Carregant el Bloc...

dilluns, 30 de novembre del 2009

Isabel, ¿No tienes novio?




Cuando uno se enfrenta a un clásico sin concesiones, de repente, al iniciar lo que pretende ser únicamente un comentario divulgador por si hubiera algún cinéfilo que no haya tenido en suerte la ocasión de disfrutar la obra objeto del mismo, siente el llamado pánico de la hoja en blanco.

¿Cómo puede un aficionado impeler a otros a visionar una película con más de cincuenta años de vida, sin repetir conceptos ya divulgados por mejores plumas?

Por suerte, las obras maestras lo son por su atemporalidad, su vigencia, su incontestable calidad al escudriñar el alma humana y ésta, mal que nos pese, tampoco ha cambiado tanto con el paso del tiempo.

Juan Antonio Bardem, nacido en 1922 en el seno de una familia de artistas, pronto sintió la llamada del cine como elemento integrador de múltiples artes y perfecto medio de comunicación de ideas; con su compañero de estudios y amigo Luis García Berlanga escribió una ácida comedia, Bienvenido Míster Marshall {2}, dirigida por el segundo en 1953.

Ambos amigos tenían ide
as parejas, pero así como Berlanga se inclinaba por la farsa crítica, aprovechando su innato olfato para el humor, como ya hemos visto aquí, Bardem prefería un tratamiento serio, casi trágico, de la realidad que observaba a su alrededor.

No deja de ser curioso que Bardem se inspirara en una pieza de Carlos Arniches , La Señorita de Trévelez, escrita y estrenada a principios del siglo pasado, dotada de un profundo sentimiento tragicómico, para escribir el guión de su quinta película, en un momento en el que un artista siente la máxima responsabilidad, ya que su cuarta película, Muerte de un ciclista , obtuvo enorme y merecido reconocimiento internacional.

Juan Antonio Bardem apenas podía ocultar sus simpatías por la ideología comunista en una época en la que en España la libertad de pensamiento era una utopía; ello, unido a sus innegables dotes como cineasta y sus éxitos como tal, ha comportado una serie de interpretaciones afines ideológicamente que, en opinión del que firma, reducen considerablemente la gra
ndeza de Bardem como Cineasta con mayúsculas. Porque sin poner en duda las intenciones de Bardem al realizar su película, lo cierto es que, pasada esa época tan lejana para muchos, su película permanece en pie, fresca y actual.

Me refiero a la que para mí es la obra cumbre de la filmografía de Bardem, película titulada Calle Mayor, cuyo rodaje se inició a primeros de 1956 en la ciudad de Palencia y se estrenó el 5 de diciembre del mismo año en el desaparecido cine Windsor de Barcelona, ciudad por aquel entonces menos timorata que la provinciana capital del estado, Madrid, porque, supongo, el provincianismo denunciado parecía más apaciguado por estos lares. Memeces, dirá alguno.

No tanto: abre la película una voz en off -recurso habitual en aquella época- que, propiciada por la omnipresente censura, dice:

"Una pequeña ciudad de provincias.
Una ciudad cualquiera...
en cualquier provincia...
de cualquier país.
La historia que está a punto de comenzar...
no tiene unas coordenadas geográficas precisas."

Y, mientras escuchamos esa retahíla de eufemismos que pretenden despistar, vemos la inequívoca configuración de la ciudad de Cuenca y sus únicas casas colgantes.

Una vez más, el cineasta burla de la censura.

Se inicia la trama mostrando una macabra broma: un féretro y sus pertrechos son entregados de madrugada en casa del filósofo Don Tomás (René Blancard, que comparece gracias a la co-producción francesa) quien, a los pocos días, recibe en la biblioteca del Círculo Local a Federico Rivas (Yves Massard).

Federico es el editor de una revista, Ideas, y se ha trasladado desde Madrid hasta esa ciudad provinciana intentando convencer a Don Tomás para que colabore como escritor; éste se niega aduciendo que ya ha publicado sus obras completas y que ya nada le queda por decir, asegurando amargamente que nadie está ya interesado en lo que pueda escribir. La conversación se ve interrumpida por el grupo de amigotes (ya no son unos jovenzuelos: son hombres adultos) que espera a Federico. Sabemos y entendemos que Don Tomás no ignora que esos tipos son los autores de la broma.

