La primera y mejor película de Allen Smithee
Probablemente todos ustedes, cinéfilos en mayor o menor grado, se habrán topado en alguna ocasión con el nombre de Allen Smithee como referencia pero probablemente también es posible que nunca hayan tenido la oportunidad de ver una película dirigida por Allen Smithee y estoy en posición de asegurarles que pueden ver sin temor la primera que se estrenó, allá por 1969, en su título original Death of a Gunfighter y entre nosotros con el afortunado título de La ciudad sin ley.
De momento, situémonos un poco fijándonos en que ni su guionista Joseph Calvelli ni el autor de la novela base de la trama Lewis B. Patten gozan de más créditos que sus intervenciones como literatos en diversos productos televisivos y en esta película que produjo la Universal Pictures en Technicolor pero sin gastarse muchos cuartos en el asunto, como se observa casi de inmediato en la paupérrima iluminación y tratamiento del material base dando como resultado un aspecto de producto televisivo traspasado luego al cine (la Universal ya lo había hecho anteriormente, en una película que tiene alguna relación con ésta y que habíamos comentado ya por aquí) aunque el formato grande, 1.85:1 no cupiese en los televisores de la época ciertamente; de modo que ya desde el inicio hay una cierta sensación de híbrido, de incongruente, porque a pesar de la sensación de escaso presupuesto ya desde los títulos de crédito el cinéfilo puede tener la certeza que quien está dirigiendo sabe mover la cámara y fijarla en lo que interesa contando con imágenes la realidad de un pueblo del oeste que vive la llegada de los tiempos modernos, no en vano el ferrocarril transita por su calle y algunas casas disponen de electricidad mientras otras todavía se iluminan con quinqués, como las dependencias del sheriff de la ciudad, Frank Patch (interpretado por Richard Widmark de forma muy convincente), que inicia su ronda nocturna para comprobar que todo está en orden y acaba por repeler a tiros una agresión en emboscada de un tipo medio borracho.
Matar a tiros a la gente no es visto con buenos ojos por el concejo de la ciudad en los albores de un cambio que se antoja próximo, un advenimiento de la modernidad que representará lucro para algunos y beneficios para otros y ése sheriff tan expeditivo empieza a ser visto más como una molesta antigualla que como el salvador del orden que fue contratado veinte años atrás.
Uno empieza a sorprenderse cuando en los títulos de crédito ha visto el nombre de Allen Smithee como director y luego la sorpresa va a más porque la trama lleva cargas de profundidad y las relaciones interpersonales se enriquecen paulatinamente conforme avanza la narración y cada carácter engrosa su psicología con palabras, gestos y actitudes que cambian de unos a otros y también en cada situación compartida, ofreciendo un mosaico que goza de veracidad por su creciente complejidad.
El director nos ofrece a cuentagotas diversos momentos que puntúan la trama, que son escalones que nos hacen avanzar en el conocimiento de los personajes, de sus relaciones entre ellos, sus deseos y ambiciones, sus lamentos por un pasado que no pueden olvidar, sus pecados que lastran su vida y el mayor problema, como dice uno de ellos, es que el sheriff sabe todo de todos: ése maldito guardián del orden es la memoria viva de toda la podredumbre de los gentilhombres de pacotilla que conforman el ayuntamiento y que a toda costa pretenderán zafarse de su presencia con la excusa que en una ciudad moderna ya no hacen falta tales modos expeditivos para avanzar hacia la civilización.
Hay en el conjunto una creciente sensación de hipocresía por parte de los que quieres librarse del sheriff con la excusa de su atávica forma de entender la vida porque precisamente ese molesto Frank Patch está muy por encima de ellos por su amplitud de miras que constan en una mirada cansada que deja hacer y que perdona incluso faltas graves por no empeorar las cosas y que además no hace distingos ni de razas ni de orígenes de nacimiento, lo que a finales de los sesenta del siglo pasado era ya de una modernidad absoluta (como ya hablamos aquí) porque ése supuesto carcamal violento que molesta a los burgueses que mandan en la ciudad de improviso solicita a su amante Claire Quintana (Lena Horne, muy creíble) que se case con él, después de tantos años de amancebamiento.
Y ella, es una linda mulata, lo que conlleva un matrimonio interracial, pero se da la circunstancia que ése aspecto es tratado por el director de esta extraña película con absoluta normalidad, lo que ahora podría ser considerado un avance, pero entonces, en 1969, desde luego una secuencia remarcable.
