DESPIADADA PRENSA
Hace apenas unas semanas, leyendo por ahí que se habían celebrado algunas conferencias, reuniones y actos diversos en los que se trataba la actualidad del periodismo en sus distintas facetas y vertientes, debatiéndose, en el fondo su independencia, se me ocurrió mirar por mi estantería por si alguna de las películas que la habitan tratara, ni que fuera de soslayo, el mundo particular del periodismo.
Naturalmente, hallé bastantes obras que se refieren al tema, lo que no es extraño, dado que no pocos guionistas cinematográficos han tenido relación con el tratamiento informativo de cualquier hecho, vulgo noticias, y no pocos directores han mostrado su interés en el tema, incluso en varias oportunidades.
Uno de esos Directores (así, con mayúsculas) fue Billy Wilder , que se acercó al mundo del periodista, concretamente al que pertenece a la prensa escrita, en dos ocasiones: en 1974 dirigió el penúltimo "remake" de la excelente comedia de Ben Hecht y Charles MacArthur, que guionizó el mismo Wilder con la inestimable ayuda de su amigo I.A.L. Diamond, pariendo la mordaz crítica en clave de comedia Primera Plana (The Front Page ).
Anteriormente, en 1951, Billy Wilder, con la colaboración de Lesser Samuels y Walter Newman, guionizó libremente y en clave de ficción la historia de la postrera aventura de Floyd Collins y realizó una película muy dura, árida, que presentaba una crítica feroz de un tipo de periodismo que, por desgracia, todavía perdura: Ace in The Hole , que ocasionalmente tuvo el título de The Big Carnival, cuya traducción literal le da título en España, El Gran Carnaval, se tituló, en fase de preproducción, como The Human Interest Story.
Esta diversidad de títulos (Ace in the Hole se traduciría correctamente como El As en la Manga, haciendo referencia a su condición de as oculto, de trampa, de artificio), demuestra claramente que en todo momento la intención de Billy Wilder era la de hacer lo que eufemísticamente llamaríamos "Cine Denuncia", como era de esperar, sin abandonar por ello el marchamo de cine de calidad excepcional que acompaña a las obras wilderianas.
Para ello contó con la colaboración de un actor que siempre, en sus largos noventa años ya, ha destacado por su actitud independiente y beligerante con cualquiera de los llamados poderes fácticos: Kirk Douglas, que representa con su habitual eficacia a Charles "Chuck" Tatum, periodista, en un papel intenso y de ímprobo esfuerzo, pues aparece en casi todos los fotogramas de la película.
Tatum llega, a bordo de su descapotable remolcado por una grúa de un taller mecánico, a Albuquerque, en Nuevo Méjico, como quien dice, en medio de la nada para un tipo como él, acostumbrado a las grandes ciudades, cosmopolitanas, como Nueva York, Filadelfia, Chicago.
El inicio muestra perfectamente el tipo: entra en la redacción de un periódico y empieza a vender "su producto", él mismo, asegurando al editor que va a ahorrarse 200 dólares a la semana, porque él, afamado periodista, está dispuesto a trabajar en el periodicucho por sólo 50 dólares, cuando solía ganar 250.
Las frases que nos retratan a los personajes son increíbles, a día de hoy, con un ritmo asombroso (marca de la casa, claro) y digamos un par :
"Puedo tratar grandes noticias; puedo tratar pequeñas noticias; y sino hay noticias, salgo a la calle y muerdo a un perro."
"Miento: miento mucho; he mentido a tipos que usan cinturón; he mentido a tipos que usan tirantes; pero no soy tan estúpido como para mentir a un hombre que usa cinturón y tirantes al mismo tiempo: eso es ser precavido; seguro que lo comprueba todo. ¡Exacto!¡Por dos veces!"
Al cabo de un año, vemos a Tatum desesperado porque en Nuevo Méjico no pasa nada que le permita salir del pozo en que se encuentra, ávido de la noticia que le permita volver a las grandes tiradas nacionales, cuando con el fotógrafo se desplaza para cubrir una cacería de serpientes, a algún lugar remoto.