Se aburren, dice, en tono decepcionado; ellos van por ahí, en su ciudad, mientras yo hago la siesta en esta biblioteca: es el lugar más tranquilo.

Conviene no olvidar esa escena, porque resume brevemente la diatriba que Bardem lanza contra la sociedad de aquella época, una acusación que en lo fundamental sigue inalterable. El intelectual de la ciudad, Don Tomás, viéndose vejado por un grupo de gentes que, acabada su jornada laboral, dedican su tiempo libre a divertirse a costa del prójimo mientras la bien surtida biblioteca se halla desierta de lectores que puedan aprovechar los conocimientos a su alcance.

Federico se despide de Don Tomás, motivo de su viaje, y acompañado de Juan (José Suárez ) se une al grupo de "graciosos" formado por Luis (Luis Peña [Suárez y Peña coincidieron años más tarde en la interesante A tiro limpio {5}]), Pepe "el calvo" (Alfonso Godá), el "Doctor" (José Calvo) y Luciano (Manuel Alexandre {1} ). Son hombres adultos, algunos incluso casados, todos con profesiones muy respetables en la pequeña ciudad de provincias. Se reúnen cada día a tomar copas, jugar billar y acaban en ocasiones en el "barrio viejo", en el bar de Pepita, a tomar más copas, jugar a los naipes y, quizás, pasar el rato con alguna prostituta en el desván.

Federico se muestra sorprendido de la amistad de Juan con esos botarates: Juan abandonó su vida en Madrid para trabajar en el banco local y cifra su futuro en ascender de puesto, quizá casarse con una chica con dinero y mientras tanto para consolar su soledad de extraño en plaza se ha integrado en el grupo. Mientras pasean se encuentran con la esposa del jefe de Juan que viene de rezar la novena en la catedral acompañado de una joven, Isabel Castro.

Isabel es una chica de treinta y cinco años que vive con su madre. viuda de militar, y una chacha (Matilde Muñoz Sampedro, madre de Bardem, secundaria del cine español con largo recorrido, que coincidió con Alexandre, entre otras, en la película El señor de La Salle {4}, a cuyo preestreno en Barcelona quien suscribe asistió personalmente [pero eso ya es otra historia]).

Isabel representa un tipo de mujer frecuente en la posguerra española: con estudios elementales por bagaje, su preparación ha consistido en aprender lo necesario para ser una buena esposa y madre; pero ha pasado el tiempo y ha visto cómo sus compañeras de colegio han ido casándose y creando prole mientras ella permanece soltera. Una solterona, adjetivo deleznable que significaba el fracaso de una vida, un estigma social que apartaba cualquier pretendiente: sólo un extraño se atrevería a buscar su compañía, pues ya en la Calle Mayor, lugar de paseo ida y vuelta, todos la tienen catalogada como solterona y no propicia interés alguno.

El grupo de desalmados fija su atención en Isabel como objeto de una broma despiadada: uno de ellos deberá cortejarla, suscitar su amor, y dejarla plantada así se enamore. Le tocará a Juan llevar a cabo la cruel hazaña.

Bardem toma prestada la idea de Arniches pero elimina cualquier atisbo de farsa; no hay ninguna escena de humor en su excelente guión; los actos del grupo de energúmenos tampoco suscitan la risa, porque su conducta es chulesca: Luciano la emprende a patadas con la pianola, totalmente borracho, pero las risotadas de sus compañeros no se contagian al espectador; su conducta es infame, puro machismo añejo, desdeñando a sus esposas que están en casa aguardando que el hombre regrese ebrio y violento, gritando como lo hace por las solitarias y calladas callejuelas que atienden al alba. Eso sí: al día siguiente, a mediodía, todos pasearán muy recios y distinguidos por la Calle Mayor cargando los pastelillos típicos {7} de la ciudad, muy formales, hasta que, de nuevo al atardecer, den rienda suelta a sus más bajos instintos.