Así que esta película, la primera estrenada como dirigida por Allen Smithee, en una visión simple podría pasar por un western más, pero si el espectador está atento a los detalles, puede llegar a la conclusión que desde luego, la puede recomendar como imperdible, de obligada visión para cualquier persona aficionada al buen cine, porque no tan sólo tiene un guión muy bueno sino que incluso la forma de dirigir está muy ajustada a la trama y a sus intenciones y refuerza visualmente y con un ritmo oportuno el desarrollo de la historia hasta llegar a un final que redondea perfectamente el conjunto, en el que sobresale la actuación de Richard Widmark.
Y ahora es cuando ustedes, avispados cinéfilos, van y me preguntan:¿pero cómo puede ser tan interesante una película de Allen Smithee cuando todos sabemos que es un nombre ficticio que ha usado durante años los directores que no querían que su nombre apareciese en los títulos de crédito, por estar disconformes con la película estrenada?
Porque como indica el título de este comentario, ésta es la primera y mejor película que se sirvió de tal añagaza y no fue por disconformidad con el resultado final sino por honor de colegas y por amor propio: la película, Death of a Gunfighter empezó siendo dirigida por Robert Totten que hasta entonces había dirigido únicamente episodios de series televisivas (y a la tele volvió para siempre, salvo una última ocasión en 1988) y al parecer Richard Widmark se puso en plan divo y acabó por conseguir que la Universal llamara a Don Siegel para que finalizara el rodaje: Siegel acababa de dirigir a Widmark en Madigan (que por cierto acabó convirtiéndose en piloto de una serie televisiva de cierto éxito) y como ya sabemos, fue un cineasta de muchos recursos, capaz de cualquier empresa, así que acabó de rematar la faena pero cuando acabó el rodaje aseguró que él no iba a firmar la película porque consideraba que el trabajo de su predecesor merecía compartir cartelera.
Ante el problema comercial de presentar una película de escaso presupuesto con dos firmas en el caso de que Totten se aviniera y Widmark no insistiera en hacerlo desaparecer, se optó por adjudicar la autoría a un nombre ficticio y de ahí nació la supuesta identidad de Allen Smithee.
Sólo la casualidad o el aprovechamiento de la idea por parte de otro -ya en 1975- situó a esta película en el segundo lugar cronológico de la relación de las películas firmadas por Allen Smithee, pero ésta fue la primera. Y sin duda alguna, la mejor.
Insisto: no se la pierdan.
Casualmente, había leído la historia en este blog.
ResponEliminahttp://viajarleyendo451.blogspot.com/2020/10/alan-smithee-director-inexistente-historia.html
Interesante la reseña de esta película. Parece interesante.
Saludos.
¡Pero si es de hoy mismo! Ni hecho adrede....
EliminaVaya curiosa coincidencia y que tú, Demiurgo, la hayas podido observar. Gracias por indicarlo.
En cuanto a la película, más allá de la cuestión del director, creo que es muy interesante: un buen ejemplo de western "crepuscular" en el que no faltan referencias a una actualidad que sigue presente.
Un abrazo.
Hola Josep, no conozco esto, ni toda la historia que había detrás de ese nombre.
EliminaConozco el blog de Luciano y es una tremenda casualidad que hayan publicado similar el mismo día ¿o hay algún dato que desconozco y el Dr. Freud descubriría?
Abrazo grande! Salud!
PD: gracias Demiurgo
Jajaja.... no tengo mucha fe en el Dr. Freud, Frodo, así que vamos a dejarlo en una casualidad de la que no hubiese tenido noticia a no ser por Demiurgo.
EliminaLo del nombre tarde o temprano sale a relucir en temas de cine del siglo pasado y que esta película fuese la promotora tampoco yo lo sabía.
Si te viene a mano, no dejes de verla.
Un abrazo.
Me gustó mucho la primera vez que la vi, de chaval. Luego también, pero por otras razones distintas a cuando eres crío y solo intuyes y no ves. El final, apoteósico, y la historia sobre la firma, magnífica, de esas que solo pueden venir del viejo Hollywood. Excelente recuperación.
ResponEliminaUn abrazo.
Para el ojo más entrenado, detalles como la prostituta que come a placer en el saloon y el momento en que el banquero prende fuego a la cerilla dan fe que ahí hay una dirección inteligente apoyada sobre un guión sólido.
EliminaQue de estos mimbres surgiera la historia de la firma, no deja de ser curioso.
Un abrazo.
Hola.
