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dimecres, 13 de maig del 2009

La Calumnia (El meollo)





Como decía anteayer, son pocos
los cineastas que han podido realizar dos versiones cinematográficas de una misma historia: por suerte, uno de ellos, William Wyler demostró a lo largo de su fecunda carrera (setenta películas en 45 años es un buen promedio) una maestría que, desafortunadamente, resulta prácticamente desconocida a los jóvenes cinéfilos, principalmente por la falta de difusión de su obra.

Wyler, pionero del cine, poseía un conocimiento exhaustivo de la técnica cinematográfica y sabía utilizar todos los resortes de la imagen para expresar emociones, sin buscar impresionar al espectador con alardes vanos; en una segunda visión de sus películas, el cinéfilo insaciable descubre los detalles que hacen grande una película, esos planos tan expresivos basados en un certero emplazamiento de la cámara, precisamente, como ya sabemos, la decisión más difícil que todo director debe tomar (Lubitsch dixit).



Cuando después de haber obtenido un sonoro éxito con la superproducci
ón Ben-Hur, Wyler, a la sazón contando ya sesenta y tres años, decidió rodar en blanco y negro un "remake" de una de sus películas de juventud, pocos imaginaron que el veterano director sería capaz de superarse a sí mismo y, más aun, conseguir la aceptación popular y crítica.

Pero Wyler quería a toda costa realizar la versión definitiva del drama escrito por Lillian Hellman y así, fruto de su empecinamiento, empezó el rodaje de la
película conocida en España como La Calumnia (The Children's Hour, 1961).

En esta ocasión, Wyler aprovechó que la censura empezaba a flojear y no oc
ultó el sentimiento amoroso de una mujer por otra, presentándolo con una delicadeza y una fuerza dramática que probablemente sorprendan a los jóvenes cinéfilos acostumbrados a los guiones de la actualidad.

Sin embargo, Wyler no olvidó la declaración de principios de la autora Lillian Hellman que, simplemente, hace girar alrededor de ese sentimiento lésbico la descripción de
ese pecado social tan denigrante como es la calumnia. La colaboración de Lillian Hellman en el guión comporta que los diálogos y la estructura de la película sean muy robustos.

Wyler sabe ajustar perfectamente el ritmo de la película siguiendo la trama original, ofreciendo minuciosamente pero sin pausa las imágenes oportunas a fin que las protagonistas y los importantísimos personajes secundarios, vayan descubriéndonos sus almas, sus deseos, sus convicciones y, porque no, sus miserias humanas.

Karen Wright (Audrey Hepburn) y Martha Dobie (Shirley MacLaine) son dos amigas que, recién licenciadas en magisterio, fundan una escuela de señoritas, niñas de la buena sociedad que son confiadas en régimen de internado para su educación en una casona enorme reconvertida en escuela.

Karen está casi que oficialmente comprometida con el joven Dr. Joe Cardin (James Garner ) y en la escuela permanece también la tía de Martha, la Sra. Lily Mortar (Miriam Hopkins), en realidad una antigua actriz fracasada, una rémora para Martha, que no se atreve a deshacerse del único pariente que le queda.

Hay una niña, Mary Tilford (Karen Balkin, que realiza una interpretación soberbia) que resulta ser prima del joven Dr. Joe y que, confiada por su abuela la Sra. Amelia Tilford (Fay Bainter, justamente nominada al Oscar como secundaria por su actuación) a las dos amigas, resultará ser, como se dice vulgarmente "de la piel del diablo".