Isabel (interpretada por la actriz norteamericana Betsy Blair, que acababa de obtener gran reconocimiento por su trabajo en Marty {6}, contratada por Bardem al encontrarse ambos en el Festival de Cannes de 1955, realizando la que quizás sea su única gran actuación como protagonista -cayó en desgracia por sus ideas gracias a las listas negras de McCarthy en los U.S.A.- ofrece una interpretación magistral, contenida y llena de matices en la mirada) cuya ilusión es contraer matrimonio y ser madre, caerá en la red tendida por Juan y se comportará, a sus treinta y cinco años, como una colegiala adolescente enamorada, incapaz de sospechar la malévola trama que la tiene a ella por objeto.

Bardem trasciende la mera anécdota que representaría la escenificación de esa atroz burla: mediante un lenguaje cinematográfico sobresaliente consigue que el espectador, mirón al fin y al cabo, esté al corriente de los caracteres envueltos en la espiral de engaño: sabremos de las ilusiones de Isabel, de su cándido enamoramiento, de su ilusión porque ¡al fin! su vida cobrará sentido. Las luces altas que la retratan, la mirada amorosa a unas entradas de cine -la primera sesión acompañada de un hombre- y la forma con que juega con ellas, juntándolas; su incesante y excitada conversación con Juan chocarán con la adustez de él, retratado sombríamente en su recámara de la pensión donde vive; su angustia al saber que lo que hace está mal; su incapacidad de dar al traste con la martingala, sometido a sus crueles amigotes.

La época en que se rodó la película marca en parte su desarrollo: de entrada, apenas iniciado el rodaje en Palencia, una denuncia dio con los huesos de Bardem en los calabozos de la Brigada Social de la Policía Nacional en la Plaza del Sol madrileña; por suerte, Betsy Blair aseguró que no iba a rodar nada si Bardem no estaba en el plató y la presión del mundo artístico internacional obró milagros; libre Bardem, recogió los bártulos y siguió el rodaje de esa Calle Mayor en los soportales de Logroño y exteriores en Cuenca. Bardem retrata una España provinciana marcada, como dice al principio Don Tomás, por el paseo diario de los seminaristas (de tres en tres), las campanadas horarias de la catedral y el paseo por la Calle Mayor, esa calle que tantas ciudades españolas aun tienen y que entonces, cuando la tele ni existía, era la arteria por donde fluía la ciudad, sus habitantes paseando arriba y abajo, incesantes, saludos por doquier y encuentros educados, en ocasiones interesados: la vida pública conformada por la privada, la presunción galana, los dimes y diretes al orden del día y ocasionalmente las procesiones religiosas.

Bardem configura un fresco de la España de los cincuenta poniendo en solfa los defectos de la época con todo lujo de detalles, guiños al espectador de entonces y al de ahora que los llegó a conocer. Pero la grandeza de su película sobrepasa el tiempo al crear unos tipos que persisten: gentes con escasa ética que satisfacen su egoísmo buscando la diversión aun a costa de perjudicar a otros; hombres que desdeñan a la mujer colocándola en un sustrato inferior al propio; esposos que satisfacen su lujuria con prostitutas mientras la cena les espera en la mesa; contemplan a la mujer como ser sujeto a su deseo, sea éste lúbrico -usar y tirar- sea cruel: la burla de Isabel, sin importar sus sentimientos.

Resulta interesante que los sujetos de las bromas de esos ineptos sean el intelectual de la ciudad y la pobre solterona: ambos seres solitarios; el uno en su eremítica biblioteca, lugar de saber que nadie frecuenta y ella, acompañada únicamente por su sueño de realizarse como mujer casada y madre.

Frente a la engañada Isabel su verdugo Juan se nos muestra como inane cobarde que ni siquiera se atreverá a terminar con la situación: el intelectual Federico, reclamado por Juan en urgente telegrama para que le ayude a deshacer el entuerto, le espetará: no creo que vayas a suicidarte: eres demasiado cobarde.

Isabel desea el cambio: sus acostumbrados paseos en la estación para ver partir el tren hacia un destino lejano indican la insatisfacción de su vida, transcurriendo monótona sin futuro halagüeño, cercenada la posibilidad de trabajar por el qué dirán ¡eres una señorita, Isabel! sólo tiene una salida; y ahí aprovecharán los desalmados para burlarla.

