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dimarts, 7 d’abril del 2020

El socio silencioso







El canadiense Oscar Peterson juntó a sus colegas Benny Carter, Zoot Sims, Clark Terry, John Heard, Grady Tate y Milt Jackson con el fin de grabar la banda sonora que él mismo había compuesto para una película canadiense titulada The Silent Partner, titulada en España como Testigo silencioso, dirigida por el también canadiense Daryl Duke que se apoyaba en un excelente guión escrito por el californiano Curtis Hanson a partir de una novela de Anders Bodelsen.

Curtis Hanson estaba finalizando su fase de aprendizaje bajo la tutela de Roger Corman (en la que no tuvo mucho éxito comercial ni como guionista ni como director) y cabe suponer que alejado de las prisas de la factoría Corman pudo pergeñar con tranquilidad una pieza que con la complicidad de Daryl Duke ha sido una sorpresa inesperada para este comentarista que se afanó en buscarla después de elegir al azar un vinilo de los varios de.... mira: Oscar Peterson... ¡este! ¿una banda sonora? ni me acordaba....: The Silent Partner

El disco es excelente muestra de la sabiduría jazzística de Peterson y ahora lo trataré si cabe con más cariño porque me ha descubierto una película muy interesante que además de permanecer como buen representante del thriller también es vivo ejemplo de los usos y costumbres de una sociedad de hace cuarenta y dos años ya. Entre otras peculiaridades, la de usar buena música de jazz para acompañar las películas.



Resulta curioso que los máximos responsables sean canadiense y californiano, porque los protagonistas masculinos son a su vez del mismo origen y las dos mujeres que comparten escenas son la una canadiense también y la otra, inglesa de pura cepa. He decidido que nada más voy a contar de las personas reales que vemos en pantalla y recomiendo ni siquiera buscar fotos ni datos de la película, porque a priori desvelarían aspectos que quizás disminuirían el interés que la trama suscita: si se fían de mi palabra y opinión, pueden leer lo que siga pero no busquen más que la película, porque vinilos ya no creo que encuentren....

La trama gira en torno a una buena cantidad de dinero que se convierte en acicate para una serie de actos inusuales que a su vez nos muestran distintas personalidades de hombres y mujeres que mezclan sus apetencias económicas con las sexuales y las sentimentales y no todo por el mismo orden ni siempre en la justa correspondencia, rechazando una literalidad lineal en la forma en que afortunadamente se producía en muchas ocasiones el cine en la década de los setenta del siglo pasado: en esta película la moralidad es vacilante, débil y confusa, reflejo de la vida misma y la inteligencia de los personajes alterna su apariencia en extremos que van de la sagacidad a lo siniestro y la incertidumbre es la sensación más persistente en el ánimo sobrecogido del espectador que en ocasiones entiende ha advertido un avance de la trama que pasó desapercibida por algún personaje hasta que comprendemos que nos hemos pasado de listos.

La gran virtud de esta película es que no hace trampa porque desde los primeros minutos ya hemos advertido que tanto Curtis Hanson como Daryl Duke han preparado muy a fondo el desarrollo del guión: resulta evidente que ambos colaboraron también en la confección del guión técnico (no olvidemos que Curtis muy pronto empezaría a tener reconocimiento como director) porque son muchas las escenas "mudas" en las que se nos explican motivaciones e intereses de los personajes: una cámara bien situada, un encadenamiento de planos útil y preciso; un montaje excelente que mantiene el ritmo y unas actuaciones estimables de cuatro intérpretes que otorgan verismo y naturalidad a unos personajes que no están cortados por ningún patrón, que son variables -o nos lo parecen- como puede serlo cualquier vecino, unos tipos que toman decisiones meditadas en un juego del ratón y el gato que no sabemos cómo acabará, porque hay una cierta dejadez en la observación de normas morales admitidas socialmente como válidas para construir una comunidad pacífica que modifica el aprecio y simpatía que pueda suscitarnos un personaje u otro cuyos hechos implican unas conductas morales cambiantes que se adaptan o modifican conforme la rocambolesca trama avanza tranquilamente -es un decir- hasta su conclusión una hora y tres cuartos más tarde que se nos pasa como si nada

La construcción de las secuencias y su desarrollo cinematográfico es impecable y Daryl Duke logra empezar el relato con su cámara contándonos algo que va a ir aumentando de interés paulatinamente, sin bajón alguno, en un creciente interés que nos pega a la butaca hasta el final por momentos incierto: la relajada moralidad de los personajes se incorpora como un elemento de suspense importante ya que puede alterar y condicionar su respuesta a hechos inesperados y cambiantes y en consecuencia provocar que la trama tome caminos impensables a priori pero no por ello menos faltos de una lógica omnipresente que respeta en todo momento la inteligencia del espectador atrapado sin remedio su interés en unas aventuras criminales que además se basan en las complejidades humanas de unos tipos muy alejados del estereotipo habitual de algunas películas que simplemente son de buenos y malos: aquí, el maniqueísmo está fuera de lugar.

Me quedo con las ganas de comentar algunas escenas que me parecen modélicas en su caligrafía cinematográfica, momentos en los que por ejemplo apreciamos cambios de actitud, dudas, decisiones y planificación de estrategias, así como arrebatos de cólera a causa de frustraciones inesperadas, todas ellas sin mediar palabra alguna, gestos elocuentes muy bien ejecutados por intérpretes metidos hasta el tuétano del personaje y todo debido a la gracia y buen hacer de un director que sabe lo que tiene entre manos y sabe contarlo con su cámara. Una delicia inesperada que lamento no haber visto donde debía, en el cine de pantalla grande.

Una joya setentera que con toda seguridad sorprenderá a más de uno si se aviene a seguir mi consejo: no te la pierdas o lo lamentarás. Del disco, igual que de la película, puede que haya por ahí alguna copia digitalizada.

Imperdible, también, para cualquier aficionado al jazz: pero eso ya lo sabían.


p.d.: Cuidadín con leer los comentarios si no se ha visto la película. Mejor no leerlos.






4 comentaris :

  1. Es una película que recuerdo bien, pesar del tiempo que no la veo. Creo recordar algunas escenas puntuales. Las dos mujeres representan dos interesantes estereotipos. Una parece ser más seductora, más intrigante. No tanto la otra. Pero la película tiene varios puntos de giro.
    Saludos.

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    1. Para mí ha sido una buena sorpresa, Demiurgo; el hecho que la recuerdes después de tiempo parece indicar que te agradó lo bastante, esas dos mujeres tienen una personalidad definida y ambas ostentan independencia y fortaleza y saben a lo que van: no son meros floreros, desde luego.
      Un abrazo.

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  2. Muy buena película, con Plummer atracando un banco vestido de Papa Noel como el psicópata de la excelente novela de Fredric Brown "El asesinato como diversión". La verdad es que la idea del personaje de Elliot Gould de reservarse una parte del botín antes del atraco parecía genial, pero siempre hay cabos sueltos.
    Conocía a Oscar Peterson de un tema que le gustaba mucho a mi padre: "Canadian Suite."
    Saludos, Josep!
    Borgo.

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    1. Ya veo que tu padre tenía buen gusto en la música, Borgo. Yo no sabía de la existencia de la película y ha sido una suerte verla ahora. Esos personajes están muy bien perfilados y estupendamente interpretados. Claro que el guión les ayuda y les ofrece posibilidades.
      Un abrazo.

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