ResponEliminaNo recuerdo si la he visto y por supuesto lo del nombre ficticio me sonaba. Gracias por recordarnos lo que hay detrás de ese nombre. Curiosa forma de eludir la responsabilidad de una peli que al fin y al cabo podía tener éxito. No sería el primer truño que lo consigue.
Imagino que no es tan simple por lo que leo en la Wikipedia y tú nos amplias.
Lo dicho, muy curioso.
Nada que ver con lo Dalton Trumbo y otros guionistas que tuvieron que esconderse tras un alias.
Besos. Milady
Este western está muy lejos de lo que solemos calificar como truño y podríamos decir que en esta primera ocasión es la nobleza la que origina la creación del parapeto y no la posible disputa con productores que meten mano en el rodaje o el montaje y desde luego tampoco con posturas ideológicas que pudiesen resultar poco comerciales o atractivas a la gran mayoría simple de mentalidad.
EliminaCreo que deberías darle una oportunidad, Milady, porque sus muchos detalles enriquecen lo que podría ser el típcio western adocenado de media tarde.
Besos.
No sabía lo de Allen Smithee de esta peli (o que se originó aquí; pensaba que era por la otra).
ResponEliminaEsta peli la vi de crío y me impactó. Es que ese final es telita.
De hecho, revisé el final hace unos añitos para recordar que sí, la historia de la peli era como la recordaba. Pero sí, sé que tengo que volver a verla porque en mi mente de niño el sheriff era el bueno y no "entendía" cómo podía acabar la peli así.
Lo que no sabía es que la peli estaba codirigida por Siegel. En fin... era una buena historia.
El tema de las armas en los USA daría para mucho. Por cierto, Richard Widmark estaba en contra de que todo el mundo fuera armado hasta los dientes y era un tipo muy progresista. Hay varios actores que han hecho de malos-malísimos que eran tipos bastante buenos en su vida real. Robert Ryan, Dan Duryea.. :De este no sé si leí que cuando iba a las reuniones de padres (que no iban muchos padres, irían las madres) la gente se quedaba como sorprendida, ya ves tú. Y el tío decía que era una persona que participaba en el barrio, la escuela, etc... No iba a estar matando a la gente por ahí (ya tendría bastante con las pelis).
Un saludito.
Lo que habría que mirar, David, es si esta película de Siegel influyó mucho en Clint Eastwood y en alguna película suya posterior, no en vano en esas fechas Clint estaba chupando cámara de Siegel hasta los tuétanos.
EliminaUn abrazo.
De Richard Widmark.
ResponEliminaThough he’d often played killers, he was an exceedingly gentle man — and a pacifist — in real life. In his words: “I know I've made kind of a half-assed career out of violence, but I abhor violence. I am an ardent supporter of gun control. It seems incredible to me that we are the only civilized nation that does not put some effective control on guns.”
Esto nos lleva a lo acostumbrado: la necesidad de deslindar el trabajo de la realidad y la buena costumbre de no injuriar ni elevar a los altares a los artistas por hacer bien su trabajo y de rebote, a situar las opiniones de los mismos a su debida posición, desechando la pueril cnvicción que los famosos, por serlo, ya tienen la posesión de la verdad.
EliminaUn abrazo.
No sabía cuál era la primera película firmada con el famoso Allan Smithee. La recuerdo lejanamente por aquel espacio "Primera sesión" de los sábados por la tarde. Es curioso el caso de "Arde Hollywood" con un director (interpretado por el monthypythoniano actor Eric Idle) que se llama así. La película, dirigida por Arthur Hiller, acabó firmada con el "Allan Smithee" por estar Hiller descontento con el resultado. Se dice que Alan Smithee es el anagrama de "The Alias Men" ("Los hombres con un alias") no sé si es cierto.
ResponEliminaSaludos, Josep!
Borgo.
Hola, Borgo: Al parecer, salvando el motivo de esta primera película, la causa de acudir al nombre de marras es variadísima pero suele coincidir con el disgusto del director por cómo alguien ha dejado la película lista para el estreno: siempre he pensado que, probablemente, Orson Welles será quien con más motivo lo hubiese usado, y no fue así.
EliminaLo del acrónimo también lo he leído, pero asimismo, opiniones diciendo que no es así, y no sabría con cual quedarme: de hecho, en la película, el nombre que consta es Allen, no Allan, con lo cual lo del acrónimo está un poco pillado por los pelos; de todos modos, incluso para el primer caso, hay relatos un pelín divergentes: es lo que tiene la historia, ya sabes.
Un abrazo.