Federico toma conocimiento de la burla y apremia a Juan a esclarecerla; confía el secreto a Don Tomás mientras le asegura que esa ciudad provinciana le parece reflejo de la sociedad española del momento: los bárbaros mal educados se divierten a costa de sus semejantes. En la capital, con tanta gente, esas acciones pasan desapercibidas: en la Calle mayor, todos lo sabrán, tarde o temprano. Choca que Federico, el intelectual, llegue a las manos al recriminar a los golfos, que se precian de su incultura, su actitud insultante y despreciativa para con Isabel.

Poco podía pensar Bardem hace ya más de cincuenta años que el maltrato infligido a las mujeres acabaría siendo noticia usual y que las generaciones posteriores fracasarían en su formación y seguirían reproduciendo una y otra vez esa conducta machista en la que la mujer es relegada a mero objeto de iras y burlas, perpetuando una inaceptable relación de poder en la que algunos tipejos sin escrúpulos disponen a su voluntad de las mujeres, vejándolas, dando muestra de su cobardía.

Mujeres de toda clase, como bien apuntó Bardem al presentar a Juan como deseo amoroso no tan sólo de la desafortunada Isabel si no también de la desgraciada Tonia (Dora Doll) que le espera en sus noches de juerga; un Juan que acabará huyendo ante su infame hazaña, incapaz de solventar ni reparar el daño causado a una Isabel que acabará mostrando una fortaleza impensada: ella permanecerá bajo la lluvia que llora por ella mientras los estúpidos sueltan una risotada que augura escaso arrepentimiento y voluntad de reincidir.

Calle Mayor concurrió al Festival de Venecia de 1956, en cuyo jurado se hallaba Luchino Visconti {3} y consiguió el Premio de la Crítica, no pudiendo recibir Betsy Blair premio alguno por su labor al ser presentada la película doblada al castellano; por cierto, merece destacar la excelente labor de la dobladora Elsa Fábregas.

Bardem realiza en poco más de hora y media una profunda radiografía de la España de la época y la excelencia de su trabajo cinematográfico, en un acertadísimo blanco y negro, persiste en la retina del espectador acabado su visionado; el mensaje que transmite, lejos de quedar obsoleto, permanece actual gracias tanto al buen trazo de los personajes que se halla en el fantástico guión como en unas costumbres que con ligeras variantes han continuado, en el mismo lugar pero en otra época, sucediéndose con demasiada frecuencia.

De visión imprescindible, para disfrutarla una vez más o para descubrirla, evidente muestra que el cine español alberga en su seno alguna que otra obra maestra realizada con pocos medios y mucha inteligencia.


Vídeo.




p.d.: Los números entre corchetes corresponden a las pistas del último examen de cinefilia.


p.d.2: Vivian escribió en su día un magnífico comentario, cuya lectura pospuse hasta acabar con el mío. Recomiendo su lectura, aquí.


22 comentaris :

  1. La ví, compa Josep, hace muchos años (y no tengo, pues, un recuerdo muy claro de sus detalles), pero sí que la tengo considerada como una auténtica obra maestra, que me impactó tremendamente en su momento. Después de leer tu texto (por el que no puedo más que felicitarte y darte las gracias), no me dejas mucha alternativa: habrá que echar mano de ella y revisarla...

    Un fuerte abrazo y buena semana.

    ResponElimina
  2. Una película que vi con tremenda angustia. De lo mejor del irregular Bardem, desde luego, si no lo mejor, una excelente muestra de terror, o tortura, psicológicos y una perfecta radiografía de las miserias morales de un país en blanco y negro. Miserias de las que, por cierto, no nos hemos librado del todo. Incluso, yo diría que en su mayor parte siguen ahí. La película, en ese sentido, me parece, en cierto modo, actual.
    Saludos.

