No puedo (ni quiero) remediarlo
Supongo que nos pasa a todos.
A todos los cinéfilos, quiero decir.
Hay películas que se te quedan grabadas por algún motivo especial, obras decididamente menores que, cada vez que las revisas, siguen divirtiéndote.
Es lo que podríamos llamar "el lado oscuro" de la cinefilia. Lo que nos hace humanos, en definitiva: una muestra de la debilidad propia, que nos acerca al común de los mortales, bajando de ese pedestal ficticio en el que nos subimos cuando hablamos (pontificamos, en ocasiones) de cine.
Un punto flaco. Yo también tengo flaquezas. Porque aún siendo consciente de los errores de una película, no me resisto a disfrutarla.
Algo extraño, porque pudiendo criticarla, me encanta.
Me pasa con una obrilla menor del gran director Blake Edwards , capaz de asombrarme por un virtuoso eclecticismo que le hace brillar en el drama y la comedia.
En 1987, casi anteayer para mí, disfruté con un juguete cómico que, revisado hace pocos días, sigue arrancándome carcajadas. Se trata de una comedia alocada, estilo casi de slapstick, titulada en España como Cita a Ciegas (Blind Date, 1987), que significó la presentación en la pantalla del entonces muy famoso televisivo Bruce Willis en papel protagonista, acompañado de Kim Basinger , con el indispensable apoyo del eterno secundario John Larroquette, tan efectivo que acabó por pedir que no le dieran más premios por su papel en la serie Juzgado de Guardia tras batir el récord de cuatro victorias consecutivas.
Sin esos tres actores en estado de gracia, el resultado no sería el mismo.
Incluso diría que la palma se la llevan la Basinger y Larroquette, que dan un recital de comediantes.
La trama es muy simple: Walter Davis (Bruce Willis) es un "matao" del trabajo, un verdadero adicto al trabajo que necesita compañía para asistir a una importante cena de negocios. Su hermano le proporciona una cita a ciegas con una prima de su esposa, una tal Nadia Gates (Kim Basinger) [sí: algunos tienen suerte con las citas a ciegas] que tiene un digamos problemilla con el alcohol: se pone "cachonda" y pierde los papeles.
Walter se equivoca en su apreciación del problema de Nadia y, además, aparece el recalcitrante ex-novio de la belleza, un persistente y maquiavélico David Bedford (John Larroquette) que acabará por complicarlo todo, obstaculizando el amor que nace, contra las adversidades, entre Walter y Nadia.
Edwards deja la impronta de su categoría en una serie de escenas memorables, alocadas, chispeantes, con diálogos humorísticos de primera, fruto del guión de Dale Launer , rozando continuamente el más puro slapstick, consiguiendo arrancar la carcajada. Lo descabellado de las situaciones se acepta por la aplastante lógica, muy bien construída, con algún que otro bajón en la narración, que enfría el ánimo del espectador.
Pero cuando se pone en marcha, la aceleración constante de locuras se apropia del ánimo del espectador predispuesto -como este comentarista- a pasar un rato agradable y la risa está asegurada.
Edwards hilvana una situación con otra: un chiste precede al que le sigue, más brillante, llevándonos en volandas mientras ofrece una visión irónica de las apariencias, chantaje emocional de por medio, con frases ocurrentes, mordaces, pronunciadas a una velocidad de metralleta por unos intérpretes muy eficaces en su contumaz vertiente de comedia.
Con una corporeidad envidiable, los elementos sonoros tienen juego puntuando escenas inolvidables, desarrollando una trama no por previsible menos eficaz. Que sobre todas las desgracias triunfe el amor no deja de ser reconfortante con un punto anárquico, imprevisible, contra natura. Pero es una comedia al estilo clásico y la lógica está al servicio de la historia, porque lo que cuenta es el divertimento, no la veracidad.
Es muy posible que algún amable lector no la haya visto, por su antigüedad: la recomiendo para cualquier momento de abatimiento, pues -casi- seguro que levantará el ánimo por sus locuras. El ritmo marcado por Edwards, salvo algún bajón esporádico, consigue entretener como poco y, en la mayoría, atrapar el interés, no por saber cómo será el final, que se advierte feliz, si no por conocer con qué medios y de qué forma acabará la cosa bien.
A los que se decidan, recomendar, como siempre, la versión en v.o.s.e., ni que sea para disfrutar de la excelente voz y dicción de John Larroquette.
Trailer [ver/ocultar]
p.d.: se admiten, sin ambages, críticas contrarias y feroces: es lo que hay: para mí, una debilidad: me hace reir...