Durante el viaje por el desierto, Tatum le explica al ayudante su desesperación, fabulando lo interesante que sería la cacería de serpientes si éstas hubieran invadido Albuquerque:
"¿Te imaginas? Cien serpientes invaden la ciudad; matan a cuarenta un día; a los dos días, matan a treinta; ya sólo quedan treinta más, y no paramos de vender periódicos; a los dos días, han matado a quince; la gente no sale de sus casas por temor; todos leen frenéticamente, los periódicos, para saber si el problema está solucionado; luego matan a catorce, y la gente respira, pero falta una, falta una; todos están buscándola, y vendemos más periódicos; se organizan grupos para buscar a la que falta; nosotros seguimos vendiendo periódicos, explicando lo peligrosa que es la serpiente que queda.
¿Y, sabes donde está la serpiente que falta?
No, ¿donde? ¿qué le ha pasado?
La tengo yo en el cajón de mi escritorio y va a estar ahí, bien alimentada, hasta que interese.
¡Pero eso es ocultarla al público!
Tonterías: cuando se agote el filón, la matamos y la presentamos a la gente, con la gran noticia: los periodistas han conseguido lo que nadie: han acabado con la serpiente."
El personaje de Tatum, frente al bisoño ayudante, alardea de conocer la mejor forma de conseguir el premio Pulitzer, sacando a colación la historia -verídica- del reportaje referido a Floyd Collins, cuando ambos se encuentran, a medio camino, con un caso semejante: un hombre atrapado en una cueva.
Wilder hace una presentación modélica de los personajes de la historia liderada por Tatum: desde quien de forma honesta se preocupa por el hombre atrapado, hasta quien actuando poco honradamente saca partido de la situación, quedando la humanidad del desgraciado sepultado en una cueva en un segundo término, escaso valor sólo cuando es noticia interesante para cubrir la necesidad de morbo de quienes incluso de otros lugares lejanos vienen acomodándose en tiendas de campaña, rodeados de un verdadero circo y multitud de vendedores ambulantes, hasta los que permanecen absortos ante la radio, la televisión y los periódicos buscando sensaciones fuertes en la desgracia ajena, afán morboso del que los distintos medios de comunicación sacan pingües beneficios sin escrúpulo alguno, en lo que conocemos como "circo mediático", siendo el máxime representante de esa clase de periodismo el ubicuo Tatum, que dosifica arteramente sus visitas en exclusiva -gracias a la inestimable colaboración del interesado y corrupto "sheriff" en plena campaña electoral- para sacar de todo ello el mayor provecho.
No deja títere con cabeza Wilder: salvo el pobre hombre atrapado y el padre de éste (abnegado, con fe en la ayuda que parece le dan, desoladamente solitario al final, mientras la turba se aleja, impávida, una vez más), el resto de los personajes son deleznables egoístas que, con base en el sufrimiento y las dificultades de un tercero, pugnan entre ellos, como perror rabiosos, para obtener la carnaza deseada, bien para engullirla, bien para venderla al mejor postor.
Lo triste de la historia que magníficamente nos cuenta Wilder sin asomo de comedia es que por desgracia su actualidad es palmaria y cualquiera puede hallar similitudes fácilmente, sin mayor esfuerzo, en los medios de comunicación de este siglo. Una lástima que la fuerza expresiva del relato wilderiano no haya hallado eco en su denuncia y haya caído en saco roto: es por ello que, a pesar de haber transcurrido ya más de medio siglo, su mensaje sigue vigente, y el personaje de Tatum, muy bien interpretado por Kirk Douglas (Hice mi carrera representando a hijos de puta [Personal quotes]), sigue ofreciendo, en la más variada forma, carnaza para quienes, sin reconocerlo, satisfacen su depravado morbo en la contemplación de las desgracias ajenas.
Película pues que no tan sólo ha soportado perfectamente el paso del tiempo, sino que podría estrenarse mañana mismo sin faltar un ápice a la actualidad.
Naturalmente, hallé bastantes obras que se refieren al tema, lo que no es extraño, dado que no pocos guionistas cinematográficos han tenido relación con el tratamiento informativo de cualquier hecho, vulgo noticias, y no pocos directores han mostrado su interés en el tema, incluso en varias oportunidades.
Uno de esos Directores (así, con mayúsculas) fue Billy Wilder , que se acercó al mundo del periodista, concretamente al que pertenece a la prensa escrita, en dos ocasiones: en 1974 dirigió el penúltimo "remake" de la excelente comedia de Ben Hecht y Charles MacArthur, que guionizó el mismo Wilder con la inestimable ayuda de su amigo I.A.L. Diamond, pariendo la mordaz crítica en clave de comedia Primera Plana (The Front Page ).