    ResponElimina
  3. Un pequeño inciso antes de que se me vaya el baifo, cuando vuelvas a angustiarnos con tus retorcidos juegos haznos un pequeño favor (al menos a mí) Pon al menos el cartel del camino. Es decir. Se trata de una peli española, una peli inglesa, una peli americana...¡releche!
    ¡Es lo mínimo! ¿no te parece?...Bueno, esta tarde leeré tranquilamente el post, que ya se de antemano que me va a gustar. ¡Ale!
    Un abrazote.

    ResponElimina
  4. La verdad, Manuel, es que hacía mucho tiempo que no la revisaba, y me ha sorprendido lo bien que se ha conservado en todos los aspectos, porque tiene muchísimos detalles que no caben en un comentario tan breve, que hacen muy disfrutable su detenido examen.

    Un abrazo.

    ResponElimina
  5. Desde luego, Alfredo, para mí la mejor de Bardem, que poco después inició un declive poco imaginable.

    Su actualidad me resulta dolorosa porque sí, hemos avanzado en las libertades generales, pero esos ámbitos individuales siguen con unos estereotipos demasiado semejantes: sólo parece haber cambiado la forma, pero no el fondo.

    Saludos.

    ResponElimina
  6. ¡Hombre, Antonio! No me digas que conoces muchas películas inglesas o americanas en las que participe Manuel Alexandre, que era la primera pista...

    A ver si resultará que no jugaste al ahorcado de jovencito... jejeje..

    Un abrazo.

    p.d.: Espero que, por lo menos, te interese a verla de nuevo.

    ResponElimina
  7. Una de mis películas favoritas del cine español, Josep, a la que prefiero mucho más que Muerte de un ciclista. Me encanta el personaje de Betsy Blair, que lo hace de maravilla, dándole un montón de matices, y el retrato de la pequeña ciudad de provincias es implacable.

    ResponElimina
  8. En primer lugar, buahhh, buahhh, estoy llorando, tirándome de los pelos, y, si no fuera por mi integridad física, patalearía y me tiraría al suelo del berrinche, como las niñas pequeñas, jajajaja.
    ¡Era Calle Mayor! Te aseguro que leí las pistas, dos veces, pero nada, no se me ocurría nada, aunque en mi defensa he de decir, que no sé por qué, empecé a leer las pistas pensando en películas americanas, y como no conseguí descifrar ninguna, no puede salir de mi error.

    Tu entrada, un lujazo para cualquier cinéfilo, toda una invitación para verla a los que no lo hayan hecho todavía y un magnífico recordatorio para los que la vimos y disfrutamos con ella, una joya de nuestro cine, sin duda.
    Por cierto, gracias a esta película, descubrí "Marty", otra película cien por cien recomendable.

    Me gustaría, para finalizar, recomendarte una película que me recomendaron no hace mucho, con un argumento con muchos puntos comunes con el de ésta, “Cielo Negro” de Manuel Mur Oti.

    Muchas gracias por enlazarme en la entrada, todo un honor, de verdad.

    Un abrazo muy fuerte.

    ResponElimina
  9. Un punto de partida, el de la broma de amigos para enamorar una mujer, tantas veces visto y la mayoría de las veces, tan mal resuelto. Y como, de ese punto de partida del que otros han hecho verdaderas estupideces, se puede hacer una obra maestra.

    Una abraçada

    Es una lástima que los temas tratados sean aún de tanta actualidad, esta visto que el hombre no cambia.

    ResponElimina
  10. Una obra maestra sin paliativos, y un comentario digno de ella, Josep. La peli lo merece con todos los honores.
    ¡Qué maravilla de secuencia la que insertas!¡Ese impulso reprimido por volver la vista hacia donde está él!
    Hay que volver a verla, sin duda.
    ¡Qué bueno poder decir con todo el orgullo del mundo que también hay un cine español digno de figurar en los mejores lugares del medallero!
    Un abrazote.

    ResponElimina
  11. "[...] tiene muchísimos detalles que no caben en un comentario ¡¡¡TAN BREVE!!! [...]"

    Dime que es un chiste, compa, que, si no, me suicido, así, sin más...

    Un fuerte abrazo.

    ResponElimina
  12. No me extraña nada el favor que le dispensas, Alicia, porque coincido contigo en ello; también me maravilla la expresividad de Betsy Blair, que para mí realiza la actuación de su vida, seguramente porque nunca más tuvo un papel protagonista en el que demostrar sus innegables dotes.