Mary, buscando una excusa para no volver a la escuela de la que se ha escapado, contará a su atónita abuela un "secreto" que ha sabido, de hecho un concepto que ni ella misma es capaz de comprender, una palabra que desatará la maledicencia, el rumor, la calumnia. Wyler, aprovechando al máximo el buen hacer del director de fotografía Franz Planer, sirve mediante secuencias en las que la profundidad de foco es un elemento más del discurso, un marco incomparable para un texto privilegiado, no por la brillantez estética de la palabra, si no por la fuerza de los sentimientos frente a unos hechos inesperados. La calumnia vertida por los labios inocentes de la malvada Mary que no sabe lo que se dice, recala en los oídos malpensados de su abuela y de ahí se amplifica y derrama como charco emponzoñado de alquitrán hediondo hasta todos los componentes de una sociedad acomodada y malpensada, que de repente deja de confiar en las dos maestras, dejándolas huérfanas del prestigio profesional que tan trabajosamente se habían labrado. La tensión que produce la nueva situación la remarca Wyler con una planificación ajustadísima en cada secuencia, demostrando que sabe filmar una obra de teatro respetando la unidad de acción pero introduciendo elementos escénicos que rompen la estática de las tablas y moviendo y emplazando la cámara para reforzar el descubrimiento de unos sentimientos que no por veraces, dejan de elevar la complejidad del drama: la calumnia vertida por Mary tiene un trasfondo real; un sentimiento inesperado que aflora en una escena irreprochable, dominada por una Shirley MacLaine que realiza una actuación antológica. Las relaciones entre las protagonistas y su entorno son diseccionadas por el ojo acerado de Wyler que, sin tomar partido, con una fuerza inusual, demuestra conocer los más recónditos secretos del melodrama, una dirección firme de actrices (la película, curiosamente, está toda ella en manos femeninas, siendo el único varón una pieza casi sustituible) y un montaje preciso, ajustadísimo, de Robert Swink, habitual colaborador de Wyler, consiguiendo que la atención del espectador no decaiga nunca, siguiendo con interés el desarrollo de un drama ideado y escrito de forma ejemplar por Lillian Hellman, a quien corresponde buena parte del mérito. Wyler, gran director de intérpretes, usa sin contemplaciones los primeros planos con profusión, exigiendo y obteniendo de sus actrices (incluyendo a las niñas) un trabajo soberbio, hurgando en sus rostros hasta conseguir que afloren sentimientos de desesperación, duda y amargura por una situación no por cierta menos inesperada, una revelación íntima que comportará trances difíciles de soportar, especialmente para las dos maestras: la asunción del secreto y oculto lesbianismo de una contrasta vivamente con la aceptación de la otra de una situación no imaginada: la de ser objeto de deseo amoroso de su amiga, sin que haya reproche alguno, entendiendo que no hay culpabilidad en el sentimiento amoroso, haciendo frente a la calumnia como obstáculo crecido únicamente en las mentes perversas que las rodean, ignorantes de la realidad, apoyadas, como siempre ocurre entorno a la calumnia, por un rumor vertido con malicia, sin tomarse el trabajo de contrastarlo: resulta más fácil injuriar, calumniar, difamar, que averiguar la certeza del aserto, despreciando la injusticia del resultado, en este caso, la ruina de la escuela infantil para niñas, que los calumniadores verán como foco pecaminoso a erradicar. La calumnia tizna todo cuanto alcanza: la relación de las niñas entre sí es dominada por el sentimiento de culpa de una joven que ha cometido un error y ve cómo su compañera la chantajea de forma inmisericorde, sustentando un artificio para ellas imaginario pero que oculta una verdad; la relación de las dos jóvenes maestras entre sí se tambaleará mientras aspectos personales en relación con otros se desharán como barro en un diluvio de sospechas infundadas y miradas aviesas que bajo la maléfica influencia de los calumniantes persistirán, comportando terribles cambios en las calumniadas, incapaces de liberarse del oprobio público al que son sometidas, vejadas en su propia dignidad, motivo de chanza de algunos. Un final trágico contra corriente ya entonces y también ahora en la medianía hollywoodiense, rodado de forma majestuosa por Wyler, nos dejará el regusto de la injusticia que la calumnia ha provocado, partícipes como somos, al fin, de la clave de la tragedia, porque nosotros, espectadores, acabaremos sabiendo mucho más que esa sociedad timorata que acabará buscando una mirada cómplice que les perdone su culpa en atender y extender una calumnia, que nunca sabrán que no lo fue. Película ésta curiosa, dotada por Wyler de un valor expositivo y dramático perdurable; se podría estrenar mañana mismo y seguramente sería objeto de las mayores lisonjas críticas, porque sin dejar de exponer crudamente unos hechos y situaciones, retrata perfectamente la condición humana de quienes caen en la calumnia, sea como miserables calumniadores, sea como calumniadas, víctimas siempre del temor ajeno a comprender lo inexplicado, crédulos malvados de un rumor que apunta al otro. Más que recomendable, imprescindible la adquisición del dvd -que está a la venta sin problemas- para disfrutar de una obra de arte imperecedera.