Anteriormente, en 1951, Billy Wilder, con la colaboración de Lesser Samuels y Walter Newman, guionizó libremente y en clave de ficción la historia de la postrera aventura de Floyd Collins y realizó una película muy dura, árida, que presentaba una crítica feroz de un tipo de periodismo que, por desgracia, todavía perdura: Ace in The Hole , que ocasionalmente tuvo el título de The Big Carnival, cuya traducción literal le da título en España, El Gran Carnaval, se tituló, en fase de preproducción, como The Human Interest Story.
Esta diversidad de títulos (Ace in the Hole se traduciría correctamente como El As en la Manga, haciendo referencia a su condición de as oculto, de trampa, de artificio), demuestra claramente que en todo momento la intención de Billy Wilder era la de hacer lo que eufemísticamente llamaríamos "Cine Denuncia", como era de esperar, sin abandonar por ello el marchamo de cine de calidad excepcional que acompaña a las obras wilderianas.
Para ello contó con la colaboración de un actor que siempre, en sus largos noventa años ya, ha destacado por su actitud independiente y beligerante con cualquiera de los llamados poderes fácticos: Kirk Douglas, que representa con su habitual eficacia a Charles "Chuck" Tatum, periodista, en un papel intenso y de ímprobo esfuerzo, pues aparece en casi todos los fotogramas de la película.
Tatum llega, a bordo de su descapotable remolcado por una grúa de un taller mecánico, a Albuquerque, en Nuevo Méjico, como quien dice, en medio de la nada para un tipo como él, acostumbrado a las grandes ciudades, cosmopolitanas, como Nueva York, Filadelfia, Chicago.
El inicio muestra perfectamente el tipo: entra en la redacción de un periódico y empieza a vender "su producto", él mismo, asegurando al editor que va a ahorrarse 200 dólares a la semana, porque él, afamado periodista, está dispuesto a trabajar en el periodicucho por sólo 50 dólares, cuando solía ganar 250.
Las frases que nos retratan a los personajes son increíbles, a día de hoy, con un ritmo asombroso (marca de la casa, claro) y digamos un par :
"Puedo tratar grandes noticias; puedo tratar pequeñas noticias; y sino hay noticias, salgo a la calle y muerdo a un perro."
"Miento: miento mucho; he mentido a tipos que usan cinturón; he mentido a tipos que usan tirantes; pero no soy tan estúpido como para mentir a un hombre que usa cinturón y tirantes al mismo tiempo: eso es ser precavido; seguro que lo comprueba todo. ¡Exacto!¡Por dos veces!"
Al cabo de un año, vemos a Tatum desesperado porque en Nuevo Méjico no pasa nada que le permita salir del pozo en que se encuentra, ávido de la noticia que le permita volver a las grandes tiradas nacionales, cuando con el fotógrafo se desplaza para cubrir una cacería de serpientes, a algún lugar remoto.
Durante el viaje por el desierto, Tatum le explica al ayudante su desesperación, fabulando lo interesante que sería la cacería de serpientes si éstas hubieran invadido Albuquerque:
"¿Te imaginas? Cien serpientes invaden la ciudad; matan a cuarenta un día; a los dos días, matan a treinta; ya sólo quedan treinta más, y no paramos de vender periódicos; a los dos días, han matado a quince; la gente no sale de sus casas por temor; todos leen frenéticamente, los periódicos, para saber si el problema está solucionado; luego matan a catorce, y la gente respira, pero falta una, falta una; todos están buscándola, y vendemos más periódicos; se organizan grupos para buscar a la que falta; nosotros seguimos vendiendo periódicos, explicando lo peligrosa que es la serpiente que queda.
¿Y, sabes donde está la serpiente que falta?
No, ¿donde? ¿qué le ha pasado?
La tengo yo en el cajón de mi escritorio y va a estar ahí, bien alimentada, hasta que interese.
¡Pero eso es ocultarla al público!
Tonterías: cuando se agote el filón, la matamos y la presentamos a la gente, con la gran noticia: los periodistas han conseguido lo que nadie: han acabado con la serpiente."
El personaje de Tatum, frente al bisoño ayudante, alardea de conocer la mejor forma de conseguir el premio Pulitzer, sacando a colación la historia -verídica- del reportaje referido a Floyd Collins, cuando ambos se encuentran, a medio camino, con un caso semejante: un hombre atrapado en una cueva.
