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dimecres, 3 de desembre del 2008

Barack Obama se lo debe



Hace ya más de un año que dediqué unas palabras a una película muy famosa en su tiempo, En el Calor de la Noche (In the Heat of The Night) , que en la convulsionada década de los sesenta presentaba como héroe a un estadounidense de raza negra, cuando el movimiento social en aquel país ofrecía día sí día también, panoramas callejeros plenos de disturbios por las legítimas reivindicaciones de igualdad de oportunidades encabezadas por distintos líderes negros.

Muchas han sido las películas que han tratado el tema de la discriminación racial desde diferentes ámbitos, presentando la lógica igualdad de derechos como base de la trama, por encima de la condición de pertenencia a una raza humana.

Ha llovido mucho desde entonces, y, aunque aparentemente la sensación es que se han superado todas las barreras, la reciente elección del mandatario máximo de los U.S.A. y su condición de mestizo, así como su nacimiento en el año 1961, me ha suscitado una serie de reflexiones que, cinéfilo al fin y al cabo, han terminado en la revisión de una cinta del mismo año que la referida, 1967, película en la que intervino también el entonces apuesto galán Sidney Poitier, apenas dos meses después del rodaje de la anterior.

El cineasta Stanley Kramer, productor y director de reconocida fama, sin llegar a cotas de maestría, sí ofreció a lo largo de su carrera algunos títulos muy interesantes; en varias ocasiones trabajó con el excelente guionista William Rose y, a mediados de los sesenta, observando los avatares de la sociedad en que vivía, no pudo menos que afrontar el problema racial, de máxima y rabiosa actualidad en la época, y lo hizo mediante una disección amable en la forma pero punzante en el fondo, llamando a colación a una serie de viejos amigos para producir y rodar un canto a la igualdad racial en Adivina quien viene a cenar esta noche (Guess Who's Comming to Dinner, 1967)

Aparte del amigo Rose, Kramer llamó al muy liberal actor Spencer Tracy y se confabuló con Katharine Hepburn hasta el extremo de reducir sus salarios para poder contar con la intervención de Tracy, a la sazón muy enfermo, cuya participación se cuestionaba por la compañía productora.

Para que todo quedara como en familia, Kate además se trajo consigo a su sobrina Katharine Houghton para que interpretara el papel de la joven Joey Drayton, detonante de toda la historia:

Joey es una chica de veintitrés años, hija de un editor de un periódico de ideología liberal y de una galerista de arte: una familia acomodada que vive en San Francisco.

Se inicia la película viendo la llegada al aeropuerto de San Francisco de un vuelo procedente de Haway: una joven pareja, a todas luces enamorada, radiantes de amor el uno por el otro, toman sus maletas y sonrientes se introducen en un taxi; el conductor le mira por el espejo retrovisor y se queda asombrado al ver como se besan apasionadamente: se queda estupefacto, porque la chica, preciosa, es blanca, y él, negro.

Ambos debaten cariñosamente la oportunidad de presentarse sin previo aviso a los padres de ella; mientras él duda del efecto que les producirá el anuncio de su inminente matrimonio, ella asegura que no habrá problema.

Kramer se vale del prodigioso guión de Rose,( que consiguió el Oscar en un año disputadísimo) para debatir de forma profunda y sutil a un tiempo la cuestión racial.

Los padres de Joey, Matt (Tracy) y Christina (Hepburn), son una pareja acomodada de pensamiento liberal, que siempre han educado a su hija en el principio de que todos somos iguales, sin distinción ni de raza ni de sexo.

Esos principios de igualdad son fácilmente asumibles para cualquiera: incluso, el manifestarse en contra de los mismos es una cuestión casi que contra corriente, impúdica: pero Kramer nos pregunta: ¿hasta qué punto?

Y lo hace valiéndose del personaje del mejor amigo de la familia, Monseñor Ryan (Cecil Kellaway, justamente nominado para el Oscar al mejor actor secundario), que hace las veces de Pepito Grillo, de voz de la conciencia que su agnóstico amigo Matt asegura no tener, poniendo sobre el tapete la cuestión:¿hasta qué punto eres un liberal antirracista? ¿hasta que tu hija te diga que va a casarse con un negro?

Hay además en la trama otra cuestión: el enfrentamiento entre padres e hijos: porque junto a la duda y perplejidad de los padres de la bella Joey está la confusión y desconcierto animado de una cierta ira de los padres de John Prentice (Poitier), un cartero jubilado el Sr. Prentice (Roy Glenn) y su esposa, la Sra. Prentice (Beah Richards , también nominada al Oscar a la mejor actriz secundaria), quienes al insistir en desplazarse desde Los Angeles hasta San Francisco para conocer a su futura nuera, descubren asombrados y atónitos la belleza rubia de Joey.

La incomprensión de los padres con la voluntad de sus hijos nace de los prejuicios que su edad les aporta, preveyendo un futuro hostil a la pareja interracial.

Como contrapunto y apoyo a la problemática meramente racial, están también Hilary (Virginia Christine, en una corta pero intensa actuación), la empleada de confianza de Christina en su galería de arte, que se escandaliza y "se preocupa" por su amiga y jefa, y la iracunda Tillie (estupenda Isabel Sandford ) empleada de los Drayton desde hace más de veinte años, que acosa al joven John con malos modos, advirtiéndole que si va a causar daño a "su Joey", a la que ha criado con mimo, se las verá con ella, a quien, de negro a negro, no puede engañar, aconsejándole se largue con viento fresco.

La presentación de los personajes es perfecta, tanto como el trabajo de los actores que les dan cuerpo y alma; siguiendo la tradicional estructura de presentación, nudo y desenlace, el guión avanza de forma admirable construyendo una red de deseos inalcanzables, una concordia que parece imposible, máxime cuando el joven John, a escondidas de su amada, asegura que no contraerá matrimonio sin el beneplácito de sus futuros suegros.

