ESD 14 STRANGERS ON A TRAIN
De verdad de la buena que no tenía intención de presentar de nuevo en esta mini-sección de escenas cinematográficas en las que brilla por encima de cualquier otra consideración la habilidad del Director para emocionarnos a nosotros, espectadores, sin otro concurso que el puro lenguaje cinematográfico ayudado de efectos sonoros, otra pequeña maravilla surgida de la mente privilegiada de Don Alfred, pero, amigos, la gente que rige los destinos de youtube parece que se mueve con unas ideas cortas de alcance ya que, siendo como es un fantástico escaparate con el que enganchar posibles adeptos, suelen borrar de repente cualquier vídeo.
Ha querido mi mala fortuna que, de los cuatro que tenía en lista preparados, sólo uno ha sobrevivido a los requerimientos de la industria.
Ya supongo que tanto da el orden ni la frecuencia, tratándose de quien se trata, de modo que ahí va:
Espero que por lo menos dure una semanita para poder disfrutar con calma del talento de Don Alfred, que reconvierte una atracción infantil en una amenaza y nos tiene en vilo un buen rato; y encima, acaba...... como menos se podía esperar en la época.
Oh, mon dieu... Este Don Alfred es más grande que el rey inglés del mismo nombre apodado "El grande". Una vez más, el perturbador efecto que consigue convirtiendo los objetos cotidianos e inofensivos en causantes de una amenaza o en escenarios de un riesgo. Magnífica elección, aunque esta vez haya elegido youtube por vos.
ResponEliminaSaludos.
Bueno, bueno, compa Josep, ésta es una de mis favoritas de uno de mis favoritos. De Extraños en un tren -como de casi todas las pelis del mago Hitch- puedes coger un buen puñado de secuencias para ilustrar un cursillo acelerado de lenguaje cinematográfico, sin el más mínimo problema. Así que ésta, por supuesto, vale, y vale mucho.
ResponEliminaUn fuerte abrazo y buena semana.
Certement, Monsieur 39scalones, ese Don Alfred es el más grande que ha existido y me batiría en duelo gustoso para reafirmarlo... :-)
ResponEliminaSorprende la idea de aposentar el miedo en una atracción de feria infantil; y ese impagable detalle del anciano culebreando que se para a medio camino para sacar el pañuelo...
Los de youtube tienen esas cosas kafkianas, ya ves...
Saludos.
Das de lleno, Manuel, con la dificultad inherente a ese empeño que inicié, porque siempre me viene a la mente alguna escena dirigida por ese favorito tuyo que no tienes en exclusiva ni mucho menos.
ResponEliminaLa suerte es que, como dices, siempre vale, y mucho.
Un abrazo.
Hay tantas escenas de esta película que se podrían destacar, Josep: la del comienzo, con los zapatos cruzándose en la estación, la de la muerte de la esposa de Farley Granger reflejada en las gafas... pero esta precisamente fue un atrevimviento de Hitchcock del que luego se arrepintió, ya que el especialista que se mete debajo del tiovivo estuvo a punto de no contarlo. Grande como siempre, Hitch.
ResponEliminaImpagable el niño atizando. Muy propio del carácter de Sir Alfred.
ResponEliminaA mi me gustaba Farley Granger, siempre atractivo y atormentado, lástima que su carrera en el cine no cuajara del todo. De "La soga" a "Le llamaban Trinidad", un camino como mínimo peculiar.
Un abrazo
Es verdad, Alicia: podría haber escogido enre varias sin salir de la misma película, pero, como dices, ésta me parece ejemplar por el uso inidóneo (luego imitado hasta la saciedad) de la atracción como lugar letal.
ResponEliminaEse especialista está claro que se ganó el sueldo....
Saludos.
Como te voy a discutir, Alma, nada referente a Don Alfred... :-)
ResponEliminaLa idea de entrometer al chiquillo es otra genialidad más sin caer en el mal uso de la chiquillada que ahora sufrimos tantas veces.
Veo que tienes buena memoria, porque nadie hablaría de Farley en esa revolución cómica del western.
Me sorprendes.. ;-)
Una abraçada.
Hay algo que siempre se mantiene impertérrito, no ya en sus películas, sino en cualquier escena de tito Alfred: maldad. Siempre hay un gajo de perversión, a veces revestida de picardía, a veces de crueldad. Lo del abuelo es, simplemente, genial; la película, una de mis favoritas de tito Alfredo. Saludos.
ResponEliminaP.D.: ¿ha visto ya ud. "Extras"?
Alfred era un tipo grande, y reconocedor de la belleza femenina como nadie.
ResponEliminaEstá claro, Marcbranches, que Don Alfred disponía de una mente privilegiada y un pelin sádica, capaz de retorcer lo inimaginable, con ese punto de crueldad: no hay más que ver el sufrimiento de todos los progenitores de los críos que están montados en los caballitos.
ResponEliminaMagnífico truco para espeluznar a la sala en pleno que, en el estreno, seguramente gritaría al ver al abuelito en medio del tiovivo infernal.
Saludos.
p.d.: casi...
Bienvenido, Jordim.
ResponEliminaSí que era grande, sí: lo de la belleza, supongo que como todos, solo que él nunca se peocupó por disimularlo; al contrario, creo.
Saludos.
Yo a esto le llamo arte, compañero.
ResponEliminaSí que lo es, Raúl: arte efervescente, eterno, esa clase de arte que uno jamás se cansa de admirar.
ResponEliminaSaludos.