La Calumnia (preludio)
El curso de un bloc de notas como éste no deja de sorprenderme a mí mismo, responsable directo, porque debo confesar que no he cumplido con mis propias expectativas: cuando en noviembre de 2007 publiqué las impresiones que me causa la excelente película El Coleccionista, me prometí y juré que, con alguna periodicidad, reseñaría las muy estimables piezas de la filmografía de un cineasta hoy casi olvidado, William Wyler
Perjuré, porque hasta hoy han pasado ya muchos meses y compruebo, avergonzado, que no he cumplido con mi propósito.
Wyler, digo y aseguro, es un cineasta a reivindicar: su dominio de la técnica es amplísimo y la variedad de los temas que trató, enorme.
Aunque solo fuera por el hecho incontrovertible que fue capaz de realizar dos versiones de un mismo texto, brillantes ambas, y separadas en el tiempo por un cuarto de siglo, hazaña solo comparable con Don Alfred (hablo ahora de memoria: quizás haya algún otro), ya merece ser recordado.
Como muy bien vislumbra Alma en su comentario a mi última entradilla, apenas vista que fue la película La Duda, me empezó a dar vueltas en la cabeza una película que había visto hace mucho tiempo en la televisión.
De hecho, y ajustándome a la verdad, mi memoria no acudió a la que cita Alma: yo recordaba haber visto una obra antigua, de 1936, titulada en España como Esos Tres (These Three), dirigida por Wyler y protagonizada por Miriam Hopkins, Merle Oberon y Joel McCrea.
Aun a riesgo de desnudarme ante el lector, explicando mi forma de proceder, debo decir que, buscada que fue, no la hallé: la cinta vhs ha quedado estropeada, y el dvd "no existe//no sabemos".
Buscada la fuente original, obra de teatro escrita por Lillian Hellman, a pesar de haberse estrenado en Madrid en 2006, tampoco está en los catálogos.
Pero sí he podido conseguir la segunda versión que el maestro Wyler hizo. Antes de entrar en materia, un poco de antecedentes no harán ningún daño:
Lillian Hellman fue una de esas mujeres con una vida rica, plena e interesante, amén de gozar de una mente privilegiada; escritora de cierto renombre y éxito, sus ideas libres le aportaron no pocos problemas en una sociedad estadounidense todavía más mojigata que la actual; en el año 1934 estrenó una pieza teatral titulada The Children's Hour en la que entremezcla sabiamente el concepto de la calumnia con la vida afectiva de dos mujeres, lesbianas, lo que causó no poco ruido en los ambientes teatrales de Broadway.
Samuel Goldwyn acababa de contratar a Wyler en el año 1935, ofreciéndole un contrato inmejorable, cuando recién había adquirido los derechos cinematográficos de la obra de Hellman y la colaboración de ésta como adaptadora al cine.
La censura cinematográfica basada en el famoso código Hays era omnipresente y Wyler tuvo que hacer frente a soberbios recortes y alteraciones, consiguiendo, sin embargo, una gran película. Hellman consoló a Wyler asegurándole que lo que más importaba, en su drama, era la descripción de la calumnia, más allá del lesbianismo de las protagonistas.
Está claro que William Wyler no quedó satisfecho con la primera versión (que ni siquiera pudo, por imperativos censores, usar el mismo título que la obra de teatro) y, pasados que fueron veinticinco años, liberado ya de la sombra de Goldwyn, se sacó la "espinita" que tenía clavada en su corazón.
Así, en 1961 Wyler tomó el toro por los cuernos y se aprestó a producir y dirigir The Children's Hour, conocida en España con el título de La Calumnia.
Acabo de descubrirla, como quien dice, y me ha impresionado vivamente: cuarenta y ocho años más tarde, sigue encandilando.
Hay dos detalles a recordar que juegan en favor y beneficio de Wyler: ya había hecho una primera versión y disponía, nuevamente, de la autora como guionista.
Eso, sin tener en cuenta que Wyler, desde 1935, había realizado no pocas películas que pertenecen por derecho propio a la historia. Y acababa de obtener el récord de galardones por Ben-Hur.
Desarrollando las funciones de productor y director, Wyler dispuso de la máxima libertad para ultimar la que sin duda es definitiva versión de la obra dramática de Lillian Hellman, aunque de nuevo la censura y el maldito código Hays aun rondaba, ya agonizante; sin embargo, los nuevos aires de los sesenta del siglo pasado permitieron una construcción dramática más ajustada a la enorme complejidad del texto; para Wyler, uno de los inventores de la caligrafía cinematográfica más depurada, no revistió dificultad alguna la adaptación.
Wyler ya había trabajado con la etérea Audrey Hepburn en la aclamada Roman Holiday en 1953, y sabía perfectamente lo que era capaz de hacer la belga; no puedo decir que arriesgara al elegir a Shirley MacLaine como coprotagonista de su película, ya que la americana había demostrado ya de qué era capaz. Aun así, ambas actrices contaban treinta y dos y veintisiete años de edad, respectivamente y, para la época, eran unas jovencitas y debían afrontar unos personajes con mucho calado. Mucho.