Wilder hace una presentación modélica de los personajes de la historia liderada por Tatum: desde quien de forma honesta se preocupa por el hombre atrapado, hasta quien actuando poco honradamente saca partido de la situación, quedando la humanidad del desgraciado sepultado en una cueva en un segundo término, escaso valor sólo cuando es noticia interesante para cubrir la necesidad de morbo de quienes incluso de otros lugares lejanos vienen acomodándose en tiendas de campaña, rodeados de un verdadero circo y multitud de vendedores ambulantes, hasta los que permanecen absortos ante la radio, la televisión y los periódicos buscando sensaciones fuertes en la desgracia ajena, afán morboso del que los distintos medios de comunicación sacan pingües beneficios sin escrúpulo alguno, en lo que conocemos como "circo mediático", siendo el máxime representante de esa clase de periodismo el ubicuo Tatum, que dosifica arteramente sus visitas en exclusiva -gracias a la inestimable colaboración del interesado y corrupto "sheriff" en plena campaña electoral- para sacar de todo ello el mayor provecho.
No deja títere con cabeza Wilder: salvo el pobre hombre atrapado y el padre de éste (abnegado, con fe en la ayuda que parece le dan, desoladamente solitario al final, mientras la turba se aleja, impávida, una vez más), el resto de los personajes son deleznables egoístas que, con base en el sufrimiento y las dificultades de un tercero, pugnan entre ellos, como perror rabiosos, para obtener la carnaza deseada, bien para engullirla, bien para venderla al mejor postor.
Lo triste de la historia que magníficamente nos cuenta Wilder sin asomo de comedia es que por desgracia su actualidad es palmaria y cualquiera puede hallar similitudes fácilmente, sin mayor esfuerzo, en los medios de comunicación de este siglo. Una lástima que la fuerza expresiva del relato wilderiano no haya hallado eco en su denuncia y haya caído en saco roto: es por ello que, a pesar de haber transcurrido ya más de medio siglo, su mensaje sigue vigente, y el personaje de Tatum, muy bien interpretado por Kirk Douglas (Hice mi carrera representando a hijos de puta [Personal quotes]), sigue ofreciendo, en la más variada forma, carnaza para quienes, sin reconocerlo, satisfacen su depravado morbo en la contemplación de las desgracias ajenas.
Película pues que no tan sólo ha soportado perfectamente el paso del tiempo, sino que podría estrenarse mañana mismo sin faltar un ápice a la actualidad.
Magnífica reseña, compa Josep, de una peli que no he visto, pero a la que habrá que echarle una mirada tranquila más pronto que tarde -por cierto, cómo me recordaba el episodio del hombre atrapado al caso real de aquella niña colombiana, Omaira, que falleció víctima del volcán Nevado del Ruiz, allá por los años 80, y esas imágenes espeluznantes de la cría hablando poco antes de morir atrapada entre cascotes-. Si está en el ajo el amigo Wilder, seguro que el vitriolo al que haces referencia chorrea por el celuloide en cantidades industriales.
ResponEliminaUn abrazo.
P.S. sigo estando en deuda "solidaria" contigo, no creas que lo echo en olvido...
Como Wilder es uno de mis dioses, Josep, no hace falta decir que esta es una película magnífica, con un guión demoledor, como suele ser habitual en él, aunque tuvo que modificar y edulcorar el final, debido a los problemas con la censura (habituales en él, también), pero aparte de eso no ha perdido para nada su mala idea, y el caso -efectivamente- recuerda al de la niña que menciona Manuel. De hecho hasta se versionó en Los Simpson, como buenos cinéfilos que son.
ResponEliminaAmigo Manuel, no te arrepentirás de ver esa película, que demuestra a las claras la forma de pensar de Wilder, mordaz y caústico, sin las concesiones al humor brillante de sus trabajos posteriores en colaboración con I.A. L. Diamond, probablemente buscando mayor suavidad en los demoledores mensajes de sus guiones.
ResponEliminaUn abrazo.
No te falta razón, Alicia, al señalar los problemas de censura: incluso parece ser que la multitud de títulos se debe a la búsqueda del público, poco acomodaticio y proclive a pagar por ver cómo alguien, con tino, destapa las vergüenzas populares, ya que la película, con centrarse en el periodista y su presa, no deja de señalar la morbosidad del público al que se nutre de sensaciones fuertes en piel ajena.
ResponEliminaCiertamente, como señalais ambos, amigos, la historia se repitió y por desgracia, no será la última la que indicais.
Saludos.