A todos los cinéfilos, quiero decir.
Hay películas que se te quedan grabadas por algún motivo especial, obras decididamente menores que, cada vez que las revisas, siguen divirtiéndote.
Es lo que podríamos llamar "el lado oscuro" de la cinefilia. Lo que nos hace humanos, en definitiva: una muestra de la debilidad propia, que nos acerca al común de los mortales, bajando de ese pedestal ficticio en el que nos subimos cuando hablamos (pontificamos, en ocasiones) de cine.
Un punto flaco. Yo también tengo flaquezas. Porque aún siendo consciente de los errores de una película, no me resisto a disfrutarla.
Algo extraño, porque pudiendo criticarla, me encanta.
Me pasa con una obrilla menor del gran director Blake Edwards , capaz de asombrarme por un virtuoso eclecticismo que le hace brillar en el drama y la comedia.
En 1987, casi anteayer para mí, disfruté con un juguete cómico que, revisado hace pocos días, sigue arrancándome carcajadas. Se trata de una comedia alocada, estilo casi de slapstick, titulada en España como Cita a Ciegas (Blind Date, 1987), que significó la presentación en la pantalla del entonces muy famoso televisivo Bruce Willis en papel protagonista, acompañado de Kim Basinger , con el indispensable apoyo del eterno secundario John Larroquette, tan efectivo que acabó por pedir que no le dieran más premios por su papel en la serie Juzgado de Guardia tras batir el récord de cuatro victorias consecutivas.
Sin esos tres actores en estado de gracia, el resultado no sería el mismo.
Incluso diría que la palma se la llevan la Basinger y Larroquette, que dan un recital de comediantes.
La trama es muy simple: Walter Davis (Bruce Willis) es un "matao" del trabajo, un verdadero adicto al trabajo que necesita compañía para asistir a una importante cena de negocios. Su hermano le proporciona una cita a ciegas con una prima de su esposa, una tal Nadia Gates (Kim Basinger) [sí: algunos tienen suerte con las citas a ciegas] que tiene un digamos problemilla con el alcohol: se pone "cachonda" y pierde los papeles.
Walter se equivoca en su apreciación del problema de Nadia y, además, aparece el recalcitrante ex-novio de la belleza, un persistente y maquiavélico David Bedford (John Larroquette) que acabará por complicarlo todo, obstaculizando el amor que nace, contra las adversidades, entre Walter y Nadia.
Edwards deja la impronta de su categoría en una serie de escenas memorables, alocadas, chispeantes, con diálogos humorísticos de primera, fruto del guión de Dale Launer , rozando continuamente el más puro slapstick, consiguiendo arrancar la carcajada. Lo descabellado de las situaciones se acepta por la aplastante lógica, muy bien construída, con algún que otro bajón en la narración, que enfría el ánimo del espectador.
Pero cuando se pone en marcha, la aceleración constante de locuras se apropia del ánimo del espectador predispuesto -como este comentarista- a pasar un rato agradable y la risa está asegurada.
Edwards hilvana una situación con otra: un chiste precede al que le sigue, más brillante, llevándonos en volandas mientras ofrece una visión irónica de las apariencias, chantaje emocional de por medio, con frases ocurrentes, mordaces, pronunciadas a una velocidad de metralleta por unos intérpretes muy eficaces en su contumaz vertiente de comedia.
Con una corporeidad envidiable, los elementos sonoros tienen juego puntuando escenas inolvidables, desarrollando una trama no por previsible menos eficaz. Que sobre todas las desgracias triunfe el amor no deja de ser reconfortante con un punto anárquico, imprevisible, contra natura. Pero es una comedia al estilo clásico y la lógica está al servicio de la historia, porque lo que cuenta es el divertimento, no la veracidad.
Es muy posible que algún amable lector no la haya visto, por su antigüedad: la recomiendo para cualquier momento de abatimiento, pues -casi- seguro que levantará el ánimo por sus locuras. El ritmo marcado por Edwards, salvo algún bajón esporádico, consigue entretener como poco y, en la mayoría, atrapar el interés, no por saber cómo será el final, que se advierte feliz, si no por conocer con qué medios y de qué forma acabará la cosa bien.
A los que se decidan, recomendar, como siempre, la versión en v.o.s.e., ni que sea para disfrutar de la excelente voz y dicción de John Larroquette.
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p.d.: se admiten, sin ambages, críticas contrarias y feroces: es lo que hay: para mí, una debilidad: me hace reir...