La temática del racismo está afinada al máximo, presentada como una cuestión que atañe meramente al color de la piel; porque el futuro suegro, al tomar conocimiento de la noticia, ya se ocupa de averiguar que el amado por su hija es un Doctor en Medicina con un currículo mas que brillante espectacular, un hombre hecho a sí mismo con esfuerzo, tan honrado que incluso deja, en la mesa del estudio, el importe de una llamada interestatal a sus padres en Nueva York.

Es decir, que no deja Kramer resquicio alguno en que basar una negativa, ni por posición social, ni económica, reduciendo la cuestión al color de la piel como definitoria de la raza distinta del pretendiente.

La película quizás resulta excesiva en sus diálogos, que le privan ritmo, causando una teatralidad inexistente en origen, aunque luego la pieza se haya representado con éxito en los escenarios. Pero esos diálogos son brillantes, muy bien construídos, con réplicas y contra réplicas agudas, muy bien llevados por los actores, especialmente por la pareja Hepburn (que consiguió el Oscar por su trabajo) y Tracy (que fue nominado), con el añadido que ella ya padecía sus primeros ataques de parkinson, con algún leve temblor, y él, el gran Spencer Tracy, realizó su último trabajo como actor, pues falleció apenas diecisiete días después de terminarse el rodaje.

El magnífico monólogo de Tracy que cierra la película arranca lágrimas verdaderas en la Hepburn, conscientes ambos que esas serán sus últimas palabras en el cine.

Película que asombró en su momento, por la valentía de ofrecer a la palestra pública cuestión que ya existía (no en vano Barack Obama había nacido seis años antes de un matrimonio interracial) pero que causaba polémica en la sociedad de la época.

Vale la pena dedicarle una tarde y verla y disfrutarla con calma, en v.o.s.e. si es posible.




Uno no puede menos que preguntarse si esa situación, hoy, sería asimilada mejor, igual o peor que hace ya cuarenta años largos.


p.d.: la lamentable versión cómica del año 2005 merece un estudio aparte, pero me fallan las fuerzas sólo con pensar que debería volver a sufrirla para condenarla con exactitud.


11 comentaris :

  1. Deliciosa película, una forma amable de arrojar a la cara de la sociedad de su tiempo (y de la nuestra, porque te garantizo que no hemos cambiado mucho en ese aspecto), sus contradicciones y su doble moral.
    Y sí, mejor la versión de 2005 la borramos del disco duro, no pervirtamos un magno recuerdo con semejante horror.
    Saludos.

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  2. Fue una película muy difícil. Todo el mundo estaba pendiente de la salud de Spencer. La Hepburn se sintió fatal durante todo el rodaje.
    Tracy se sentía obligado con Kramer por haber arriesgado tanto con él y obligaba a Hepburn a repasar el texto con él todas las noches.
    Un momento memorable fué cuando Tracy suelta el discurso central: "Al final, no importa lo que nosotros pensemos. Lo único importante es lo que ellos siente, y cuánto sienten el uno por el otro. Y si es la mitad de lo que sentíamos nosotros..(y mira a la Hepburn con los ojos llenos de lágrimas)- no hay más que hablar".
    Por los visto el plató estaba inundado de lágrimas. Ninguno de los allí presentes pudo reprimir la emoción.
    Un abrazote.

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  3. Opino como tú, 39escalones: esa película no parece haber perdido un ápice de actualidad, porque desde siempre se ha dicho que "una cosa es predicar y otra muy distinta es dar trigo" y esa doble moral o rasero siempre constituye un reto.

    Saludos.

    p.d.: la del 2005, directa a tu Tienda de los Horrores... ;-)

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  4. Es cierto, Antonio: el rodaje era una peña de amigos todos pendientes de Tracy.

    De hecho, la Hepburn no tan sólo no fue a buscar su estatuilla del Oscar, sino que ni tan siquiera quiso ver la película acabada jamás en lo que le quedó de vida.

    Un abrazo.

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  5. Miente quien diga que no tiene esperanzas en que Obama nos saque de la crisis, pero a un presidente entrante que le caiga tal presion.."Las esperanzas de todo el mundo estan puestas en Obama".. buff que vertigo

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  6. Hola Josep,

    Debería haberla visto pero no es así... la tengo en mi larguísima lista, como muchas otras que has comentado. Además, con el paso del tiempo, por su temática, se convierte en un buen reflejo de la historia americana en lo que al racismo se refiere.

    Feia temps que no em passava per aquí, vaig molt liat últimament!

    Salutacions Josep

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  7. Al igual que Marchelo, yo tampoco la he visto, compa Josep, pero no por falta de ganas, sino por lo de siempre (y no me voy a repetir, que aburro). Eso sí, después de tan magnífica reseña, ya no me queda mucha excusa. Ni mucha, ni poca: ninguna...

    Un fuerte abrazo.

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  8. Casas... me parece que no.. no... no es esto...

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  9. Marchelo y Manuel: no teneis excusa para no verla; puede que se haya filmado alguna semejante, pero, desde luego, la cuestión básica sigue de actualidad, más aún transcurridos esos cuarenta años, ya que hoy el tránsito de viajeros es mucho mayor, algunos obligados por las circunstancias, y la situación que se expone seguramente se repita con facilidad.

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  10. Sniff Sniff Sniff....! ësta peli me toca el cuore y las tripas...:-(

    Un besito lagrimoso Sire.

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  11. Pero, ¿a que vale la pena verla y revisarla, Milady?

    Si es que ya no se hacen películas así.... ;-)

    Besos, April.

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