Wyler, que empezó en esto del cine en 1925, destacó también por ser un grandísimo director de intérpretes; en la primera versión, la de 1935, realizó un "casting" laboriosísimo para elegir a las niñas que intervinieron: en 1961, hizo otro tanto.
Seguramente, en opinión de este comentarista, el único error de "casting" lo cometió con la elección del varón, un James Garner que aparece como el eslabón más flojo, ya que las secundarias Miriam Hopkins y Fay Bainter (Merle Oberon no quiso hacer ese papel) están, como se dice, de rechupete, magníficas ambas en sus caracteres que incidirán notablemente en el desarrollo dramático de la trama.
Me doy cuenta ahora, al repasar el borrador, que nuevamente mi pasión me ha impedido cumplir con la deseada brevedad, cayendo en el pecado que denuncio en muchos directores de cine que no saben usar las tijeras y se exceden; solo me queda confiar en la benevolencia de quien hasta aquí haya leído y sepa comprender que soy incapaz de borrar nada de lo escrito; no puedo prometer enmendarme -porque me conozco lo bastante- pero sí puedo asegurar (porque ya está escrito) que el miércoles acabo con el tema.
Y gracias por la misericordia y la atención dispensada.
Ésta me falta, amigo Josep. Tomo nota de tan excelente recensión. Por cierto, en los auto-remakes, apunta a Cecil B. DeMille...
ResponEliminaSaludos.
No te puedo decir si vi la primera versión, Josep, en la que por la censura lo del lesbianismo se cambió por adulterio. Pero la versión de la que hablas, aparte de estar muy bien interpretada por Audrey y Shirley, con quien me quedo es con la niña repelente, merecedora de estar en lo más alto de las listas de criaturas diabólicas
ResponEliminaQué mal la recuerdo.
ResponEliminaTe has trabajado una entrada fantástica (vengo de casa de Alfredo, y la suya, también está fenomenal; he tenido suerte esta mañana). No sé, por lo que cuentas, si la persona de Wyler fue el motor que impulsó la creación de tu blog. De ser así, encontraste uno de los pretextos más emocionantes posibles.
Muy recomendable, 39escalones, mucho.
ResponEliminaYa sabía que me dejaba uno de los grandes: gracias por la aportación.
Saludos.
Esa primera versión, Alicia, es difícil de pillar: en la tele hace la tira y luego, como de costumbre, nada...
ResponEliminaEsa niña, esa niña, realmente odiosa, sí; y como aguanta los primerísmos primeros planos, la condenada... :-)
Saludos.
La verdad, Raúl, es que si la había visto -que no creo- no la recordaba.
ResponEliminaComo sea, ha sido un placer verla.
Bueno, supongo que Wyler, Ford, y unos cuantos más, que llevo metidos en el alma, alimentaron las ganas de hablar de ese cine tan magnífico que disfruté cuando la tele todavía ofrecía cine...
Saludos.
Josep,
ResponEliminapaso por aquí y leo rápido. Fíjate si me marcó a mí "The children's Hour" que recuerdo perfectamente en dónde la ví y la volví a ver al día siguiente.
Después, como la tengo en casa, la doy la vuelta de vez en cuando.
Impresionantes todos, la niña dominante, la sometida, la niñez en toda su crueldad, como es.
Perfecta, magnífica en su totalidad.
Quizás sea esta película con otras tres o cuatro (no olvidar "Eva al desnudo") las que forman la imagenería de lo que, para mí, debe ser el cine.
Un beso.
No la he visto, compa Josep, pero, leído lo leído, habrá que hacer un esfuerzo por localizarla y echarle ojo. Y esperar a leer el final del episodio (ya veo que, aun contra tus deseos iniciales, no te ha quedado más remedio...).
ResponEliminaUn fuerte abrazo.
No me extraña, Susy, que la recuerdes tan vivamente, porque es de esas películas que dejan huella en la memoria.
ResponEliminaAhora, con pretexto de estas entradillas mías, puedes revisarla de nuevo... :-)
Un beso.
El final de esta entrega por episodios ya está entregada, Manuel.
ResponEliminaDiría que he seguido el consejo que me diste para "abreviar" un poco los rolletes que se me ocurren.
Seguro que, cuando la veas, me lo agradecerás, Manuel...
Un abrazo.
Comparto tu entusiasmo por Wyler y por ésta pelicula que descubrí en TCM..¡ alli he tenido la suerte de encontrar verdaders joyas ! además de enseñarme a ver cine de calidad. Ahora lo que hago es rebuscar donde puedo.. FNC o "carreteras secundarias" y desde luego leer tus entradas un poco aleatoriamente y ¡ oooh y me encuentro éstas sorpresas y algún "disgusto" ..! :-D
ResponEliminaMi agradecimiento va por delante querido Holmes
Besos.Milady