliza Doolitle en My Fair Lady (esta vez ya sí un Pigmalíon con todas las de la ley), cuando Julie Andrews había representado en las tablas con gran éxito el personaje. Claro que la Andrews se resarció consiguiendo el Oscar, el mismo año, por Mary Poppins. (Chúpate esa, que diría el castizo)
A ver, centrémonos: digo que Cukor tuvo fortuna con la forzada elección, porque la película se aguanta, más de medio siglo después, por el inmenso trabajo interpretativo de Judy Holliday, que compone a la perfección, con gran ritmo y gracia, a la rubia tonta de Billie, que, al empezar a pensar por sí misma, gracias a los consejos del periodista Paul Verrall (William Holden ), se da cuenta de la catadura moral de su amante Harry Brock (Broderick Crawford) y de las triquiñuelas que se gasta, al tiempo que se va enamorando de su preceptor, desde el primer momento prendado de la gentil rubia.
Curiosamente, del terceto protagonista, el que aparece peor dibujado es el preceptor "pigmalionano" que bebe los vientos por su ignorante discípula, quizás porque es el más serio. Los diálogos son rápidos, con fulgor de metralleta, obra de Albert Mannheimer , en el más puro estilo de la buena comedia estadounidense: no hay más que leer unos pocos, aquí .
Las escenas nos presentan a una serie de personajes que se mueven alrededor del poderoso Don Dinero, acatando y sufriendo los desmanes del chatarrero millonario, que trata de forma democrática a la gente: a todos igual de mal; son sus esclavos y los contrata, amenaza y despide de su presencia con malos modos, importándole un ardite que sean parientes, limpiabotas o políticos corruptos. Sólo su amante Billie, con la misma mala educación, le planta cara:
Al ir la bella aprendiendo conceptos más elevados de la vida, puliendo sus modos, no deja de comportarse con su amante en la misma forma, avanzando en su conocimiento hasta perderle el miedo que le infundía, acabando por tenerle en un puño, conocedora de los más denigrantes secretos del sucio empresario.
La crítica social, sin embargo, aparece de forma muy leve, quizás porque los severos códigos de censura de la época eran muy relevantes, como lo demuestra el hecho que la pobre Judy Holliday también acabó en las garras del famoso comité.
Es pues una comedia blanca, poco mordaz, genuina del estilo de Cukor.
Broderick Crawford cumple con creces su papel, pero, como ya he dicho, Judy Holliday (actriz y cantante de éxito y letrista de canciones con un C.I. de 170), borda el papel de rubia tonta: tanto lo bordó, que consiguió el Oscar a la Mejor Actriz, birlándoselo nada más y nada menos que a Gloria Swanson (por Sunset Boulevard, acompañada también por Holden) y a Bette Davis y Anne Baxter (por All About Eve, curiosamente, acompañadas por Gary Merrill, que en Broadway hizo el papel del preceptor Paul: si es que el mundo es un pañuelo, incluso en Hollywood)
Oscar merecidísimo, como podrá observar el cinéfilo que se moleste en contemplar esta comedia en versión original, mecanismo de relojería atorado de forma inexplicable por escenas didácticas del peor gusto que rebajan el resultado final.
Josep, Josep, mira que no puede ser que últimamente estemos tan en desacuerdo. Vale que Judy Holliday está magnífica y que la partida de cartas es antológica, pero de ahí a que le arrebatara el Oscar a dos interpretaciones tan mitológicas como las de Bette Davis y Gloria Swamson clama al cielo, aunque reconozco que no me habría gustado estar en el cuello de los miembros de la Academia porque la elección era muy difícil
ResponEliminaPD Como venganza me voy a chivar a Manuel de que has puesto varios videos
Compa Josep, ya ves cómo las gasta la compa Alicia (eso sí, no le ha hecho falta chivarse: yo mismo he venido por aquí a dar una vueltecita...). Como siempre, me descubro: magnífica la reseña, aunque, en esta ocasión, como en tantas, no puedo confirmarte ni rebatirte, porque la peli en cuestión no la he visto (todavía; tiempo al tiempo...).
ResponEliminaAh, por cierto, tienes un regalito en mi blog (ya sé que no eres un entusiasta del "producto", pero éstas son, también las cosas del bloguerío...).
Un fuerte abrazo.
No, por favor, te lo suplico, a Manuel no, a Manuel no, que luego me saca verde en su blog...
ResponEliminaCreo que, por mucho que digas, sí estamos de acuerdo en la sobresaliente actuación de Judy, merecedora de un Oscar.
Sabes tan bien o mejor que yo, que actuar en comedia es mucho más difícil que hacerlo en drama. He leído tu antiguo comentario acerca de Cary Grant, que lo sepas. (Claro exponente de injusticia en los Oscar)
Y cualquier actor profesional sabe reconocer la dificultad de una buena interpretación en clave de comedia, máxime cuando se trata de una actuación en la que la artista, como es el caso, se transforma en el personaje, variando incluso el tono de voz y construir un personaje en el cine es más difícil que en el teatro, por los cortes obligados, aunque, ciertamente, Judy se lo sabía más que de memoria, después de cuatro años.
Pero la Swanson y la Davis, pese a sus buenas interpretaciones, no tuvieron que esforzarse mucho por su caracterización dramática, tan habitual en ellas; no recuerdo que ninguna de las dos hiciera de forma brillante una comedia. ¿O sí?
Me temo, Alicia, que hubieras votado a Judy, admirando su trabajo en clave de comedia como lo hizo Cary Grant con James Stewart en la famosa escena de la borrachera, que tú ya sabes la que quiero decir.
De todas formas y aunque me amenaces con delaciones varias, acusica, prefiero tus comentarios a tu silencio.
Saludos.
Nota del bloguero:
ResponEliminaMientras redactaba y enviaba respuesta a la amable Alicia, un señor con bigote (o no) se ha metido en medio, y puede que blogger haga de las suyas y algo aparezca repetido.
Amigo Manuel: ¡Bienvenido! ¡Cuanto tiempo sin asomar por estos pagos!
ResponEliminaEso de que no se ha chivado Alicia lo dejamos en empate, y te va a tocar desempatar a tí, es decir: espabila, siéntate a ver la peli, y nos dices tu opinión, que ya va siendo hora ¿no? :-)
¿Ahora en Córdoba llaman regalito a las putaditas?
:->
Supongo que, como tú, podré estar meeeses pensando cómo afrontar el tema...
Un abrazo y que no decaiga. :-)
Hola Josep antes que nada quiero decirte que me gusta mucho que recuerdes estos films y que encima lo hagas con la pasión y riqueza que te caracteriza. Saludos!
ResponEliminaUy, Josep! Eso si que me da miedo que vayas mirando mis posts antiguos!
ResponEliminaEstoy de acuerdo contigo en que la comedia es mas difícil que el drama y que ni Gloria Swamson ni Bette Davis estaban dotadas para la comedia, pero es que tanto Margo como Norma son dos personajes que me fascinan por completo.
Y ya ves que efectivo ha sido mi comentario sobre Manuel, así que cuidadín
Gracias, Budokan, por tus animosas palabras: son gasolina para un largo trayecto.
ResponEliminaSaludos
Alicia, es lo que tiene no mirar la tele: uno se dedica a leer cosas más interesantes; y como dice tu "arma secreta", "lo escrito, escrito está".
ResponEliminaCierto que las dos mujeres son personajes fascinantes y que nadie más las habría interpretado mejor.
Ya he visto tu poderío, ya: como el rayo...
Saludos.