    Saludos.

    ResponElimina
  13. Jajaja, Vivian: en primer lugar, te digo lo que a Antonio: ¿acaso no viste a Alexandre en la primera pista? ¿películas americanas, en las que entre plano y plano comían alajú? Ayayayay...

    No podía menos que enlazar tu entrada con la mía, ya que tu le das un aire que yo no sería capaz.

    Marty está en la lista de espera para una revisión tranquila, pero me apunto esa que señalas de Cielo Negro...

    Un abrazo.

    ResponElimina
  14. Es cierto, Antonio: en demasiadas ocasiones olvidamos que en nuestro cine hay alguna que otra joya, aunque ya pertenezcan al siglo pasado...

    Celebro que te haya abierto el apetito de volver a verla: Bardem da un recital de buena caligrafía cinematográfica y, habiéndola visto anteriormente, se disfruta más.

    un abrazo.

    ResponElimina
  15. Jajaja...

    ¡Manuel: no me tires de la lengua!

    Ya me conoces y sabes lo verborreico que puedo llegar a ser....

    Por eso he preferido insertar ese vídeo antes que entrar en descripciones de la estupenda forma de rodar de Bardem.

    Claro que también podría empezar a formular disquisiciones del tipo de:

    ¿Os habeis dado cuenta que el apellido de Isabel, que es Castro, es el mismo que el personaje principal de Mi Querida Señorita, que es Adela Castro, y que cuando ésta pasa a ser un hombre toma el nombre de Juan? ¿Casualidad?

    No creo en la casualidad cuando hablo de cine...

    Ya me callo, ya....

    Qué bueno tener comentaristas con sentido del humor...

    Un abrazo.

    ResponElimina
  16. Veo, Alma, que llegamos a la misma conclusión: defines muy bien tanto la esencia de la película como de mi intención al comentarla.

    Supongo que la maestría de la película se debe en buen parte a su lamentable actualidad, pero eso ocurre con demasiadas.

    Una abraçada

    ResponElimina
  17. Ya te lo apunte vía mail, por aquello de que reconocieras en rpivado mi éxito en el concurso de cinefilia (sonrío) una de mis películas favoritas, una de esas que habré visto decenas de veces.
    Y tu entrada, EXCELENTE.

    ResponElimina
  18. peliculón....

    Muy buen blog, y mucho bueno cine¡¡¡

    ResponElimina
  19. Ya habrás visto, Raúl, que de reconocimiento en privado nada de nada: los éxitos hay que airearlos bien...

    Si mi comentario te ha gustado, siendo como apuntas un buen conocedor de la película, no puedo menos que estar muy satisfecho: muchas gracias.

    Saludos.

    ResponElimina
  20. Bienvenido, Juan: celebro que estemos de acuerdo en la película y que te haya gustado este rincón.

    Saludos.

    ResponElimina
  21. Acabo de utilizar el índice de tu blog para encontrar esta entrada; joder, que herramienta más fantástica.
    Al respecto (y con eso te doy una pista de mi película del jueves) quería preguntarte si consideras que existe una relación argumental (incluso de fuentes) entre la película de Bardem y la Fellini, anterior a ésta por 3 años. Ya sabes a qué pregunta me refiero, seguro.
    Un abrazo.

    ResponElimina
  22. Me pones en un brete, querido Raúl: pero sí; cuando me documenté para esta entrada, leí -no recuerdo donde- que la de Fellini de alguna forma inspiró ciertos personajes de la presente, aunque los de Fellini son superiores en dibujo e interpretación, claro.

    Ya deseo que llegue el jueves....

    Y no te puedes imaginar el curro que significó construir ese índice para que se pudiera publicar en blogger...

    Un abrazo.

    ResponElimina

Los comentarios son lo mejor del blog. ¡Gracias de antemano por tu colaboración!
(Comentarios publicitarios son borrados sin dudarlo.)

Print Friendly and PDF
Aunque el artículo sea antiguo, puedes dejar tu opinión: se reciben y se leen todas.