Pues sí, Josep, creo que es de lo más divertido que ha hecho Edwards en años. Bruce Willis estaba recién salidito de Luz de luna, por lo que estaba totalmente coladita por él, y no había descubierto todavía su faceta de action-man, Kim Baasinger y John Laroquette hacen el resto.
ResponEliminaDe hecho, Alicia, la serie Luz de Luna finalizó en 1989, cuando ya Bruce Willis, después de protagonizar Die Hard, se dió cuenta del filón que se le abría con su carácter de macho-man y mi adorada Cybill Shepherd se quedó compuesta y sin serie.
ResponEliminaUna pena, porque creo que Willis podría haberse inclinado por la comedia.
Me alegra comprobar que no soy el único en reirse con esta alocada comedia de Edwards, para mí todavía efectiva en su sólida simplicidad.
Saludos.
¡Josep! ¡Cómo va a ser el único! Me encanta esta película, que ví de pequeña, y hace poco encontré por casualidad que la daban por televisión, y cómo me iba a resistir!. Es divertidísima. Me alegra que a alguien de tan exquisito gusto como tú, le guste. Adoro a Blake Edwards y es verdad que Willis tiene una vis cómica inexplorada, o no lo suficientemente.
ResponEliminaMuchas gracias, Donna, por el elogio; me reconforta saber que mi sentido del humor no es tan raro como pensaba.
ResponEliminaMe gustan las películas de Edwards: me parece uno de los últimos comediantes con clase, sin chabacanerías, dotado de un sentido del ritmo apropiadísimo.
Sí que es lástima que Willis no haya hecho más comedias, si...
Saludos.
Pues no recuerdo apenas la película, tendré que volver a revisarla. Eso sí, lágrimas de envejecida nostalgia me vienen a los mofletes al recordar "Juzgado de guardia". ¡Qué gran serie, y qué bárbaro ese John Larroquette, que convertía en oro todo personaje que tocaba! Apareció incluso en "El ala Oeste de la Casa Blanca" como secundario en un par de episodios, haciendo de jefe de abogados de la White House, si no recuerdo mal, y dejaba huella cada vez que salía (acojonaba hasta al mismísimo presidente Sheen). Saludos.
ResponEliminaSupongo que te divertirá repasarla, Marcbranches; de la serie Juzgado de guardia también guardo un muy buen recuerdo, que reviví en la Cuatro, creo, porque la reponían los sábados de madrugada justo después de los partidos de la NBA, si no recuerdo mal. Y seguía tan fresca como en su estreno, con toda la variopinta multitud de sujetos entre los que descollaba Larroquette.
ResponEliminaSaludos.
Yo tengo una anécdota curiosa con esta película. En mi pueblo, hace apenas veinte años, o quizá menos, todavía venían a proyectar películas en la plaza, sábana enorme en el muro posterior de la Iglesia y sillas de madera como patio de butacas. La última vez que vino el cine al pueblo pensaban proyectar "Cita a ciegas". Y digo pensaban porque hubo un apagón y no pudo proyectarse. De veras fue a ciegas. Tanto, que ya no volvió el cine al pueblo.
ResponEliminaSaludos.
La llamaremos "obra menor", porque somos más chulos que un ocho (sonrío) pero yo no he dejado de destornillarme cada una de las veces que la he visto.
ResponEliminaEntre el magnífico Larroquette (qué pena que este hombre no hiciera más cine) y ese genial mayordomo, en una claro auto-revisitación a El Guateque, la película se hace sencillamente deliciosa.
pd.- Nada, que nos ha dado por la Basinger.
Muy buena la anécdota, 39escalones, y apropiadísima al título.
ResponEliminaQue pena que esos cines de verano ya no se hagan: claro que el público tampoco existe, pues a ver quien aguanta en una silla de madera la última de King Kong, por ejemplo...
Saludos.
Ja, ja, Raúl, más que un ocho, sí...
ResponElimina(Y yo que me aprestaba a recibir palos y resulta que gusta a todos...)
Siempre que recuerdo la película me viene a la memoria ese impagable mayordomo haciéndole "la media luna" al pobre dobberman, falso culpable, amenazado por el padre del novio: "paren la orquesta y maten al perro" :-)
p.d.: Confieso que el íter fue al revés: al revisar esta, recordé el striptease... :-)
Saludos.
Siempre he recordado esta película desde que la ví por primera vez. Además que es la típica cinta, que transporta a otro tiempo a otra época. Desde luego es simbólico lo que significa y lo que aporta.
ResponElimina--