10 comentaris :

  1. Me hago con ella ya mismo. Imperdonable no haberle echado el ojo antes por lo que cuentas.
    Saludos.

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  2. El Cine es tan grande y tan amplio, 39escalones, que no extraña la falta de visión de alguna de estas piezas: ya hemos acordado que la tele no ayuda mucho y me alegra sobremanera haberte descubierto esta joya que, seguro, te va a encantar.

    Saludos.

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  3. La verdad es que poco más se puede añadir. Señalar como dices que el lesbianismo es solo un pretexto (muy válido) para que el director explique lo que supone la calumnia para unos y otros. Me encantó Shirley Maclaine, creo que se pensó en aquel momento que era demasiado joven para el papel, pero lo bordó.

    Salutacions

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  4. Shirley MacLaine tenía entonces veintisiete años y una experiencia de seis actuando en cine; acababa de triunfar con El Apartamento, pero ese carácter de Martha es mucho más complejo y podemos decir que lo borda con hilo de oro, Alma: tanto su expresión corporal como su dicción son magníficas y su rostro expresa claramente los matices en los primeros planos que Wyler le dedica.

    A su favor, lo bien escrito que está -como todos, de hecho- y, seguramente, los buenos consejos recibidos de Wyler, a quien incluso Laurence Olivier consideró con un gran director de actores.

    Salutacions.

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  5. Yo tampoco la recuerdo Josep, de hecho creo no haberla visto, después de echarle un vistazo al video que has colgado, con lo que de alguna manera 8por lo civil o lo criminal) tendré que hacerme con ella.
    En cualquier caso, y creo que aquí es lo que realmente importa, tu crítica es sencillamente (y una vez más) admirable.
    Qué envidia, joder.

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  6. Harás bien en hacerte con ella, Raúl; seguro que te gustará.

    Y gracias por el inmerecido piropo: ya quisiera yo saber redactar ese relato que a buen seguro te inspirará y que ya espero leer, porque no podrás resistirte...

    Saludos.

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  7. Hace sólo unos días que ví esta película y me he lanzado a todo tipo de búsquedas, tanto para conseguir la obra literaria de Hellman como para averiguar inmediatas representaciones teatrales.

    Me ha fascinado. Me uno a vosotros en ensalzar la interpretación magistral de McLaine, su rostro vibra en la cámara de Wyler, se me metía su desesperación en los ojos.

    Cuando dice "¿lo habrá visto ella? ¿lo habrá notado?", en ese primer plano con Hepburn detrás es... buf, de lo mejor que he visto.

    Enhorabuena por la crítica, es muy muy buena.

    Un saludo!

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  8. Me alegra comprobar que una buena película como ésta sigue gustando a público nuevo pese al tiempo que lleva de andadura; y me alegra que mi comentario haya resultado útil.

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  9. Leido despacio y saboreando la delicadeza de cada palabra.
    Se nota querido Holmes que has entendido y valorado ésta historia tan especial, tan humana y tremenda como el propio autor. La excusa y la causa, la calumnia, la intensidad de los sentimientos y la maldad de los niños y el entorno todo ello contado ¡ tan bien..!
    Me has provocado las ganas de volverla a ver y seguramente que no dejará de impresionarme como la primera vez.

    Besos. Milady

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  10. Puedo decirte, Milady, que me alegro muchísimo que te haya gustado esta reseña, porque la tomé con mucho cariño y dedicación: habrás leído, supongo, la anterior en la que introduje el tema y la pasión que me causó originó la forzosa separación en dos partes del conjunto: así que me congratulo si su efecto ha sido provocarte ganas de volver a verla porque seguro que la disfrutarás más aún, si cabe.

    Besos.

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